sábado, 28 de septiembre de 2013

A propósito de 'Las palabras de la noche'

Al poco tiempo de publicada la última reseña, llegaron estas líneas por correo electrónico. En mi afán de ser honesto y transparente, decidí hacer partícipes de nuestro intercambio a los lectores que visitan este espacio.

Estimado Marcelo:
He leído casualmente su reseña del libro "Las palabras de la noche" de Natalia Ginzburg que me ha parecido muy interesante, y le felicito.
Al mismo tiempo me gustaría aclarar una cuestión que usted ha planteado en la reseña: "Son escasos los títulos de esta casa editora que hoy pueden encontrarse en las librerías argentinas. En parte, debido a las restricciones impuestas a las importaciones y también, porque la crisis económica que flagela a nuestra Madre Patria ha obrado para que aquélla haya tenido que reducir su catálogo –y, mucho me temo, despedir personal-, según el comentario de un importador en la pasada Feria del Libro local. "
En realidad la editorial, a pesar de la crisis tanto a nivel general como del sector editorial, no se está viendo afectada en absoluto por esta contingencia económica, de hecho sigue ampliando su catálogo constantemente y cuenta en la actualidad con casi 1.500 títulos, todos disponibles en el mercado ya que, a diferencia de otras editoriales, Pre-Textos no destruye los libros que edita y siempre los mantiene en su catálogo. De hecho "Las palabras de la noche", que es de hace más de diez años, es un título que se comercializa muy bien, y se encuentra disponible en el mercado.
Además quiero aprovechar para despejar su duda y informarle que la editorial no ha despedido personal, y que su plantilla que es la misma desde hace por lo menos quince años se ha incrementado hace dos años con dos nuevos colaboradores. El comentario del importador que usted menciona es por lo tanto totalmente falso y evidentemente está hecho en total mala fe, y es tipificable como un delito ya que causa un prejuicio importante al buen nombre de la editorial que lleva 36 años de actividad continuada comprometida con la excelencia en la edición.
Estimado Marcelo, como lector de Pre-Textos que es, esperamos que tenga la amabilidad, si así le parece conveniente, y si tiene ocasión, de rebatir al importador en cuestión, con los datos que le estoy proporcionando, este "bulo" difamatorio que está intentando hacer circular, sobre todo considerando que se trata al mismo tiempo de un delito y de una práctica comercial poco ética y muy poco profesional por parte de un operador del sector […]
Editorial Pre-Textos
Gianfranco Spada
(Responsable de contenidos, comunicación y comunidad online)

Estimado Gianfranco:
En principio, agradezco su gentileza de informarme acerca de la verdadera situación de la editorial lo cual, como comprenderá, me avergüenza enormemente en lo personal, por dar por cierto un comentario de gente de mi confianza, la que creía honesta e informada. De hecho, el comentario completo sobre Pre-Textos ha sido: "No parece tener una política editorial clara; con los tiempos que se viven en España, es bastante probable que despidan personal y están decididos a reducir el catálogo..." No soy de hacer nombres, pues es fácil negar semejante párrafo, pero son los mismos a los que felicité personalmente por la apuesta de intentar vender un título reconocido de vuestro catálogo que ha estado ausente durante muchos años en los anaqueles de nuestras bibliotecas. Tenga la seguridad de que quien escribe les trasladará oportunamente y en breve sus líneas.
[…] Por último, sírvase recibir de mi parte mi total reconocimiento hacia la editorial, y extiéndalo a su personal, por la calidad de las traducciones, el cuidado de la edición y la selección de títulos que, para un lector voraz -aunque promedio- como quien escribe, Pre-Textos es una casa editora de renombre y respeto. Gracias por la amabilidad de sus líneas. Un cordial saludo.
Marcelo Zuccotti

Sirvan ambos mensajes, entonces, de válida aclaración.

