lunes, 31 de diciembre de 2012

Una épica contemporánea. El descubrimiento del cielo, Harry Mulisch


Tusquets, 2003

           Fue un amigo lector el que me sugirió este libro, del que me apropié un ejemplar hace ya varios años. El simple hecho de contar con más de ochocientas páginas –lo que los españoles suelen definir con un vocablo ingenioso: “tocho”- y un formato voluminoso, me hicieron desistir de su lectura más de una vez debido a la incomodidad de trasladarlo conmigo en mi diario periplo, así como la escasa oportunidad de concentración que ofrece la vida urbana, necesaria para abordar su contenido sin perder ilación. Mas como había pasado un buen tiempo esperando y yo sentí ganas de leerlo, asumí los costos ahora explícitos y me ha acompañado a lo largo de un mes. La magnitud del relato junto a la dimensión del entusiasmo alcanzado al concluir su lectura, me han llevado a profundizar esta reseña.
Argumento y personajes
            El Cielo ha decidido librar a su suerte a los habitantes de la Tierra, puesto que éstos ya no creen en la existencia de aquél, de manera que Lucifer pueda reinar libremente sobre los hombres. Para ello, es preciso romper el Pacto que Dios ha establecido con éstos a través del Testimonio -las Tablas de la Ley, o Diez Mandamientos, entregadas a Moisés, su albacea depositario-, recuperándolas de manos humanas. Por tal motivo, el Cielo resuelve encarnar un Fulgor –un ‘espíritu de la Luz celeste’- que pueda realizar tal cometido.
            Mas nada es simple. El Cielo puede obrar sobre las fuerzas de la Naturaleza pero, para alcanzar el objetivo, requiere de la participación de seres humanos, los cuales resultan siempre impredecibles. No obstante, estudios genéticos efectuados a lo largo de siglos y generaciones humanas, han hallado las condiciones adecuadas para que tal encarnación tenga lugar.
            Onno Quist, un excéntrico lingüista, y Max Delius, un astrónomo prometedor, ambos holandeses de treinta y cuatro años de edad, se encuentran una noche de Navidad de 1967 en las inmediaciones de Ámsterdam y forjan, a partir de allí, una amistad indisoluble.
            Ada Brons, una violonchelista de poco más de veinte años, pareja de Max, decide abandonarlo y poco después, aprovechando un viaje de éste en busca de su pasado, se enamora de Onno. Una visita a La Habana de Fidel Castro, con motivo de la celebración de una Conferencia Internacional sobre Comunismo, a la que Ada ha sido invitada en calidad de artista, y Onno y Max se han ‘colado’ como representantes comunistas de Holanda, dan lugar a la gestación de Quinten, hijo legal de Onno, pero genético de Max. Un desafortunado episodio tras la boda de Onno y Ada, deja a ésta en estado vegetativo. Al concluir la gestación, Max y Sophia, la madre de Ada, deciden hacerse cargo de la crianza del recién nacido Quinten, mientras Onno comienza a hacer carrera en la política local.
            Una docena de años más tarde, el fracaso político unido al asesinato de su compañera Helga, inducen a Onno al ostracismo, desapareciendo de la vida de Quinten, Max y Sophia. Mientras tanto, Quinten crece en las cercanías de Westerbork, un antiguo campo de concentración judío devenido en centro astronómico donde trabaja Max, adquiriendo ciertos conocimientos arquitectónicos y destreza en algunos oficios. Al morir Max cuatro años después, decide abandonar a su abuela Sophia y salir en búsqueda de su padre, Onno. La travesía lo conduce a Roma, primero, y a Jerusalén, después, cumpliendo allí el plan por el que ha venido al mundo.
Estructura y estilo literario
            El libro se divide en una Introducción, sesenta y cinco capítulos más un Epílogo, agrupados en cuatro partes que llevan el nombre de ‘El principio del principio’, ‘El final del principio’, ‘El principio del final’ y ‘El final del final’. La primera mitad –todo el ‘principio’- trata sobre el encuentro de los protagonistas y la gestación del Enviado –Quinten-. La segunda mitad –todo el ‘final’-, narra cómo Quinten cumple su Misión.
