domingo, 28 de diciembre de 2014

Cuestión de dignidad. Los santos inocentes, Miguel Delibes


Planeta, 1993

           Lo tenía en una de las colecciones que supieron salir semanalmente en los puestos de diarios, allá por 1993. Una interesante selección de títulos, unida a una sólida encuadernación en cartoné y un precio más que módico no dejaron mucho campo a la duda. Lo cierto es que, desde entonces, si he leído diez de ellos, es decir bastante. Será porque aun los guardo en cajas o porque no se encuentran a mano, que son pocas las ocasiones que me tomo la molestia de ir a por uno de ellos. En este caso, Utopía me lo recomendó y lo fui a buscar.

            Si queréis saber cómo era la vida rural durante el franquismo en España, pues éste es el libro. Régula, quien tiene a Paco de pareja, sirve al señorito Iván en su coto de caza en Extremadura, tiene varios hijos -entre los que se cuenta una discapacitada- y un hermano desdentado e ignorante, Azarías, que sólo se ocupa de pelar las aves para su patrón y darle de comer al Gran Duque, un búho al que ha cobrado cariño y que le responde. Al poco, éste muere y Azarías es despedido. Paco pasa a colaborar en las batidas de caza de Iván preparándole las armas y recogiendo las piezas abatidas, hasta que un accidente –debido a la vejez de Paco- impide a éste continuar su tarea. Azarías toma su puesto, pero Iván comete el error de matarle su nueva mascota.

            Delibes compone en esta novela un sórdido y doloroso cuadro de situación de las clases iletradas, casi sin acceso a la educación y sometidos como animales a los caprichos de los que detentan el poder. Cuando la libertad es una fantasía; la vida, un suplicio cotidiano y el maltrato una moneda corriente, ¿qué les queda a aquellos a quienes sus derechos les fueron conculcados, a quienes les han arrebatado la dignidad de seres humanos? A veces, sólo resta hacer justicia por la propia mano…

        Con pocos elementos geográficos, un puñado de personajes secundarios y un vocabulario adecuado a la necesidad literaria, el autor construye una narración tan fluida y coloquial como conmovedora. Pocos libros me han resultado tan sentidos como éste, donde la indigencia, el segregacionismo y la marginalización van acompañados de una conciencia de la defensa de aquellas cosas que nos resultan indispensables para seguir sobreviviendo, aun a pesar de las circunstancias adversas.

              Un libro angustioso como memorable, con múltiples lecturas y con un mensaje: el rescate de la dignidad. 

martes, 23 de diciembre de 2014

Impresiones. Damas chinas, Mario Bellatin


Anagrama, 2006

          Lo apunté por recomendación y, al poco, la opinión se dividió. Unos lectores decían que era una obra importante, que representaba muy bien el estilo literario del autor –ganador de algunos premios- y que era poco menos que un modelo de buena literatura. Otros, que el libro carecía de coherencia, que se volvía intrascendente hacia el final y que era un ejemplo de cómo hacer literatura barata. Lo hice descansar un par de años desde su compra, hasta que los ánimos de tirios y troyanos se aquietaran un tanto.

         Un ginecólogo narra en primera persona su vida familiar, con un vínculo conyugal deshecho por la costumbre y la falta de comunicación, una hija distante y un hijo drogadicto que muere en circunstancias poco felices. Con este panorama, el protagonista suele frecuentar prostíbulos de diversa calaña, tratando de no repetir ni lugar ni mujer.

       Un día, en medio de una consulta profesional, esperando el tratamiento oncológico de una paciente, se acerca al hijo de ésta, que está sentado en la antesala y el niño le cuenta una historia, que tiene mucho de fantasía y onirismo.

           La primera parte, donde se describen profesión, familia y sexualidad extramarital, el tono elegido es frío e impersonal, como el de una crónica forense. La segunda, durante el relato del niño, es más cálida, pero en ambos casos se sienten ajenas al relator.

            Hay dos planos interesantes. Uno, el contraste entre el profesional que se encarga de traer hijos al mundo y la indiferencia que él mismo destina a los propios. Otro, la importancia que le otorga a una narración surrealista y funambulesca –que bien podría ser pura ficción-, en marcada oposición con los hechos que lo tienen de personaje principal tanto en la muerte del hijo como en su sed de sexo.

         Fluido, coloquial, con un estilo aséptico y monótono, Bellatin compone dos historias con distintos matices que se solapan y contraponen, sin un objetivo claro pero con elementos comunes donde lo unitivo es esa mirada descarnada y lejana que el ginecólogo utiliza para sus apreciaciones. Por momentos, evoca las pinceladas de los maestros impresionistas, donde el contraste del colorido solo se traduce en una obra acabada cuando se las aprecia en conjunto.

               Por lo demás, es un libro breve bien escrito, que no justifica ni la euforia de quienes lo ensalzan ni las diatribas que le propinan sus detractores. Será cuestión –como siempre- de hacer experiencia y leer otras obras del autor.

jueves, 18 de diciembre de 2014

El placer de leer. Los libros son tímidos, Giulia Alberico


Periférica, 2011

            Leí la reseña de Silvia y lo rescaté. No soy muy partidario de los libros en los que se relata en primera persona la experiencia de lo que hemos leído –considero que cualquiera de nosotros podría (y puede) elaborar su propia lista-, pero parecía estar tan bien narrado que, al fin y al cabo, lo apunté y lo llevé cuando estuvo disponible.

         Alberico nos cuenta cómo se fue acercando en su infancia y parte de su pubertad a ciertos títulos que resultan imposibles de soslayar; Servidumbre humana, ¡Qué verde era mi valle!, Nido de víboras, ¡Adiós, Mr. Chips!, son algunos que se citan, junto a Matar un ruiseñor, Resurrección, Sartoris y Voces de un día de verano, entre muchos más.