jueves, 26 de septiembre de 2013

Vida de pueblo. Las palabras de la noche, Natalia Ginzburg


Pre-Textos, 2002

            Son escasos los títulos de esta casa editora que hoy pueden encontrarse en las librerías argentinas. En parte, debido a las restricciones impuestas a las importaciones y también, porque la crisis económica que flagela a nuestra Madre Patria ha obrado para que aquélla haya tenido que reducir su catálogo –y, mucho me temo, despedir personal-, según el comentario de un importador en la pasada Feria del Libro local. Por eso, cuando lo vi no dudé en llevarlo; más cuando el precio era ciertamente irrisorio.
            Elsa, la protagonista, nos narra en primera persona las peripecias de la vida en su pueblo. De veintisiete años de edad, vive con sus padres y su tía, tiene una hermana casada que vive en Johannesburgo y otro, más joven, que vive en Venezuela; se encuentra soltera y casadera.  Su padre trabaja para la única industria local, de la rama textil, que es propiedad de los De Francisci y que ha dado trabajo a todos los pobladores. El viejo Balotta la ha dirigido hasta su muerte y luego se han hecho cargo sus herederos.
            En el transcurso, se repasa la historia de esa familia, otrora poderosa, hasta la decadencia posterior a la guerra y al fascismo. El lector ignora el motivo de esta narración, hasta que asiste al hecho de que Elsa es amante de Tommasino, uno de los hijos menores del viejo Balotta.
            Si me apego al argumento, el libro sobrevuela un período histórico italiano, desde antes del fascismo hasta mediados de los sesenta. La galería de personajes secundarios sólo realza el retrato de la vida de un pueblo, en las afueras de las grandes ciudades, donde todos se conocen y reconocen.
            El relato cuenta con una madre hipocondríaca y parlanchina, el ‘pater familiae’ conservador, los hijos varones –uno emprendedor y el otro introvertido-, el pariente criado como un hijo –oportunista y calculador-, las clásicas envidias y peleas entre concuñadas, la hija hombruna y ‘machona’ –‘tomboy’- y una serie de personajes que componen el escenario de fondo en el que se debaten sus protagonistas.
            Hacia el final, hay una mirada crítica al matrimonio como institución tradicional, al parecer ‘leit motiv’ de toda mujer joven nacida en una sociedad patriarcal y pacata. De hecho, Elsa se reúne para tener sexo con Tommasino, a sabiendas de que a ninguno de ambos les interesa ‘formalizar’ la relación.
            Fluido y coloquial, el libro permite entrever que, más allá de las filiaciones políticas de sus miembros, los pueblos mantienen una identidad y la historia sigue su curso a pesar del influjo que los gobiernos de turno le impriman a la sociedad. Costumbrista y por momentos bucólico, el texto se lee rápido, dejando algo similar al aroma que esas prendas viejas, colgadas en un rincón del placard, emanan al ser expuestas al aire.

sábado, 21 de septiembre de 2013

El reino de la sangre. Abril quebrado, Ismaíl Kadaré


Muchnik, 1990

            Había pasado mucho tiempo desde que por primera vez intenté encontrar un título de Kadaré por estas costas, sin suerte. Afortunadamente, otro lector tan voraz como yo decidió poner una librería de usados, haciendo circular así los que alguna vez fueron sus libros junto a otros, de los que tenía conocimiento por contacto o amistad. Los precios suelen ser elevados para libros que no dejan de ser de segunda mano pero, en compensación, se puede acceder a obras raras o agotadas que, de otra manera, sería casi imposible hallar. Éste es uno de ellos.
            En el altiplano conocido como el Rrafsh, en el norte albanés, Gjorg Berisha debe cumplir una tarea ancestral: vengar la sangre de su hermano, muerto por Zef, un miembro del clan Kryeqyqe, con quienes mantienen una disputa de más de setenta años y más de cuarenta muertos entre ambas familias, matándolo. Para ello, se embosca en una colina que éste suele transitar y, después de una larga espera, logra su cometido. Ahora, se ha transformado en un gjakës, un homicida; goza de un amparo de treinta días, llamado besa, antes de ser objeto de muerte, a mano de otro miembro de la otra parte, según la ancestral ley del Kanun.
            Como primera obligación, debe acudir a la kulla de Orosh, una casa principesca distante un día de camino, a pagar ‘la tasa de sangre’; después le quedarán algunos días antes de que lo maten o que se encierre en una kulla de enclaustramiento, de la que no podrá salir hasta que ambas familias logren un acuerdo, algo poco menos que imposible. De camino a su aldea, Gjorg decide vivir clandestinamente, saliendo por las noches y corriendo el riesgo que alguien lo siga para darle muerte. Mientras dura su amparo, prefiere recorrer el Rrafsh y vivir lo que le queda de vida en contacto con la naturaleza. En su derrotero, se cruza con Besian Vorpsi –un escritor- y Diana, su bellísima esposa, de quien queda prendado. Éstos, de viaje de luna de miel por las comarcas del altiplano, son huéspedes del señor de Orosh e intentan conocer cómo se aplican las leyes del Kanun en esos territorios. La pasión encendida en Gjorg por Diana lo expone a una muerte segura, pero él decide asumir los riesgos.
            Kadaré compone, de esta manera, un relato basado en una ley tradicional –a la que ridiculiza- que sólo entiende de sangre, violencia y venganza. Deja en claro el sinsentido a partir del motivo de la disputa entre los clanes y, en los diálogos de la pareja citadina, pone de manifiesto los intereses económicos que se ocultan detrás de aquellos que sostienen el Kanun, así como también los problemas del cultivo de las tierras cuando la sangre derramada se lava con más sangre.
            La narración es sólida e impecable. Lo que se lee en segundas líneas es tanto o más trascendente que la trama propia de la historia que nos relata. Su lenguaje coloquial y dinámico, hace que el texto discurra con fluidez. ¿Hasta cuándo una sociedad será capaz de sostener un despropósito con el pretexto de apego a la tradición? ¿Quiénes se benefician con ello? Kadaré evidencia que la ignorancia y la falta de educación apropiada siguen siendo útiles a quienes ven en ello una posibilidad de enriquecimiento. Un libro breve y magnífico.

