sábado, 31 de marzo de 2012

Con sonrisas anchas pintadas de carmín seducían encubriendo los secretos de la receta *. La plenitud de la señorita Brodie, de Muriel Spark.



                                                    Pre-Textos, 2010

     La plenitud de la señorita Brodie está considerada como la obra maestra de Muriel Spark. Es una novela sencilla y, a la vez, sensacional. La historia se centra en la educación particular que les inculca Jean Brodie, maestra de primaria, a sus seis alumnas; seis niñas especiales que eligió cuidadosamente para que reciban una educación ejemplar y así pertenecer en un futuro a la crème de la créme. En lugar de hablarles de historia y de matemáticas, sus asignaturas correspondientes, ella les habla de su vida a modo de ejemplo: "Éstos son los mejores años de mi vida. Vais a sacar provecho de mi plenitud". Les relata sobre sus viajes, de los distintos países que visitó, les cuenta sobre las personas que conoció, de los hombres de los cuales se enamoró, les describe los museos que visitó y de sus artistas preferidos.
     Es una novela  sencilla que describe hechos cotidianos y muy sorprendente porque a lo largo de libro tiene cambios temporales constantes; en la cual, la voz omnisciente narra desde el presente hacia el pasado y desde el presente hacia el futuro de una forma muy ágil. Además, lo sabemos todo desde el comienzo del libro, ya que nos revela los pensamientos y secretos de Jean Brodie, de las niñas y algunos personajes secundarios, esto no la desmerece sino que, todo lo contrario, nos la da a conocer para que acompañemos y entendamos los cambios temporales de la historia. Esto es lo que la hace más que interesante.
     "En la década de los treinta había legiones de mujeres como ella, mujeres de treinta años para arriba que distraían su afligida soltería, debida a la guerra, con viajes que les revelaban ideas nuevas y disciplinas prácticas en torno al arte, la asistencia social, la enseñanza o la religión. Las solteras progresistas de Edimburgo no enseñaban en escuelas, y menos aún en escuelas de carácter tradicional como lo era la escuela femenina Marcia Blaine. Allí la señorita Brodie era, como decía el resto de las solteras que integraban el profesorado, una insignificancia fuera de lugar.” La señorita Brodie, diferente, conservadora y feminista, quiere que sus niñas saquen el mayor provecho a sus vidas, que aprendan sobre la belleza de las cosas, del arte, de las pinturas, de la música, del amor, de los valores morales. Quiere encaminarlas para que sepan disfrutar de los años en plenitud, sin más, sin tapujos. Que sean decididas, audaces e independientes.
     Una novela amena, que se disfruta página tras página. Contiene tintes originales y el humor característico de la época.
    

                                                                                                   Claudia Perez


* Frase (utilizada a modo de título) extraída del texto “Del Color del Tiempo”, de Ana María López.

viernes, 23 de marzo de 2012

La enseñanza moral, elemento principal del relato. Wakefield y otros cuentos, Nathaniel Hawthorne


Alianza, 1985

            Después de leer “La casa de los siete tejados” nutrí a mi biblioteca con todo aquello que pudiese conseguir de Hawthorne, tal fue el entusiasmo que deparó esa lectura. Entre los títulos acumulados, se encontraba este ejemplar raro y añejo, en el que se compilan una serie de relatos maravillosos que, en mayor o menor medida, tienen como trasfondo una enseñanza moral, propia de la sociedad puritana donde nació y creció el autor.
            El libro abre con un prólogo de Luis Loayza, quien realiza la semblanza del autor. Luego, nos adentramos en el universo de Hawthorne con un cuento cuya trama está magníficamente conducida, desde el inicio al final, dando una acabada muestra de talento narrativo, “La hija de Rappaccini”. En él, un joven napolitano que se traslada a Padua a fin de realizar estudios, se convierte en un nuevo objeto de experimentación al caer bajo los influjos de la joven -y bella- hija de un inescrupuloso doctor que cultiva plantas venenosas para realizar ciertos potajes.
            La portación de un velo negro sobre el rostro de un ministro de la iglesia, como castigo de sus propios pecados, y lo que deviene de ello hasta el día de su muerte, es la trama de “El velo negro del ministro”.
            La deliciosa historia de un hombre felizmente casado que, después de 12 años de matrimonio, decide abandonar un buen día –sin ningún motivo aparente y sin avisar- a su esposa, para vivir en un espacio propio a escasos 100 metros de la que fue su casa, y su regreso también sin motivo después de veinte años de ausencia, es el núcleo de “Wakefield”.
            La provisión de una pócima del Agua de la Juventud entre sórdidos y vetustos personajes, chabacanos y soeces, con el consiguiente rejuvenecimiento y lo que depara el regreso a los años mozos mientras dura su efecto es la esencia de “El experimento del Dr. Heidegger”.
            En “Egoísmo o la serpiente en el pecho” se narra la historia de un hombre que dice albergar en su pecho una serpiente, debido a la imposibilidad de dejar de pensar en sí mismo. El desarrollo de su enfermedad tanto como su repentina curación es parte del texto.
            La reaparición de un hombre convertido en demonio -según una leyenda-, con el fin de expiar sus culpas, conforma la secuencia principal de “Ethan Brand”.
            El trágico desenlace de un hombre de ciencia quien, a toda costa, quería quitar de la mejilla de su adorada esposa un defecto epitelial congénito, es el objeto de “La marca de nacimiento”.
            En estilo coloquial, ameno y fluido, cada cuento tiende a dejar una moraleja. Desde lo inútil de codiciar una vida mejor o envidiar la belleza del prójimo, hasta lo equívoco que es desafiar a Satán y la desconfianza que genera la creencia en la ciencia y el progreso –que despoja a Dios del centro de la vida-, Hawthorne repasa pecados, bajezas y todo aquello que no se alinea con una vida de virtud, de bien al prójimo y una conducta basada en las enseñanzas religiosas. Sin duda, es un libro adecuado para acercarse a la obra de este autor, considerado uno de los padres de la literatura norteamericana.
Marcelo Zuccotti

