lunes, 28 de diciembre de 2015

Una vuelta por los arrabales. Cannery Row, John Steinbeck


Navona, 2008

             Quizás no sea su obra más renombrada ni tampoco la más representativa, pero sin duda posee esa mirada inquisidora acerca de la sociedad de su tiempo, tan propia de Steinbeck. Hacía bastante que quería leerlo; decidí intercalarlo con un grupo de setas francesas que me habría de procurar para finalizar el año. No pude conseguir una edición del film que, basado en este título, protagonizaron Nick Nolte y Debra Winger en 1982, de la mano de David S. Ward. De todas maneras, disfruté de su lectura.

          Cannery Row es el nombre que lleva el suburbio de Monterrey, en California, destinado mayormente a la elaboración y envasado de conserva de pescado, particularmente de sardinas. El autor sitúa a sus personajes durante la Gran Depresión, donde dinero y trabajo escaseaban.

               Allí se dan cita Doc, un solitario investigador científico; Lee Chong, el hábil tendero local que no sólo hace negocios sino que provee a su clientela –y asiste a los demás dando crédito-; Dora, la madame del burdel local y Mack y sus muchachos, vagabundos reacios al empleo pero de gran corazón, quienes se apropian de un tugurio para capear la falta de vivienda. Son tiempos de carencias pero no de desaliento. Todo mantiene su equilibrio hasta que Mack y los suyos deciden dar una fiesta sorpresa a Doc por considerarlo un buen tipo. El exceso de whisky unido a otros infortunios cambiarán los planes de lo que se habían propuesto y entrarán en juego los demás personajes para que el fracaso inicial se convierta en un éxito inolvidable.

           Con personajes sabiamente delineados, una gran dosis de humor y escenas poéticas no exentas de emoción, Steinbeck compone un retrato fidedigno del entorno portuario de la Costa Oeste de los E.E.U.U., donde cohabitan gente de pueblo con estibadores, prostitutas, soldados y ladrones en medio de bares ruidosos, hedor a pescado y un ruido infernal, con una burbujeante geografía que combina bosques de pinos, cabañas, almacenes de ramos generales, galpones de chapa y sórdidos suburbios que dan vida a los arrabales donde bulle la vida.

            Fluida y coloquial, la novela se lee rápido dejando un sabor muy agradable y un mensaje esperanzador: que aún en los momentos de necesidad extrema, siempre habrá un motivo de festejo si existen solidaridad y amistad verdadera.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Dilema moral. El mar y veneno, Shusaku Endo


Ático de los Libros, 2011

             Este libro lo había sugerido Carol hace ya un par de años atrás, antes de ser mamá y silenciar –estimo que momentáneamente- su espacio. Al poco, en medio de la Feria del Libro local de ese mismo año, lo encontré y llevé. Haciendo espacio en mi ya abarrotada biblioteca lo vi esperando y lo encaré, pues había pasado algún tiempo sin visitar a ningún autor de origen nipón.

           Jiro Suguro es el parco médico que atiende al narrador del prólogo, enfermo de un neumotórax, a quien hay que infiltrar una aguja con cierto talento; de otra manera, sufrirá mucho. Picado en su curiosidad, intenta averiguar quién es ese facultativo tan diestro, descubriendo su singular pasado.

            La historia se traslada a fines de la II Guerra Mundial, donde Suguro y su compañero Toda son residentes en la sala de Cirugía Uno del Hospital de Fukuoka, a cargo del Dr. Hashimoto. A los reiterados bombardeos de los B 29 se le añade la sensación de derrota inminente del pueblo japonés. En ese clima de escepticismo, el ejército local decide realizar vivisecciones con algunos prisioneros estadounidenses capturados, de manera de que la muerte de los mismos permita avanzar en ciertas áreas de la medicina, particularmente en la lucha contra la tuberculosis, patología muy extendida en las islas. Invitados a participar ambos compañeros, Suguro se arrepiente enormemente y decide al final no tomar partido en ello. Pero ha sido mudo testigo de lo ocurrido y, por tanto, cómplice de los hechos.

            Basado en una historia real, Endo plantea a los lectores el dilema moral en que se debate el asistente: si toma parte de la experiencia, quedará manchado para toda la vida por segar vidas humanas a las que se juró proteger; si no lo hace, otro ocupará su lugar y no sólo será testigo del avance científico, sino que se le adelantará. Entonces, ¿qué hacer? ¿Cómo negarse a ser parte de una investigación que puede servir al futuro de la medicina, a la que sólo un puñado de médicos ha sido invitado a participar? Por otro, ¿cómo no arrastrar el estigma de culpabilidad de sendas muertes a lo largo de su vida?, ¿puede alguien mantenerse pasivo ante tamaño atropello?, ¿existe justificación posible para semejante horror?

           La obra se divide en tres partes. La primera narra las alternativas de los avatares del hospital hasta la llegada de los prisioneros. La segunda se ocupa de los testimonios de una de las enfermeras asistentes y del interno Toda, además de la preparación de los prisioneros para su vivisección. Finalmente, se detalla la experiencia en que participan Toda y Suguro –de las otras dos que se nombran no se tienen datos-, hasta el desenlace.

            Endo no hace juicio de valor; deja que lo haga el mismo lector. Sólo narra los hechos de manera neutra. No intenta ser morboso ni truculento; las escenas de vivisección se relatan sin detalles innecesarios. Pero sí deja entrever el clima revanchista del ejército sobre sus rivales; la atmósfera derrotista y hastiada de la población nipona respecto del sinsentido de la guerra y las luchas intestinas propias de cualquier rama de actividad en las que se compite por un puesto de renombre.

            Fluido, con prosa directa y cierto grado de reflexión, la historia de Suguro nos sumerge en un mar de preguntas de difícil respuesta. Nos participa de cierto grado de conformidad social y búsqueda de excusas fáciles para hechos atroces. Un libro que llama a la introspección sobre nuestras decisiones respecto al debido respeto que merece la vida humana.

viernes, 18 de diciembre de 2015

Efecto dominó. Amsterdam, Ian McEwan


Anagrama – Página 12, 2012


         He leído algunas de las obras de McEwan y siempre me ha parecido un escritor interesante, con obras equilibradas que incluyen cierta dosis de sorna e ironía. Por este trabajo le otorgaron el Booker Man Prize en 1998, motivo suficiente para zaherir mi curiosidad. Cuando un periódico local dispuso lanzar una colección de títulos entre los que se incluía, en edición económica, no dudé en llevarlo. Máxime, con las dificultades que ya acarreaba hacerse de un ejemplar.