            Tanto al inicio como al final de cada parte, Mulisch nos hace saber por qué los habitantes del Cielo decidieron dar por concluido el Pacto que Dios sostuvo con el género humano, y cómo el plan se lleva a cabo. Para ello, utiliza algunos Intermezzos en los que un ángel –el responsable de los hechos- le narra a un superior las andanzas de los encargados de efectuarlo. El resto, es la historia detallada de la misión celeste.
            Escrito en estilo coloquial, el libro resulta tan ameno como fluido, con un montón de reflexiones divertidas y algunos guiños de fina ironía que alimentan el interés y hacen que el relato no decaiga.
Elementos de análisis
            Existe una diversidad de debates que el texto ofrece. En principio, la condición religiosa. Onno ha sido criado en el cristianismo en medio de una sociedad mayormente calvinista, mientras que Max, de padre alemán y madre judía, es gnóstico. Ambos comparten su descreimiento, matizado con razones originadas en distintos enfoques.
            Luego, está el tema del judaísmo y el Holocausto. El padre de Max, nazi acérrimo, denunció a la que fue su esposa, mandándola a un campo de concentración. Con semejante pasado, Max necesita indagar cuán presente está en su vida su condición judía. De todas maneras, el repudio al nazismo se hace presente en toda la obra.
            También existe una discusión filosófica sobre el sentido de la ciencia y el positivismo que dio auge a la tecnología, preguntándose si ésta no estará ocupando hoy el lugar que antiguamente tenía Dios.
            Sí hay una burla despiadada sobre el comunismo y las expectativas que el movimiento castrista desarrolla en 1967, junto a una suerte de mueca irónica y socarrona sobre las posibilidades reales a futuro de las ‘Repúblicas’ que conforman la América del Sur.
            Asimismo, sobrevuela también una velada crítica a la educación formal. Quinten no sólo asiste poco y de mala gana a la escuela, sino que repite un año y finalmente decide abandonar la institución escolar, un año antes de terminar sus estudios. Sin embargo, los oficios aprendidos con las personas de su entorno le son mucho más útiles cuando requiere de ellos para cumplir su misión…
            Finalmente, la familia y el matrimonio como sostenes institucionales de la sociedad; el aporte de la cábala judía al sistema de creencias; el sentido del cosmos y nuestro lugar en el Universo, son otros tantos elementos sobre los que Mulisch vierte una mirada crítica y algo descreída.
Últimas apreciaciones
            Hay mucho de la épica con que Goethe escribió su ‘Fausto’ y un conocimiento sobre música clásica que sólo un melómano puede establecer. De a ratos, el temperamento de Onno Quist recuerda a Ignatius Reilly, protagonista de ‘La conjura de los necios’, de John K. Toole, y la personalidad de Max, evoca la de Tyrone Slothrop, personaje principal de ‘El arcoiris de gravedad’, de Thomas Pynchon. Sí, hay sustancial dominio del arte en general, presentado de manera natural en la composición de los personajes. El hecho de que Max se ocupe de la crianza de su propio hijo, recrea el mito de Moisés, quien fue amamantado por su propia madre sin ser reconocida.
            Si a todo esto le sumamos la trama de enigma y misterio que desarrolla el autor para descubrir dónde se encuentran las Tablas, cómo se las rescata y traslada, y cómo Quentin alcanza su objetivo, unido a un final poético donde todas las piezas encajan perfectamente, se podrá entender el por qué de mi entusiasmo al finalizar su lectura.
            Además, el texto resulta tan entretenido y llevadero que, por momentos, el lector no puede dejar de leer –y reírse- por lo que les sucede a sus protagonistas, o por lo que expresan. Realmente, no creo haber descubierto el Cielo, pero sí un gran libro. Tanto, que lo declaro mi ‘Libro del Año’ y lo incluyo entre los mejores diez libros que he leído en mi vida.

