viernes, 30 de enero de 2015

Estamos todos solos. La mujer zurda, Peter Handke


Alianza, 2006

            Había conseguido dos de las obras breves de Handke en el mismo momento y dejé ésta para intercalar con otras más laboriosas. Al reseñar para otro espacio ‘El peso del mundo’ –un diario sin formato de diario, primer libro del autor en mis manos-, hice un comentario en el que indicaba que aquél fue escrito entre 1975 y 1977, mientras desarrollaba justamente el de marras. Después del beneplácito que supuso la lectura de ‘La tarde de un escritor’, reincidí en él.

         Una mujer de mediana edad, que cuenta con esposo y un hijo pequeño en común, decide un día plantear una separación que se supone momentánea, por necesidad personal de experimentar la soledad, aún haciéndose cargo del niño. Ante ello su marido reacciona, primero descreyendo; luego, dándole curso a la petición no sin amenazas, se instala en casa de una amiga de ambos. Como la protagonista no tenía actividad y ahora necesita un ingreso, contacta a su antiguo editor para realizar traducciones. Los días pasan y su vida transcurre en la más amplia de las soledades.

            Es un libro que resalta cómo la angustia y el estado de crisis que genera una ruptura no necesariamente deriva en una fuga del lugar, sino que también puede canalizarse en los hechos rutinarios que componen su vida diaria. Así, nuestra mujer no cambia de casa ni de entorno; sigue en su misma cotidianeidad. Un grupo de personajes a los que va descubriendo en su periplo la acompañan en este relato cuyos diálogos semejan más a monólogos sin contacto, una suerte de conversación entre sordos.

            Handke destaca el hecho de que todos vivimos nuestro acontecer junto a los demás, pero esos demás son tan incapaces como nosotros mismos de salir hacia un encuentro común; esa alteridad que hace posible la comunicación. Por eso en la escena final donde se reúnen, el intercambio tiene más de murmullo que de coro polifónico; no hay comunión real, estamos todos solos.

         Fluido, de estilo circunspecto y directo, este breve libro transmite impotencia, imposibilidad de alcanzar intimidad y, debido a ello, una soledad inmensa. Para explorar y meditar.

viernes, 23 de enero de 2015

Pelibro 2. The Help


Libro

CRIADAS Y SEÑORAS

 Kathryn Stockett (Océano - Maeva, 2012)

            Había acudido a la blogosfera en busca de un título que pudiera agradar a mi anciana madre y así concluir con la consabida cantilena del escaso interés que yo ponía en hallarle algo. Se le olvidó recordar, claro, que los últimos que le acerqué solo habían sido catalogados como ‘una porquería’, sin más. Al dar con el de marras, lo apunté. Y por única vez en el año que pasó me lo agradeció.

            La novela, ambientada en Jackson, Mississippi, comienza en agosto de 1962. Allí, un grupo de amigas, otrora compañeras en la escuela preparatoria, se reúnen a jugar bridge una vez a la semana. Quien comanda las acciones es Miss Hilly, la presidenta de la Liga de Damas local, quien no sólo indica qué hacer sino que está al tanto de todo lo que acontece en el pueblo y quien, mediante vínculos familiares y contactos puede expulsar socialmente a todo aquel que no se avenga a sus designios. Además, es la abanderada del racismo en su tierra.

            Entre las protagonistas se encuentra Miss Skeeter, una joven de veintitrés años que regresa a Jackson tras acabar sus estudios universitarios; es la única amiga de Hilly que no ha formado pareja y sobre la que todo el mundo –blanco- presiona para que lo haga. Las otras dos son criadas –negras- de estas señoras. Aibeleen ya ha trabajado en varias casas durante cuarenta años y criado a diecisiete niños cuando pierde a su propio hijo, Treelore. Minny, su mejor amiga, también está al servicio –nada menos que de Miss Hilly-, pero su carácter intolerante y sus comentarios mordaces e irónicos logran que dure poco en cada casa; y tiene cinco hijos que alimentar. Las tres advierten la desigualdad e injusticia entre ambas razas y, mediante un proyecto clandestino se proponen lograr una vida más digna y equitativa para todos.