          La otrora seductora columnista de modas Molly Lane ha dejado este mundo, después de una larga agonía con la que fue perdiendo memoria y terminó desconociéndose ella misma. En su funeral se dan cita el famoso compositor Clive Linley; el director del periódico El Juez, Vernon Halliday; el ministro de Asuntos Exteriores y candidato a primer ministro, Julian Garmony, todos ellos en algún momento amantes de la difunta y, como es de esperar, su opulento marido George Lane. A pocos días de esa ceremonia, unas fotos tomadas por Molly -que estaban en poder del viudo- en las que aparece el funcionario en actitud comprometedora son entregadas por aquél al pope de la prensa opositora al gobierno –Vernon- para su publicación. Este simple hecho origina una serie de situaciones entre los protagonistas cuyas imprevisibles consecuencias se revelarán al final de la novela.

            Con su característico humor negro y una cuota no despreciable de sátira, McEwan construye una historia donde unas fotos antiguas disparan la ocasión de saldar viejas deudas atragantadas entre los protagonistas, con una suerte de efecto dominó, por el que una acción deriva en otra, y así sucesivamente, haciendo que el texto fluya rápidamente hacia su desenlace.

          Pero lo que se inicia como un escrito prometedor naufraga a poco de andar. En principio, hay una asimetría notoria entre el desarrollo de sus personajes; no sólo Clive Linley es el más logrado, sino que los demás, en comparación, sólo resultan superficiales. Por otra parte, de la sorda batalla librada entre él y Vernon se sabe mucho más desde su punto de vista que del de su oponente. Si a esto le agregamos el inverosímil final, tan poco convincente que parece escrito por un amateur, la novela no está a la altura que supo alcanzar el autor en alguno de sus trabajos precedentes.

           Es curioso que a McEwan lo hayan premiado por este libro, cuando ese mismo galardón ya se le había negado dos veces por novelas mucho más reconocidas. Eso, al menos, levanta suspicacias sobre premiación y premiado. Ameno y coloquial, resulta entretenido de a ratos, pero sin dejar recuerdo.

domingo, 13 de diciembre de 2015

Infancia en guerra. Gárgaras con alquitrán, Jáchym Topol


Lengua de Trapo, 2008

              Lo rescaté de un comentario aparecido en la blogosfera acerca del autor, y conseguí dos de sus obras, editadas por el mismo sello, cuando en verdad intentaba hacerme de un ejemplar de ‘Hermana’, libro emblemático que sacó a Topol del anonimato. Deambulando una noche en medio de mi biblioteca, lo encontré e inicié su lectura.

           Ilja es apenas más que un mocoso, un niño cerca de los diez años, que comparte su vida con otros refugiados en un pueblo perdido dentro de la Checoslovaquia de Dubcek. Las monjas que los asisten en el Hogar, una suerte de orfanato, obligan a hacer gárgaras con jabón de alquitrán a los niños que mienten. Un buen día de 1968, el ejército invasor soviético traslada a las monjas –a quienes jamás volverán a ver- y los niños quedan desvalidos, a merced de sí mismos. Algunos morirán a manos de otros niños o de los soldados –checos o rusos- y el resto se valdrá de sus propios recursos para salir adelante, ya sea con unos u otros.

         Topol utiliza sabiamente los sucesivos cambios de bando de Ilja para mostrarnos la crudeza de la guerra, enfocada desde los dos frentes en pugna con realidades totalmente distintas: allí están las fuerzas del Pacto de Varsovia, intentando disciplinar a una díscola sociedad checa que combate con todas sus armas la opresión del oso ruso con una vanguardia militar que cuenta con mucho brío pero sin pertrechos adecuados y que no resultan de eficaz oposición al poderío desplegado por los primeros.

            Con elementos simples y cotidianos, el autor construye un relato verosímil, narrado desde la observación de un pequeño, a quien toca ser testigo ocular de actos de violencia de toda índole, atropellos, vejaciones varias y que aprende a sobrevivir en medio de una guerra sin otra ayuda que su sentido común y cierta dosis de inteligencia.

             Los deseos de diversión y de tranquilidad, los sueños y las fantasías del pequeño Ilja se intercalan con la agresión brutal, las violaciones a los derechos y la codicia de los militares rusos, cuya ocupación va ganando terreno a medida que la escalada bélica se torna más cruenta. 

              De estilo directo y coloquial no carente de lirismo, Topol va desgranando las reales características del conflicto. Un libro que evidencia los horrores de la guerra desde la mirada por momentos aguda y siempre inocente de un niño a quien la vida obligó a crecer rápidamente.


martes, 8 de diciembre de 2015

Aullidos nocturnos. Perros que cantan, Colum McCann


Muchnik, 2001

           Azuzado tanto por el éxito que ha tenido una de sus últimas obras, así como por la visita que el autor, auspiciado por la Embajada de Irlanda en Argentina, ha efectuado a nuestro país el pasado mes de agosto, decidí ponerme en campaña y conseguir los libros disponibles en el mercado. El amable diálogo sostenido con el público en esa ocasión, desató mi curiosidad de ver sobre cuáles eran sus temas y la elección recayó en éste, uno de sus primeros trabajos.

McCann firmando autógrafos en Buenos Aires; al fondo, el embajador Justin Harman

            Conor Lyons es un joven que vive en Estados Unidos y se toma un par de semanas de licencia para visitar al viejo, quien vive en una casa derruida en Mayo, un pueblo de la campiña irlandesa, en lo que estima será su último encuentro. Conor nos relata en primera persona la sórdida decadencia de su padre –astrado, sucio, apestoso-, cuya única tarea es capturar un gran pez al que supuestamente ha visto río arriba. Entretanto, un narrador se ocupa de contarnos la historia de Michael, quien fuera criado por dos hermanas protestantes y de las que heredó una vieja cámara de fotos con la que decidió recorrer mundo, más como aventurero que como profesional.

