jueves, 31 de julio de 2014

Testimonio sangriento de una guerra civil. Los bosnios, Velibor Čolić


Periférica, 2011

        Había adquirido este ejemplar después de haber leído en la blogosfera que se trataba de un libro basado en la guerra civil desatada en la ex – Yugoslavia, en los territorios que actualmente se dividen en Eslovenia, Serbia, Croacia, Bosnia – Herzegovina, Macedonia y Montenegro. Al parecer, nada fue un camino de rosas. Esta sucinta obra es fiel testigo de ello.

            Narrada en primera persona por su autor, un ex – militar yugoslavo de origen bosnio, nos pone al tanto de las atrocidades cometidas por serbios, bosnios y croatas durante el conflicto bélico. Es una serie de microrrelatos inspirados en el acontecer cotidiano de la guerra. Lo que Čolić nos hace conocer, con la crudeza propia de la guerra, la ocupación y el caudal de atrocidades infligidos a quienes se reportan como rehenes.

         La obra puede analizarse en distintos planos. Hay una guerra religiosa entre ortodoxos serbios –mayoría-, católicos croatas y musulmanes bosnios. Pero también acompaña a la misma una disputa por el territorio, pues cada fracción se siente atacada por la presencia de otros grupos que no responden a su filiación. En ese sentido, es también una guerra étnica.

            El autor desgrana en poco más de un ciento de páginas la realidad y la fiereza de las acciones de las que son pasibles tanto unos como otros a mano de sus victimarios. Particularmente rudo es el capítulo destinado a los campos de concentración serbios de mujeres bosnias o croatas, a las que violaban sistemáticamente y luego abandonaban al parir sus hijos. Todo un horror.

          Escrito en forma de informe periodístico, con alusiones a personajes locales y lo que la guerra ofició en ellos, el cúmulo de relatos retrata de forma cruel pero efectiva los pormenores sangrientos y los ultrajes infligidos por un grupúsculo de vencedores, descreídos y borrachos en su mayoría.

          En síntesis, el libro resulta un testimonio de la sangre vertida entre quienes hasta cierto tiempo atrás habían sido, si no amigos, al menos vecinos de buena voluntad; una crónica del sinsentido de una lucha fratricida que separa en lugar de unir. Que obedece a intereses políticos, económicos y religiosos, nunca a favor de los ciudadanos. ¿Qué puede ser más útil y rentable para especulaciones mezquinas que la balcanización de un territorio otrora común, desmembrado por el sólo hecho de poner el énfasis de la mirada en aquello que nos diferencia y no en lo que nos une? 

          De todas maneras, el texto es un alegato del proceder de cada grupo en época de guerra. Sirva entonces de advertencia de lo que puede ocurrir en la defensa de ismos, cualquiera sea el origen que estos tengan.

sábado, 26 de julio de 2014

En la vereda de enfrente 2. Un alma valerosa, Fred Uhlman


Cuadernos del Bronce, 1996


             Algunos bloggers habían comentado que ‘Reencuentro’, título de anterior aparición de Uhlman, tenía una continuación en éste. Ni lerdo ni perezoso, me puse en su búsqueda, de manera de tener ambos ejemplares a disposición cuando iniciara su lectura. Me sorprendió el hecho de encontrarlo en una edición algo apretada y no muy feliz, bajo un sello prácticamente desconocido, habiendo tenido tanta repercusión su antecesor. Habría una explicación.

            En esta ocasión, pareciera que el autor, no del todo conforme con la versión brindada acerca de la amistad que, en pleno desarrollo y asunción del poder del nazismo en Alemania, sostienen Hans Schwarz, judío, y Konradin von Hohenfels –hijo de una aristocrática familia tradicional- desde las apreciaciones del primero, -o debido al éxito logrado con ella-, decidió continuar ofreciéndonos la visión de aquel que se enroló en el ejército nazi y participó de la Segunda Guerra.

            Uhlman adopta esta vez la forma de una carta, escrita desde un calabozo en Spandau, donde se halla Konradin esperando su ejecución sumaria por traidor, que debería llegar a manos de Hans, exiliado en E.E.U.U. En ella explica su situación familiar, su visión del sentido de la amistad y el por qué no pudo estar a la altura de ese vínculo cuando las circunstancias lo requirieron.

         En el mismo lenguaje coloquial y fluido del volumen anterior, Konradin nos hace saber los motivos que fundamentaron su alejamiento y posterior separación de quien considera su único amigo. El rechazo de su madre a los judíos, su temor frente a un padre al que los judíos le servían –en más de un sentido- y la dependencia de clase de la que no podía desprenderse sin entrar en conflicto con su propia familia, son algunos de los hechos que intentan atenuar su comportamiento a la hora de sostener la amistad con Hans.

