sábado, 22 de junio de 2013

Humano, demasiado humano. Suelo virgen, Iván S. Turguenev


Cátedra, 1992

           Debe ser que me gustan los rusos. O que ellos cuentan cosas de su pueblo mejor que nadie. Lo cierto es que su prosa me resulta cercana. Como si, cerrando los ojos, pudiera apreciar gran parte de los temas sociales que aquejan atemporalmente a nuestras sociedades. Turguenev no me estremece en el nivel de las sensaciones que transmite Dostoyevski pero, en conjunto, su obra me parece más significativa. Capta para la posteridad un momento y una realidad única, sin sensacionalismos ni apologías. Como si su fuerza impulsora radicara en la imperiosa necesidad de exponernos la vida de su tiempo, con lo que obliga a sus lectores a tomar parte; a no ser ajenos a los hechos.
            Aquí hay una revolución en ciernes –de esas que poblaron la Rusia Imperial en más de cinco décadas, desde 1850 hasta la exitosa de 1917- en la que participan solapadamente sus protagonistas: un joven poeta bastardo, una mujer descastada, un grupo de románticos idealistas, un hombre práctico, una pareja aristocrática parte del establishment y un manojo de personajes secundarios repartidos entre la burocracia y el populismo, que son necesarios para reflejar el estado de sumisión de la mayoría del pueblo respecto de aquellos que detentan el poder.
            Ambientada entre 1868 y una década posterior, el relato va cobrando importancia a medida que define la opresión de los ‘mujiks’, la usura, la explotación y la ignorancia, donde una población analfabeta y primitiva se opone débil e inútilmente a una minoría acomodada -que utiliza vocablos franceses como elementos de clase para reconocerse y relacionarse-. Así, la idea romántica de ‘ir hacia el pueblo’ se da de bruces con la descarnada realidad en la que ese pueblo al que se dirigen los esfuerzos de emancipación rara vez comprende –y mucho menos acepta- un cambio de situación. Entonces, el fracaso que supone el rechazo de toda acción destinada a esclarecer a las masas deviene en depresión y desánimo.
            Turguenev describe fantásticamente esa contradicción entre la idea romántica y la brutalidad de lo cotidiano. Sus personajes se debaten entre mantener el statu quo –porque en definitiva pertenecen a esa clase- o salir a ‘hacer la revolución’ cuando los destinatarios de la misma no se hallan preparados y son ajenos a sus objetivos. Es por ello que el autor abre la novela con un párrafo, tomado de las notas de un agricultor (sic), que incluye el título,
“Para hacer que aflore el suelo virgen no debe usarse el arado de madera, que se desliza por la superficie, sino un arado que penetre hondo.”
pues es la educación y no la fuerza ni la violencia de los hechos la que logrará cambiar la sociedad desde sus raíces.
            Además, puede leerse entre líneas que el único beneficiario de todo enfrentamiento social será aquél que tenga mayor capacidad de adaptación al cambio de las condiciones, pueda apartar sus propios sentimientos y opiniones de aquello que provee su sustento y no caiga en el desencanto ni sienta nostalgia de un pasado que muere. En ese sentido, el hombre práctico, con conocimientos y preparación, se convertirá en el líder de las transformaciones.
            En suma, un libro y un autor a tener en cuenta. Se pueden extraer muchas enseñanzas acerca de la oportunidad, el compromiso, la desesperanza y la lealtad a los principios personales. E incluso, al amor.

Marcelo Zuccotti

6 comentarios:

  1. Me pasa como a ti, me encantan los rusos, de siempre y tengo predilección por Turguenev, no merece la pena entrar en cuales mi favorito, eso cambia todos los días. Siento lo mismo que tú, un impulso en la prosa, un estilo natural que ofrece testimonios en historias, genialmreseña. un abrazo Marcelo :)

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    1. Gracias por tus líneas, Yossi. Lo cierto es que me parece un autor relegado por otros más conocidos, quien nunca alcanzó la misma trascendencia de ellos y, sin embargo, sus letras suenan reales; actuales, te diría. Quizás se deba a que no hay épica en sus relatos, o porque la nota romántica es superada por las circunstancias de sus personajes, que dan cuenta del acontecer social de su tiempo con la crudeza de sus palabras. Un fuerte abrazo.

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  2. Hola Marcelo. Supongo que te referías a este escritor ruso en la respuesta que dejaste a mi comentario. Huelga decir que lo apunto de inmediato. La cola es cada vez más larga, pero intentaré que no se me olvide, ¡muchas gracias! Un abrazo,

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  3. Hola, Marisa. Sí, pensaba en esta reseña cuando te contesté. Es un muy buen libro, que recomiendo no dejar pasar. La edición de Cátedra es imperdible. Besos para ti.

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  4. Una reseña fantástica. Aquí otra fan de los rusos, empecé junto a ellos mi camino literario y has traído a uno de mis favoritos. Tiene un algo especial al escribir.
    Besos

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    1. Gracias, Silvia. Lo cierto es que me encanta encontrar adeptos de los rusos, en especial de éste. Tienen un panorama tan particular de su propio entorno, que me resulta difícil hallar en escritores de otro origen un talento similar. Y eso que aun no he pasado por Gogol, Lermontov, y algunos otros. Besos para ti.

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