            Así, el lector acompaña el derrotero de éste, quien comienza a sacar fotos a la gente del pueblo a mediados de la década del ’30, se muda a España durante la Guerra Civil y se traslada al desierto de Chihuahua, en México, en busca de una mujer que ha visto en una foto. A quien encuentra es a Juanita, otra mujer con la que se casa y a la que fotografía desnuda infinidad de veces a través de los años -debido a su proverbial belleza-, como burdo intento de detener el paso del tiempo. Hasta que un buen día Juana, cansada de esperar el regreso a México, abandona el hogar sin dejar huella.

            McCann elabora un personaje –Conor- que a su vez crea a otro –su padre-. Los pormenores de esta relación, que intenta ser recuperada después de muchos años de ausencia e indiferencia, se intercalan con la historia de Michael y lo acontecido entre él y su esposa y los motivos que llevaron a ésta a salir de la escena familiar. Padre e hijo se convierten así en dos coyotes, esos perros que cantan al decir de los indios mexicanos, aullando cada cual por motivos distintos la ausencia de Juana, a quien jamás volvieron a ver.

        Con diálogos escasos de palabras, muchos gestos sobreentendidos y una sólida construcción de sus personajes, McCann despliega un abanico de metáforas sobre el amor, el egoísmo, el arte, la memoria y la vida cotidiana en una novela que alcanza cotas importantes de lirismo y llama a la reflexión sobre los vínculos familiares, los afectos y las pasiones que nos unen y desunen. Como iniciación a sus letras, un libro más que prometedor.

jueves, 3 de diciembre de 2015

El hombre desnudo. Donde dejé mi alma, Jérôme Ferrari


Demipage, 2013

           Mucho se ha escrito acerca de la novela por la que el autor obtuvo el premio Goncourt en 2012, catapultándolo a la fama. Pero mi naturaleza tozuda decidió indagar sobre su obra y hallé ésta, cuya traducción es posterior al galardón, aunque su aparición es anterior al mismo.

            Esta novela resume la vida del capitán André Degorce quien, habiendo sido parte de la Resistencia contra la ocupación alemana en 1944, ni bien concluyó la Segunda Guerra Mundial se enroló en el ejército; fue enviado a Indochina, donde participó en la derrota de Dien Bien Phu –y sobrevivió al martirio de sus captores-, y luego fue llamado a manejar la inteligencia en la lucha contra la guerrilla de liberación de Argelia.

            Son dos las voces que lo componen y tres protagonistas. En principio, está la historia del capitán Degorce en Argelia; sus métodos de obtención de información basados en la tortura de detenidos y delaciones surgidas mediante extorsiones varias, sin otra meta que eliminar cada célula terrorista, despojado de toda humanidad y ética para con el adversario. En ella, se incluyen los diálogos entre él y Tarik Hadj Nacer, alias Tahar, jefe del ejército rebelde a quien Degorce captura, no sin rendir culto a su rango. Por otra parte, está el testimonio –doloroso- del teniente Andreani, quien fue salvado y acompañado por Degorce en Vietnam, que constata la renuncia y traición de su ídolo ante un terrorista por el que no valía la pena rebajarse.

            Degorce encarna así al patriota francés que fue deportado al campo de concentración alemán, formó una familia y se hizo militar, para finalmente ser partícipe de la lenta agonía del imperio colonial francés, que lo ha hecho desistir de las ilusiones juveniles y de la dignidad de ser humano. En ese sentido, Degorce es el hombre desnudo: se ha quedado sin esperanzas, moral ni sentido de pertenencia. Tahar representa a los movimientos de emancipación que ya Francia no podrá detener; alberga la certeza del triunfo final y anticipa la independencia de esos pueblos. Andreani simboliza al militar francés, miembro de la OLAS, quien no puede comprender el desmantelamiento de las colonias de ultramar y critica la política de De Gaulle, y todo el cariño y el reconocimiento que guardaba por Degorce se transforma en un amargo desprecio.

         Ferrari compone con una magnífica construcción psicológica de los personajes, en menos de doscientas páginas, una novela densa, reflexiva, poliédrica, que si bien se ambienta durante tres días de 1957 en una población argelina, arrastra la historia muchos años más allá. Cada capítulo, a más de la trama, contiene reflexiones del propio Degorce y finaliza con un apéndice en el que Andreani se dirige retóricamente al capitán, narrándonos los cambios que se van suscitando en su personalidad. ¿Cómo recuperar el rol en la sociedad después de haber infligido tamaños horrores a sus semejantes?, ¿qué queda de la sana camaradería en condiciones misérrimas cuando se pacta con el poder?, ¿cómo sobrevivir al fracaso continuo?

       En suma, un libro sustancioso, que se pregunta por la culpa, la autocompasión, la debilidad y el desánimo de saber que al fin y al cabo nada tiene sentido. Más que apropiado para iniciarse en la obra de Ferrari.

sábado, 28 de noviembre de 2015

Paseos en torno a la cicatriz. El día de todas las almas, Cees Nooteboom


Debolsillo, 2008

           “Lo que en cualquier otro lugar era un sistema bipartidista, aquí era una lucha con veneno, mentiras, perjurios, difamaciones, escándalos. Los periódicos se tenían cogidos del cuello los unos a los otros, los jueces eran parte, el dinero fluía por cloacas subterráneas…”

            Éste fue el párrafo que había hallado en un pasatiempo literario de una revista local que despertó mi curiosidad e incitó mi búsqueda. Sin tener mayor idea del contenido, supuse que podría tratarse de una descripción bastante fidedigna de lo vivido en este país en algún momento y por eso no dudé en llevarlo apenas logré dar con él. No hablaba de Argentina sino de España, pero la escena bien podía adaptarse a otras realidades latinoamericanas.