            En honor a la verdad, uno esperaba un relato más contundente y profundo. A cambio, la flojera del texto resulta un tanto melosa –impropia de un oficial nazi- y sin el brillo de las líneas del original, por lo que esta continuación se vuelve poco creíble y parece más destinada a satisfacer un negocio editorial que a los lectores entusiasmados con la primera parte.

              En suma, el primer volumen está bien; el segundo, es totalmente olvidable.

lunes, 21 de julio de 2014

En la vereda de enfrente 1. Reencuentro, Fred Uhlman


Tusquets, 2004

               Hubo un tiempo en que todo la blogosfera no paraba de reseñar este libro, uno de los relatos breves más conmovedores sobre la amistad en medio del nazismo, al parecer rescatado recientemente del olvido. Lo vi en un puesto de plaza y me lo llevé.

             Como algunas otras, la historia entre un judío y un alemán que deben atravesar el ascenso de Hitler al poder, y el posterior enfrentamiento a raíz del Holocausto y la Segunda Guerra Mundial –que los encontrará en veredas opuestas- parece ya algo trillado. Sin embargo, en este caso, Uhlman se las ingenia como para darle un vuelco distinto a todo el texto y presenta un golpe de efecto hacia el final.

            Hans Schwarz cuenta con poco más de dieciséis años en 1932 y asiste a una selecta escuela de enseñanza media alemana. En esa temporada, aparece el joven Konradin von Hohenfels, heredero de una aristocrática familia tradicional, y entre ellos surge un fuerte lazo de amistad que se verá afectado por el nazismo al alcanzar el poder. Los avatares en la relación, que genera el discurso antisemita oficial, concluyen con una previsible ruptura. El alejamiento y exilio de Hans hacia Estados Unidos no es óbice para que él mismo, narrador y protagonista, haya sido impedido de dejar atrás a ese amigo que terminó enrolándose en el ejército nazi. Después de treinta años de una vida totalmente distinta a la que suponía debiera haber tenido, privado de la existencia de casi todo el resto familiar –muerto en la guerra-, Hans vuelve a tener noticias de Konradin, de una manera singular.

           La descripción del deterioro del vínculo forjado entre ambos personajes con el paso del tiempo y de los acontecimientos, es el nervio central del relato, como también las costumbres y vida social que el surgimiento del nazismo vino a quebrar.

            Breve y fluido, el libro se lee rápido, dejando cierto sabor agridulce ante tanto conflicto y desencuentro. Con elementos cotidianos y escasez de recursos, Uhlman construye un relato sobrio y rotundo, de la misma manera que Kressmann Taylor ofreció ‘Paradero desconocido’, comentado aquí mismo. Lamentablemente, sólo conocemos una parte de la historia, puesto que lo que se narra es el testimonio de aquel que se vio obligado a emigrar. Afortunadamente, Uhlman dio cuenta de esta carencia y preparó en otro volumen la versión de Konradin, que eligió quedarse y formar parte del nazismo.

miércoles, 16 de julio de 2014

Incunables 3. Nosotros y ellos. La gente de July, Nadine Gordimer


Grijalbo, 1983


          Cuando le otorgaron el Premio Nobel de Literatura a la autora, en 1991, me pregunté qué habría escrito para tamaño reconocimiento. Veinte años después, investigando un poco acerca de su obra, di con éste ejemplar, al que conservo con cierto grado de orgullo, porque se trata de una primera edición en castellano. La casualidad quiso que mi lectura coincidiera con el deceso de Gordimer, acaecido el pasado domingo. Contaba con noventa años.

            La familia Smales se ve inmersa en las luchas raciales del apartheid sudafricano en Soweto, las inmediaciones de Johannesburgo, durante 1976. A diferencia de otras familias blancas con mejores recursos o contactos, no puede emigrar; la única opción en ese caso es abandonar su sitio y alejarse del centro del disturbio. Para ello, confían su supervivencia a quien los ha acompañado durante quince años: el servidor negro July, quien decide ofrecerles albergue en su propia ‘casa’ distante más de seiscientos kilómetros.

          Así, Bam y Maureen Smales, junto a sus hijos Victor, Gina y Royce, emprenden un viaje hacia el ‘hinterland’ sudafricano. No van a contar con las comodidades habituales –agua potable, sanitarios ni privacidad- pero al menos podrán refugiarse de los disparos y salvar sus vidas. Su único capital son unos billetes de banco retirados antes de fugarse y un transporte destartalado que les permite trasladarse. El problema es que, al ser blancos, solo pueden comunicarse con July, quien es el único que se defiende con la lengua inglesa. Pero ellos se convierten en visitantes de la comunidad negra, que cuenta con sus propias costumbres, creencias y maneras de proveerse de alimento, entre otras cosas. Una visita obligada al jefe del territorio y la posesión de una escopeta con municiones serán el desencadenante del desenlace final de la historia.