Marcelo Zuccotti

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Las mariposas son libres. En el café de la juventud perdida, Patrick Modiano


Anagrama, 2008

            Ya había incursionado por la literatura del autor cuando decidí buscar este título. El estilo coloquial y cansino, que se debate entre la nostalgia y la melancolía que engendra la evocación de anécdotas del pasado, también se hacía presente en ‘Un pedigrí’.
            Esta obra concisa retrata un período del París de los ’60 -acaso el de la propia juventud del escritor- en donde la bohemia y el desapego por las formalidades resultan lugar común. Para ello, Modiano nos propone un recorrido entre los infinitos cafés parisinos, sus callejas, barrios y recovecos donde todo puede ocurrir.
            Un grupo de personajes dan vida a Le Conde, un café de otrora devenido con el paso del tiempo en una tienda de cueros, en el que se daban cita habitualmente, aun sin proponérselo, una serie de parroquianos de laya diversa. Lo original del libro es que varios de ellos recuerdan a una sola persona, Louki, una jovenzuela bonita y sensual que solía ser parte de la cofradía en aquellos tiempos.
            A través de estos recuerdos, el autor va componiendo un entorno geográfico a la vez que describe maravillosamente el ambiente en el que participan sus protagonistas. Cada uno de ellos, en sendos relatos que se disponen en capítulos sucesivos, va aportando a la historia de Louki detalles de su vida, que se van reuniendo para conformar casi una biografía.
            La necesidad de dejar atrás un pasado doloroso; de vivir la vida sólo en presente, sin ataduras ni compromisos; de rechazar las condiciones que toda sociedad impone a sus miembros para llevar una existencia de acuerdo a normas, hacen de Louki un ser deletéreo y fugaz, al igual que una mariposa cuya efímera vida transcurre libando entre las distintas flores, arrastrando consigo, en su vuelo, el germen de la fecundidad.
            Así, un estudiante poco convencido de sus estudios, un investigador privado, la propia Louki y quien ha compartido una cierta relación amorosa con ella nos van haciendo conocer al resto de los personajes y el entretejido de sus –aparentes- vínculos superficiales. Por momentos, me recordó la prosa desvaída y carnal de Néstor Sánchez en ‘Nosotros dos’,  y las ficciones suburbanas y fantasmagóricas de la Ciudad Luz que aparecen en ‘La mesera era nueva’ y, sobre todo, en ‘Los tipos como yo’, ambas de Dominique Fabre, autores que sugiero apuntar.
            Una historia entrañable, que combina enigma y misterio con imágenes típicas de cafetines y algo de abandono sensual, de deja vu. Nuevamente es la memoria y las obsesiones el nervio central de la narración, rasgos característicos de la obra de Modiano.  Imperdible.

Marcelo Zuccotti

viernes, 21 de diciembre de 2012

Hacer la Revolución para que todo siga igual. El Gatopardo, Giuseppe Tomasi di Lampedusa


