lunes, 27 de agosto de 2012

Elogio de la desmesura. Michael Kohlhaas, Heinrich von Kleist


Corregidor, 2008

             Pocas veces la buena literatura ha requerido de tan pocas páginas para retratar tan gran abanico de realidades sociales, especialmente las que se refieren al sentido de la justicia y la moral. En este aspecto, el libro de von Kleist resulta señero y visionario.
             Michael Kohlhaas es un hombre justo que tiene por oficio vender caballos. Para ello, debe traspasar ciertos condados alemanes en pos de llegar a la feria donde efectúa su habitual negocio. Ambientada a mediados del siglo XVI, el protagonista se propone alcanzar el punto de venta. Pero la muerte de un anciano señor amigo, quien siempre le permitió atravesar sus dominios sin inconvenientes, ha puesto en su lugar a un arrogante joven heredero que le impide el paso gratuito. A cambio, tendrá que dejar un par de caballos en ‘fideicomiso’ hasta su regreso. La codicia del nuevo propietario de las tierras, unida a la desidia de su lugarteniente –que utiliza a los animales para labranza, sin el cuidado necesario de alimentación y descanso- desencadena una atroz serie de batallas y persecuciones recíprocas entre quien ha hecho abuso de autoridad y quien reclama justicia por esos dos caballos.
            Mirándolo desde afuera, todo parece un litigio entre dos partes que bien podrían avenirse a un acuerdo. Pero ninguna de ambas intenta conceder nada. Así, ¿es justo quemar aldeas para hacer justicia por mano propia sobre aquél quien no ha cumplido con sus mínimas obligaciones? Por otra parte, ¿es justo hacer uso de los vínculos políticos para eludir una responsabilidad asumida? De esta manera, el argumento incursiona en aspectos relacionados con la moral, lo cual lo convierte en gran medida en un texto de discusión política. Como si von Kleist nos pusiera ante el dilema de hasta dónde se puede hacer uso de la impunidad que otorga el poder como también hasta dónde un reclamo justo no cruza la barrera de la desmesura.
            Pero el libro va más allá, puesto que el único que deberá pagar el precio de su accionar es el personaje principal. Y el costo es demasiado elevado: su vida. El autor no deja de mostrarnos su crítica a lo sociedad, donde la justicia que se imparte al pobre no es igual para quien cuenta con riqueza y relaciones sociales, capaces de disminuir las consecuencias de la aplicación de la ley.
            Acompañado de un prólogo de Rodolfo E. Modern –que hace las veces de análisis de la obra de von Kleist- y escrito en estilo ameno y coloquial, con un motivo principal que permanece actual y se propaga a los demás órdenes de la vida, la obra se disfruta mucho; máxime, siendo escasa su extensión y bajo su costo. Por todo esto, y por pertenecer al período de esplendor del romanticismo alemán del que no existen muchas traducciones castellanas, resulta altamente recomendable.

Marcelo Zuccotti

jueves, 23 de agosto de 2012

El monstruo en el arte. Beber en rojo, de Alberto Laiseca.