         ¿Qué ocurre cuando ‘nosotros’ –los blancos- nos convertimos en ‘ellos’, al rodearnos de aquellos que luchan contra nosotros? ¿mantenemos nuestra identidad, o hacemos causa común con los que intentan despojarnos de lo que consideramos nuestro? Este es el planteo de este enorme libro de Gordimer, no tanto por su volumen sino por la densidad de la formulación. ¿Dónde se empieza a desdibujar la grieta que separa a unos de otros? ¿cuándo dejamos de ser ‘amos’ para mezclarnos, tratando de ser ‘uno más’?, ¿podemos convertirnos en ‘uno más’, en tales circunstancias? Las preguntas acerca de la identidad, la pertenencia y la serie de problemas que apareja que el servidor –que tiene a su mujer e hijos lejos, pero que comparte con otra mujer su vida de ciudad- venga con ese grupo de blancos a modificar la vida cotidiana de la aldea, son el detonante de una situación delicada y extrema que Gordimer construye a partir del apartheid.

            Fluido, con estilo coloquial y ameno, las páginas se suceden rápida y vertiginosamente. La lectura resulta dinámica y esclarecedora. Las situaciones límite y las circunstancias difíciles no hacen óbice para cuestionar acerca de la lealtad, con todas sus implicancias.

           Un libro que se lee bien y se entiende mejor. Si alguien se interesa por lo ocurrido antes y después de Mandela en la República de Sudáfrica, éste resulta el mejor de los comienzos. Una novela reveladora, que se lleva muy bien con los acordes de Us and them, de Pink Floyd. O con ese himno gigante llamado Biko, con el que cierra habitualmente sus presentaciones nada menos que Peter Gabriel.

viernes, 11 de julio de 2014

En busca del tiempo perdido. 1. Del lado de Swann, Marcel Proust


Losada, 2011


           Inicié esta loca quimera de leer a Proust poco después de haber leído una encuesta formulada a cien escritores en español que exponían diez títulos que habían cambiado su vida; casi un tercio de ellos la incluía como obra señera. Si tan importante habrá sido para autores respetables, mi curiosidad impulsó la decisión, que arrastró a Utopía y, por su intermedio, a Carlos, otro lector amigo.

            La obra consta de siete volúmenes. Éste, el primero de ellos, está estructurado en tres partes bien definidas: Combray, Un amor de Swann y Nombres de tierras: el nombre. Todas ellas están escritas en primera persona del singular, tanto como testimonio de tiempos idos como de evocación.

Combray

            Este comienzo hace alusión al lugar de descanso veraniego de un relator enfermizo –suponemos el propio Proust-, quien contaba con pocos años a finales del siglo XIX. Descendiente de una acomodada familia francesa, pasaba sus vacaciones escolares allí, junto a tías y demás parientes, en busca de mejores aires que el de París de la época. En ella, Proust repasa todo un manojo de recuerdos de infancia que, al crecer, fueron quedando atrás y que rememora, desde la sensación de mojar una magdalena en el té –párrafo tan célebre como trillado- hasta lo que puede encontrarse en los alrededores, o la descripción detallada de los sentimientos que vinculan a los miembros de su entorno.

            En este sentido, el autor hace gala de múltiples recursos estilísticos para dotar a sus descripciones de pinceladas que conjugan una sabia exposición de los pormenores con una minuciosa observación de lo que lo rodea, cualquiera sea su objeto, geografía o seres humanos.

            Un padre apegado a normas, una madre más contemplativa pero sumisa y un puñado de personajes secundarios, nos ofrecen un retrato de una típica familia de la clase alta francesa finisecular, donde el hijo es un poco menos elemento que se debate entre ser algo más que un estorbo o encarnar lo inoportuno.

Un amor de Swann

            Considero a ésta la parte más sustanciosa, donde Proust pone la mirada en la sociedad de aquel tiempo. Charles Swann, un joven conocido de todos, que pugna por figurar en los ‘salones’ de la alta sociedad, es el centro del relato y se vuelve protagonista. Arribista, sin sólida formación pero con excelentes modales, buen gusto y gestos de cortesía y urbanidad, va forjando su futuro haciéndose un lugar en medio de la burguesía parisina y los círculos que ésta suele frecuentar.