lunes, 16 de septiembre de 2013

Coñoscopía. Zonas húmedas, Charlotte Roche


Anagrama, 2009

            Leí que causaba sensación en Alemania. Su autora, de origen inglés, había publicado una novela que había sido el mayor éxito de ventas en el país teutón y, junto a una aparición que tuvo que ver con motivo del cuidado del medio ambiente –ofreciéndose sexualmente al primer ministro alemán-, logró trascender las orillas europeas y su obra llegar a mi mano.
            La historia de Helen Memel, una adolescente de dieciocho años de edad, internada en un sanatorio debido a una cirugía de ano –pues se lo ha rasgado intentando depilarse-, junto a la afección de almorranas –hemorroides- dan origen a un relato con fuerte tinte sexual, con situaciones y narraciones que alternan entre lo procaz, lo promiscuo y lo pornográfico.
            Helen es una pendeja agrandada, que sufre inconmensurablemente el divorcio de los padres y el hecho de que cada uno de ellos haya rehecho su vida sentimental. Pero lo que más sufre es haber dejado de ser el centro del universo de ellos –que, por otra parte, casi ni la registran-. Sin la asistencia de amigas ni nadie que la conozca, se enfrasca en cualquier acción –incluso, contra sí misma- que le permita alargar su estancia en el sanatorio donde se encuentra, de manera de tener siempre la posibilidad de reunir a sus progenitores para reconciliarlos.
            Haciendo uso de cualquier clase de mentiras, nos enteramos que se esterilizó, que no hace óbice a ninguna circunstancia que le brinde sexo; que no es higiénica; que su dilatada experiencia sexual la ha vuelto bizarra y descreída y que no escatima ningún esfuerzo personal para alcanzar sus objetivos.
            Yendo al análisis, sólo es una novela que intenta provocar al lector y ganar una buena suma con el negocio editorial. No la creo capaz de aumentar las secreciones vaginales de las mujeres que la lean, ni las erecciones del género masculino. Más bien está destinada a pasar sin pena ni gloria por el universo de la ficción.
            Charlotte, el que uses una serie de eufemismos para significar la vagina y sus considerandos –coño, chochito, esmegma-, así como un sinnúmero de alusiones al sexo anal y oral –‘churro con chocolate’, ‘coliflor’, etc.- no despiertan en este lector más que bronca. Si acudís a estos términos, y tu protagonista hace todo lo contrario de aquello que las reglas básicas de vivir en sociedad impone a cada ciudadano, para parecer transgresora, no te has percatado que el texto se vuelve guarro y sin sentido. ¿Para qué leer este libro? ¿Qué nos ha de dejar al concluirlo? NADA, absolutamente nada. Siento que he perdido el tiempo que he dispuesto en leerte, que podría haber sido destinado a algo más significativo.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Con aromas a pasado. Verano y amor, William Trevor