         Por sus páginas también desfilan Homero, Virgilio, Eurípides y Dante en lo que se refiere a clásicos, y a autores locales, como Vasco Pratolini, Giovanni Verga, Giorgio Manganelli y Alessandro Manzoni.

      Toda la obra es un repaso de las lecturas que, tanto los maestros de escuela como los bibliotecarios y otras muchas personas allegadas a la autora, le han sugerido en aquel tiempo, sirviéndole el conjunto, de base a su formación literaria y académica.

     Por momentos resulta emotivo y conmovedor, con sus cuestionamientos a determinado autor o título, con su experiencia a flor de piel respecto de lo que ha ido encontrando en ellos. Asimismo, el lector se vuelve partícipe mientras transita las páginas de ese mundo literario que se ha forjado a partir de buenas elecciones y grandes descubrimientos personales. Hay una suerte de empatía con su narradora, como si cada uno de nosotros –buenos lectores- nos sintiéramos identificados con semejante derrotero.

         Fluido, breve, muy ameno y expresivo, los recuerdos de su protagonista inician nuestro propio recorrido evocador, que se entremezcla con el texto en una suerte de universo paralelo entre autor y lector. En ese aspecto, nos lleva de nuevo a momentos felices, donde la lectura ha sido el centro de atracción. No es un gran libro, pero fortalece el corazón.

sábado, 13 de diciembre de 2014

Fuiste mía un verano. Villa Triste, Patrick Modiano


Anagrama, 2009

             Decidí probar suerte con este título después de que la Academia Sueca le otorgara el Premio Nobel de Literatura a su autor días atrás. Contaba ya con algún tiempo en mi biblioteca junto a otros de su autoría y pretendí compaginar el texto con la versión cinematográfica que existía; lamentablemente, el film no ha sido convertido al formato DVD aun, por lo que sólo puede obtenerse descargándolo de la Red o bien en una copia en VHS.

             El libro narra el recuerdo que su protagonista, quien se hace pasar por el conde Víctor Chmara, posee de los hechos sucedidos una docena de años antes, cuando contaba con dieciocho años, a principios de los ’60, en una localidad francesa cercana a la frontera suiza, en la región de Alta Saboya. Intentando escapar del riguroso alistamiento que lo conduciría al frente de la guerra con Argelia, Chmara se oculta durante el verano en ese rincón de provincia, alojándose en una suerte de hospedaje familiar.

           Allí, entra en contacto con una joven actriz, Yvonne Jacquet, de quien se enamora, y con un amigo de ésta, el médico homosexual René Meinthe –algo mayor que ella-. Entre los tres componen un grupo que deambula entre un puñado de personajes mundanos que se reúnen por motivos de descanso o vacacionales.

         Lo destacable de esta la novela es su mirada melancólica. A la languidez que acompaña la chatura provinciana y el ocio estival, le opone una historia de amor juvenil, fresca y lozana, aunque sin demasiado futuro, todo ello en medio de una sociedad aburrida, cuya estructura colonial se derrumba.

          Para componer el relato, Modiano intercala el pasado con el presente, disparado a través de un encuentro fortuito con Meinthe muchos años más tarde. Esa superposición temporal fortalece el núcleo narrativo y sostiene la coherencia interna de las acciones, brindándole fluidez y continuidad.

           Por lo demás, el estilo literario resulta ameno y coloquial, con escenas bien delineadas y algún que otro elemento tomado del vodevil. Quizá no sea una muestra del mejor Modiano, pero conserva una visión descreída y algo decadente de la realidad suburbana que es su sello característico.

lunes, 8 de diciembre de 2014

La insatisfacción tiene cara de mujer. Arlington Park, Rachel Cusk


Lumen, 2008

            Es lo único que encontré de ella, andando por las librerías. Sabía que escribía muy bien y era dueña de una mirada crítica hacia la sociedad contemporánea. Al hallarlo, el librero me advirtió que no iba a ser muy grato; por eso esperó pacientemente su oportunidad.

            No puedo saber cómo siente una mujer –no lo soy-; mucho menos de aquella que cumple con el mandato familiar de hacer un buen matrimonio, ser esposa abnegada y tener hijos, después de graduarse en una profesión y hacer ejercicio de ella, aunque son muchas las que me rodean –sobre todo, en mi actividad laboral- que se encuentran en esta condición. Lo que sí sospecho es que sus vidas no son todo lo glamorosas que muchas veces nos quieren hacer creer, de la misma manera que lo intentan esa multitud de magazines y canales de cable diseñados para el consumo de estas mujeres, mal llamadas ‘amas de casa’ o ‘jefas de hogar’. De este lado oscuro, que en susurros y en confidencias entre amigas suele aparecer, es lo que trata esta novela.

           Arlington Park es un barrio en las afueras de Londres donde muchas parejas de clase alta o media alta tienden a elegir por ser un lugar selecto para aquellos que ostentan toda gama de recursos económicos, lo que se dice ‘un buen pasar’. Pero detrás de esa máscara de bienestar y autosuficiencia se ocultan celos, envidias, frustraciones varias y un núcleo condensado de insatisfacciones de un grupo de esposas y madres, cuyo denominador común es haber renunciado a ser ellas mismas para vivir una vida de ficción en función de su familia y sus descendientes.

