sábado, 30 de agosto de 2014

Amor perdurable. Hace cuarenta años, María Van Rysselberghe


Errata Naturae, 2012

         Lo había apuntado hace casi dos años, cuando apareció por la blogosfera. Tardé bastante en hacerme de un ejemplar, puesto que por estos mares del Sur no había cómo conseguirlo. Por fortuna, una firma importadora y distribuidora se apiadó de los lectores. Las líneas de Utopía decidieron su lectura.

            ¿Puede existir un amor profundo entre dos seres que no encuentre una realización cabal en el plano físico? Para la autora, ello es posible. El libro narra las peripecias de un amor confesado pero no consumado entre la narradora y Hubert, amigo de Antoine, su marido, a orillas del Mar del Norte, en un descanso veraniego que la protagonista bautizó con el nombre de ‘la casita de la duna’. La imposibilidad de que sus respectivos cónyuges pudieran participar del mismo produjo la posibilidad de un encuentro tan efímero como inolvidable.

            Un amor forjado entre gestos, lecturas compartidas, paseos por la ribera y visitas a localidades cercanas, en una lucha continua contra la necesidad de posesión, de entrega corporal, de la que ambos se abstienen para no correr el riesgo no sólo de lastimar a sus respectivas parejas sino para no banalizar el amor que se profesan.

         Con descripciones muchas veces poéticas y líricas, Van Rysselberghe construye un relato en base a medias sombras, diálogos silenciosos y sensaciones que se elaboran desde el yo íntimo, sin acudir a monólogos interiores. En ese aspecto, la trama se va deshaciendo en cada página como pétalos que se separan, cayendo de la flor a la que pertenecían. Cada frase esconde una imagen, brindándole al texto un carácter plenamente expresivo y una continuidad inusual en un volumen tan breve.

            Fluido y por momentos conmovedor, el libro se disfruta mucho y permite una reflexión sobre nuestros vínculos, nuestras elecciones y nuestras necesidades afectivas. Las almas sensibles no debieran perder la ocasión de leerlo.

10 comentarios:

  1. Oh qué linda reseña, esta lectura te ha sacado el lado tierno y sensible. A mí también me ha gustado mucho, aunque al muchacho me hayan entrado ganas de darle de collejas en más de una ocasión.
    No me gusta mucho leer poesía pero este tipo de prosa sí, una que es así de rara y contradictoria, qué se le va a hacer.
    Me alegro muchísimo de que al fin pudieras conseguirla.
    Un beso grande para vos.

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    1. Es que no te puedes mantener ajeno a la historia, Norah. Lo que más me gustó fue esa certeza de que, de haber consumado la relación, lo que había de química y de magia se hubiera transformado en una historia más de adulterio, dolor e intrascendencia.
      Costó esperarla, pero valió la pena.
      Gracias por tus líneas. Otro besote para vos.

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  2. Marceloooo... pero que bonita metáfora has construido y que exacta:

    ...la trama se va deshaciendo en cada página como pétalos que se separan, cayendo de la flor a la que pertenecían.

    Hmmm, no acabo de ver claro que consumar la relación la hubiera vulgarizado y aunque no es totalmente imprescindible, amores platónicos los ha habido siempre, estoy convencida que el adulterio está cometido desde que hay amor entre dos personas que excluye a sus respectivas parejas.

    Me alegra que la hayas disfrutado.

    Muchos besos y buen fin de semana (y agradecida por tu mención).

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    1. Gracias por apreciar mis líneas, U-to! En realidad, las tuyas me empujaron a leerlo, una vez que lo conseguí.
      La consumación hubiera vuelto real algo que se vivía -al parecer- con la fragilidad de una fábula o de una fantasía compartida que, al tomar cuerpo, quizás perdiera lo que mantenía de idílico. Creo que algo de eso figura en el texto.
      Pues sí, la disfruté mucho y te lo debo!
      Buen finde para ti. Un beso grandote!

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  3. Amores platónicos. Me gustó especialmente el amor de ella, de Van Rysselberghe, el de él lo he visto menos romántico y más egoísta... Consumar o no... creo que cabrían las dos posibilidades: materializar algo etéreo hasta el momento y hacerlo vulgar, o todo lo contrario, hacer casi celestial lo que ya era bastante mágico.

    Me he hecho con el otro libro que escribió sobre esta relación, Para un ruiseñor, que tengo entendido es algo más flojo. Ya contaré (quién sabe cuándo)

    Besos!

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    1. Tal vez el de él era un poco menos 'jugado', sin intención de ir más allá porque así estaba bien, implicaba menos compromiso y probablemente no tolerase la condena de la sociedad que lo rodeaba. Si me preguntas, parece haber habido una cuota significativa de miedo.
      Por otro lado, supongo que no podría volverse celestial nada que se inicie provocándole dolor a quienes han estado con nosotros hasta allí.
      Con la continuación, me basta con 'Un alma valerosa', de Uhlman. Dejaré que nos cuentes, entonces.
      Un beso, Ana!

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  4. Pues ahora sí que he vuelto, Marcelo... o eso espero y claro, ya llego a tu blog y me tengo que llevar el título de un libro que no conozco pero que viene avalado por el gusto similar que tenemos, ya echaba de menos esto. Un abrazo :)

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    1. Qué buena noticia es saber que has vuelto, Yossi! Sabía que estabas atareado y yo también extrañaba nuestro amable intercambio.
      Éste es un libro conmovedor. Tampoco te pierdas a William Goyen; recomendable ciento por ciento.
      Un gran y fuerte abrazo!

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  5. Esta vez no coincididmos. A mi su lectura me pareció demasiado forzada, tuve problemas desde el principio con la descripción que pintaba del personaje masculino y la justificación de una situación que no llegué a terminar de creerme.
    Con ese gran "pero" no conseguí disfrutar de su lectura
    Besos

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    1. Ok, Silvia. Pero está narrado desde la percepción del componente femenino, más susceptible y sensible. Estamos de acuerdo en que el 'partenaire' resulta limitado -algo que muchos han apuntado- pero los tintes poéticos justifican -para mi- su lectura.
      Un beso grande para ti.

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