Salamandra, 2011

            Me preguntaba qué se había hecho de la literatura irlandesa en estos tiempos, por lo que incursioné en el universo de Claire Keegan, hace una temporada ya. Consultando la blogosfera, apareció este autor, entre otros, de quien se tienen cifradas esperanzas de transcender allende los mares. Aunque el título parecía trillado, estaba disponible y consideré una buena ocasión de encarar su lectura.
            La trama transcurre en un pueblito irlandés hacia fines de los años cincuenta, donde una joven huérfana, que ha sido criada por las monjas en un monasterio, es ‘ubicada’ como criada en un rancho, a cargo de un viudo muchos años mayor. Luego de un tiempo de aprendizaje de las tareas domésticas y de ayudar al ranchero, éste le propone matrimonio y ella acepta. Mas el equilibrio alcanzado en el desarrollo cansino y rutinario del quehacer rural en que la pareja pasa sus días, viene a romperse con la llegada de un joven introvertido, cuyo objetivo es liquidar la casa familiar, ahora que ambos padres han muerto, e irse a vivir al exterior.
            El clásico triángulo amoroso toma, en este caso, ribetes telúricos, donde sus personajes viven una pasión relativamente controlada, en medio de un pueblo conservador y tradicional -con los chismorreos típicos de aquellos que elaboran la comidilla de rumores-. Secundados por una serie de personajes que brindan el necesario escenario local, la historia del joven nostálgico y la esposa que descubre el amor se unen al sentimiento de culpa del ranchero, que ha perdido a su esposa e hijo en un extraño accidente y a una historia de otro tiempo, que un lugareño anciano y desvariado les va narrando a los protagonistas, como si aquel pasado volviera al presente y tomara forma nuevamente en ellos.
            Construida con elementos poéticos y escasez de palabras, Trevor desgrana una ficción en la que dominan emociones contenidas; donde lo que no se dice es tanto o más importante que lo que figura en los diálogos. Y donde ningún personaje adolece de inocencia alguna. Cada cual sabe perfectamente qué hace y por qué, asumiendo su responsabilidad en cada decisión. Fluido y dinámico, el texto se disfruta tanto en los hechos como en la manera que encuentra Trevor de exponerlos,
En las calles de ciudades oscuras, en calles que a menudo sólo frecuenta él, imprevistos momentos de luz rasgan la oscuridad y una realidad de segunda mano se extiende en el vacío.”
            En suma, todo el libro resulta una bocanada de aire fresco, que guarda fragancias de otros tiempos. Merece ser leído.

viernes, 6 de septiembre de 2013

Tríptico de la Señora Dalloway. Las horas, Michael Cunningham


Grupo Editorial Norma, 2004

           Había visto la realización homónima en pantalla grande, allá por el año en que se reimprimía este título con motivo de ese estreno. Las composiciones de los personajes a cargo de Meryl Streep, Julianne Moore, Ed Harris y Nicole Kidman –cuya caracterización de Virginia Woolf le valió el premio Oscar de la Academia-, no sólo eran sólidas sino que incentivaban la lectura del libro de Cunningham en el que se basaba el guión. Al pasar el furor, autor y obra cayeron en poco menos que el olvido; del que los sacó una batea de libros usados que disponía del presente ejemplar. El tiempo maceró su ocasión.
            Esta novela entrelaza tres historias. La de la escritora Virginia Woolf en su residencia de descanso en Richmond, a fines de los años ’20, escribiendo su célebre La Señora Dalloway; la de Laura Brown, una mujer joven de Los Ángeles que en 1949 lee ese libro y la de Clarissa Vaughan, una editora que en el Nueva York de los años ’90, organiza una fiesta para celebrar el premio que le han otorgado a su amigo Richard, quien la ha bautizado con el afectuoso apodo de ‘señora Dalloway’.
            En un estilo ameno y dinámico, Cunningham estructura el relato alternando lo que va ocurriendo con los tres personajes. Cuando se refiere a la Señora Woolf, nos participa de las sensaciones y sentires de Virginia en relación con su entorno familiar, sus penurias y miedos debido a su inestable condición mental y su imperiosa necesidad de abandonar el suburbio de Richmond para volver a Londres, su resurrección a la vida. Cuando lo hace con la Señora Brown, nos narra la situación de un ama de casa, cuyo único rol es estar al servicio de su esposo y criar a un niño de escasos tres años que la observa continuamente. Y cuando lo hace con la Señora Dalloway, relata la relación entre Clarissa y Richard a través de los años, un vínculo plagado de avatares literarios y personales. Richard, un enfermo terminal de SIDA, debe presentarse a recibir un premio, luego de festejar en casa de Clarissa y Sally, su pareja.
            ¿Qué unen a estos protagonistas? Las horas, justamente. Para Virginia, las únicas horas que cuentan son aquellas en que se siente viva, en Londres, aun presa de su enfermedad. Para Laura, las horas felices son las que no se siente esclava de su rol anodino de esposa y madre, aquellas en que puede deleitarse con la lectura. Para Clarissa, solo importan las horas junto a Richard, y para éste, sólo quedan recuerdos de juventud; ahora, resta esperar las horas para que la muerte llegue. Esa insatisfacción y la espera ansiosa de que algo distinto ocurra que lo cambie todo es el común denominador de estas historias, cuyo desenlace las vincula.
            Este tríptico reunido alrededor de la mítica figura de ficción resulta una suerte de homenaje que el autor realiza a quien debe haber sido su musa inspiradora. La ingente cantidad de fuentes que Cunningham ha consultado para interiorizarse sobre la vida de Virginia Woolf y construir su relato no sólo figuran al final de la edición sino que dan muestra de una devoción rayana en el fanatismo. Un muy buen libro que, si se acompaña con la versión cinematográfica, se disfruta doblemente.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Versión Original 1. El arcoiris de gravedad, Thomas Pynchon