Losada, 2004

             Figuraba entre las obras de mediados del siglo XX más representativas de las letras italianas. Tal fue así que, cuando lo tuve en mis manos, no soporté la tentación de llevarlo. Y realmente no defraudó.
            ¡Qué libro maravilloso! Narra la historia de Fabrizio Corbera, príncipe de Salina, aristócrata, padre prolífico y reflexivo, dueño de extensas posesiones en las inmediaciones de Palermo, Sicilia. Ambientado a partir de 1860, y por espacio de casi un cuarto de siglo, asistimos como mudos espectadores al acontecer social y político del sur italiano, con el desembarco de Garibaldi y su gente hasta el nacimiento y consolidación de la nación italiana.
            El libro es un retrato de la descreída aristocracia otrora dominadora, que advierte el surgimiento de una clase más poderosa –la burguesía- que intenta encumbrarse en el poder. Pero lo destacable es que el autor refleja en todas sus líneas que esta clase sin ilustración ni nobleza en sus modales, está más pendiente de los negocios y el dinero que retribuye el comercio, que del refinamiento, la educación y las buenas costumbres. Todo un ejemplo de ‘mal gusto’.
            Por sobre todo, expone magníficamente las cualidades y visión del príncipe, quien posee la agudeza –fruto del continuo ejercicio- de sopesar cada palabra y responder adecuadamente, junto al desencanto que conlleva el reconocerse como último representante de una raza que se extingue: aquellos que nacieron y crecieron en el auge del latifundio.
            Junto a él se encuentran el padre Pirrone, un eclesiástico cuyas observaciones y conocimiento del género humano no va en saga del protagonista, una serie de personajes secundarios que fortalecen los hechos, entre los que sobresale un sobrino algo alocado -Tancredi- en boca de quien Lampedusa ha puesto su célebre frase,
“Si no estamos también nosotros esos te endilgan la república. Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie.”
            Pero no sólo expone este pensamiento. Hay muchos otros, en las que se hacen reflexiones acerca de la participación política,
“...y, ¿qué haría el Senado de mi, de un legislador inexperto a quien le falta la facultad de engañarse a sí mismo, ese requisito esencial en quien quiera guiar a los demás? […] Ustedes tienen ahora precisamente necesidad de jóvenes, de jóvenes ágiles, con la mente abierta al cómo más que al por qué, y que sean hábiles en enmascarar, en acomodar quise decir, sus precisos intereses particulares a los vagos ideales públicos.”
            Referencias al influjo del clima en la personalidad de sus habitantes,
“este clima que nos inflige seis meses de fiebre a cuarenta grados… este nuestro verano largo y tétrico como el invierno ruso y contra el que se lucha con menor éxito… en cada uno de aquellos meses si un siciliano trabajase de verdad gastaría la energía que debería ser suficiente para tres; y después el agua, que no hay o que es necesario traerla de tan lejos que cada gota suya es pagada con una gota de sudor, y por si fuera poco las lluvias, siempre tempestuosas, que hacen enloquecer a los torrentes resecos, que ahogan animales y hombres allí donde dos semanas antes tanto unos como otros se morían de sed…”
            O expresan la desilusión en una mirada resignada y crítica acerca de la propia historia,
“…nosotros los sicilianos estamos acostumbrados a través de una larga, larguísima hegemonía de gobernantes que no eran de nuestra religión, que no hablaban nuestra lengua, a andar con pies de plomo. Si no se hacía así no nos librábamos de los recaudadores bizantinos, de los emires berberiscos ni de los virreyes españoles. … En Sicilia no importa hacer las cosas bien o mal: el pecado que nosotros nunca perdonamos es simplemente el de ‘hacer’… Son veinticinco siglos al menos que llevamos en los hombros el peso de magníficas civilizaciones heterogéneas, todas venidas desde afuera, ninguna germinada entre nosotros mismos… somos tan blancos como usted… o la reina de Inglaterra; y sin embargo desde hace dos mil quinientos años somos una colonia.”
            Ameno, fluido y ágil, posee un sabio equilibrio entre la fuerza descriptiva de la geografía, el carácter de sus personajes y la textura de la trama, que lo convierten en una obra señera. Seguramente quedará incluido entre los diez mejores libros de literatura que he leído.
Marcelo Zuccotti

