Letranómada, 2008
Decir que Tavares se ha puesto de moda, después del fuerte espaldarazo que recibió de su compatriota Saramago, resulta una simplificación absurda. Al menos, si un escritor está en boca de un número importante de lectores, estimo que la razón obedece más a la trascendencia de su obra que a un puñado de acciones realizadas por el marketing editorial. Aunque también hay de éstos… Lo cierto es que aparece muy recomendado en la blogosfera y, haciendo uso de la remanida frase ‘la experiencia es intransferible’, decidí abordarlo por mi mismo.
Este libro reúne una serie de relatos –en verdad, microrrelatos- que tienen mucho de técnica fotográfica; como esas cámaras automáticas extendidas masivamente en los ’70 –las Polaroid- que tomaban la ‘instantánea’ y la entregaban revelada en algunos segundos –recuerdo una escena del film ‘No way out’, en la que Sean Young usa esa máquina para retratar a Kevin Costner en el dormitorio-.
Porque estos relatos son flashes; una reflexión o una situación sórdida es disparada por un elemento que, en general, poco tiene que ver con lo que se narra. Una anciana que no puede sostener su cabeza, el dolor de dientes, alguien a quien le falta un dedo, la anécdota de un amigo, una moneda en medio de la calle –entre otros-, son elementos capaces de convertirse en una imagen acerca de la muerte, la enfermedad mental, la pobreza, la catástrofe y, en medio de todo ello, se entrelaza la vida cotidiana del autor, con sus dos pequeñas hijas y demás detalles, en los que alternan ficción con realidad.
En ningún caso el relato se extiende más de cinco páginas –lo hay de una sola- y en cada uno de ellos se incluye una circunstancia no grata: una tragedia con miles de muertos, el cadáver de un hombre en la basura, un accidente de tránsito, un suicidio. La muerte sobrevuela por sus líneas y entronca con los miedos, la desesperación, el sinsentido.
Destaco en la prosa de Tavares la crudeza de las imágenes que propone, sin caer en lo sangriento ni truculento, y su mirada descarnada de aquello en lo que más nos disgusta pensar. Puesto que de eso se trata: pensar; asumir. Si te gusta el estilo del microrrelato, sugiero consultar las obras de Kjell Askildsen. Buena lectura, no apta para enfermos depresivos.
Marcelo Z