Muerde Muertos, 2012


     Beber en rojo (Drácula) es una novela desopilante y delirante. José María Marcos, quien además es uno de los editores, explica, en el prólogo, que la impronta y la pasión de Laiseca por lo fantástico, el terror y lo erótico, lo han transformado en un referente en la materia, y lo han motivado a dejar pistas y señales respecto a la trascendencia de obras que aún hoy no son valoradas en su verdadera dimensión.
      El editor nos cuenta que: “Está vez, y de la mano de Jonathan Harker, presenta un texto primordial sobre la importancia del monstruo en el arte, que es la esencia y el corazón de esta novela. “¿Qué sería de los artistas sin los monstruos?”, se pregunta Laiseca-Harker para responderse: “El monstruo, en el arte, es una pieza fantástica que, en general, se usa como excusa para saltar a la alegoría (…) Son como máquinas de funcionamiento imaginativo continuo, que siguen brindando trabajo y energía en el mundo del arte y del pensamiento, aún siglos después de muerto su autor (…)”. (…) “Beber en rojo (Drácula) es un palimpsesto laisequiano del clásico de Bram Stoker, con música y decorados de Terence Fisher para la Hammer Production. Al igual que Laiseca, el Conde atesora una voluminosa biblioteca y una gran cantidad de películas con Bela Lugosi, Vincent Price, Peter Cushing y Christopher Lee, y entre otros paralelismos se dedica a la astrología, es politeísta y disfruta de las historias de terror.”.
     Alberto Laiseca es el creador del realismo delirante. Él dice que usa al delirio como un proceso para ganar tiempo: “Si escribimos una cosa lineal también se puede decir lo que uno piensa pero ahorra tiempo el delirio, las distorsiones de la realidad y las exageraciones. Uno lo que hace es que a la realidad se la pueda ver con un fuerte foco, como con una lupa, entonces lo mío es delirio pero no solo, sino delirio delirante (…).”. (
http://www.elortiba.org/laiseca.html).
      En una de las entrevistas le preguntaron qué era lo que más le asustaba de la infancia, y él respondió: “El monstruo que vivía abajo de la cama. Ese era el peor de todos. Cosa curiosa o no tanto mi monstruo era in abstractum. Sí, porque era mi padre, tardé décadas en darme cuenta que era mi padre. El subconsciente no quiere deschavarse, no quiere admitir la realidad. ´No, si papá es bueno, no puede ser el monstruo que vive abajo de la cama´. Pero era él.”

(http://www.lacapital.com.ar/ed_senales/2009/4/edicion_26/contenidos/noticia_5041.html)
      Esta revelación me trajo recuerdos de la infancia. Cuando tenía alrededor de 4 o 5 años, en lugar de pedirle a mi madre que me contara un cuento por las noches, antes de dormirme le exigía dos cosas: que dejara el velador prendido de su cuarto y que mirara debajo de las camas, para ver si había algo o alguien ¿?. Cuando venía a darnos el beso de las buenas noches, miraba debajo de la cama de mi hermana y la mía, para dejarnos tranquilas o, mejor dicho, para dejarme tranquila a mí, que era la mayor y la más miedosa. Recuerdo a mi madre arrodillarse entre ambas camas, levantar una manta-mirar debajo y, luego, levantar la otra y repetir la acción. Ese gesto me generaba paz. De todos modos, a medianoche, despertaba a los gritos y llorando llamaba a mis padres para que vinieran a buscarme, porque una mujer se me aparecía en el umbral de la puerta de la habitación y se quedaba allí, quieta, en silencio, observándome, con cartera en mano (no sé por qué, todavía se me viene a la mente ese dato). No visualizaba su rostro, ni las ropas, sólo veía la sombra del cuerpo mirándome. La sombra se extendía de forma alargada y afinada hacia el comedor, que era donde desembocaba mi cuarto, y llegaban hasta allí los destellos del velador de la habitación de mis padres. Lo fascinante es que en terapia surgió el tema de aquella mujer que me visitaba de noche, y resultó ser mi madre –al igual que el monstruo que vivía debajo de la cama de Laiseca.