            Arthur Daane es un camarógrafo neerlandés que ha perdido a su mujer y a su hijo en un trágico accidente. Ha alcanzado logros y reconocimientos por su actividad y tiene en mente rodar una película de la que solo posee fragmentos dispersos. Deambula por las calles de Berlín en invierno a fines de los ’90, cámara en mano, en busca de más imágenes y escenas, hasta que conoce a Elik, una compatriota, por la que siente inmediata atracción. En su periplo de bares y reuniones lo acompañan un artista plástico, un intelectual y una científica –hermana gemela de la esposa del intelectual-, además de su amiga Erna, quien sólo se comunica en off a través de los recuerdos que el propio Daane guarda de ella.

            Es la historia de un amor sui generis entre un hombre solo y una mujer con un pasado misterioso, quien intenta rescatar del olvido a una reina española medieval para su tesis de doctorado. Pero esa historia es más bien el vehículo, la excusa, para dar rienda a devaneos metafísicos, apreciaciones estéticas y literarias y ponderaciones gastronómicas de punzante mirada centroeuropea, en medio de los cambios que ha dejado la caída del Muro, esa cicatriz imperecedera que su protagonista recorre a diario. La trama lo conduce a España, en momentos de un brote de violencia –la ETA ha cobrado víctimas-, afectándolo a él mismo en un intento de robo.

            Con un estilo coloquial, el texto contiene una crítica no muy velada a la mercantilización estadounidense, que tiende a la uniformidad sin matices. Por otra parte, para enlazar un capítulo a otro, Nooteboom ha dispuesto una suerte de coro de voces impersonales, a modo de tragedia griega, que invoca la vanidad de nuestros hechos humanos y sienta las bases para una reflexión introspectiva. Un libro que oscila entre la novela y el ensayo y brinda una visión distinta de ese crisol de lenguas llamado Europa.

lunes, 23 de noviembre de 2015

Versión Original 8. El núcleo del disturbio, Samanta Schweblin


Destino, 2002

            Esta reseña apareció ya hace muchos años; corría el mes de junio de 2010. Sin embargo, dado la enorme presencia que ha tenido la obra de Schweblin en las lenguas latinoamericanas a partir de entonces, me decidí a publicar mi humilde parecer, después de haber leído su -mi- ópera prima.


             Llegué tarde al encuentro con este libro de relatos. Indagué en mi interior para tratar de explicarme por qué esta clase de escritos no me terminan de convencer. No encontré una respuesta óptima, sólo la más superficial y evidente: detesto a la gente “que me viene con cuentos”.

            Cuando agarré este libro de “Chuebly” (perdón, Samanta, pero es así) para leerlo, lo elegí por la sugestiva foto de la tapa, a más de reunir bajo un único título una docena de ficciones donde el denominador común es aquello que se nos vuelve incomprensible, dentro de un entorno cotidiano y familiar.

            Entiendo que el gran mérito de la obra no se encuentra en la elucubración de mundos de fantasía sino, por lo contrario, en la facilidad con que lo irreal se puede incorporar a la vida de todos los días, a veces sin preguntárnoslo y, en su mayoría, intentando alcanzar una explicación lógica de la que se carece. Pero, ¿puede todo explicarse lógicamente?

           Que un tren no pare en una estación es algo común; pero que no pare nunca –con el impedimento consiguiente de que nadie pueda descender o subirse a él-, parece descabellado. Que una persona vista de pijama es habitual; pero que aparezca –y desaparezca- en los lugares más inverosímiles, como sometido a los caprichos de un supuesto agujero negro, es propio de una mente febril. Si a esto le sumamos que toda mujer que es abandonada por su pareja, lo hace siempre en la misma estación de servicio -rodeada de otras tan poco afortunadas- o que un marido acarrea a su esposa asesinada por él mismo dentro de una valija, la que se convierte en apreciada obra de arte -por citar otros relatos que componen el volumen-, es fácil ver el hilo conductor de las narraciones: todo lo normal deja de serlo a partir de un hecho inesperado, pero no sobrenatural. Algo que no debiera ocurrir, pero ocurre. Y a partir de allí se desarrollan personajes y situaciones que buscan afanosamente encontrar una salida, una solución a este imposible, a este laberinto que propone la autora en cada cuento.

            Mas no sólo la historia narrada orilla lo excepcional, sino que también se acompaña de un lenguaje simple y directo, neutro, sin sensiblerías ni golpes de efecto. El uso conciso y adecuado de las palabras le aporta contundencia y fuerza narrativa a cada relato. “Chuebly” demuestra que con una dosis importante de ingenio y un buen acopio de metáforas, expresiones idiomáticas y giros lingüísticos una ficción bien contada no requiere muchas páginas para lograr su objetivo.

          Me pareció que este resumen era lo que este lector empedernido podía allegarte de distinto de lo que podrías encontrar en la Red si buscás, donde abunda info acerca de los cuentos y/o posibles análisis interpretativos. 

           El futuro literario de la autora resulta más que promisorio, si tenemos en cuenta que este libro fue publicado en el 2002, cuando Samanta contaba sólo con 24 años de edad, lo que empuja mi entusiasmo por conseguir su segundo libro de relatos. Y espero que también el tuyo.
            

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Método Champenoise. Invisible, Paul Auster


Anagrama, 2009

           Había leído mi primer Auster en el verano de 2011, cuando comenzaba una relación de pareja, por sugerencia suya. Luego me señaló otros títulos, y me abastecí de unos cuantos en ese febrero, incluido éste. Pero mi esencia de lector nómade me impide abordar otras obras del mismo autor consecutivamente, en aras de mantener un cierto grado de equilibrio –y de cordura-; por ello la distancia indispensable entre dos de ellas resulta casi una declaración de principios.

            Estamos en el Nueva York de 1967. Adam Walker es un joven y atractivo poeta que sólo cuenta con veinte años. En medio de una fiesta conoce a Rudolf Born, un profesor francés de ciencia política quince años mayor, quien al poco le propone hacerse cargo de una revista literaria que tiene en mente publicar con ciertos fondos heredados. Walker acepta la propuesta más debido a la seducción que sobre él ejerce Margot, la acompañante de Born, que por convicción. Pero un hecho delictivo que los tiene como víctimas generará una gran culpa en Walker, que arrastrará por años.

