Mondadori, 2007
No recuerdo
la razón que me llevó a interesarme por este libro, pero en un suelto aparecido
en una revista dominical se lo ponderaba; era el ganador del Premio Pulitzer
2007. Seguramente lo elegí para esclarecer la dicotomía: ¿es meritorio el
galardón, o se lo promueve a raíz del mismo?
Hemos pasado por todo; por dos
guerras mundiales –bombas atómicas incluidas-, alguna doméstica –que prefiero
no recordar-, la Guerra Fría y otras sin tanto renombre y sin embargo seguimos
aquí. La Tierra, como sabemos, no explotó, no se desintegró ni desmaterializó. Por consiguiente, rescato que nos resta un cierto grado de cordura y sentido común para seguir alentando
la ilusión de que este mundo mejore. Entonces, ¿por qué impregnarme de angustia
y desespero?, ¿acaso no tuvimos ya bastante en este siglo que pasó?
Adquirí nociones elementales sobre lo
que nos podría suceder si decidimos exterminarnos de la faz del planeta como
raza, condenando a los demás seres vivos a acompañarnos en nuestro propio
holocausto. Me basta con ponderar los post - efectos de una Guerra Nuclear, el
tan temido ‘invierno nuclear’ que hace muchos años Carl Sagan se encargó de
divulgar a los mortales a través de sus investigaciones y conjeturas. No me
siento preparado para asumir el protagonismo de ser uno de los pocos
supervivientes a la desaparición de la vida tal como la conocemos.
McCarthy intenta convencerme de que
no hay salida. ¿Qué pasa contigo si nada de lo que conocías queda en pie? Ni
familia, amigos, trabajo… NADA. Ya no existen fábricas de producción, no queda
alimento disponible y la radiación residual todo lo contamina y lo condena a
muerte. La ceniza es la reina heredera de los otrora seres vivos. En medio de
esta situación extrema, ¿qué haces con tu hijo de pocos años?, ¿lo asesinas o
te lo comes? He ahí el dilema de este deprimente libro.
No solo la descripción del autor
promueve un relato desesperanzador; su estilo descarnado impide cualquier
intento de fuga y su naturaleza quirúrgica refuerza la sensación de agobio. No
hay dónde ir. Es un presente sin mañana. En medio de esta circunstancia, un
padre y un hijo se debaten en la manera de alargar sendos tiempos de vida.
Ambos, con las pocas cosas que pudieron rescatar de su lugar de origen y con
aquellas que podrán encontrar a lo largo de su periplo, enfilarán hacia el sur
en busca de otros vientos que traigan nuevas oportunidades, nuevas esperanzas
si es que alguna queda. Ambientado en los E.E.U.U., la propuesta es desoladora.
Imagino que el autor ha intentado
transmitirnos las posibles consecuencias de un exterminio tan descabellado como
absurdo. Y lo hace con gran eficacia, de manera que apuntemos los riesgos
reales que como género humano habría que asumir si decidimos autoeliminarnos
por esta vía. Mas el producto final no resulta grato, ni en su contenido ni en
su mirada. Respeto la claridad y concisión de las rotundas imágenes que utiliza
para esos fines, pero la angustia que genera no lo hace apto para lectores
sensibles. No obstante, cumple bien su misión y justifico su crudeza y
brutalidad si el objetivo es que sirva de advertencia.
Pero hay algo más. McCarthy nos inquiere
sobre qué posición tomaríamos si el mundo se acaba mañana. Mas la pregunta no
es inocente: su formulación tanto como sus páginas huelen a miedo. El miedo de
quien ha tomado conciencia de que es vulnerable. Adiós omnipotencia de ‘the
Estates’. Adiós al ‘estado gendarme’. Ese miedo en el pensamiento de Cormac se
vuelve transparente: “En cualquier momento, se nos abalanzan y ‘nos la dan’.
Este ya no es un lugar seguro. ¿El mundo? No, nuestro mundo, los E.E.U.U. También
nosotros podemos desaparecer. De hecho, tengo la sensación –real- de que estamos
primeros en la lista. Entonces, mejor es enmascarar nuestros miedos y exponerlos
como ‘causa de la Humanidad’, tal cual lo hacemos desde Hollywood. Seguimos
siendo los ‘buenos chicos’, ¿recuerdan?”
No, no son los buenos chicos. Y lo
que han descubierto desde el 11 de Setiembre de 2001 es algo con lo que todo el
resto del mundo hemos vivido después de Hiroshima y Nagasaki. Bienvenidos al
club. Tus causas, Big Brother, no son las nuestras. De la misma manera que
‘Twelve Years a Slave’ sólo puede ser premiada en tu país pues, afortunadamente
los negros, los chinos, los musulmanes, los hispanos y todo aquel extranjero
que oficie de distinto, para éste y otros muchos países siguen siendo lo que
son: personas. Ya tenemos bastante con intentar ser nosotros mismos como para
que nos involucres en tus objetivos. Gracias, pero esta vez pasamos.