jueves, 12 de enero de 2012

Fantasmagorías japonesas. Los cuentos siniestros, Kobo Abe


Eterna Cadencia, 2011

            Debo esta lectura a Paco, un librero amigo y compinche que, al leerlo, no sólo me lo sugirió sino que tuvo la gentileza de regalarme un ejemplar. No soy muy partidario de los libros de relatos, porque al concluirlos me queda cierto sabor a poco; pero éste sí que ha valido la pena.
            El núcleo narrativo de “El pánico” es un hombre desempleado -y deprimido por ello- cayendo en las garras de una organización delictiva “fantasma”. Lo fantástico e inesperado aparece en “El perro”. Un “ancestro” –en verdad, el padre de dos hermanos- que es tratado peor que a un animal encerrado y encadenado, es el referente de “La casa”.
            En “La muerte ajena”, Abe despliega toda la indecisión que suscita hallar un muerto en la propia casa –y resolver qué hacer con el cadáver-. El clima opresivo que vive el protagonista en su duda es brillante. La realidad de un boxeador cuya carrera está en franca declinación, y las meditaciones que éste hace acerca de ella –aun arriba del ring mientras combate-, es parte de “Al borde del abismo”.
            Lo que no tiene desperdicio ninguno y, en mi humilde entender, pagan el libro son los dos cuentos centrales. El desopilante y tenso “El Grupo de Petición Anticanibalista y los tres caballeros”, donde un delegado enfrenta a un jurado para abogar por aquellos que son el alimento de los que pertenecen al grupo de caníbales, es sencillamente magnífico.
            Al anterior, hay que sumarle “El huevo de plomo”, envoltorio en el que se encuentra una eminencia científica que, en 1987, es hibernado para que transfiera sus conocimientos un siglo después, y un fallo en el mecanismo lo despierta ochocientos mil años más tarde. El encuentro entre este “hombre antiguo” con la civilización humana “clorófila”, no solo es entretenido sino también divertido.
            Ninguno de los relatos me ha resultado siniestro, en el sentido que habitualmente le otorgamos; por el contrario, los estimo muy creativos. El talento del autor radica en que se vale de hechos cotidianos, básicos y simples, para generar una situación irreal, muchas veces incómoda y en otras graciosa, dando rienda suelta a una imaginación fecunda, que conjuga muy bien con una observación perspicaz del mundo que nos rodea.
            Finalmente, un libro ameno, provisto de una prosa fluida y coloquial, que se lee rápido y resulta una opción más que interesante para el verano. Un grato hallazgo, por cierto.
Marcelo Zuccotti

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