            El libro se divide en cuatro partes. La primera relata los hechos citados. De la segunda, se encarga James Freeman, un escritor otrora compañero de Walker, quien recibe por correo unos escritos sobre esa historia, cuando el protagonista agoniza. Es 2007, han pasado casi cuarenta años sin noticias uno del otro y Freeman asiste a un relato en el que se narra la relación incestuosa –con pelos y señales- entre Adam y su hermana Gwyn en el verano de 1967.

            Luego, en la tercera, Freeman al visitar a su amigo descubre que éste ha muerto días antes, no sin legarle el último capítulo de su escrito, en el que Walker se traslada a París para proseguir estudios de lengua francesa; vuelve a frecuentar a Margot y se topa con Born, quien lo presenta a Hélène y Cécile, novia e hija de ésta, respectivamente. La venganza que pergeña Walker se descubre y éste debe volver a Nueva York. Finalmente, Freeman se encuentra con Cécile en el presente, quien concluye la historia.

            La novela toma ribetes de thriller y suspense a medida que transcurren sus páginas. Born resulta todo lo misterioso y elusivo que se necesita para ello. Él es el invisible protagonista de toda la obra.

          Destaco dos cosas importantes: la primera es el cambio de narrador sin pérdida de coherencia narrativa. Comienza Walker en primera persona; continúa Freeman con el escrito de Walker en segunda persona; pasa a Walker en tercera persona y finaliza con la narración en un diario personal. Con esto, Auster hace gala de una serie de recursos estilísticos que bien pueden servir de modelo para quien desea dedicarse a escribir. La segunda es el manejo de la verdad y la mentira en toda la ficción, de manera que la línea que las separa se va volviendo difusa. ¿Es verdad todo lo que nos cuenta Walker?, ¿qué peligros entrañan Born y Margot?

            Sin embargo, adolece de falta de credibilidad en algunas escenas y si bien el erotismo se hace presente en la descripción de la relación sexual entre hermanos –que Gwyn va a negar una vez consultada-, resulta poco convincente que, si algo de la historia se resuelve, esto tenga lugar en una isla del Caribe muchos años después, entre Born y Cécile, la hija que no fue.

         Por lo demás, una narración sólida, fluida, rítmica, bien llevada. En cada cambio de segmento se esconde un giro inesperado que conduce a otro enfoque y profundiza la trama. Es esa escalada en espiral la que me hizo asociar tales giros al método Champenoise de elaboración de champaña, en el que se debe girar e inclinar la botella un poco todos los días para ir arrastrando las borras hacia el cuello y que éstas puedan salir expulsadas en un paso posterior. Un libro entretenido y llevadero.   

viernes, 13 de noviembre de 2015

Naturaleza venial. Malos sentimientos, Inés Fernández Moreno


Alfaguara, 2015

            Le guardo a la autora un cariño especial, pues llevo asociado el título de uno de sus libros a un episodio de índole personal ocurrido simultáneamente a la aparición de aquél. Para mejor, en 2014 le fue otorgado el premio Sor Juana Inés de la Cruz por otra de sus obras. No podía menos que asistir a la entrevista que sostuviera en una librería céntrica de Buenos Aires, con motivo del lanzamiento de éste, su nuevo libro, y aprovechar la ocasión para saludarla.

            El presente es un libro constituido por once relatos de distinta extensión, unido a tres fábulas que ofician de coda del volumen. La obsesión por recuperar la Mackintosh que fue robada; los remordimientos que afloran en dos amigas que hace treinta años que no se ven; el quedarse con el dinero de otra persona con la excusa de que no le interesa o importa; la envidia suscitada por un tapado de origen extranjero; la decisión de abortar o no un embarazo no buscado mientras se derrumba un gimnasio vecino; la venganza de una mujer despechada al enterarse de la muerte del hombre que otra le quitó; el pase de facturas de un matrimonio en el que ella es la dueña de casi todo, son algunos de los rencores, vilezas y mezquindades que aparecen salpicando las historias que, aún cotidianas, manifiestan sus protagonistas.

            Con buena dosis de frescura y gran poder de observación, Fernández Moreno hace gala de un fino humor no exento de ironía a la hora de exponer estos sentimientos bajos que, como bien señala su autora,

‘son pegajosos, no se desprenden fácilmente de las grietas donde anidan, se quedan agarrados como garrapatas chupando su herida en forma incesante e insaciable.’

            De estilo coloquial y fluido,  el libro se lee rápidamente. Con personajes bien delineados, insertos en medio de escenas diarias –un viaje en tren, una vieja casona, una llamada por teléfono-, Fernández Moreno nos enfrenta con nuestros compañeros inseparables; ésos que se intercalan en comentarios, charlas de amigos, con el sólo fin de aflojar tensiones internas generadas en otras tantas instancias anteriores. Un libro que da buena cuenta de nuestra naturaleza venial.

domingo, 8 de noviembre de 2015

Botín de guerra. Como si yo no estuviera, Slavenka Drakulic


Anagrama, 2001

         Lo adquirí sabiendo su contenido. Esperaba alguna cuota de aliento en medio de una realidad desoladora y vergonzante; no pude encontrarla. No soy mujer; no puedo saber cómo siente una mujer, pero puedo empatizar con ella en determinadas circunstancias. No reniego de ser varón, pero siento que a veces hay actitudes masculinas que nos denigran como género.

          Drakulic va a narrar en tercera persona lo que ocurre con S., una maestra de veintinueve años, que es detenida y conducida a un campo de concentración serbio por el solo hecho de ser bosnia, es decir, musulmana. No importa que su madre haya sido serbia también; la orden es para todo perdedor –léase, invadido por el poder militar serbio-. Estamos en 1992 y se desintegra la antigua Yugoslavia del mariscal Tito. S. es una más entre un centenar de mujeres bosnias que deberán adaptarse a las nuevas condiciones de vida. Asistir a las enfermas, ayudar en los partos y tratar de volverse invisible a la mirada de las tropas serbias.