            Estructurada en una serie de capítulos en los cuales un puñado de amigas y conocidas entre sí, todas ellas en la treintena, van desgranando los sinsabores de su vida en un único día lluvioso, Cusk compone un relato que expone la abulia de estas mujeres respecto a sus parejas, la carga que supone tener que hacerse cargo de los hijos y los quehaceres domésticos, el supino aburrimiento de pertenecer a una clase social acomodada -que para mantener la permanencia tiene que demostrarlo-, y toda una serie de situaciones que sólo materializan el vacío y el sinsentido en que están sumergidas sus vidas cotidianas, siempre al borde del colapso.

            Con un estilo directo y desenfadado, la autora muestra entre burlas y cierta dosis de humor la otra cara que la modernidad y el exitismo pretenden ocultar. Por momentos, estas mujeres me recordaron la serie Desperate Housewives aunque, claro, con más clase. Buen libro.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Radiografía del dolor. Una pena en observación, C. S. Lewis


Anagrama, 1997

             Me pareció curioso que aquel que adquiriera fama literaria debido a la saga de Narnya y otros relatos, más destinados a un público juvenil, pudiera realizar un ensayo sobre el dolor de la pérdida personal y exhibírnoslo. Fue casi imposible hallar un ejemplar durante años, hasta que un día revolviendo la batea de libros usados de un librero del parque cercano descubrí que estaba esperándome.

            C. S. Lewis encara un análisis del dolor que supone la muerte de su pareja, Helen, quien llegó a su vida tardíamente y conquistó su corazón y su amor en los pocos años que compartieron, antes del deceso de ésta por cáncer. Respecto de esta historia, existe una realización llamada Tierras de penumbra, dirigida por Richard Attenborough, que puede acompañar el relato.

            ¿Cómo seguir viviendo cuando todo aquello que era la vida misma dejó de tener sentido?; ¿cómo no dejarse ganar por la melancolía y la nostalgia sin bastardear la plenitud de la felicidad alcanzada, cuando el tiempo comienza a obrar en esa dirección, dejándonos tan solo la tibieza de un recuerdo de la persona amada, incapaz de remedar siquiera la presencia física de la ahora ausente? Este es el nervio conductor de este breve ensayo.

            Dividido en cuatro partes, Lewis indaga qué ocurre con la imagen del ausente y su significado; cómo continuar el propio camino sin caer en expresiones comunes de autocompasión y melancolía; cómo enfrentar el conflicto que supone creer en la existencia de Dios y no responsabilizarlo del deceso del que amamos. Finalmente, en un tono más íntimo y personal, que revela un costado místico, Lewis sostiene una charla con su Dios, a manera de intento de explicar lo inexplicable: la pérdida del ser amado.

             La angustia que supone el lugar vacío, la asunción de una soledad sin futuro, la necesidad de hacer el duelo y permitirse el cuestionamiento de la fe –con menoscabo de las convicciones religiosas- son los temas centrales que el autor expone en este ciento de páginas, que tienen mucho de radiografía del dolor.

             Fluido, sincero y dolido, sus párrafos destilan una pena mayúscula, unida a la tristeza que genera la ausencia y una introspección personal que no omite socavar los cimientos de su fe. Un ensayo duro, tanto como esclarecedor.

viernes, 28 de noviembre de 2014

En busca del tiempo perdido. 5. La prisionera, Marcel Proust


Losada, 2010

         El quinto volumen de esta narración relata sólo los detalles de la relación de Marcel con su tan amada como detestada Albertine Simonet, protagonistas de una relación que se debate entre el odio y el amor de forma tormentosa, intempestiva y, por momentos, dolorosa.

    El narrador sabe perfectamente que su amada le miente descaradamente, que no existe una Albertine sin mentiras. Sin embargo, intenta rescatarla de lo que él considera su afición a otras mujeres. Para ello, le propone irse a vivir a su casa, en ausencia de sus padres quienes, por diversos motivos –visitas y desempeños varios- deben ausentarse de la misma. Su madre no aprueba esta situación, como tampoco su relación con la joven, e intenta influir a través de cartas pero conociendo la naturaleza enfermiza de su hijo, no tiene más remedio que dejar que las cosas fluyan.

            Al ofrecerle a Albertine vivir junto a sí, Marcel procura alejarla de su necesidad de dar curso a su naturaleza lésbica, con lo cual se prodiga en múltiples actividades en las que ambos puedan participar –de manera de ocupar su tiempo e impedir cualquier encuentro furtivo-, o bien, que alguien pueda controlar las salidas de su amada cuando ésta realiza actividades personales. Lo que tarda en advertir es que quienes se hacen depositarios de ese control, bien podrían entrar en complicidad con ella –como lo reflejan los diálogos y meditaciones personales hacia el fin del libro-.

           Yendo a la novela en sí, es fantástico el desarrollo y evolución de cada uno de los personajes, apoyados en una puntillosa construcción psicológica de cada uno. Así, el título de esta parte obedece a que Albertine se encuentra prisionera de Marcel, puesto que no posee libertad suficiente para satisfacer su elección sexual; pero, al mismo tiempo, también Marcel es esclavo de la situación, al no disponer él mismo de su libre albedrío, teniendo que compaginar actividades sociales y salidas varias con el objeto de obstaculizar esos posibles encuentros. Por eso, concluye en que todo se ha vuelto un despropósito y lo mejor será dejarla en libertad de acción. Pero esa posibilidad es tan dolorosa como proseguir en la mentira; Marcel lo sabe y debe decidir.

        Respecto al estilo literario, sus descripciones de sentimientos y circunstancias siguen siendo maravillosas, como lo demuestra el siguiente párrafo,

‘Podía sentar a Albertine en mis rodillas, tener su cabeza entre mis manos, podía acariciarla y pasar largamente mis manos sobre toda ella, pero, como si manipulara una piedra que encierra la saladura de los océanos inmemoriales o el rayo de una estrella, sentía que sólo tocaba la envoltura cerrada de un ser que por el interior accedía al infinito.’

