Errata Naturae, 2012
Lo
había apuntado hace casi dos años, cuando apareció por la blogosfera. Tardé
bastante en hacerme de un ejemplar, puesto que por estos mares del Sur no había
cómo conseguirlo. Por fortuna, una firma importadora y distribuidora se apiadó
de los lectores. Las líneas de Utopía decidieron su lectura.
¿Puede existir un amor profundo
entre dos seres que no encuentre una realización cabal en el plano físico? Para
la autora, ello es posible. El libro narra las peripecias de un amor confesado
pero no consumado entre la narradora y Hubert, amigo de Antoine, su marido, a
orillas del Mar del Norte, en un descanso veraniego que la protagonista bautizó
con el nombre de ‘la casita de la duna’. La imposibilidad de que sus
respectivos cónyuges pudieran participar del mismo produjo la posibilidad de un
encuentro tan efímero como inolvidable.
Un amor forjado entre gestos,
lecturas compartidas, paseos por la ribera y visitas a localidades cercanas, en
una lucha continua contra la necesidad de posesión, de entrega corporal, de la
que ambos se abstienen para no correr el riesgo no sólo de lastimar a sus
respectivas parejas sino para no banalizar el amor que se profesan.
Con descripciones muchas veces
poéticas y líricas, Van Rysselberghe construye un relato en base a medias
sombras, diálogos silenciosos y sensaciones que se elaboran desde el yo íntimo,
sin acudir a monólogos interiores. En ese aspecto, la trama se va deshaciendo
en cada página como pétalos que se separan, cayendo de la flor a la que
pertenecían. Cada frase esconde una imagen, brindándole al texto un carácter
plenamente expresivo y una continuidad inusual en un volumen tan breve.
Fluido y por momentos conmovedor, el
libro se disfruta mucho y permite una reflexión sobre nuestros vínculos,
nuestras elecciones y nuestras necesidades afectivas. Las almas sensibles no
debieran perder la ocasión de leerlo.