jueves, 26 de enero de 2012

Meditaciones filosóficas sobre sociedades totalitarias. Génesis, Bernard Beckett


Salamandra, 2009

            No suelo leer ciencia – ficción, a no ser que algún amigo recomiende el título, después de haber pasado por la experiencia de su lectura. En esta oportunidad, me fue sugerido a raíz de un comentario sobre el libro de Dick, reseñado en este mismo espacio. Al tratarse de un texto con ribetes filosóficos, me entusiasmó la idea y, a pesar de su costo y lo exiguo de su contenido, lo leí rápidamente.
            La obra está ambientada –como es natural- en un futuro lejano. En él, Anaximandro –Anax-, es una joven que aspira ingresar a la Academia, donde se concentra el grupo de los Filósofos, una de las clases en que se divide la República de Platón, quienes son los ungidos para gobernar. Después de la Guerra Postrera, en la isla donde tiene lugar la República se impide la llegada de cualquier invasor desde los continentes por temor al contagio de una peste; los escasos allegados son sistemáticamente exterminados.
            Para su riguroso examen de admisión, Anax preparó el estudio de la vida pasada de un rebelde quien, debido a un gesto humanitario, desoyó la orden de ejecución y asiló bajo su responsabilidad a una joven venida del temible exterior. La persecución de ambos, la captura y el juicio público que continuó son parte de la exposición. Lo que Anax no sabe es cuán comprometida está su propia vida al ir respondiendo cada pregunta del tribunal.
            Lo sustancial de la historia se resume en que, al exponer la protagonista los hechos acerca de su tema elegido, nos permite encontramos en medio de una sociedad férreamente estratificada, marcial y cruel, donde todo está preestablecido y en la que la duda sembrada en sus habitantes al pasar el tiempo genera una incertidumbre de cuánto tiempo más será necesario vivir –y morir- en un Estado de estas características. El contrapunto alcanza su clímax al hacer evidente que el miedo es un instrumento de manipulación en aras de mantener la dominación de la clase gobernante. Lo que no es poco para una novela de ciencia – ficción.
            Ameno y totalmente distendido, su lectura fluye veloz. Con independencia de su no tan sorprendente desenlace, Beckett se las ingenia para desenmascarar los subterfugios del poder, la potestad y crudeza de los regímenes totalitarios y las derivaciones que pueden alcanzar las sociedades que se vuelven capaces de olvidar a los individuos que las componen con el fin de sostener un Estado fuerte, ordenado, en pos de una vida “estable”. Y cuestiona, de paso, el desarrollo de la ciencia y la tecnología, que en manos expertas pero desaprensivas, pueden poner en riesgo la vida de los seres humanos, con el mero fin de obtener un crédito o gloria personal. Por todo esto, vale la pena leerlo.

Marcelo Zuccotti

jueves, 19 de enero de 2012

El mito del doble en versión turca. El castillo blanco, Orhan Pamuk

                                         
Mondadori, 2007

     Anduve como un carrusel durante un par de años intentando encontrar “El astrólogo y el sultán”, de este autor, célebre a partir de un comentario de Updike, y que luego del descubrimiento le valiera a Pamuk el reconocimiento de la crítica literaria y, más tarde, el Premio Nobel de Literatura. Nada, ni el más mínimo indicio. Hasta que se me ocurrió consultar la Red en detalle; ahí me desasné que Mondadori le había cambiado el nombre, convirtiéndolo en éste que nos reúne. El por qué del cambio permanece en el misterio.
     Se inicia con una tradición cervantina: el relato fue descubierto por Faruk Darvinoglu en 1982, en un polvoriento y desvencijado archivo de la prefectura de Gebze, al igual que Cide Hamete Benengeli lo hacía saber sobre el manuscrito que da vida a “El Quijote”.
     Ambientada a mediados de siglo XVII, narra la historia de un científico italiano que, en viaje desde Venecia a Nápoles, es capturado por piratas turcos siendo luego vendido a un bajá, quien lo dona a un sabio de su círculo, con la intención de aprender de él sus conocimientos y de sondear cuánto ha avanzado la ciencia en Occidente.
     Así las cosas, ambos hombres –cuyo parecido físico es sorprendente- traban relación personal, de amo y esclavo, donde el italiano colabora con el turco en la elaboración de fuegos de artificio. Al correr los años, asesoran al sultán –un niño que crece- en sus requerimientos. La peste, la guerra y la suerte adversa los empujan a tomar una decisión imposible: que cada cual se apropie de la identidad del otro.
     El libro no solo desarrolla la trama de ambos personajes, sino que retrata las distintas miradas de Oriente y Occidente sobre un mismo hecho. La religión y la ciencia, las sociedades y sus creencias y la influencia recíproca que dos seres tan opuestos –y tan hermanados- ejercen entre sí, son también motivos de reflexión y exposición de las disímiles perspectivas que se enfocan desde cada punto de vista. Tanto se entrelazan los protagonistas, que se termina dudando de quién es en verdad el que relata los hechos.
     El final contiene una apostilla donde el propio Pamuk nos revela sus secretos, contándonos cómo escribió la obra, de qué armas, giros e ideas se valió y los varios títulos que le aportaron imágenes y secuencias.
     De una solidez formidable, con una prosa austera y contundente, en estilo coloquial, resulta una excelente obra para adentrarse en el universo de Pamuk y su visión particular de quien cabalga entre dos culturas.