           El libro narra entonces las peripecias de estas mujeres que han decidido volcar sus propias experiencias en el trabajo de servidumbre, mediante entrevistas personales que Miss Skeeter realiza con ellas y un buen número de compañeras, con el fin de reunir en un único volumen los testimonios de lo que ocurre realmente dentro de cada casa. El problema se resume en mantener en secreto estas actividades sin levantar sospechas, sobre todo de la avispada Miss Hilly, para no tener problemas de empleo, al menos hasta que se publique el trabajo final.

            Escrito en estilo coloquial, con diálogos jugosos y respetando los modismos propios del acento sureño, Stockett construye una ficción donde abundan el sarcasmo, la ironía y una gran dosis de humor, sin dejar por ello de reflejar una época y una realidad social. El racismo en sus formas más sutiles, así como la violencia de género y el desapego y fastidio de las mujeres blancas por sus hijos se entremezclan con el acontecer político de Martin Luther King y los asesinatos de gente de color que lucha por sus derechos.

          Divertido y llevadero, el texto se lee con fluidez y entre sonrisas. Recomendable para acompañar las vacaciones o cualquier viaje de placer.



Film

HISTORIAS CRUZADAS

Tate Taylor (DreamWorks Pictures, 2011)

        Vi el tráiler en el cine, antes de la película elegida y parecía interesante. Cuando la pusieron en cartel, me olvidé de ella. Se me ocurrió que podía ser parte de esta sección y obtuve una copia.

            El film de Taylor combina escenas magníficas, congojas, risas y un humor delicado, mucho más auspicioso tratándose de una relación entre señoras blancas y criadas negras a principios de los años ’60.

            El guión responde bastante bien a la novela de Stockett, con algunas adaptaciones libres que no modifican el curso de la historia principal y mantienen el interés del espectador. Un espectador que, por otra parte, empatiza de manera inmediata con alguno de sus personajes.

            Las actuaciones de sus protagonistas principales cumplen con creces su rol, con una Emma Stone (Miss Skeeter) apropiada –a quien le sobra paño-, una Bryce Dallas Howard (Miss Hilly) fantástica –encarna a la malvada del grupo- y un punto superlativo para Octavia Spencer (Minny) que se gana todos los aplausos con sus comentarios y despliegue –no por nada se llevó el Oscar a la Mejor actriz de reparto-. Solo le faltó a Viola Davis (Aibeleen) un poco más de chispa en ciertos cuadros. Pero el conjunto supera la crítica.

          Finalmente, no dista mucho del libro y, con matices, puede disfrutarse tanto una como otro. Con buena fotografía y música de Thomas Newman, que se integra apropiadamente al entorno narrativo, el film resulta entretenido y a la vez conmovedor. Buena opción para verla en familia.


Testimonio del segundo Pelibro

viernes, 16 de enero de 2015

Gambito de dama. La verdad sobre Marie, Jean-Philippe Toussaint


Anagrama, 2012

            Lo vi en una oferta de libros usados y lo llevé, más que nada porque recordaba bien un libro anterior suyo, que me había gustado. Ni soñaba que en su interior anidaba una especie de continuación o complemento de aquél.

          En esta ocasión, Toussaint nos plantea el caso inverso que el de ‘Huir’. Dividido en tres partes, nos narra sendos instantes en la vida de Marie, ex – esposa del protagonista. La primera transcurre en una tórrida noche parisina, en la que Marie sufre el percance de perder a su pareja mientras éste dormía, después de un acto sexual. Ante tal circunstancia no duda en llamar a los médicos y a su ex – marido, quien narra en primera persona.

            Éste, en la segunda parte, intenta hacer un análisis de cómo ambos se conocieron y frecuentaron, a partir de una exposición de Marie en Japón, a la que su amante asistió al azar, debido a una reunión con motivos hípicos. En la tercera, relata un reencuentro con el narrador en la isla de Elba, un año después de la muerte de su padre, lugar del que Marie no se apartó en todo ese tiempo.