domingo, 16 de diciembre de 2012

La construcción de la éx-timidad. La intimidad como espectáculo, Paula Sibilia


Fondo de Cultura Económica, 2009

            Hace unos años, encontré un artículo periodístico en el que se entrevistaba a la autora acerca de la aparición de este libro. Me pareció interesante lo que decía sobre la exhibición de la propia vida –real o ficticia- a través de blogs, fotologs y fenómenos de comunicación propios del broadcast, como realities y talk-shows. Decidí buscarlo y dejarlo para más adelante. Cansado de tanta literatura, sentí que era el momento oportuno para alternar mi lectura con este tema.
            Es un ensayo sociológico que aborda los cambios suscitados en la concepción del ‘yo’, desde el siglo XIX hasta nuestros días. Sibilia intenta descifrar en poco más de trescientas páginas cómo pasamos –en menos de dos siglos- desde los diarios íntimos y el frondoso intercambio epistolar, que requerían de un espacio propio destinado a la creación, a la exposición simple y llana de nuestra cotidianeidad en medios masivos como la TV o Internet.
            Ordenado en nueve capítulos, en un estilo ameno y coloquial, la autora va desgranando qué ha ocurrido con ese ‘yo íntimo’ que se ha convertido en ‘éx-timo’, es decir, un yo volcado hacia los otros, que son quienes legitiman la existencia de ese yo. Para ello, analiza la realidad del hombre actual desde distintos ángulos, comenzando por la pérdida de interioridad, la carencia de riqueza narrativa, la necesidad de ‘ser visible’, el culto a la personalidad, la crisis de la ficción, la necesidad de generar una marca o estilo registrado y también, por qué no, la evasión de la soledad.
            Profusamente citado, por sus páginas desfilan Walter Benjamín, Guy Debord, Andy Warhol, Marcel Duchamp, Gilles Deleuze, Friedrich Nietzche, Jonathan Franzen, Michel Foucault –entre muchos otros-, así como filmes y programas que avalan la pérdida del homo privatus en aras de una cada vez mayor necesidad de aparecer. A la luz del texto, ya no importa tanto ser admirado por lo que se hace sino solamente por ser quien se es; el centro de atención se fija en la persona –convertida en personaje de si misma-, no en su obra. Como el reconocimiento de los demás no se alcanza por ejercicio de un talento determinado, cualquiera –literalmente- puede gozar de fama, aunque ésta sólo sea instantánea y, por su naturaleza, fugaz. Esta es la base de la espectacularidad que ha llevado al apogeo de la imagen y la ‘extimidad’ en la Red, en sitios como YouTube, Facebook, Twitter, SecondLife y otros.
            En síntesis, un polifacético ensayo donde se puede hallar la génesis de este fenómeno de la exposición continua y de la necesidad de ser visto, y poder observar en perspectiva la evolución del yo en la sociedad occidental contemporánea.