viernes, 16 de marzo de 2012

El sufrimiento y el dolor, una medida del amor. La pianista, Elfriede Jelinek


De Bolsillo, 2007

             Agobio. Es la primera palabra que viene a mi cada vez que leo a esta austríaca que no quiere salir de su casa. Agobio, resignación y soledad infinita. Como si todas las mujeres que encarnan sus personajes principales no pudieran acceder más que a maneras distintas de sufrimiento y displacer, y sólo a eso estuvieran condenadas. Sentí lo mismo cuando leí otro título suyo, “Deseo”, un libro que la mayoría de mis amigos no pudo superar más allá de la página 40.
            En una atmósfera sórdida, Erika Kohut, una concertista frustrada, convertida en profesora de piano por la necesidad de sustento, vive junto a una madre omnipresente y vigilante. Esa mujer, que está cercana a la cuarentena, es controlada todo el tiempo por su progenitora que se desvive por ella a la vez que cuida y sobreprotege. Es una suerte de matrimonio establecido entre ambas a lo largo de los años. De hecho, comparten el cuarto y la cama. En esta situación particular, se hace presente un alumno diez años menor, que se enamora perdidamente de su maestra. Este hecho singular, al que no está acostumbrada, dispara en Erika una oportunidad para dar rienda suelta a aquello que anida en su interior; la unión del amor al dolor. Así, la falta de sensibilidad de la maestra, junto a la necesidad de saciar el ego por parte de su joven alumno conduce a ambos hacia una situación que tiene más de desencuentro y  masoquismo que de amor y libertad.
            La ausencia de comunicación, la imposibilidad de establecer una relación madura que les permita un canal de expresión apropiado será el denominador común en el desarrollo de la novela. Los torturados personajes viven una realidad opresiva, que solo puede ser canalizada en la violencia hacia el otro y hacia uno mismo.
            No es un libro fácil de leer, mucho menos de tolerar, pues a la carga que supone un fondo de estrechez y agresión no siempre contenida entre madre e hija, habrá que agregar el aporte que un joven bien pagado de sí mismo hará a la hora de su máxima frustración en el ámbito sexual.
            Con frases cortas y directas, Jelinek se las ingenia para adentrarnos en una escena de sadismo sin ambages e indolencia dosificadas por igual, donde lo importante no es la expresión de lo que se dice sino lo que se vive. Una carta será el elemento disparador de una mala interpretación, que desencadenará así los hechos finales. El sentimiento de autodestrucción surgirá, entonces, como una desgarradora vía de escape para dar cauce a un amor no correspondido.
            Difícil y denso, resulta sólo recomendable para lectores curiosos, que deseen incursionar en la propuesta literaria de esta autora.