                                                                                                          Claudia Perez







domingo, 19 de agosto de 2012

El amor como enfermedad. Un amor, Dino Buzzati


Gadir, 2007

          ¿Quién, en algún momento, no ha sufrido por amor?  Si bien estimo que no existe un rango de edades en que esto ocurra con mayor frecuencia, considero que el segmento que abarca la pubertad y adolescencia debe ser si no el mayoritario, al menos uno de los más dolorosos, porque es allí donde se descubren las mentiras, el engaño, los amores no correspondidos, el conflicto generacional entre padres e hijos, la iniciación sexual, etc. Todo esto son hechos que se viven con la intensidad de la pasión, puesto que todo resulta importante y nada puede ser accesorio. No hemos afianzado aun ningún mecanismo de defensa que nos proteja convenientemente. Entonces, ¿qué pasaría si esas mismas tristes experiencias se trasladaran a la madurez?
            Tenía a Buzzati como un eximio escritor de relatos fantásticos y alegóricos, siempre simbólicos y poéticos; pero en esta ocasión incursiona en el más acabado realismo, como una ruptura con su trabajo anterior, que a la vez complementa y completa su obra literaria.
            El protagonista, Antonio Dorigo, es un hombre al borde de los cincuenta años; vive solo y frecuenta una ‘casa de citas’. Su poco agraciado rostro y su labor en una oficina lo confinan a una vida gris y monótona. En una de estas ‘visitas’ descubre a Laide, una jovenzuela de escasa veintena de la que se enamora perdidamente con el paso del tiempo y a quien concede todos los beneficios y caprichos de los que ella es capaz. Lo que se inicia como una relación ‘comercial’ deviene en una obsesión y sumisión total.
            ¿Hasta dónde se puede tolerar el dolor, especialmente la tortura que infligen los celos? ¿Hasta cuándo se puede albergar la esperanza de que todo aquello que arroja el peso de la evidencia no es más que una elucubración sin fundamentos? ¿Qué sucede cuando las sospechas se confirman? ¿Qué decisión es menos dolorosa: la pérdida del ser que se ama o de la dignidad de ser humano? Todas estas preguntas son el núcleo central de este libro, en el que se pone de manifiesto un vínculo sadomasoquista desnudo y frontal.
            Ambientado en el Milán de 1960, la historia no deja nada librado al azar. Ni la diferencia de edades de sus personajes principales, ni la minuciosa descripción de los diálogos y gestos que entre ambos tiene lugar. Unido a ello, la sabia elección del entorno geográfico resalta el contenido del libro, dotándolo de fluidez y credibilidad.
            Particularmente me ha gustado la exposición de Buzzati -sin apasionamientos- de la visión de esa necesidad de ilusionarnos –porque, en este caso, del amor sólo existe una ilusión fugaz y sobrevaluada- en que somos amados, y que el desprecio al que muchas veces nos vemos sometidos fortalece nuestra insatisfacción, profundizando así nuestra búsqueda enferma de mayor reconocimiento y posesión.
            En suma, un libro construido en base a una sólida psicología de los personajes, una narración puntillosa de los detalles y una trama que aun en lo simple se vuelve contundente. Un ejemplo de novela psicológica para tomar en cuenta.
Marcelo Zuccotti

miércoles, 15 de agosto de 2012

Una denuncia transformada en poesía. Anuncio una casa donde ya no quiero vivir, de Bohumil Hrabal.


     Bohumil Hrabal (Moravia 1914 - Praga 1997), escritor Checo, lo descubrí con su novela "Una soledad demasiado ruidosa"; y cuando me topé con este título no dudé en comprarlo. Sabía lo que tenía entre manos: una narrativa que mastica poesía; una obra poética como ninguna.
     El ejemplar contiene siete relatos: Kafkiana, Qué gente tan rara, El ángel, Lingote y lingotes, La traición de los espejos, El tambor roto y Hermosa Poldi; todos a lo largo del libro se unen para describir y sobrevolar la Checoeslovaquia comunista de la posguerra; y las historias, que del mismo modo son muy diferentes entre sí, se unen en algún punto por la ironía, el humor, la libertad y el sinsentido que se respira en ellas y que el autor lo maneja de una forma fenomenal.
    
Anuncio una casa donde ya no quiero vivir, título que extrae de la frase de Viola Fischerová que cita al comienzo del libro, a modo de presentación:
Una lechería podría vender incluso en la oscuridad.
Empezar a vivir sola es más que nacer.
Se puede entender la falta de fe
como una atención que no hace distinciones.
Con todo, anuncio una casa
donde no quiero vivir.”