Marcelo Zuccotti

martes, 11 de diciembre de 2012

Después de la prueba. Chesil Beach, Ian McEwan


Anagrama, 2007

           Fue una reseña sobre este mismo libro aparecida en otro blog hace unos días atrás la que me recordó que nunca con anterioridad había hecho pública mi propia opinión cuando lo leí, allá por 2008, año en el que frecuentaba un encuentro mensual sobre literatura contemporánea de autores ingleses, ciclo prohijado por una importante casa importadora de textos en esa lengua. Si bien contaba con un espacio personal en un blog que ya no existe, me había parecido poco decoroso postear mi humilde apreciación, cuando el director de aquél ya lo había hecho en su columna. Más de cuatro años después, hago conocer mis líneas.
            Esta novela de McEwan, ambientada a inicios de la década de los ’60, bucea en el mito clásico del descubrimiento de la sexualidad en una joven pareja virgen. La historia de Florence y Edward está narrada en el espacio de las primeras 8 horas después de la boda entre ambos cónyuges de 22 años, casi como un guiño al Ulises de Joyce.
            Desde el inicio el autor deja en claro la inexperiencia sexual de ambos; a Edward solo le cupo el “self pleasure” de la masturbación, mientras que a Florence –aun a sabiendas que la consumación del matrimonio tiene que ver con ese instante- el sexo le parece un hecho asqueroso, necesario para la procreación pero del cual ha rehuido siempre, hasta en su imaginación.
            Lo que está explícito es el miedo y la expectativa de ambos de la llegada del momento culminante, como también el desencadenamiento de los hechos a partir de él, pero lo que se entrevé es que en aquel entonces sólo se adquiría derecho al goce del sexo cuando uno se casaba -razón por la que Edward propone matrimonio a Florence-.
            También McEwan hace referencia a los padres de Florence, que representan la institución matrimonial inglesa: dos seres que dedican sus vidas a actividades como si el otro no existiera, a diferencia de sus consuegros, una mujer dañada cerebralmente y un esposo que debe oficiar de padre y madre de Edward y dos mellizas. Ello evidencia un origen provinciano y rústico, en oposición a la clase acomodada citadina de la que es parte Florence.
            Pero lo llamativo del relato, es que el propio autor toma partido por uno de sus personajes, puesto que el rol de Florence tras los hechos del fallido intento de consumación toma decisiones rayanas en lo grotesco, como si el autor se hubiera propuesto resaltar por contraste ambas experiencias, buscando la consideración y disculpa del lector acerca del supuesto “engaño” (casarse para tener sexo, quizás sin amor) de Edward, y someter a una exagerada punición a Florence respecto de su “engaño” -alentar un matrimonio, sin deseo sexual-. Tal es así, que lo que sobreviene en las últimas páginas es un resumen de lo sucedido durante el resto de su vida a Edward, con unas pobres líneas en las que se cuenta de manera escueta algún que otro incidente en la vida de Florence, sin más detalle. En esto, McEwan demuestra que es hombre.
            Viendo la obra en conjunto, la narración es amena y fluida, donde todo lo que parece casual termina no siéndolo -desde la elección de la fecha de la ambientación -1962-, hasta la crítica a Macmillan por perder “el Imperio” y otros tics de la época, donde la mirada retrospectiva del autor no está exenta de cierta nostalgia y algo de sarcasmo, sobre todo tomando en cuenta la revolución que el fenómeno Beatle tendrá a partir de fines de ese año.
            En síntesis, una obra en la que se destaca cierta visión inglesa del inicio de la Guerra Fría, el desconocimiento e inexperiencia de la juventud (denotada por la falta del diálogo de la joven pareja) –no sólo en temas sexuales- y la hipocresía de una sociedad “establecida”, en la que sólo se obtiene carnet de adulto a través de la aceptación y consunción respectiva de las normas sociales.
            Marcelo Zuccotti