          En virtud del equilibrio y coherencia interna del texto, del acabado análisis de la naturaleza humana que vierte a través de sus líneas, del estilo algo pomposo pero siempre poético con que narra las alternativas del amor/odio y la solidez de sus comentarios, éste volumen merece estar entre los mejores de tamaña empresa, al igual que el primero.

domingo, 23 de noviembre de 2014

Pelibro 1. Los Commitments

          Éste fue un proyecto trunco que mantuvimos con una amiga hace varios años atrás. Ella, una entendida en cinematografía, participaba desde su opinión de conocedora de ese arte; yo, acercaba mi opinión de lector desde el libro base. Decidí reflotar en parte esta idea, con la certeza de que muchos lectores compartimos el interés por las realizaciones que se han intentado adaptar a la pantalla, con mayor o menor suerte. Para comenzar, elegí una obra con marcada índole musical.


Libro

Roddy Doyle (Norma, 1999)

        Había llegado a él a través de un párrafo incluido en un juego literario hace poco más de cinco años. Lo busqué y encontré en invierno de ese año, en medio de saldos. Decidí que iba a leerlo cuando consiguiera el film de Alan Parker, lo que ocurrió días atrás.

        Es la historia de una banda de soul irlandesa, liderada por su manager Jimmy Rabbitte y que destaca a Joey ‘Labios’ Fagan, un trompetista veterano que ha tocado con los más grandes de ese género, como líder musical. Bajo el lema ‘los de Dublín del norte, son los negros de Dublín’, Rabbitte estructura un grupo musical cuyos temas resultan covers de James Brown, Otis Redding, Eddie Floyd y otros.

         Ambientada en el Dublín de fines de los ochenta, Doyle relata los detalles desde antes que se constituyeran como grupo, hasta su disolución final poco tiempo después. Así, repasa cómo se fue gestando, desde la búsqueda del cantante, la decisión de incluir un coro femenino, la necesidad de encontrar quién se hiciera cargo de los vientos. Pero no es solo eso, sino también los vínculos entre sus componentes; miedos, intereses, envidias y necesidad de trascender.

          Además, deja entrever la relación de las bandas con las discográficas, cómo se articulan para ser parte del negocio musical.  En este sentido, el libro tiene mucho de construcción acerca del fenómeno artístico y toma de él buena parte de la génesis que permite llegar al estrellato sólo a algunos y no a la mayoría.

         Fluido, con nutrido grupo de canciones –cuya advertencia inicial del traductor no justifica del todo que resulten densas en su descripción de entonaciones y posturas-, el texto se lee bastante bien y rápido. Si quieren conocer algo del submundo del negocio de la música y del interior de sus componentes, este libro puede ser un buen comienzo.


Film

Alan Parker, (20th Century Fox, 1991)

            La puesta en escena de Parker respeta en gran medida el texto original –no podría ser de otra manera; contrató como co-guionista al autor-. Es una comedia musical sin caer en el simple musical. Contiene más escenas actuadas que cantadas y si bien, por opción artística no mantienen Night Train como el hit de la banda en sus presentaciones –como figura en el libro-, el desempeño del cantante y el coro resultan sólidos.

            En cuanto a la historia, el contrapunto entre el manager, quien intenta sobreponer el equilibrio interno aun cuando las rencillas entre los miembros están a la orden del día, y su veterano músico estrella, que combina una suerte de mística del soul con su figura seductora y sus modales amenos –con los que conquista una a una a las chicas del coro-, hace que el film resulte entretenido y fluido.

               Sin grandes nombres en los protagónicos, la película adquiere mayor mérito en el desempeño del conjunto de actores y cantantes que sostienen el guión, que se apega bien a la historia literaria y alcanza una lograda coherencia.


Testimonio de la primera entrega de Pelibro

martes, 18 de noviembre de 2014

La bruma interior. El káiser y el prisionero, Leonid Andreiev


El Nadir, 2005

           Varios años atrás buscaba un título de este autor; no lo encontré, pero me hice de un par de otros entre los cuales se contaba éste. Ya he dicho que me gustan los rusos; hablan de nosotros, de la vida y de las emociones. Como hacía mucho tiempo que no les dedicaba un lugar, lo seleccioné e intercalé en medio de otra obra más extensa.

        Este libro está compuesto de tres relatos largos. El primero, responsable del título del volumen, supone un encuentro entre el káiser Guillermo II de Alemania y un prisionero de origen ruso que luchaba con los aliados, al ser capturado durante la toma de una aldea belga. El káiser, enfermo de insomnio, decide hacer frente a la noche dialogando con alguien cuya preparación intelectual esté a su nivel. En un momento de flojera se duerme, dejando su revólver cargado a corta distancia del prisionero, quien lo toma en sus manos y debe decidir el rumbo de la guerra.

            El segundo, ‘Él. Historia de un desconocido’, muestra a un joven ruso que acepta un puesto de preceptor de los hijos de un importante señor, sito en las afueras de la ciudad. Al poco de llegar al paraje, comienza a notar ciertos hechos inquietantes: una cuadrilla se encarga de borrar sistemáticamente las huellas en los caminos; la esposa del anfitrión nunca se presenta, pero se le oye tocar el piano y durante la noche aparece un desconocido, que mira a su protagonista a través de la ventana de su habitación. Esto ocurre hasta una noche en que lo hace pasar a su habitación.

            El último, ‘En la niebla’, narra la discusión interior de un joven de dieciocho años, hijo de un señor, bien educado y enamorado de una joven amiga de su hermana menor, a quien su inclinación al sexo y al vicio conduce a una enfermedad venérea, que lo debate entre la deshonra y el suicidio.