Tusquets, 2009


           Este nuevo segmento intenta rescatar del olvido trabajos anteriores, efectuados para un espacio de literatura que ha cambiado de manos y cuyos textos fueron mutilados sin mediar comunicación. Por ello, pensando en el aporte que podría hacerle a la actual comunidad de lectores que abreva en esta humilde página, decidí publicarlos nuevamente, en su versión original. Ellos irán apareciendo con cierta regularidad, acompañados de una escueta explicación, para que el texto pueda ser comprendido en el entorno en que fue escrito así como las referencias internas a las que se alude.
            En este caso, la reseña apareció en marzo de 2011 y la lectura se realizó durante mis vacaciones de ese año, en una localidad balnearia del sur de nuestro país. El párrafo inicial se refiere a la Feria del Libro de abril de 2010.
Luna casi llena y muelle al fondo, Puerto Madryn, Enero 2011, Provincia de Chubut, Argentina 
            Fuimos con mi “todo menos pareja” a la última Feria del Libro y, después de largos años de ausencia, al preguntar por él en el stand de la editorial, lo depositaron en mis manos, anunciándome que saldría a la venta en breve, pero que aun no se encontraba disponible. Ya no pertenecía a la vieja colección, provisto de una encuadernación mejor pero, al menos, volvería a estar en las góndolas y escaparates y, por supuesto, en Alejandría –mi biblioteca-.
La novela
            Este es un libro polifacético cuya lectura aborda diferentes planos. Ambientada a fines de la Segunda Guerra Mundial, las casi 1150 páginas de esta edición se dividen en cuatro partes asimétricas. La primera, “Más allá del punto cero” trata sobre un grupo de “paranormales” reunidos en Londres bajo una sección especial de los Aliados conocida como “La Visitación Blanca”, en la que se delinean algunos personajes importantes. Atravesado por una multitud de departamentos con siglas estrafalarias, allí se presentan Pointsman, el jefe del servicio; Mexico, un matemático estadista; Katje Borgesius, una agente holandesa y el protagonista principal, el teniente norteamericano Tyrone Slothrop, cuya principal cualidad es sufrir una erección cuando un cohete V-2 explota en las inmediaciones. Personajes trashumantes y funambulescos abundan en este entorno, en el que se discute acerca de los reflejos condicionados de Pavlov, entre otros.
            En su segunda parte, “Un Perm’ au Casino Hermann Goering”, Slothrop goza de un permiso de licencia del que disfruta en el sur de Francia. Pero lo destacable es que tiene una misión: hallar una pista que conduzca a un cohete desarrollado por los alemanes, con el nombre de A-4. Vigilado de cerca por quienes también van detrás de él, Slothrop debe sortear una serie de celadas con que intentan atraparlo, para seguir el derrotero de esa maravilla de la técnica. Ésta lo dirige hacia la zona de ocupación. Aquí también aparecen Tchitcherine, un traficante ruso, y su opositor y discípulo, Enzian, ambos partícipes del desarrollo del cohete, como también un técnico alemán Van Göll –apodado “Der Springer” (el caballo), dada su afición al ajedrez-.
            Ya desde el título, “En la Zona”, la tercera parte –la más voluminosa- nos indica el lugar en que se desencadenan los hechos. Es en esta región de dominio aliado, casi a las puertas de la rendición alemana, –en la que se trafican botines de guerra, informaciones y despojos varios- en la que más se detiene el relato y donde se expresa la mayor crudeza del final de la guerra. Es también en la que se van relacionando las historias personales de los personajes principales en pos de la trama, manteniendo el mismo objetivo de alcanzar el misterioso y venerado cohete.
            Finalmente, en “La fuerza contraria”, se halla un grupúsculo –la Comunidad del Cohete- cuya misión es ensamblar las partes y hacerlo volar. Aquí todo se resume en un Nosotros contra un Ellos imaginario. Pero la línea que separa a ambos opuestos no está nada definida, como tampoco lo está el futuro del elenco protagonista.
Pynchon y yo, habitantes únicos de la playa