         Pero no lo logra. Una vez identificada, es llevada por un militar para ser violada sistemáticamente por un grupo de soldados. Después de ser golpeada y desfigurada, se la recoge en el ‘cuarto de mujeres’, un recinto destinado a la satisfacción de necesidades sexuales de los machos invasores, que algunas noches se hacen presentes y escogen a sus víctimas, sin posibilidad de rechazo ni escape.

            El libro intenta abordar la realidad de esas mujeres –para lo cual la autora tuvo que mantener cientos de entrevistas con las damnificadas- a merced del capricho del ejército de ocupación, muchas de ellas –como la protagonista- con un hijo en sus vientres producto de semejante atropello. Sin otra seña particular más que ser un botín de guerra.

           La realidad de un campo de concentración, donde cada cual debe pelear por su supervivencia sin importar qué le ocurre al otro; las mezquindades y los egoísmos propios, que suelen aflorar en tales circunstancias; el debate moral de aquellas que son violadas –que, en compensación, mantienen mejores condiciones de vida y de alimentación de las que no lo son-; el qué hacer con el bebé una vez éste haga aparición en este mundo, son parte de las reflexiones a los que Drakulic somete al lector, explicando los pormenores de las situaciones sin posibilitar respuestas fáciles.

             Fluido, el libro se lee bien, aunque no sin amargura. ¿Debemos tolerar que un niño nacido de nuestras entrañas, sin quererlo, sobreviva?, ¿no sería mejor acabar con él apenas respirase? ¿Cuál es la postura de la sociedad al respecto? ¿Qué ocurre con todos aquellos que supieron conocernos en tiempos anteriores y ahora nos asumen sin hogar, sin patria, sin nada y con un hijo no deseado? Estos son algunos cuestionamientos que Drakulic nos hace llegar a través de una sólida narración, directa y cruda.

martes, 3 de noviembre de 2015

Decálogo del lector. Como una novela, Daniel Pennac


Grupo Editorial Norma, 2011

          La había apuntado hacía tiempo, porque trataba del amor por la lectura y los libros. Creo que fue Esther quien, con su sucinta compilación, me decidió a buscarlo.

           Cuando era pequeño, mis padres no solían contarme cuentos por las noches; más bien mi madre me sugería hacer la tarea escolar y me tomaba la lección del día siguiente. Creo haber contado con algo más de ocho años, cuando me compraron mi primer libro. Era La vuelta al mundo en ochenta días, de Jules Verne, en una edición cartoné, y todas las mañanas durante el desayuno debía contarles mi progreso. De esa manera se cercioraban no sólo que leyera, sino que lo hiciera comprensivamente y fuera capaz de exponer con coherencia lo leído.

            Resulta llamativo, dice Pennac, cómo un niño ávido de lectura, que hasta puede repetir de memoria los párrafos sobresalientes de su cuento nocturno, se vuelve impermeable a los libros en su etapa adolescente. En medio de las razones se encuentran la renuncia parental de narrar al iniciarse la etapa escolar –dejando que la escuela se encargue de ello y así ahorrarse un tiempo para disposición personal-; el castigo que supone obligarlo a leer en su cuarto, cuando se le restringe el acceso a la TV; los programas escolares que incorporan lecturas obligatorias casi siempre voluminosas –a veces poco apropiadas- y la falta de llegada de los docentes, quienes no fomentan la lectura adecuadamente, mucho menos con aquellos que resultan remisos o reactivos a tal actividad.

              Pennac dedica gran parte de su material a indicarnos cursos de acción que permitan hacer más cercana la literatura a los jóvenes, sin apabullarlos ni invadirlos. Sobre todo, rescata la idea de leerles en voz alta –con la entonación que corresponde- para despertar en ellos el germen de la lectura.

            Un libro muy bien escrito, por un autor que intenta devolver los libros a quienes deben ser sus usuales destinatarios, los lectores. En tanto existan estos últimos, el amor por la lectura y los libros no decaerá. Fluido, ameno y coloquial, no sólo encontramos preguntas sino también respuestas de qué hacer para despertar la vocación lectora de nuestros jóvenes.

jueves, 29 de octubre de 2015

Instrumento de Dios. Oración por Owen, John Irving


Tusquets, 1989

           Fue hace año y medio atrás que nos encontramos con un compañero profesor de Letras y, en medio del clásico intercambio de títulos para recomendarnos, él disparó éste sin dejar de hacer una clara alusión a la difícil tarea de hallar un ejemplar, puesto que era un libro viejo y agotado. Semanas después, yendo a buscar un libro de Barnes en una tienda de usados, se me dio por mirar los anaqueles. Y allí estaba, como esperándome.

            John Wheelwright cuenta con diez años y vive en el pueblo de Gravesend, en el estado de New Hampshire, E.E.U.U. Estamos en 1952 y Owen Meany, un alfeñique de su misma edad, con problemas de crecimiento y voz de pito, es su mejor amigo. La mala fortuna hace que en la última pelota a batear en un intrascendente partido de béisbol, Owen la golpee certeramente y con ella mate a la madre de John que pasaba por las inmediaciones. Éste, hijo natural, quien desconoce la identidad de su padre, es cobijado por su padrastro y su abuela en la vieja casona que ésta posee. El accidente sólo fragua así una amistad que se prolongará más allá de la muerte de Owen, años después.

            Por su parte, Owen es un ser contrahecho pero con una rara inteligencia y un notable poder de clarividencia. Durante una representación de Canción de Navidad, de Dickens, ve en la lápida de Ebenezer Scrooge, escrito su propio nombre y la fecha exacta de su muerte. Y en un sueño que le ronda frecuentemente se le aparece el momento crucial, con total claridad y objeto.

            Rescato tres planos de este libro colosal. Primero, la amistad verdadera y sin bajezas de los dos protagonistas, capaz de aceptar las limitaciones que la vida les ha impuesto a cada uno –el escaso cuerpo y la voz de Owen; la muerte de la madre y la poca agilidad de pensamiento de John- sin hacer juicio crítico, compartiendo la escuela, el deporte y la vida en general. Owen es quien lleva la voz cantante en todo aquello que protagoniza, pero nunca podría ser él mismo sin la presencia de John, en una extraña tanto como efectiva simbiosis.

