sábado, 15 de marzo de 2014

Heterodoxias. Velocidad de los jardines, Eloy Tizón


Anagrama, 1992

          Este título apareció hace mucho tiempo; dicen que pocos tuvieron noticia de él por estas costas. Al lanzarse en el Viejo Continente un nuevo trabajo del autor alguien de la blogosfera refirió a éste. Estaba a punto de llevarme otro libro de la librería cuando lo vi y, en la solapada complicidad establecida entre su brevedad y mi curiosidad, me incliné por él.

           Confieso que me sentí perplejo, confuso, al concluir los dos primeros relatos, de un total de once que compila este libro, por cierto heterodoxo. A medida que me adentraba en ellos iba comprendiendo un poco más hacia dónde me llevaban. El libro está atravesado por un collage de imágenes que tienen mucho de desesperanza, de nostalgia evocativa, de infancia inconclusa y, por qué no, de ejercicio literario que intenta construir ficciones a partir de percepciones y sensaciones. Así, tanto puede servir a esos fines una carta para un escritor muerto, la búsqueda de un balneario en medio de una guerra, la alarma de un viajante, el sinsentido de una pareja en la que ella perdió la historia, una sociedad clandestina que trafica refugiados o la elección de la más linda de la clase del menos agraciado de los candidatos, entre otras.

            Con frases cortas que definen sentires y generan atmósferas, como microfotografías de objetos varios, unas superpuestas a las otras –una especie de ‘puntillismo’ que va delineando una figura más abarcadora que sólo se aprecia al tomar la debida distancia-, Tizón compone personajes cotidianos, cercanos a cualquier lector pero lejanos en sus circunstancias. Como si los cánones del relato hubieran sido abandonados o descentrados y se valiera de esa pérdida de nitidez para alcanzar una cadencia propia, una pulsión. Es esa forma desenfocada de la narración lo que la vuelve ajena y a la vez original.

         Particularmente, me han gustado los últimos relatos, donde con pocos elementos y magros recursos el autor logra transmitir plenamente la esencia de emociones y situaciones, haciendo que el lector se vuelva un espectador partícipe aunque silente de lo narrado.

         Fluido, con una prosa que mantiene cierto carácter poético y propone tiempos distintos según protagonistas y entornos, el libro adquiere sustancia al pasar las páginas. Quizá no del gusto del lector del cuento tradicional, pero sin duda novedoso y –asumo- algo vanguardista, resulta una bocanada de aire fresco para los cultores del género.

9 comentarios:

  1. Siempre he estado confuso y tú tampoco pareces haber quedado del todo entusiasmado pero me lo voy a anotar, tirando de tu experiencia y con especila atención a los últimos relatos. Un abrazo, Marcelo.

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    1. Me ha parecido algo distinto, que quizás requiriese una segunda lectura. Los cuatro últimos relatos pagan el libro, Yossi. Dale una oportunidad. Un fuerte abrazo!

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  2. Me gusta mucho el cuento, habrá que echarle una ojeada

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    1. Lo recomendaría, porque es algo distinto, aunque no se si es 'apto para todo público'. Saludos.

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  3. Personajes cotidianos dentro de un envoltorio vanguardista... vaya Marcelo, menos mal que tu entusiasmo es comedido. A me me has convencido ;)

    Besos!

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    1. Con este libro tuve la misma sensación que cuando te inicias en algo; algunas veces no sabes hasta haber pasado un tiempo si estuvo bien. Yo creo que sí, pero reconozco que puede que no a todo el mundo le ocurra lo mismo, Ana. Como siempre, cuestión de experiencia personal. Un beso grandote!

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  4. ¿Una mujer que perdió la historia? Eso me tienta por muchas razones.

    Veremos si encuentra camino esta propuesta (es que el camino anda un tanto abarrotado ahora mismo).

    Besos!!

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    1. Me permito sugerirte que lo dejes en la mesa de luz junto a tu cama y, antes de dormir, desgranes un cuento por noche. Sobre todo, porque tengo una idea de cuánta actividad desarrollas durante el día. Probablemente, de esta manera, lo apreciarás mejor que yo. Un beso grande, U-topía!

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    2. Qué guapo eres. Otro beso grande.

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