sábado, 2 de junio de 2012

Un extraño en la aldea. La presa, Kenzaburo Oé


Anagrama – Página 12, 2010

            No había leído nada sobre este autor; por ello me pareció oportuno empezar a conocer su universo literario a través de este título, que se ofrecía al público en general en un formato de bajísimo costo –mucho más que accesible-. Puede que no sea la obra más destacada, señera ni representativa, pero soy de los que sostienen que cada parte hace a un todo, por lo que leer una obra determinada es también una forma que tiene el aprendizaje acerca de un autor y su entorno.
            Ambientado en el Japón de la Segunda Guerra Mundial, en una atrasada aldea en la que el tiempo transcurre lentamente y en la que los cambios se perciben como lejanos; donde lo cotidiano resulta siempre lo mismo, la misma gente, las mismas caras, los mismos gestos y respuestas, un suceso no menor viene a alterar con efervescencia el entorno aldeano. Ha caído en las inmediaciones un avión de guerra enemigo –norteamericano, se supone- y los responsables de la aldea han capturado a su piloto sobreviviente, trasladándolo como un botín de guerra hacia la reclusión local, mientras los altos mandos debaten qué se resuelve hacer con semejante prisionero. Pero existe una particularidad insoslayable: el piloto capturado es fibroso, musculoso… y negro, algo que resulta extraño para todos esos seres de ojos rasgados y piel amarilla, que jamás han visto un occidental –y mucho menos uno de origen afro-.
            Este hecho, por sí solo, despierta una infinidad de sospechas, resquemores, incertezas y miedos, puesto que a tal prisionero habrá que atenderlo y permitirle saciar todas sus necesidades básicas.
            El libro está narrado en primera persona por un niño, cuyo padre se encuentra encargado de darle de comer al prisionero. Su inocencia y candor acerca de tamaño acontecimiento, dará paso a una circunstancia que lo tendrá como protagonista, tras la cual habrá una pérdida de aquellas, que indicará que ya nada podrá ser como era. Lo sobresaliente es la descripción natural del entorno geográfico, con sus hedores, calores fatigosos y entornos sociales oscuros, a más de la realidad de los personajes, ya de por sí sórdida.
            En este relato Oé hace gala de un estilo literario simple tanto como contundente, erigiendo una historia en la que violencia y perversión toman cuerpo a través de una sociedad casi tribal, en la que no escasean elementos simbólicos y fetichistas. Por momentos, nos traslada a situaciones que más tienen que ver con respuestas primitivas que de sociedades modernas, como si lo contemporáneo hubiera sido dejado de lado, para mostrar las realidades de una sociedad tradicional, conservadora y atrasada, como Oé considera a la suya propia antes de “occidentalizarse”.
            Corto, ameno y frugal, la novela se lee fácilmente, de corrido y sin interpretaciones profundas. Quizá su mayor mérito sea ese, que todo está ahí para quien esté dispuesto a leerlo.

Marcelo Zuccotti

2 comentarios:

  1. Con Kenzaburo Oe, me tiré a la pileta leyendo su obra premiada "Una cuestión personal". Como puse en mi blog, hace más de un año: "me pareció impecable. Crudo y sin embargo, muy humano" (Parte y comparte - Ataque Japonés)

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    1. Hola, Horacio. Bienvenido y gracias por darte una vuelta. Ésta ha sido una buena experiencia. Básicamente, porque no tiene desperdicio su estilo descarnado y frontal. Quien quiera leer, pues que lea. No leí el libro que citas, pero lo apuntaré. Un saludo.

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