jueves, 6 de diciembre de 2012

El sudor como destino familiar. El sol de los Scorta, Laurent Gaudé


Salamandra, 2007

           Galardonado con el prestigioso premio Goncourt en 2004, esta novela está ambientada en una aldea de Apulia, en el sur de Italia, donde la exposición al sol y el salitre del mar contribuyen de manera decisiva en el alma de su gente.
            Luciano Mascalzone, hombre de malvivir –ladrón, violador, asesino- conocido por todo el pueblo, regresa a él después de una condena de quince años en prisión, durante la cual sólo tuvo una cosa en mente: poseer a Filomena Biscotti. Al llegar en una tórrida tarde de verano, a sabiendas que será muerto a manos de los pobladores, confunde a ésta con su hermana, quien nunca había conocido el amor y de ese póstumo acto nace Rocco Scorta Mascalzone –cuyo apellido lo toma de la familia que lo crió a la muerte de su madre-. Éste hereda la maldición paterna y, con el paso del tiempo, mejora y supera sus métodos, convirtiéndose en un ser temido tanto como respetado por su riqueza. De su unión con una sordomuda devienen tres hijos –Doménico, Giuseppe y Carmela- quienes sólo tienen un amigo –Raffaele- quien se hermana con ellos a la muerte de la madre.
            Rocco Scorta, a punto de morir, lega todos sus bienes a la Iglesia. Su mujer y sus hijos son condenados a vivir en la miseria. A partir del entierro, se narra el acontecer de los hermanos.
            Gaudé construye un relato en base a la historia de una familia sureña tradicional italiana y va desgranando a lo largo del libro las alegrías y frustraciones que viven sus personajes, para quienes la única herencia, la única manera de vencer su inclinación al mal, es lograrlo todo con el propio esfuerzo, donde nadie –ni siquiera la tierra que los vio nacer- les regala nada.
            Así, cada progreso alcanzado por cada protagonista es fruto de pelearle a la vida, tanto ellos como sus herederos. Como si lo único que pudiera permitirles un escaso momento de felicidad es el duro trabajo, el cansancio y extenuación que otorga una vida de privaciones, de carencias materiales, sólo mitigada por los afectos del núcleo familiar.
            Cada capítulo concluye con un relato –que tiene ribetes de confesión- de quien sobrevive hasta el final: Carmela. Allí nos enteramos cómo fueron la vida y la muerte de cada uno de sus personajes –incluida ella-. Y cómo se van transmitiendo de generación en generación los secretos mejor guardados del clan, como una forma de apropiación del apellido que los distingue.
            Por momentos trágica y emotiva, escrita en estilo coloquial y fluido, la novela transita la sociedad del sur italiano desde fines del siglo XIX hasta el presente, como un bello retrato de una típica ‘famiglia’, llena de recuerdos, pasiones y un común denominador: siempre hay que volver a empezar.

Marcelo Zuccotti

sábado, 1 de diciembre de 2012

El epílogo inconcluso. Llamadas de Ámsterdam, Juan Villoro


Interzona, 2007

            Nada había leído del autor, pero varios lectores aconsejaban abordar tanto esta novela breve como ‘Filosofía de vida’, cuya adaptación al guión de teatro –con un éxito rotundo- ha bajado de cartel recientemente en Buenos Aires. El prurito de no caer en lugares comunes decidió la elección.
            Una pareja despareja decide separarse después de diez años de matrimonio y algún tiempo de hastío. Juan Jesús se queda solo en México mientras que Nuria viaja a Nueva York. Años antes habían planeado establecerse en Ámsterdam, Holanda, debido a una beca conseguida por él, pero su suegro enfermó del corazón y decidieron quedarse. Siete años después de la ruptura, Juan Jesús se entera que Nuria está de vuelta y decide llamarla desde una cabina telefónica que se encuentra a pocos metros de su domicilio, en la calle Ámsterdam. Aprovechando el equívoco, Juan Jesús entabla conversaciones telefónicas simulando que se encuentra en la ciudad europea. De ahí se entera que su ex – esposa se ha vuelto a casar y tiene un niño. La curiosidad acerca de su presente lo lleva a hacerse pasar por un vulgar fumigador y conocer al nuevo marido y el lugar donde viven.
            Narrado en tercera persona, desde la mirada de Juan Jesús, la historia oscila entre el pasado y el presente; lo que pudo ser una felicidad que no se materializó y la asunción resignada de una frustración. Villoro nos dice más con las palabras no dichas que con la acción propia de la trama. En este sentido, la maestría del autor mexicano se hace evidente en los silencios. E indaga en la propia historia de los lectores, preguntándonos cuándo realmente podemos dar por terminada una relación amorosa; cuánto tiempo debe pasar para acallar la incerteza de si el otro ya no siente nada por nosotros, y nos transfiere la duda cruel de evaluar si hemos hecho todo lo posible para salvarla.
            Entretenida y fluida, resulta una novela que abunda en reflexiones personales y obliga a un repaso de aquellos amores perdidos en el tiempo. Tiene mucho de evocación nostálgica y de dolores viejos pertenecientes a un pasado que se niega a morir.
           
Marcelo Zuccotti