            El clima de desasosiego del alma, esa bruma interior producto de una confusión de sentires entremezclados, son el denominador común de estos cuentos. Los protagonistas viven circunstancias extremas en las que deben tomar una decisión con riesgo de perder la vida –matar al káiser en sus aposentos; escapar de la casa en medio de una llanura helada; abandonar el hogar familiar y la vida social- y el lector acude no sólo a los hechos sino al discurso interno previo de quien debe resolver la situación. En este aspecto, los relatos se vuelven tan tensos y opresivos que nos hacen partícipes de la atmósfera cargada en que se desarrolla cada uno de los argumentos.

          Con lenguaje coloquial y ameno, la lectura fluye con morosidad, pausadamente en las partes culminantes. La naturaleza de los cuentos comparte la soledad de los personajes de Kafka y algo de la angustia impregnada en la narrativa de Poe. Es siempre uno el que debe enfrentarse a ese estado de deliberación incierta que precede a una gran decisión, sabiendo que cualquiera sea la misma, se tiene pocas probabilidades de salir airoso. Y es ese desánimo el que desfila por sus páginas.
    
               Por lo demás, es un libro que no soslaya un debate sobre la ética a través de una mirada desesperanzada de todo cambio en el ser humano, quien parece destinado a repetir sus propios errores. Buen material para reflexionar.

jueves, 13 de noviembre de 2014

Herencia de sangre. El buen nombre, Jhumpa Lahiri


Emecé, 2005


       Viajaba en avión el pasado abril en un vuelo de cabotaje y, como habitualmente, tomé un lugar sobre el pasillo. Del otro lado del mismo una joven leía un libro de esta autora en su versión inglesa. Recordé que tenía este título y decidí incorporarlo a mis lecturas del año en curso. Me pareció oportuno intercalarlo entre otras lecturas que requieren más concentración.

          Es la historia de la familia Ganguli, desde que arreglan su ‘noviazgo’ en Calcuta y emigran a Estados Unidos para que Ashoke pueda continuar estudios gracias a una beca en Cambridge. Pero el gran protagonista de la novela es su hijo Gógol, quien recibe ese nombre debido a un hecho que cambió la vida de su padre, mientras leía un libro del famoso escritor ruso.

          Narrado en tercera persona, la novela relata los acontecimientos más sobresalientes de esta familia india desde 1968, fecha del nacimiento de Gógol, hasta final de siglo XX, con la boda próxima de su hijo Ben. El título hace alusión a que los indios tienen un nombre –una suerte de alias o apodo- con el que se llama al recién nacido hasta que, pasados los días, se defina el ‘buen nombre’, aquel con el que se lo conocerá en el mundo; algo posible en Oriente pero no en Occidente. El planteo inicial tiene que ver con una circunstancia equívoca: ¿qué pasaría si el apodo se convierte en el buen nombre?

       Lo que rescato de este libro es el testimonio del desarraigo, la adaptación que todo inmigrante debe asumir al radicarse en una tierra cuyos hábitos y formas de vida nada tienen que ver con las de origen; la necesidad imperiosa de mantener un canal de comunicación con las costumbres con las que hemos nacido, sin perder de vista la realidad en medio de la cual nos debemos mover y, fundamentalmente, el problema del hijo del inmigrante, que se debate entre ser parte del país al que pertenece sin poder dejar de comulgar con la historia familiar por sentido de pertenencia.

    Un libro ameno, fluido y coloquial, con una serie de cuestionamientos sociales y cierta evolución previsible, que permite una evaluación acerca de las perspectivas de la inmigración. Siendo esta tierra en la que vivo un crisol donde se han fundido diversos orígenes, no puedo eludir la reflexión de cuánto esfuerzo ha demandado abandonar los mandatos de nuestras raíces para alcanzar una identidad propia. Más allá de las distancias, sirva el libro de Lahiri, entonces, como puente entre culturas.

sábado, 8 de noviembre de 2014

Pulsiones de muerte. Sukkwan Island, David Vann


Booket, 2010

           Se hablaba mucho en la blogosfera acerca de ésta, su primera obra. Tanto, que varios buenos lectores abrazaron con grandes expectativas las siguientes, sin alcanzar ninguna de ellas –según sus opiniones- la trascendencia de la presente. Como muchas veces, paseando mis ojos por las góndolas de una librería, encontré este ejemplar y lo llevé. Parece ser que el librero vio mi movimiento y se acercó para mentarme las cualidades de la obra.

          Un padre decide recomponer el vínculo con su hijo después de la separación tras años de ausencia. Conociendo sus gustos, le propone abandonar su casa –su familia, su escuela, sus amigos- por un año e instalarse ambos en una cabaña sita en una isla deshabitada al sur de Alaska, donde podrían realizar todas las tareas de supervivencia por ellos mismos, como un aprendizaje de vida.

            Pero lo que comienza como un tanteo recíproco, al poco deviene en un suplicio para el hijo, que debe tolerar el lloriqueo nocturno del padre quien se siente un fiasco por no saber retener a sus parejas ni haber tomado decisiones acertadas a lo largo de su vida. Con esta perspectiva, el autor elabora un relato que se inicia como una aventura y, a medida que se adelanta, la atmósfera se vuelve cada vez más densa y opresiva.

            Estructurado en dos partes, con cambio de narrador, Vann repasa los miedos a la soledad y al fracaso; la depresión que se hace presente en estos casos, en medio de la necesidad de hacer frente a los contratiempos. Así, el relato se convierte  en una pulsión de muerte reforzada por el propio aislamiento. Por momentos, me recordó al film ‘Thelma y Louise’, en esa disparatada y trágica fuga hacia adelante, donde son los hechos los que toman el control de sus protagonistas.

