El Nadir, 2005
Varios
años atrás buscaba un título de este autor; no lo encontré, pero me hice de un
par de otros entre los cuales se contaba éste. Ya he dicho que me gustan
los rusos; hablan de nosotros, de la vida y de las emociones. Como hacía mucho
tiempo que no les dedicaba un lugar, lo seleccioné e intercalé en medio de otra
obra más extensa.
Este libro está compuesto de tres
relatos largos. El primero, responsable del título del volumen, supone un
encuentro entre el káiser Guillermo II de Alemania y un prisionero de origen
ruso que luchaba con los aliados, al ser capturado durante la toma de una aldea
belga. El káiser, enfermo de insomnio, decide hacer frente a la noche
dialogando con alguien cuya preparación intelectual esté a su nivel. En un
momento de flojera se duerme, dejando su revólver cargado a corta distancia del
prisionero, quien lo toma en sus manos y debe decidir el rumbo de la guerra.
El segundo, ‘Él. Historia de un
desconocido’, muestra a un joven ruso que acepta un puesto de preceptor de los
hijos de un importante señor, sito en las afueras de la ciudad. Al poco de
llegar al paraje, comienza a notar ciertos hechos inquietantes: una cuadrilla
se encarga de borrar sistemáticamente las huellas en los caminos; la esposa del
anfitrión nunca se presenta, pero se le oye tocar el piano y durante la noche
aparece un desconocido, que mira a su protagonista a través de la ventana de su
habitación. Esto ocurre hasta una noche en que lo hace pasar a su habitación.
El último, ‘En la niebla’, narra la
discusión interior de un joven de dieciocho años, hijo de un señor, bien
educado y enamorado de una joven amiga de su hermana menor, a quien su inclinación
al sexo y al vicio conduce a una enfermedad venérea, que lo debate entre la
deshonra y el suicidio.
El clima de desasosiego del alma,
esa bruma interior producto de una confusión de sentires entremezclados, son el
denominador común de estos cuentos. Los protagonistas viven circunstancias
extremas en las que deben tomar una decisión con riesgo de perder la vida
–matar al káiser en sus aposentos; escapar de la casa en medio de una llanura
helada; abandonar el hogar familiar y la vida social- y el lector acude no sólo
a los hechos sino al discurso interno previo de quien debe resolver la
situación. En este aspecto, los relatos se vuelven tan tensos y opresivos que
nos hacen partícipes de la atmósfera cargada en que se desarrolla cada uno de
los argumentos.
Con lenguaje coloquial y ameno, la
lectura fluye con morosidad, pausadamente en las partes culminantes. La
naturaleza de los cuentos comparte la soledad de los personajes de Kafka y algo
de la angustia impregnada en la narrativa de Poe. Es siempre uno el que debe
enfrentarse a ese estado de deliberación incierta que precede a una gran decisión,
sabiendo que cualquiera sea la misma, se tiene pocas probabilidades de salir
airoso. Y es ese desánimo el que desfila por sus páginas.
Por lo demás, es un libro que no
soslaya un debate sobre la ética a través de una mirada desesperanzada de todo
cambio en el ser humano, quien parece destinado a repetir sus propios errores.
Buen material para reflexionar.
Me llama poderosamente la atención el primero, Guillermo II es uno de los personajes históricos más antipático que conozco, claro que otros compatriotas posteriores lo dejaron al margen en las antipatías. Me llama la atención que el autor lo coloque en una posición tan comprometida.
ResponderEliminarConozco tu gusto por la literatura rusa que yo apenas conozco, algún día tendré que desembarcar en ella en serio. Hoy estoy cada vez más cerca, por no decir a la vuelta de la esquina de esa postura pesimista sobre el ser humano y su reiterada insistencia en cometer errores muy similares a los del pasado.
Abrazos!!!
¿Acercándote al nihilismo ruso? Pues claro, los hechos demuestran lo que señalas, U-to.
EliminarEl libro en sí tiene esos condimentos que los rusos han sabido dosificar en materia de cuestionamientos sociales. Pero también hay mucha observación de la naturaleza humana. Es un autor poco celebrado, pero vale la pena conocerlo.
Un beso grande!
Ja! Aquí tienes a un rusófilo de pro y por supuesto que me apunto estos tres relatos sin vacilar ni un instante, estoy seguro que te los agradeceré toda la vida, reminiscencias de Kafaka y Poe, genial reflexión, ¿hay algo más ruso que ese avo's que escinde de ahí? Y fíjate, me pillas leyendo el último libro de Svetlana Aleksiyevich, El fin del hombre rojo. Me voy con la recomendación. Un abrazo.
ResponderEliminarTiene un poco de ambos; esa soledad que es imposible de compartir con nadie y la atmósfera neblinosa y turbia de circunstancias aciagas.
EliminarNo conozco a la autora que señalas, así que la apuntaré.
Recibe un fuerte abrazo, Yossi!
Me gusta, me gusta. Sentirnos parejos a esa angustia a esa indecisión, a ese debate moral de los protagonistas me atrae mucho6cho. Además mencionas a Kafka y Poe y ya me rindo.
ResponderEliminarAbrazo,
Los rusos, en general, no se andan con medias tintas. Son crudos en su forma de narrar y van directamente al grano. Estos relatos de Andreiev son exponentes tanto de su estilo literario como de los temas que le inquietaban.
EliminarOtra abrazo!