          Hay varios planos de interés en la novela. Uno de ellos es esa separación sin alejamiento que mantienen ambos protagonistas, aun destacando la independencia –que suele verse mucho en parejas que concluyeron en buenos términos-; una suerte de asistencia recíproca mientras dura la soledad o la ausencia de otro compromiso. Otro, es cómo se ejerce la seducción y la conquista entre quienes se consideran pares o miembros de una misma clase social, con intereses comunes. Uno más, es la reconsideración del pasado cuando se toma la debida distancia de los apasionamientos y podemos ser capaces de evaluar los hechos a la luz de otro enfoque; algunas veces, esto abre una puerta a la reconciliación.

            Coincido con otros lectores en que su escena más impactante es la del caballo. Zahir, un pura sangre que compite en un importante Gran Premio del Japón es descalificado por doping. Su propietario –el amante de Marie- decide deshacerse de cuidadores y equipo antes que el ejemplar vuelva a París. En medio de un diluvio nocturno en el aeropuerto de Tokyo, Zahir decide liberarse y darse a la fuga, retirándose a las inmediaciones, clausurando descensos y despegues en pista hasta su nueva captura.

            Por lo demás, su estilo sigue siendo escueto, minimalista, con pocas alusiones a sentires y emociones. Con una mirada algo desaprensiva sin llegar al carácter de una crónica, Toussaint elabora tres instancias diferentes –una muerte, una fuga, un reencuentro- que bien pueden anudarse a las imágenes relatadas en el libro anterior. Breve y de fácil lectura, se lee rápido y tiene un buen final abierto.

viernes, 9 de enero de 2015

Reconstrucción de un mito. Ema, la cautiva, César Aira


Editorial Universitaria de Buenos Aires, 2011

              Antes que nada, debo disculparme con Aira, a quien no había leído hasta este mismo momento por una suerte de prurito que me asalta: desconfiar de cualquier autor prolífico. Como ya lleva publicadas casi un ciento de novelas y ensayos, lo cierto es que me he negado sistemáticamente a incursionar por su literatura. Sólo la  curiosidad sobre un mito –establecido por un grande de las letras nacionales, Esteban Echeverría, a quien considero el primer escritor argentino- reelaborado a partir de su mirada, pudo más que mi reticencia. Eso sí, tuvieron que pasar más de treinta años de su primera edición -1981- para decidirme.

            Para quienes no conocen el tema, explico que el término cautiva refiere a la mujer blanca quien, a mediados del siglo XIX, en medio de estas llanuras donde abundaban tribus de indios nativos –pampas, mapuches, tehuelches y araucanos, entre otros- era raptada por los malones que arrasaban con las tolderías donde se asentaban las poblaciones, siempre alrededor de un fortín –un fuerte construido con empalizadas de troncos de árboles, en cuyas esquinas se apostaban torres o mangrullos, para advertir la llegada de los indios-. Era considerada un trofeo y se la disponía para servicio y reproducción.

            La novela se inicia con la descripción del traslado de un ingeniero francés hacia el fortín de Coronel Pringles, a cargo de un teniente y un pelotón de soldados que vigilan a un puñado de reos destinados allí. De esta manera, Aira nos ubica en la escena de los acontecimientos, sin eludir maltratos, sarcasmos y burlas entre el personal militar, su huésped y el resto de miserables personajes que componen el grupo de presos, en el que también se cuentan mujeres, cuyo único destino es ser solaz de los varones y parir.

         Luego, se nos narra la vida alrededor del fuerte cuyos protagonistas son una adolescente llamada Ema y su compañero. Al poco, Ema es capturada y llevada a una toldería de indios, en la que aprende el arte de alimentar faisanes y la vida en medio de ellos; se vuelve parte de la corte de un príncipe indígena y sus allegados, quienes sólo saben hacer ocio en la isla de Carhué. Finalmente, ayudada por un nuevo marido, es dejada en libertad junto a sus tres hijos, de manera que puede volver a Pringles, donde se establece y pide ayuda al coronel para poner un criadero de faisanes.