Marcelo Zuccotti

viernes, 9 de marzo de 2012

Una historia de amor durante la Belle Epoque. El gran Gatsby, F. Scott Fitzgerald


Plaza y Janés, 1997

            Me había costado mucho esfuerzo encontrar esta célebre novela en los escaparates de las librerías. De hecho, tuve que contentarme con un ejemplar usado, después de varios meses de haberme conformado con su versión en lengua inglesa. Bastó con que dejara pasar cerca de un año, para que dos casas editoras decidieran reeditarla simultáneamente.
            La historia de amor entre Jay Gatsby y Daisy Fay – Buchanan es bien sabida. Ellos se conocen en tiempos de la Primera Guerra Mundial; él debe partir hacia el frente y tarda en regresar lo suficiente como para que ella se despose con Tom Buchanan. A partir de entonces, Gatsby intentará recuperar a su viejo amor, para lo cual no escatima en costos. La trama es narrada por un primo de Daisy, Nick Carraway, en primera persona, como un mero espectador de los acontecimientos que se suceden.
            Existen varios planos de lectura de esta novela. En primer lugar, la historia de sus personajes. La frivolidad que otorga el dinero, unido al placer que permite el uso frecuente de él, es el nervio conductor del relato. Pero también Fitzgerald nos muestra el hastío y la mediocridad a que ha conducido ese mismo poder de tenerlo todo sin esfuerzo alguno. Un matrimonio en el que la infidelidad ya ha hecho aparición y una vida de lujos y ostentaciones que no pude enmascarar o aletargar el supino aburrimiento en que se encuentran sus protagonistas, es la contracara de esa opulencia en que se debaten.
            Por otra parte, no hay duda de que Gatsby está perdidamente enamorado de Daisy; en su afán de que ella vuelva a elegirlo como cinco años atrás, exhibe un poder ilimitado en fiestas y reuniones en su mansión, de manera de lograr impactarla. Pero Daisy no está enamorada de otra cosa que no sea el dinero y lo que éste puede brindarle.
            Ambientada en Long Island hacia inicios de los años ’20, Fitzgerald despliega ante nuestros ojos toda la gama de novedades tecnológicas que la clase alta puede detentar. Así, el teléfono, los costosos automóviles y otras joyas de la modernidad son presentadas como íconos de poder. No es casual que toda la novela esté bañada en uno de los inventos más revolucionarios de principios de siglo XX: la luz. Es justamente la iluminación la gran protagonista de ella; con su brillo o sus claroscuros, los personajes cambian de geografía como de estados de ánimo. Y tiene su contrapunto en los paisajes cenicientos de los alrededores, donde una clase obrera y pobre debe sobrevivir a su entorno.
            Mas también la obra se revela crítica con la sociedad de consumo. La emergencia de las finanzas –como medio de expansión de una economía imperialista- no puede ocultar la corrupción y el engaño en que viven todos sus personajes. Gatsby hace dinero con el delito; la amiga de Daisy comete faltas en su juego de golf; Daisy engaña a Tom sin amar a su amante; aquél mantiene un amorío extramatrimonial. Es una gran hipocresía la que sobrevuela e inficiona todo el relato; como si esa clase social tan admirada, acostumbrada a hacer lo que quiere, fuera, en el fondo, solo chabacana y mediocre.
            En resumen, escrito en un estilo fluido y ameno, el libro resulta una pintura de la clase poderosa norteamericana durante los Años Locos, muy bien retratada.

Marcelo Zuccotti

domingo, 4 de marzo de 2012

Kilómetros de risas. Kilómetros de Negra, de Elizabeth Vernaci

Planeta, 2011

     La auténtica, divertida e inteligente de Elizabeth Vernaci publicó su primer libro en el que reúne “veinte historias a fondo”. Veinte anécdotas distintas pero que todas están atravesadas y unidas por los mismos ejes: el humor que la caracteriza, la sexualidad, el amor, el desamor y su fascinación por los autos. 
    Para los que somos fervientes oyentes de su programa radial, Vernaci es sinónimo de humor y carcajadas aseguradas. Tal es así, que al leer cada historia la risa está ahí latente a punto de salir a la acción; es como si ella nos hablase al oído, es como si estuviese en vivo y en directo relatándonos sus peripecias. Incluso logra que uno se traslade al pasado con ella a olfatear los mismos olores, a sentir las mismas sensaciones, a vivir las mismas experiencias; es como un estar ahí.
     Kilómetros de Negra, es un viaje corto en el que Vernaci nos invita a subirnos a su auto -como copiloto- relatándonos los recuerdos más íntimos y contándonos como logró que las heridas de la infancia se transformaran en humor:
“La verdad es que la pasaba mal, no era divertido, pero algo bueno debo de haber hecho con las heridas de mi vida cotidiana, porque la flor del humor que cultivo cada día se alimenta también de aquellas tardes negras.”
     El libro logra atrapar al lector y absorberlo por tres horas para luego devolverlo al mundo con la mejor sonrisa. Trasmite espontaneidad y sencillez, como es ella: auténtica el 100 %. Leer Kilómetros de Negra, es como tener a la “Negra” un ratito en casa.






 Claudia Perez