           De estilo coloquial, bastante fluido, con escenas sórdidas y algún golpe de efecto, Vann compone una novela en la cual parece que todo puede llegar a estar un poco peor. Sólo opongo un reparo: resulta poco creíble que un padre, ausente años, pueda obtener la aquiescencia y el permiso de su ex – esposa como para retirar de su hábitat a uno de sus hijos nada menos que todo un año. Por lo demás, un libro sólido, sin fisuras narrativas, con aumento de la tensión a cada paso.

lunes, 3 de noviembre de 2014

El pensionado. Las señoritas de escasos medios, Muriel Spark


Impedimenta, 2011


      La lectura la disparó una reseña sobre otro de sus libros; éste lo tenía a mano y recordé cuán bien la había pasado con ´La plenitud de la señorita Brodie’. De ahí a encararlo sólo medió una decisión.

      Estamos en Londres en 1945. La guerra ha concluido dejando en ruinas a una ciudad devastada por los bombardeos alemanes. Las jóvenes menores de treinta años, provenientes de las afueras, que tienen un empleo, pueden acudir al May of Teck, una suerte de pensionado que por peniques les brinda albergue y comida. Dispone de habitaciones compartidas y singles para las pocas que poseen más recursos. Como hecho pintoresco, cuenta con un patio en el que aun se oculta una bomba sin detonar.

       En este entorno, se dan cita un collage de jovenzuelas –y algunas solteronas- que carecen de elementos básicos como el jabón, o cuyos vales de racionamiento sólo les permite adquirir determinados productos. Algunas de ellas se ganan la vida trabajando para noveles casas editoriales; otras redondean un ingreso dando clases y todas anhelan un porvenir mejor, a medida que la paz vuelve a sus vidas. Las más atractivas tienen amantes –sin intención de matrimonio- y las demás se las rebuscan, de manera de obtener beneficios que tornen menos penosa su realidad.

        Rescato del texto la frescura con que Spark nos relata los pormenores de estas chicas; con fluidez de diálogos, escenas desopilantes –la de embadurnarse con margarina el cuerpo para poder acceder a la azotea a través de una minúscula ventana inserta en el baño y así tomar sol, no tiene parangón- y toda una gama de circunstancias que exponen un acentuado contraste entre las ganas de vivir y ascender socialmente, en una tierra donde las penurias diarias impiden hasta una buena alimentación.

          En este aspecto, si bien las peripecias de sus protagonistas resultan divertidas, el libro no deja de mostrar la otra cara de una sociedad que debe recomponer su tejido y que realmente la pasa mal.

        Con una mirada ácida y socarrona, Spark construye una novela donde lo importante –como siempre- es sobrevivir y tratar de mejorar la situación, sin reparar mucho en la manera de alcanzarlo. Así, la autora opone las necesidades reales de sus personajes a la pacatería e hipocresía de la sociedad inglesa, en donde deben guardarse las formas y las apariencias.

         Ameno, entretenido y gracioso de a ratos, el libro se lee rápidamente, dejando un cierto sabor agridulce hacia el final. Buena lectura para afrontar malos momentos.

miércoles, 29 de octubre de 2014

El lector como jurado. Las dos amigas y el envenenamiento, Alfred Döblin


Acantilado, 2007

         Un comentario aparecido años atrás en una revista dominical lo presentaba como una muestra de ‘novela basada en hechos reales’. Si bien no frecuento este género narrativo, lo cierto es que me intrigaba saber de qué se trataba. Me llevó bastante encontrar un ejemplar; parecía que Döblin había desaparecido virtualmente de las librerías. Al hallarlo, decidí encararlo como una forma de hacer umbral a su obra más conocida y reconocida, Berlín Alexanderplätz.

           Es una historia basada en un suceso ocurrido en los años ’20 del pasado siglo cuyas protagonistas son dos jóvenes mujeres casadas. Elli, más adolescente e inexperta, es sometida a vejaciones por su propio esposo. Con pocas oportunidades de salir de ese infierno, conoce a Gretchen –Margarete, quien tampoco era muy feliz con su pareja- y se confía a ella. Así nace entre las dos un vínculo que no sólo las fortalece entre las decepciones y violencias conyugales, sino que les permite descubrir y explorar una nueva sexualidad.

      El abandono del hogar y el regreso forzado al mismo, que sólo recrudece los malos tratos y distancia a las mujeres, dan origen a la idea de envenenar al marido de Elli, lo que ella misma ejecuta racional y desaprensivamente. Descubierto el crimen y un nutrido grupo de cartas intercambiadas durante ese tiempo -que denotan tanto la complicidad como los matices sexuales de la relación-, al fin son arrestadas y condenadas.

            Lo destacable en este libro es el estilo narrativo. En sentido estricto, es más un informe que una novela, en la que Döblin, haciendo uso de sus conocimientos de psiquiatría, compone magníficamente la psicología de sus protagonistas. Entre la alegre e infantil Elli y la inexpresiva y sumisa Gretchen construye una pareja con acentuados ribetes lésbicos, acompañados con muchos elementos de fantasía y ensoñaciones, necesarias para evadir la realidad de insatisfacción y agresión que les toca vivir. En este aspecto, la ficción ofrece un notable contraste entre la sórdida e irrelevante vida marital, con sus mandatos familiares que cumplir, y la alegría y realización plena que los personajes principales experimentan en cada encuentro.

        Hacia el final, Döblin exhibe un estudio grafológico de la personalidad de ambas amigas, con características clínicas de los rasgos y tendencias de cada una. Además, el volumen cuenta con un posfacio que pone en contexto las repercusiones del caso real y las exigencias del autor para con su historia, a la que necesita despojar de toda interpretación posible, de manera que sea el lector quien juzgue finalmente los hechos y disponga su veredicto personal.