            Con la aparición de Odette de Crecy, una lánguida y esbelta mujer de la que Swann queda prendado, se inicia toda una serie de descripciones y reflexiones sobre la naturaleza del amor –real o fingido- y el análisis de sus implicancias en el corazón del enamorado. Así, la gama de sentimientos encontrados, los juegos de seducción, el rol de las mentiras, el sexo y los celos en la relación que se está gestando se combina con las acciones del entorno social –que aprueba o no ese vínculo- y los efectos a distancia que pueden ser capaces de provocar. Si el lector recorre todas las líneas de esta parte, encontrará un manual de sensaciones por las que todo el mundo –quien más, quien menos; más tarde o más temprano- ha pasado en algún momento de su vida.

Nombres de tierras: el nombre

            Es la más breve, aunque no la menos importante. Si bien Swann y Odette vuelven a ser el centro de atención, ahora ha pasado algún tiempo y Proust nos cuenta qué ha sido de ellos. Acompaña a este segmento el abandono de la infancia del relator y su entrada en la adolescencia, la iniciación sexual y el descubrimiento del amor. Un amor, por lo demás, prístino e ideal, con grandes cuotas de inocencia y pureza, con quien es la descendiente directa de Swann y Odette.

         Así planteado, el libro deja abierta una consecución para los acontecimientos venideros, seguramente presente en el volumen siguiente.

Análisis y conclusiones

               El libro es denso. Sus oraciones –con multitud de subordinadas, que repiten y amplían los conceptos o las imágenes- se vuelven difíciles de atravesar, por lo que requiere un gran esfuerzo de concentración –imposible de leer en lugares donde el bullicio pueda dispersar la lectura-.

            Además, todo el texto parece un ejercicio de aquello que Henry James ha definido como flujo de conciencia, en el cual el escritor expone no sólo los hechos sino que los acompaña con su propia interpretación, como si nos hiciera conocer qué piensa él de cada personaje en cada momento. A esto debería agregársele un importante desarrollo del monólogo interior, ese recurso tan propio de los textos de Schnitzler.

            Finalmente, su lectura pone de relieve nuestra manera de hacer experiencia; es decir, la importancia de los sentidos a la hora de evocar, rememorar; la idealización de un pasado feliz –que bien pudo no serlo, pero al que el tiempo otorga el beneficio de posibles comparaciones con el presente- y la nostalgia –con cierto dejo melancólico- de aquello que fue y que ya no puede ser. Es por eso que el conjunto adquiere un carácter universal, en el que cualquier lector, más allá de su propia historia, puede reconocerse.

             Párrafo aparte merece la traducción, efectuada por Estela Canto –escritora-. No sólo se apega a las líneas del autor francés, sino que se ha tomado la molestia de encontrar los términos adecuados a los giros expresados en el idioma original, con lo que se embellece el texto sin perder identidad ni transformarlo en algo irreconocible. Puede que, por momentos, resulte algo lírico, poético; pero suma fluidez. Un gran libro, sin ninguna duda.

domingo, 6 de julio de 2014

Amores no correspondidos. La Mano de la Buena Fortuna, Goran Petrović


Sexto Piso, 2005

            Algo había leído sobre este título, pero sin duda alguna me decidí a encontrarlo cuando una de mis compañeras del área de Letras me lo recomendó entusiastamente. Encontré el último ejemplar que quedaba disponible en una cadena de librerías y lo acuné por más de año y medio. Un nuevo libro del autor disparó su lectura. En una de esas descaminadas tardes de paseo por las cercanías, días atrás, lo volví a ver en un escaparate -ahora en una nueva edición- y ello solo me cambió el humor.

            Adam Lozanić es un joven estudiante de Filología que se gana la vida oficiando de corrector de un magazine turístico. A él llega un hombre que le propone realizar correcciones de un libro antiguo, escrito por un tal Anastas Branica con el título Mi Legado. Lo que comienza como un trabajo bien pagado, se transforma en una sorpresa y un descubrimiento: el libro no contiene otro argumento que la descripción de una villa. Pero a medida que se adentra en el texto para su corrección, se va encontrando con otros lectores que, simultáneamente, pasean sus ojos por las mismas líneas. Es decir, los lectores se convierten en los personajes del libro.