            Aira propone aquí un enfoque poliédrico. Por un lado, está el poder oficial, con su cuota de despotismo y corrupción –Espina puede dominar a los indios porque tiene cómo emitir moneda propia y hacerla circular-. Por otro, están los indios, con su escasa propensión a hacer algo más que pasarla bien y darse a la bebida, sin realizar labores y sin pensar en el mañana; para ellos, el futuro sólo es hoy. Además, la mujer es en ambas partes un objeto de intercambio y distracción, sea india o blanca. Finalmente, está la geografía, esa pampa inmensa que todo lo aplasta, allana e iguala, doblegando voluntades y propósitos.

                En suma, de estilo coloquial, la novela fluye. Se acompaña de un prólogo explicativo –que sugiero soslayar, para hacer una experiencia personal-. Por momentos me ha recordado el film ‘Apocalyse Now’, donde el coronel Espina se solapa con la figura del coronel Kurtz, encarnado por un genial Marlon Brando. En este caso, condimentada con una figura femenina y tintes locales.

sábado, 3 de enero de 2015

En busca del tiempo perdido. 6. Albertine desaparecida, Marcel Proust


Losada, 2010


           Este sexto volumen se abre con un hecho singular –el voluntario abandono de Albertine del vínculo con Marcel- y prosigue con otro más lamentable y desgraciado, la propia muerte accidental de Albertine. En cierto sentido, este capítulo es una consecuencia lógica y hasta necesaria del volumen anterior, donde se narraban las sospechas acerca de la afición homosexual de la protagonista femenina junto a las acciones acometidas por su compañero para ocupar todo el tiempo posible junto a ella, de manera que no pudiera satisfacer sus necesidades en ese plano.

          El libro se divide en cuatro capítulos. El primero narra las reflexiones y expone el dolor del protagonista ante la infausta noticia del deceso de su amada. Aquí, Marcel se vuelve introspectivo con todas aquellas dudas sobre la naturaleza sexual de Albertine que ya no podrá disipar, ni siquiera con las confesiones que su amiga Andrée pueda allegarle. De esta parte, destaco el clima intimista, que tiene mucho de confesión y de análisis del Yo.

       El siguiente se centra en la personalidad de mademoiselle de Forcheville, que no es otra que Gilberte Swann reaparecida después de su singular mutis por el foro de inicios del segundo volumen. Ahora crecida, la jovencita comienza a frecuentar los salones y entabla una suerte de amistad recidiva con Marcel. Es también aquí donde a éste se le hace saber que Albertine iba a ser prometida a otro joven, razón de la fuga con la que concluye el libro anterior.

            Para tomar cierta distancia de los hechos, el tercer capítulo alude a la soñada visita que el protagonista ansiaba realizar a Venecia, esa ciudad que encarna sensualidad y fantasía. Acompañado de su madre, retoma contacto con algunos personajes ya presentes en otras circunstancias y narra las alternativas que depara la oposición de las figuras femeninas centrales, Albertine y Gilberte, no sin demostrar cierto desencanto de sus expectativas geográficas.

            El libro cierra con el matrimonio entre su amigo Robert de Saint-Loup y Gilberte, relatando los cambios y descubrimientos suscitados en aquél. Toda la bonhomía y el ejercicio de modales propios de un caballero, notas distintivas del personaje, son opacados por una adicción al juego y una tendencia a una homosexualidad encubierta. Marcel sospecha que la prolífica descendencia de su amigo no obra más que a modo de pantalla donde ocultar sus aviesas inclinaciones.

        A medio camino entre la novela introspectiva y el ensayo psicológico, su estilo literario permanece inconfundible. En estas páginas, Proust continúa haciendo gala de su talento narrativo tanto en la descripción de situaciones como en las reflexiones que tienen lugar, de manera de conjugar un profundo conocimiento de la naturaleza humana con una exquisita prosa. Valga para ello el siguiente párrafo,

‘Viva, ella, no hubiera podido enterarme de nada, pero las lenguas se sueltan curiosamente y cuentan con facilidad una culpa cuando ya no hay que temer el rencor de la culpable.’

            Si bien un poco más melancólico y taciturno, el volumen se lee bien, pues el tedio de las descripciones minuciosas se halla bien compensado con la brevedad del mismo.