                                                                                  Marcelo Zuccotti

jueves, 12 de enero de 2012

Fantasmagorías japonesas. Los cuentos siniestros, Kobo Abe


Eterna Cadencia, 2011

            Debo esta lectura a Paco, un librero amigo y compinche que, al leerlo, no sólo me lo sugirió sino que tuvo la gentileza de regalarme un ejemplar. No soy muy partidario de los libros de relatos, porque al concluirlos me queda cierto sabor a poco; pero éste sí que ha valido la pena.
            El núcleo narrativo de “El pánico” es un hombre desempleado -y deprimido por ello- cayendo en las garras de una organización delictiva “fantasma”. Lo fantástico e inesperado aparece en “El perro”. Un “ancestro” –en verdad, el padre de dos hermanos- que es tratado peor que a un animal encerrado y encadenado, es el referente de “La casa”.
            En “La muerte ajena”, Abe despliega toda la indecisión que suscita hallar un muerto en la propia casa –y resolver qué hacer con el cadáver-. El clima opresivo que vive el protagonista en su duda es brillante. La realidad de un boxeador cuya carrera está en franca declinación, y las meditaciones que éste hace acerca de ella –aun arriba del ring mientras combate-, es parte de “Al borde del abismo”.
            Lo que no tiene desperdicio ninguno y, en mi humilde entender, pagan el libro son los dos cuentos centrales. El desopilante y tenso “El Grupo de Petición Anticanibalista y los tres caballeros”, donde un delegado enfrenta a un jurado para abogar por aquellos que son el alimento de los que pertenecen al grupo de caníbales, es sencillamente magnífico.
            Al anterior, hay que sumarle “El huevo de plomo”, envoltorio en el que se encuentra una eminencia científica que, en 1987, es hibernado para que transfiera sus conocimientos un siglo después, y un fallo en el mecanismo lo despierta ochocientos mil años más tarde. El encuentro entre este “hombre antiguo” con la civilización humana “clorófila”, no solo es entretenido sino también divertido.
            Ninguno de los relatos me ha resultado siniestro, en el sentido que habitualmente le otorgamos; por el contrario, los estimo muy creativos. El talento del autor radica en que se vale de hechos cotidianos, básicos y simples, para generar una situación irreal, muchas veces incómoda y en otras graciosa, dando rienda suelta a una imaginación fecunda, que conjuga muy bien con una observación perspicaz del mundo que nos rodea.
            Finalmente, un libro ameno, provisto de una prosa fluida y coloquial, que se lee rápido y resulta una opción más que interesante para el verano. Un grato hallazgo, por cierto.
Marcelo Zuccotti

jueves, 5 de enero de 2012

Leer “Blade Runner”. ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, Philip K. Dick


Edhasa, 2008

            No suelo leer ciencia – ficción. Quemé parte de mis neuronas en la plenitud de mi juventud y después de aquellos encuentros con Bradbury, Asimov, Clarke, Lem y Ballard, entre otros, decidí destinar mis horas de lectura a universos más reales. Pero, ¿cómo no abordar el texto que le ha dado origen a uno de los más célebres films de este género, nada menos que dirigido por Ridley Scott en 1982? Regresar a él ha sido en parte como volver el tiempo atrás y verme a mi mismo enfrascado ahora en esta trama. Tanto ha sido así que atravesé sus más de trescientas páginas en un día.
            Este libro no plantea una historia, sino un modo de enfocar el futuro. La Guerra Mundial Terminal ha exterminado a casi todos los animales y parte de la raza humana, de manera que poseer un animal doméstico “in vivo” otorga un cierto nivel de status, pues los pocos que quedan cuestan una fortuna. El Gobierno ha sugerido que la evacuación de la Tierra es más que necesaria, imprescindible. Pero muchos de los terrícolas sienten apego por su lugar y han decidido quedarse, a expensas de que los beneficios que reportaría su emigración serían incontables, empezando por su perspectiva de vida. Así, el planeta que conocemos va quedando cada vez más deshabitado y, para colmo, hay que salir a la vida diaria con un protector de plomo, debido a la radiación remanente.
            Para facilitar e incentivar dicha emigración, el Gobierno ha dispuesto asistir con una serie de androides, muy similares a los humanos -que realicen por ellos todo tipo de tarea penosa-, si optan por trasladarse. Pero, el maltrato a que son sometidos en esas colonias ha logrado que muchos de ellos, capaces de diseñar un plan, hayan decidido abandonar a sus amos –matándolos y quedándose con su identificación- de forma tal de volver a la Tierra y emanciparse. Como esto está prohibido –el regreso de los androides a la Tierra-, se creó una suerte de “cazadores de recompensas”, quienes poseen la facultad de identificarlos –mediante cuestionario y análisis óptico- y exterminarlos. Rick Deckard, el protagonista, es uno de ellos. Gana dinero extra a base de cazarlos.
            Para más, existe una religión virtual, liderada por un tal Mercer, que propone que las vivencias humanas intensas no sean posesión de uno solo, de manera que toda emoción profunda sea compartida por la totalidad de “seguidores” a través de cajas de contacto, presentes en cada hogar. Lo que no se sabe a ciencia cierta es si esta religión no es parte también del sistema de dominación gubernamental…
            Así, están dados todos los condimentos de una trama sólida que, valiéndose del futuro asaz posible, cuestiona tanto las raíces de nuestro presente como de nuestras creencias. Son tan vívidas las descripciones del suceder del personaje principal que por momentos el relato no sólo resulta creíble sino que involucra a los lectores.
            En suma, una obra ineludible del género, para ser leída sobre todo durante el descanso veraniego, que nos permite tanto disfrutar de su narrativa como de reflexionar no sólo acerca de cómo vivimos nuestras vidas, sino de qué queremos como género humano para nuestro futuro.
                        Marcelo Zuccotti