viernes, 21 de diciembre de 2012

Hacer la Revolución para que todo siga igual. El Gatopardo, Giuseppe Tomasi di Lampedusa


Losada, 2004

             Figuraba entre las obras de mediados del siglo XX más representativas de las letras italianas. Tal fue así que, cuando lo tuve en mis manos, no soporté la tentación de llevarlo. Y realmente no defraudó.
            ¡Qué libro maravilloso! Narra la historia de Fabrizio Corbera, príncipe de Salina, aristócrata, padre prolífico y reflexivo, dueño de extensas posesiones en las inmediaciones de Palermo, Sicilia. Ambientado a partir de 1860, y por espacio de casi un cuarto de siglo, asistimos como mudos espectadores al acontecer social y político del sur italiano, con el desembarco de Garibaldi y su gente hasta el nacimiento y consolidación de la nación italiana.
            El libro es un retrato de la descreída aristocracia otrora dominadora, que advierte el surgimiento de una clase más poderosa –la burguesía- que intenta encumbrarse en el poder. Pero lo destacable es que el autor refleja en todas sus líneas que esta clase sin ilustración ni nobleza en sus modales, está más pendiente de los negocios y el dinero que retribuye el comercio, que del refinamiento, la educación y las buenas costumbres. Todo un ejemplo de ‘mal gusto’.
            Por sobre todo, expone magníficamente las cualidades y visión del príncipe, quien posee la agudeza –fruto del continuo ejercicio- de sopesar cada palabra y responder adecuadamente, junto al desencanto que conlleva el reconocerse como último representante de una raza que se extingue: aquellos que nacieron y crecieron en el auge del latifundio.
            Junto a él se encuentran el padre Pirrone, un eclesiástico cuyas observaciones y conocimiento del género humano no va en saga del protagonista, una serie de personajes secundarios que fortalecen los hechos, entre los que sobresale un sobrino algo alocado -Tancredi- en boca de quien Lampedusa ha puesto su célebre frase,
“Si no estamos también nosotros esos te endilgan la república. Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie.”
            Pero no sólo expone este pensamiento. Hay muchos otros, en las que se hacen reflexiones acerca de la participación política,
“...y, ¿qué haría el Senado de mi, de un legislador inexperto a quien le falta la facultad de engañarse a sí mismo, ese requisito esencial en quien quiera guiar a los demás? […] Ustedes tienen ahora precisamente necesidad de jóvenes, de jóvenes ágiles, con la mente abierta al cómo más que al por qué, y que sean hábiles en enmascarar, en acomodar quise decir, sus precisos intereses particulares a los vagos ideales públicos.”
            Referencias al influjo del clima en la personalidad de sus habitantes,
“este clima que nos inflige seis meses de fiebre a cuarenta grados… este nuestro verano largo y tétrico como el invierno ruso y contra el que se lucha con menor éxito… en cada uno de aquellos meses si un siciliano trabajase de verdad gastaría la energía que debería ser suficiente para tres; y después el agua, que no hay o que es necesario traerla de tan lejos que cada gota suya es pagada con una gota de sudor, y por si fuera poco las lluvias, siempre tempestuosas, que hacen enloquecer a los torrentes resecos, que ahogan animales y hombres allí donde dos semanas antes tanto unos como otros se morían de sed…”
            O expresan la desilusión en una mirada resignada y crítica acerca de la propia historia,
“…nosotros los sicilianos estamos acostumbrados a través de una larga, larguísima hegemonía de gobernantes que no eran de nuestra religión, que no hablaban nuestra lengua, a andar con pies de plomo. Si no se hacía así no nos librábamos de los recaudadores bizantinos, de los emires berberiscos ni de los virreyes españoles. … En Sicilia no importa hacer las cosas bien o mal: el pecado que nosotros nunca perdonamos es simplemente el de ‘hacer’… Son veinticinco siglos al menos que llevamos en los hombros el peso de magníficas civilizaciones heterogéneas, todas venidas desde afuera, ninguna germinada entre nosotros mismos… somos tan blancos como usted… o la reina de Inglaterra; y sin embargo desde hace dos mil quinientos años somos una colonia.”
            Ameno, fluido y ágil, posee un sabio equilibrio entre la fuerza descriptiva de la geografía, el carácter de sus personajes y la textura de la trama, que lo convierten en una obra señera. Seguramente quedará incluido entre los diez mejores libros de literatura que he leído.
Marcelo Zuccotti

7 comentarios:

  1. Cometí el craso error, aunque sin querer, de ver la película y, al ya conocer la historia ( o eso creo ) no me he puesto con el libro. Me tengo que obligar a leerlo y más después de leer tu reseña. Un abrazo Marcelo

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  2. Imagino que hablas de la versión de Luchino Visconti puesta en pantalla en 1963. No obstante los roles de Lancaster y Delon, lo cierto es que el libro supera con creces el film. Son pocas las ocasiones en que un libro me entusiasme, pero éste vale la pena. Tiene un montón de enseñanzas y de observaciones sobre la sociedad y el género humano que la convierten en una gran obra, Yossi. Si puedes, léelo. Si no, guarda el dinero para lo que aparecerá en este espacio en diez días más. Un fuerte abrazo.

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  3. Pues yo me lo iba a apuntar pero ahora también voy a esperar esos diez días!!! Pero qué cotilla soy.
    Besitos

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    Respuestas
    1. Apúntalo, Norah. Vale la pena. Es muy actual y, en algunos de sus pensamientos, coincidirás. No creo que la economía ni la política sean muy diferentes en ninguna parte del globo. Ni hoy, ni hace medio siglo.
      Para que tu ansiedad pueda mitigarse, ten paciencia. En diez días tienes un coloso. No irá en saga de éste -que, de por sí, es muy bueno y os recomiendo, de todo corazón-. Besazos grandes para ti. Hoy, Maja, las yemas de mis dedos han recorrido el libro de Silva...

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    2. Vale, hecho, me lo apunto. Y al final qué, ha caído o no, el libro de Silva? Por cierto, que el autor se ha molestado con mi reseña y me ha dejado un comentario en ella, todavía no le he contestado. Estoy pensándolo.
      Besos

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    3. He leído lo que te ha escrito Silva. Y tu respuesta. Él ha querido protegerse de tu interpretación y, parece, tú has seguido en tus trece. Posturas ambas respetables.
      No, no lo he comprado aun, pero está al caer. Besotes para ti.

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    4. No sabía que decir, la verdad. Me parece bien que dejara ahí su opinión. A ver qué te parece el libro cuando lo leas. Muchas gracias.

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