         Escrito en un estilo fluido, sin ambigüedades, el texto abunda en elementos extraídos de la psicología, el conocimiento de la naturaleza humana y de la sociedad de su tiempo. Ameno, resulta algo distinto a la clásica novela.

viernes, 24 de octubre de 2014

En busca del tiempo perdido. 4. Sodoma y Gomorra, Marcel Proust


Losada, 2009

         Cuarto volumen de la obra, en la que el tema central es la homosexualidad. Proust, observador minucioso de su entorno social, divide el tema en dos, según sea su género: destina el término Sodoma a la homosexualidad ejercida entre varones y el vocablo Gomorra para aludir a la practicada entre mujeres, en franca derivación del origen bíblico de los mismos.

           La obra consta de una Introducción, donde se explica que la homosexualidad tiene raíces desde el inicio del mundo y algunos de ellos la practican aun a pesar de sí mismos, junto a cuatro capítulos en los que se abordan distintas visiones del tema, mientras se retoma el relato arrastrado del libro anterior.

           Nuevamente, el texto es poliédrico. Por una parte, narra las desventuras de su narrador con Albertine Simonet, su último amor, a la que sospecha lesbiana y desgrana todas las alternativas que se suceden. Por otro, centra su observación en el comportamiento de Monsieur de Charlus –hermano del duque de Guermantes- a quien, debido más a su curiosidad que a un celo profesional, el narrador descubre homosexual.

               En todas las líneas, repasa los pormenores de lo que acontece en los salones de las damas de la aristocracia, focalizando su mirada en los intereses mezquinos de arribistas, las envidias de las rivales y revelando una suerte de vivencia particular: un tren carreta que, debido al trazado de su recorrido, recoge a todos los invitados a uno de los salones distante de París, al que es necesario asistir para ‘ser alguien’. Como si ese tren cobrara vida propia.

              El estilo mantiene su aspecto coloquial e intimista, adoptando las formas de un diario o de una confesión, y si bien las circunstancias no dejan de ser significativas, el grueso del volumen me ha parecido no estar a la altura de los anteriores. Iteraciones, reelaboraciones y detalles que resultan intrascendentes acompañan a pocos datos de relevancia, como si hubieran estado destinados más a ocupar páginas que a entregar una descripción más completa del fenómeno social. 

              Destaco la misma fluencia de exposición y relato que los tomos precedentes pero por momentos se vuelve tedioso y superficial. Un libro en que el abordaje de la homosexualidad se queda a medias aguas entre la crítica despiadada y la comprensión y aceptación más anodina. Con una traducción impecable, habrá que esperar a su continuación para saber si ha tenido sentido leer el -hasta aquí- más de millar de páginas.

domingo, 19 de octubre de 2014

Amor perdurable. Querido Diego, te abraza Quiela, Elena Poniatowska


Impedimenta, 2014

          Había descubierto esta nouvelle epistolar hace ya algún tiempo, cuando en una librería de usados sostuve un ejemplar editado en 1978 por otra casa editora. No conocía a la autora –con ese apellido, la supuse de origen polaco- y lo dejé pasar. El lanzamiento de la presente edición renovó mi curiosidad y, si bien no soy propenso a leer novelas en forma de correspondencia, el buen recuerdo de los libros de Hanff y de Kressmann Taylor inclinó la balanza al escogerlo.

            En una docena de misivas, que parten el 19 de octubre de 1921 y concluyen el 22 de julio de 1922, Angelina Beloff o Belova, compañera durante diez años del muralista Diego Rivera –de quien tiene un descendiente-, nos hace conocer su desgarradora realidad de mujer amante que se ha quedado en medio de la miseria del París posterior a la Primera Guerra Mundial, sin recursos económicos y, sobre todo, sin su amor. Rivera ha partido hacia México, en busca de otros horizontes, y todo lo que había sido su vida hasta entonces, ha quedado atrás. Sólo hay silencio por única respuesta.

            ¿Se puede amar hasta el paroxismo, aun cuando es evidente que el objeto de nuestro amor ha dejado de correspondernos?; ¿se puede negar simplemente todo lo vivido en un lapso de una década con sólo cambiar de geografía?; ¿qué es peor: saberse y sentirse abandonado o ser humillado al recibir una magra manutención como único reconocimiento de lo que alguna vez fue pasión? Estas son algunas de las preguntas que el texto de Poniatowska sugiere al lector mientras va desgranando sus líneas.

            En medio de la escasez, del desamparo, de la muerte de su hijo, de la caridad de los amigos, Beloff se aferra al pasado para sobrevivir. Es ese amor eterno, perdurable aun después de su desaparición lo que mantiene con vida a su protagonista. Como contracara, la limosna y el olvido.

           Un libro intenso, conmovedor, bien narrado, que en su escaso ciento de páginas opone al Rivera artista de excepción al otro Rivera, el hombre tirano, miserable, ególatra. Escrito en estilo coloquial, sus páginas reflejan todo el amor, el dolor, la miseria y la emoción de que somos capaces cuando amamos sin medida.

martes, 14 de octubre de 2014

Entropía literaria. Ágape se paga, William Gaddis


Sexto Piso, 2008

            Hablando con un librero amigo salieron un par de títulos de esta casa editora entre los que se encontraba éste. Cuando me informé de qué trataba, no dudé en llevarlo. En un mundo cada vez más tecnológico, en el que la vida doméstica se halla invadida de aparatos eléctricos y mecánicos; donde las más elementales necesidades de los seres humanos –la alimentación, la higiene y el vestido- se cubren con productos que se elaboran mediante procesos automáticos a gran escala, y con el auge de las comunicaciones, capaces de acercarnos al otro extremo del mundo en nanosegundos, alguien debía advertirnos sobre el peligro de transformarnos en máquinas insensibles, que sólo responden a una función específica dentro de la sociedad. Gaddis se tomó esa molestia.