           Dispuesto en ocho capítulos –‘lecturas’-, Petrović reelabora el mito del Quijote –la ficción convertida en realidad- en una versión muy original y novedosa, en la que existe una vida tangible, fuera del libro, y otra muy distinta dentro de él. De hecho, a través de sus páginas conocemos la historia de Branica –que escribió el libro para poder encontrarse con la mujer que amaba-; su enamorada real, Natalia, ahora anciana, quien se adueñó de la mayoría de los ejemplares para seguir viviendo dentro del libro; su dama de compañía Jelena, que asiste a su señora, tratando de aprender inglés para poder emigrar; Zlatana, la cocinera de Branica, que nunca salió de su hábitat natural y hace manjares riquísimos y una galería de personajes secundarios que además de fortalecer el relato conviven con los principales y pueden exhibir otras facetas no tan idílicas ni convencionales.

            Lo destacable es la composición del relato. La ficción se entremezcla con la realidad de manera tal que por momentos se pierden los límites que los separan. Todo el libro nos habla de amores no correspondidos, que se debaten entre ambos mundos y al que la fantasía les ofrece la oportunidad de existencia si bien no de realización. Ambientado en épocas distintas de Serbia, el título se debe a un almacén que ya no existe, pero al que los protagonistas acuden a proveerse de lo necesario.

          El libro se lee rápido y resulta dinámico, con una ida y vuelta temporal que no marea al lector e incentiva su lectura. ¿Qué pasaría si pudiéramos encontrarnos todos los que participamos de este espacio con sólo ponernos de acuerdo en encontrarnos a una hora determinada leyendo el mismo libro? Al menos, sería una propuesta atractiva para conocernos e intercambiar opiniones. ¿No les parece?

martes, 1 de julio de 2014

Adolescencia rebelde. El guardián entre el centeno, J. D. Salinger


Edhasa, 2009

             Empiezo diciendo que me agradó sobremanera el saber que el esfuerzo del Ministerio de Educación local por allegar libros a los estudiantes de enseñanza media había recalado en títulos como el presente. De hecho, considero un acierto que el mismo se encuentre en medio de otros de renombre, como ‘Diario’, de Ana Frank y el mítico ‘Crónicas marcianas’, de Ray Bradbury, que fueron distribuidos gratuitamente a los adolescentes. Una acción digna de aplauso.

            Llego tarde a esta obra. Seguramente, se hubiera convertido en uno de mis libros de cabecera si lo hubiese leído en plena efervescencia y rebeldía adolescente. Creo que me perdí algo que sólo se vive una vez –hmmm… ¿es que hay algo que puede vivirse dos veces?-. Lo cierto es que quizás no pude extraerle todo el jugo a la narración, pero comprendí por qué Salinger tiene tantos seguidores. No es para menos.

            El ya célebre Holden Caulfield, de dieciséis años, hace de las suyas página tras página. Lo echan de la escuela de Pencey – es la cuarta vez que debe cambiar de preparatoria- debido a su exiguo rendimiento y decide volver a New York días antes de que se le comunique su mala nueva a la familia. Para no tener que enfrentar los reproches, se aloja en un hotel y deambula por la noche de la gran ciudad, se contacta con viejos amigos y amores de los que no ha podido obtener suficiente usufructo y alterna con otras aventuras nocturnas.

            Ácido en sus opiniones, mordaz con el mundo que lo rodea y crítico con todo aquello que supone el quehacer del género humano, Holden encarna a un inconformista consumado que no hace óbice para arrojar sus dardos a la hipocresía, a la falsedad y a la resignación. No tiene en claro hacia dónde orientar su vida –como muchos adolescentes- pero sabe bien qué no quiere para sí. El problema con él es que no encaja en la sociedad.

      Amistades circunstanciales, frases inoportunas y vaivenes hormonales componen el cotidiano del protagonista, que se debate entre la sinceridad más espartana y un aislamiento supino. Lo que destaco del texto es su oralidad; repasar las líneas es más que leer lo escrito, es escucharlo. Parece que nos habla a cada lector en su propio idioma, con sus modismos y giros, sin segundas intenciones ni ironías elaboradas. Todo es presente y debe resolverse ya.

          El estilo frontal, de lenguaje coloquial adaptado a la edad de su personaje principal, y su visión extrema del entorno familiar del que es parte –un par de padres con buenos recursos económicos, pero ausentes; una hermana menor confidente; un hermano muerto añorado y otro mayor dedicado a Hollywood- abogan por un texto que derrama realismo en todas sus secuencias, sin solución de continuidad.

             Destaco el uso del léxico. Todas las expresiones de Holden guardan conexión con expresiones que pertenecen a la jerga típica de adolescentes de los ‘70 sin sobrecargar, de manera que sean pasibles de interpretación y no se conviertan en vocablos abstrusos o desconocidos para quien lee. En suma, un texto fresco con problemática juvenil, muy bien construido y desarrollado en base a una mirada incisiva sobre la clase media alta. Muy apto para coetáneos de Caulfield.