          Otra arista es el tema de la fe. John pertenece a una iglesia, pero no practica. Su madre, por otros motivos, hace que cambien de iglesia –y de creencia- como quien cambia de indumentaria. Owen es un hombre de fe; su vida está  signada por citas evangélicas, de manera que asume el rol de ser un instrumento de Dios, una suerte de nuevo Mesías, de quien John encarnaría a su discípulo amado, pues es John quien narra la historia de Owen hasta su último minuto y quien se vuelve creyente y clama por él en su ausencia. Irving no deja pasar la ocasión para separar la fe religiosa personal -y como tal, subjetiva-, del culto institucional al que crítica de hipócrita y acomodaticio.

            Además, en el medio de todo está Vietnam. Owen decide enrolarse en el ejército y graduarse de subteniente, con la firme voluntad de ir al frente, pero su endeble cuerpo se lo impide y solo puede encontrar trabajo como asistente de bajas, un eufemismo para aquellos oficiales destinados a entregar los cadáveres de los caídos a sus familias. John pide prórroga mientras asiste a la universidad para graduarse, pero al concluir sus estudios es llamado a filas. Owen, quien conoce la falta de decisión de su amigo para desertar, soluciona el problema con la anuencia de John, no sin costo. Irving se vuelve un furibundo crítico de esa guerra sin sentido que costó la vida de miles de jóvenes estadounidenses, emitiendo cifras de bajas a medida que la escalada de violencia en el sudeste asiático aumentaba y pone en boca de Owen su sentir: ¿cómo vamos a salvar a los survietnamitas si, para liberarlos de los norvietnamitas y del Vietcong, bombardeamos su territorio y a su gente?

            Para finalizar, cabe decir que John narra la historia en tiempo presente, en un prodigioso ejercicio de memoria. Es 1987, tiene cuarenta y cinco años, vive en Toronto, y da clases de Letras en un colegio de niñas; sigue tan soltero y virgen como cuando vivía Owen. Aun frecuenta la casona que la abuela les legó, para encontrarse con su padrastro todos los meses de agosto. La crítica literaria que incluye sobre Thomas Hardy, Robertson Davies, Alice Munro y otros autores no tiene desperdicio.

           Fluida, construida con protagonistas entrañables, una galería de personajes secundarios bien delineados y una prosa amena, con escenas emotivas y otras desopilantes que conducen al lector al borde de la carcajada, la novela es el reflejo de una amistad a prueba de balas, que perdura en el tiempo más allá de la muerte y se convierte en un canto de esperanza para todos aquellos que hemos sufrido una pérdida.

        Si lo ven en algún escaparate de usados, llévenlo sin dudar. Librazo imperdible; lo mejor que he leído en lo que va del año. Y probablemente, entre mis mejores diez títulos.

               Gracias por la recomendación, Javier!

sábado, 24 de octubre de 2015

Oscuridad polar. Paisaje aproximado, Peter Stamm



Acantilado, 2003

               La reseña de Offuscatio en Goodreads era lacónica, apenas un renglón en el que no estaba convencida de gustarle pero lo había disfrutado. Tomé el guante echado así, sin más, con la corazonada de hallar algo distinto. Decidí intercalarlo con otra lectura más densa.

           Estamos en un pueblito noruego ubicado en el Círculo Polar Ártico. Kathrine cuenta con veintiocho años, un hijo y trabaja en la aduana. Casada en segundas nupcias con Thomas, descubre que toda la historia que éste le ha contado de sí mismo son puras mentiras. Abandona su casa, su hijo y su trabajo, y toma rumbo hacia el sur en busca de Christian, un danés al que conoció en una de sus visitas a la planta conservadora de pescado, que se encuentra en París. La novela se ocupa de las peripecias de ese viaje de ida y vuelta.

            Destaco en esta obra una mágica simbiosis entre la oscuridad polar, que confina a su gente a vivir muchos meses de noche, sin más compañía que una aurora boreal o un tenue resplandor, al calor de los faroles, en una especie de semivida, un letargo que parece mimetizarse con la blancura del entorno nevado y congelado, y la oscuridad que genera la mentira, ejercida con la intención de deslumbrar fugazmente a un incauto, una vez que se descubre.

          Stamm construye un relato simple, descarnado, con un puñado de elementos propios de estas frías y austeras latitudes y una mínima galería de personajes secundarios, que acompañan muy bien a su protagonista. Allí están la madre, que advierte y aconseja pero no se entromete; el viejo capitán de barco, que trata de conquistarla sin éxito; el viajero accidental, afable y timorato; el amigo de la infancia, eterno enamorado de Kathrine, y ambos maridos, que sólo se ocupan de sí mismos.

               Al decir de su autor, ¿qué es la mentira sino nuestro estado más habitual? Al fin y al cabo todos mentimos y eso no cambia nada. Nadie es como dice ser; todos nos rodeamos de un armazón, un disfraz para poder interactuar con los demás sin exponernos innecesariamente. Y a veces, lo más importante está delante de nuestras narices, al alcance de la mano y no somos capaces de descubrirlo. 

           Con estilo minimalista, escasez de recursos y descripciones, Stamm compone un libro breve que inquiere sobre la naturaleza del amor, los vínculos familiares, las oportunidades de cambio y la búsqueda de la felicidad. Un buen comienzo con este autor.

lunes, 19 de octubre de 2015

Cambiando el pasado. 22/11/63, Stephen King


Random House Mondadori, 2012

          Subyugado por la recomendación de Norah, quien lo ha puesto por las nubes, no me quedaba más que encontrarlo y leerlo. Lamentablemente, sólo pude hallar una edición completa, mucho más onerosa y voluminosa que la de bolsillo, más accesible en todo sentido. Cerca de un año ocupó una porción no menor de mi estantería destinada a libros voluminosos. Sentí que era su momento –o el mío- para encararlo.