     Uno podría interpretar que a través del título Anuncio una casa donde ya no quiero vivir, publicada en 1965,
Hrabal anunciara que ya no quiere vivir más en aquella Checoeslovaquia, una Checoeslovaquia comunista de posguerra. A mi entender, este libro como también las obras de “Clases de baile para adultos y alumnos aventajados” y “Trenes rigurosamente vigilados”, ambas publicadas en 1964, le valieron su censura tiempo después. Según su biografía, en la década del ´70 el autor fue censurado por adherirse a la “Anticarta” en la Primavera de Praga, medida por la cual fue expulsado de la Asociación de Escritores Checos, se retiraron todas sus obras de las librerías y de las bibliotecas.
    
Anuncio una casa donde ya no quiero vivir es una obra excelente, donde Hrabal nos sigue deleitando con su habilidad literaria; describe de manera descomunal su visión acerca del mundo y, con el humor que lo caracteriza, detalla lo absurdo de aquella vida cotidiana.
     Es una lectura amena para acercarse a este escritor, que tanto vale la pena descubrir.  


                                                                             Claudia Perez

sábado, 4 de agosto de 2012

Relatos del sinsentido. Anuncio una casa donde ya no quiero vivir, Bohumil Hrabal


El Aleph, 2006

            Emblemático y trascendente. Este libro es una colección de siete relatos en los que Hrabal, un eximio observador de la realidad checa, construye sendas historias cargadas de imaginación, ironía, sarcasmos y humor, utilizando como elementos disparadores el absurdo y sinsentido de la vida cotidiana.
            En ‘Kafkiana’ entreteje la locura y la cordura del protagonista a través de la superposición de imágenes diarias, sin nexo alguno entre sí, como disrupciones que denotan una esquizofrenia avanzada. Una burla ácida acerca del régimen comunista de posguerra en Checoslovaquia, donde el encargado de la grúa de una acería es un ex - asesor jurídico, y en el que un decreto que hace a los operarios aumentar la producción, deviene en una huelga ‘hasta esperar que el enlace’ explique el por qué, es el tema de ‘Qué gente tan rara’.
            Un guardia-cárcel que, sin dejar su marcialidad en medio de un reciclado de chatarra, se vuelve flexible con el reglamento, permitiendo el acercamiento entre prisioneras y prisioneros es el núcleo narrativo de ‘El ángel’. Una alegoría establecida entre una joven condenada, su violación y la argamasa que devuelve la fusión de los hornos Martin respecto de toda la escoria y desecho de posguerra, se encuentra en ‘Lingote y lingotes’. Particularmente interesante es la visión de Hrabal sobre el ‘reciclado’ de todo aquello que se considera obsoleto –incluyendo los seres humanos, insertos en una nueva realidad-.
            Un artista trashumante y funambulesco que intenta competir para ganar un premio oficial –y repite uno de los dos motivos más representados por los concursantes-, con la ayuda de un Voluntario Civil –magnífica imagen del clásico ‘soplón’ del sistema- es parte de ‘La traición de los espejos’. ‘Hermosa Poldi’ es un relato de la acería en la que se consume la vida de aquellos que se ven forzados al ‘trabajo voluntario’ –otro eufemismo para denotar la disidencia- de más de cien días, con sus rarezas y miserias.
            Finalmente, lo más destacado resulta ‘El tambor roto’, un cuento fantástico cuyo protagonista es un acomodador obsesivo, fanático del orden, al que la disputa entre música culta y popular termina por hacerlo partícipe en una gresca de proporciones; un grotesco inimaginable que captura la atención del lector, poniendo de relieve el más absoluto sinsentido, que atraviesa a todos y a cada uno de los relatos presentes en este volumen.
            El libro resulta entretenido, fluido y ameno, con escenas imperdibles y propuestas a más que inverosímiles en medio del contenido. Esa casa donde Hrabal ya no quiere vivir, es la Checoslovaquia del comunismo, de la irracionalidad, del totalitarismo. El retrato de la opresión, la censura de posguerra, el intento de recuperación económica y las ilusiones muertas de toda una generación son parte de él y convierte al texto en una mirada cáustica y desesperanzada.
 Marcelo Zuccotti