            El palíndromo del título obedece a una visión: toda la materia tiende al caos, fin último del universo –demostrado correctamente por la Segunda Ley de la Termodinámica-. La entropía, que mide el grado de desorden, siempre irá en aumento. Lo mires desde donde lo mires.

            Esta novela nos muestra a un hombre a punto de morir, postrado, junto a un montón de papeles, artículos periodísticos, libros y recortes esparcidos en derredor, formulando sus últimas apreciaciones acerca de la mecanización y el arte. Basándose en la aparición y desarrollo de la pianola -ese objeto mecánico dotado de un rollo perforado, que permitía sentirse un artista con solo colocar los dedos encima de su teclado ficticio-, el narrador se afana por darle forma a su crítica contra la llegada de la tecnología al arte, puesto que ella conspira contra la creatividad, último bastión del quehacer humano.

            Escrito de corrido y sin puntuación –un poco al estilo de Bernhard-, como si fuera una serie sucesiva de pensamientos expresados en voz alta, saltando de un tema a otro –a veces, sin conexión-, su protagonista nos hace partícipe del caos en que se han sumido sus reflexiones. Por sus páginas desfilan Platón, Huizinga, Tólstoi, Miguel Ángel, Turgueniev, Freud, Wagner, Glenn Gould, en una vorágine de temas relacionados con el rol de la inspiración y la creación artística, que debe ser rescatado de la homogeneidad a la que nos conduce esta modernidad tecnológica.

            En este sentido, Gaddis se burla del sueño democrático de que cualquiera puede alcanzar poder, fortuna, reconocimiento y acceder a los beneficios que el progreso y la mercantilización nos brindan, pues ese caos al que en definitiva nos dirigimos, todo lo impregna y lo vuelve efímero, estéril. Sólo en la apreciación artística podemos sentirnos en comunión con otros seres.

            Finalmente, es un texto complejo, ecléctico, donde abundan las críticas al entretenimiento, a la mediocridad, a la estandarización cultural, a los premios literarios y al negocio editorial -entre otros-. Supone un esfuerzo de concentración, pero sus líneas no tienen desperdicio,

‘Los libros candidatos al premio los lee un jurado cuyas decisiones son remitidas a los miembros del olímpico consorcio, que no pierden de vista el gusto de la multitud. Nosotros somos miles y ellos son millones, escribe la ficción que quieren o no escribas nada en absoluto.”

jueves, 9 de octubre de 2014

Llegar tarde. El mundo de afuera, Jorge Franco


Alfaguara, 2014

         Leí unas líneas aparecidas en una revista cuando un jurado presidido por Laura Restrepo le otorgó el Premio 2014 de Novela de esta importante casa editora. Luego, recordé que el autor era el mismo de aquella ‘Rosario Tijeras’ –libro que no pude conseguir aun-, que hasta tuvo una puesta cinematográfica. Por una suerte de sustitución decidí comprarlo y, cuando estaba promediando sus páginas, Franco se acercó a esta ciudad a realizar la presentación de este título, a la que no pude asistir por razones laborales.

        Es una combinación entre historia de amor -si se quiere, no correspondido-, un secuestro extorsivo chapucero y el encierro que recrea una fantasía intermedia entre el cuento de hadas y el castillo de cristal. El Mono se enamora de Isolda siendo chicos aun, cuando ella se pasea dentro del jardín que posee el castillo donde vive, que su padre ha construido en las afueras de Medellín, Colombia. El único contacto que ella mantiene con el exterior son las salidas para proveerse de vestidos, siempre acompañada de su institutriz, encargada además de educarla, pues Isolda no asiste a la escuela regular.

            Pasado el tiempo, el Mono y sus secuaces, habituados al robo y al malvivir, deciden realizar el secuestro de Isolda. Pero llegan tarde; su padre ha decidido enviarla al extranjero. Entonces, el plan sigue su curso pero el objetivo ahora es él, don Diego.

            Con diálogos logrados, escenas costumbristas y una prosa fluida, Franco logra componer una novela tensa en la que abundan traiciones, mentiras y toda una gama de artilugios que condimentan el relato, sin eludir el espiritismo y la homosexualidad. Pero también refleja la realidad social de una Colombia dividida entre los dueños de los recursos de producción –o vinculados a ellos- y el resto de la población, que se debate en la pobreza; todo esto sin aludir al narcotráfico aunque, a pesar de la omisión, sobrevuela la obra entera.

            Ambientado en 1971 en medio de un Estado con participación militar, el autor intercala episodios que narran la historia de don Diego -desde su estadía en Berlín, donde descubre a quien sería su esposa, hasta su posterior establecimiento en el país-, con las circunstancias que viven cada uno de los personajes que acompañan al Mono en sus andanzas y los hechos que vinculan a ambos protagonistas.

           Destaco el equilibrio que mantiene la novela a lo largo de su contenido. Esa alternancia entre pasado, presente y actualidad de sus personajes principales le confieren frescura y suspenso hasta su desenlace final. La ilusión de crear un entorno ideal para un hijo, que no se vea contaminado ni amenazado por los sucesos exteriores; la tentación de la vida fácil y disoluta y la imposibilidad de prever el futuro –porque la vida no avisa lo que ha de ocurrir- hacen de ésta una novela entretenida y ligera, dotada de cierta dosis de humor y de una mirada perspicaz de la sociedad de su tiempo.