Estructura interna
            No sólo está compuesto por varios hechos que se entretejen, sino que Pynchon utiliza digresiones para contarnos la historia de cada personaje que toma parte en la trama principal. Por otra parte, continuamente intercala sueños con vida real, creando una atmósfera incierta donde por momentos se desdibuja el relato y en el que se pierde el marco referencial.
            Para ello, se vale de múltiples efectos: la sordidez de los combatientes que se vuelven traficantes de drogas y adictos; la transcripción de cancioncillas para generar escenas propias de operetas o sketches; contrastes bizarros –como el grotesco de un “buque fiesta” en medio de una tierra arrasada- y un sinnúmero de partes donde conviven remedos de guiones cinematográficos, juegos de palabras, comentarios sobre música clásica, junto a descripciones técnicas minuciosas (la propulsión químico – mecánica del cohete es una joya). Además, apela a escenas netamente obscenas y sadomasoquistas en las que no se ahorran detalles, de manera de robustecer el entorno en el que se llevan a cabo las principales acciones.
            Es tan amplia y variada la gama de temas incluidos que requiere toda la concentración del lector para poder seguir con cierto éxito aquello que hace a la esencia del texto, y no perderse en imágenes accesorias. 
Pynchon junto a mis aperos de labranza, Puerto Madryn, Enero 2011, Argentina
Una somera interpretación personal
            Todo el libro resulta una gran parodia, una sátira, una burla descarnada a la versión oficial y televisiva de lo sucedido en la última gran Guerra del siglo XX y, por exacción, a todo enfrentamiento armado entre pueblos.
            En su contenido lleno de sarcasmos se desgranan la homosexualidad, el sadismo, la paranoia de los servicios de inteligencia, la adicción, las experiencias psicológicas con seres humanos en situaciones extremas –muy propias de Menghele-, el sistema de creencias religiosas, la deshumanización que provoca la guerra, entre otros tópicos.
            Un párrafo aparte merece la aparición de Squalidozzi, un personaje secundario que cuenta con un elemento distintivo: es un lobbysta argentino cuyo amigo de desventuras es Felipe con quien intenta robar un submarino. Lo remarcable es la descripción del peronismo de los años ’40, que mezcla con el Perón de la fecha en que fue escrito el libro (1973). La descripción de los pampeanos en medio de la tierra desolada es una caricatura muy bien trazada de nuestra idiosincrasia.
Últimas apreciaciones
            Cuando concluís su lectura te preguntás cómo pudo ser publicado semejante libro, que aborda la realidad de la Segunda Guerra con una mirada tan cínica y crítica. Pero, si mirás en su derredor encontrás los resabios del “flower power” de la guerra de Vietnam, unido al Mayo francés –cuyo lema, tan demodé hoy, era “la imaginación al poder”-, la Checoslovaquia del ’68 y todo ese movimiento músico – cultural denominado rock sinfónico que unía el virtuosismo de la ejecución de los instrumentos con una propuesta conceptual, donde cada obra estaba compuesta por un montón de temas –o quizás sólo un par, que podían durar todo la cara de un LP (Long Play)- que, en definitiva, daban vuelta sobre un mismo contenido y cuya herencia ha quedado plasmada en esa maravillosa frase “Papá, ¿qué mundo me dejás?”, acuñada en el célebre “The Wall”, de Pink Floyd. Es en ese contexto en que este libro cobra relieve.
            Debe haber habido una asociación subliminal, inconsciente, dentro de mi, pues durante su lectura, varias veces, me encontré escuchando esa pieza tan mastodóntica y pretenciosa del Génesis de Peter Gabriel, conocida como “El cordero se acuesta en Broadway” (1974), donde lo onírico se entremezcla con lo real. O se debe haber disparado algo cuando comencé a leerlo, al hallar en el Ecocentro de la ciudad de Puerto Madryn, en una sala dedicada a la fauna marina local, colgando en una pared, el CD –disponible para escuchar-  “Tales from Topographic Oceans”, de Yes, junto a su antiguo “cover” de vinilo. La mente, esa maga…