          Jake Epping es un profesor de literatura en la medianía de sus treinta, que vive en Maine, E.E.U.U., en 2011. Divorciado recientemente de una mujer alcohólica, por azar se ve envuelto en una particular situación: puede viajar a 1958 y, entre otras cosas, salvar a Kennedy de su asesinato. Lo que comienza como un desafío y una aventura extemporánea, se complica al poco de andar. Descubre el amor junto a Sadie Dunhill, una bibliotecaria que llega a su entorno laboral y con quien compartirá más de cinco años de relación hasta que, intentando cumplir el proyecto de salvar la vida del presidente, toda su historia tenga un cierre agridulce.

            Hay varios puntos a favor. King entremezcla la historia real de Lee Oswald y su familia con otras de ficción, que le permiten configurar una trama sólida, en base a un ex - marido psicótico y un puñado de personajes que resultan necesarios para desarrollar la narración. Además, el relato se vuelve directo, construido a través de un montón de elementos temporalmente correctos que refuerzan el carácter de historia novelizada, sin traspiés ni baches. Por otra parte, King deja bien en claro que las modificaciones que se realizan en el pasado tienen sus consecuencias a largo plazo, con lo cual, el regreso del protagonista a su tiempo al fin del relato, conlleva la aceptación de todo aquello que él mismo se encargó de cambiar… o tendrá que volver a cambiarlo.

            Si bien hasta el final la novela mantiene en vilo al lector, el desenlace no me parece a la altura del resto. Se vuelve un tanto sensiblero para compensar lo poco creíble del futuro que el protagonista ha desencadenado –uno de los tantos posibles-. Sí está profusamente documentado; el autor nos cuenta en las últimas páginas su trabajo de investigación a la hora de pergeñar una historia sobre la que estuvo dando vueltas casi cuarenta años.

        El resultado es un buen libro; bien narrado, con historias secundarias interesantes, diálogos bien provocados y una historia coherente. Podría haberse ahorrado un centenar de páginas, pero en el balance no está mal. No es una maravilla, pero entretiene. De estilo coloquial, resulta ameno y muy apropiado para un viaje en crucero o para llevar de vacaciones a la playa.

miércoles, 14 de octubre de 2015

Versión Original 7. Claus y Lucas, Agota Kristof


Quinteto, 2009

           La reseña apareció a fines de 2010 en otro espacio, y la rescato porque el libro ha devenido emblemático con el correr de los años. Afortunadamente para los lectores, hoy es de fácil acceso; por aquella época, había que saber a quién acudir para que facilitara algún ejemplar.

          
             Primero fue la recomendación de un amigo, asiduo lector, de esta trilogía. Luego, espoleó mi curiosidad una seguidora de este espacio, con una reseña del libro en el suyo –y una propuesta rayana en el desafío-. Finalmente, fueron los buenos oficios de un librero de alma que hicieron posible su lectura. Vaya a los tres mi reconocimiento en esta oportunidad y, en ellos, a todos aquellos por los que el virus de la lectura –siempre en germen- se esparce.

            Este libro son tres libros, aunque no componen precisamente una saga, o por lo menos no pareciera. De hecho, me consta que cada uno de ellos había aparecido en una edición anterior sin sus compañeros. El primero, se llama El gran cuaderno, en plena alusión adonde estos gemelos, de corta edad y abandonados por su madre -con motivo de la guerra- en manos de una abuela a la que ni siquiera conocían, vuelcan sistemáticamente todo lo que aprenden de la vida cotidiana en un paraje de frontera, cuya única oportunidad de supervivencia es realizar las tareas de la granja, sin asistencia, con la sola presencia de la despiadada abuela y algunos personajes que permiten tales aprendizajes. Lo destacable es la carencia absoluta de sentimientos de los chicos, capaces de hacer ejercicios para soportar el dolor, el hambre y hasta matar sin cuestionarse moralmente ningún acto.

            En La prueba se narra la historia de Lucas, una vez que Claus cruza la frontera y escapa. Con la abuela muerta y un cura como única compañía, Lucas entra en crisis debido a su soledad, que se ve parcialmente disminuida por la llegada de una joven con un hijo en sus entrañas. Sin credencial que acredite su identidad, Lucas encarna al “inexistente”, poniendo a prueba varias veces al lector en su fe de que realmente los mellizos existen y no son solo parte de la imaginación del protagonista –reforzando la idea inicial sostenida desde el anagrama con que se construyen ambos nombres-. El relato se vuelve sórdido de a ratos, donde no se escatima alguna alusión socarrona al “partido” dirigente. Acompañado por unos personajes que oscilan entre lo funambulesco y fantasmagórico, Kristof se las arregla para mostrarnos todo tipo de desencuentros y sinsentido, como si la vida sólo fuera eso, un padecimiento sin fin.

            Finalmente, La tercera mentira está dividida en dos partes. En la primera, un supuesto Claus ya adulto y enfermo, decide volver a su pueblo desde el extranjero para morir en él. El relato, que comienza en primera persona del singular, intercala sueños, digresiones acerca de la infancia –que pone en entredicho lo narrado en el primero de los libros- y una obsesiva búsqueda del hermano. En la segunda parte, Kristof expone el encuentro entre ambos hermanos. Nos devela que Claus es en realidad Lucas, totalmente negado por su gemelo, quien se ha encargado de su madre sabiendo su preferencia por el hijo ausente. También cuenta con digresiones a la infancia, pero aquí la historia es otra; una lucha entre los padres de los gemelos debido a una relación espuria termina en una tragedia con una madre enloquecida, un padre muerto y un hijo (Lucas) que se da por desaparecido. Quien se hace cargo de Claus es la amante del padre, que da a luz una niña y entonces se narra la historia de ambos medio – hermanos. Al parecer, este libro resulta una reelaboración de la historia del primero, con los mismos personajes pero en circunstancias totalmente distintas.

            En suma, la contundencia de las frases cortas, la falta absoluta de principios morales y un estilo narrativo descarnado y brutal hacen de 'El gran cuaderno' el más sólido y original de los libros. Los restantes, sólo aportan matices acerca del totalitarismo, las fuerzas que han llevado al enfrentamiento a Europa y construyen una fábula desde una perspectiva local. No obstante, el conjunto es ameno y fluido, con algunas escenas bizarras y otros condimentos que lo hacen llevadero.