sábado, 20 de junio de 2015

Incunables 5. Ilusiones y quimeras. Fábulas, Robert L. Stevenson


Legasa, 1983

        En el rincón de un viejo mueble que posee mi madre descubrí algunos libros que poblaron mi adolescencia y primera juventud. Entre ellos, encontré éste, con una dedicatoria de uno de aquellos amigos con quienes compartía la vida deportiva, al aire libre, junto con salidas nocturnas en grupo y, ¿por qué no?, amores, alegrías y desdichas, mientras delineábamos proyectos personales, en busca de la felicidad. Como no recordaba bien cuál era el contenido, lo intercalé entre otras lecturas más profundas.

          Con un prólogo de Jorge Luis Borges, un apasionado de Stevenson, se inicia una serie de fábulas breves, cuya extensión no superan la docena de páginas en el mejor de los casos, llenas de talento imaginativo y realización contundente,

-          Fíjese bien –dijo el vecino-. Este mercado es el más grande del mundo.
-          Creo que no –dijo el viajero.
-          Quizá no sea el más grande del mundo, pero es el mejor –dijo el vecino.
-          Creo que usted está equivocado –dijo el viajero. Lo puedo asegurar.
Esa misma tarde lo enterraron.
            
         Así, Stevenson se vale de toda una galería de elementos de ficción –animales que hablan, personajes de alguna de sus otras obras; sueños, hechizos y aparecidos, entre otros- para condimentar relatos creativos munidos, algunos de ellos, de cierta moraleja.

“El diablo paró una vez en una posada, donde nadie lo conocía, porque se trataba de gente cuya educación era escasa. Tenía malas intenciones y todos le prestaron oído durante mucho tiempo. El posadero lo hizo vigilar y lo sorprendió con las manos en la masa. Tomó una soga y le dijo:
-          Voy a darte de azotes.
-          No tienes derecho a enojarte –dijo el diablo. Soy sólo el diablo y mi naturaleza es obrar mal.
-          ¿Es verdad? –preguntó el posadero.
-          Te lo aseguro –dijo el diablo.
-          ¿No puedes dejar de obrar mal? –preguntó el posadero.
-          Ni en lo más mínimo -dijo el diablo. Sería inservible y sería cruel dar de azotes a una cosa tan pobre como yo.
-          Es verdad –dijo el posadero. Hizo un nudo y lo ahorcó.
-          Ya está –dijo el posadero.”
            
          Un libro que compila varias de estas fábulas, fluido, divertido, que hace gala de un fino humor británico y deja algunas reflexiones interesantes. 

       Decidí incorporar esta escueta reseña porque bajo este sello editorial –nacido con el regreso a la democracia en Argentina, en 1983- se cobijaron los primeros trabajos serios de interpretación sobre qué había ocurrido en el pasado reciente – el Proceso de Reorganización Nacional, la Guerra de Malvinas- y otros que se encontraban largamente agotados, como la historia del movimiento obrero argentino. La casa editora perduró hasta 1991. Por otro lado, dudo que haya otra edición de estas fábulas disponible actualmente. Leerlo ha sido recuperar un grato recuerdo.

8 comentarios:

  1. ¿Quién no posee algún viejo tesoro arrinconado entre centenares de libros? A veces nuestras librerías son como "La isla del tesoro", que escribiera el mismo Stevenson, hay en ellas reliquias que el paso del tiempo parece haber ocultado en el olvido. Por otra parte Legasa (Editorial), no me es desconocida, de buenas a primeras te puedo nombrar un libro que sí está visible en mis estanterías (y seguro que alguno más), "La boca de la ballena", de Héctor Lastra, aunque no sea una lectura infantil o juvenil precisamente. Un abrazo Marcel.

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    1. Perdona Marcelo, tal vez alentado por las fábulas de Stevenson quería usurparte la identidad y darte la de Marcel... Proust? Bueno, puede ser el inicio de un gran relato :)) Cuídate.

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    2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    3. Aquí, como en otras partes del mundo -supongo-, muchos pequeños emprendimientos se nutren de la inversión oficial y, cuando ésta decae, los condena. Gracias a Legasa yo pude leer y empaparme de la historia del movimiento obrero argentino, un trabajo de Julio Godio que estaba desaparecido hacía tiempo. Si le sumamos las obras de Osvaldo Bayer y otros muchos, diré que para los lectores hubo beneficio de inventario.
      Por fortuna, estoy muy lejos de Proust, querido Paco. Aun prima el placer de leer por sobre el de escribir.
      Un abrazo grande.

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  2. Stevenson sin duda está en la estantería de mi adolescencia: La isla del tesoro, La flecha negra y El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde que recuerde ahora mismo. Si no recuerdo mal mis ediciones eran de Bruguera...

    Un abrazo

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    1. Creo que compartimos ediciones de esos títulos, Ana. Éste particularmente me resulta especial por la dedicatoria de una amigo de aquellos tiempos.
      Un abrazo para ti.

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  3. Cuando voy a la casa de mi madre, siempre me detengo en la estantería de mi cuarto donde conservo aún libros que nunca me llevé. Y siempre encuentro algún fragmento subrayado por mi hace muchos años, una dedicatoria, una hoja perdida entre sus hojas, huellas de otra época que me gusta reencontrar.

    Las fábulas me gustaban mucho de niña, cuando no entendía del todo su carga de contenido moral, me parece un género que, partiendo de lo concreto y local, puede extraer un conocimiento universal de la naturaleza humana y eso siempre es interesante.

    Esas editoriales especiales, cuando desaparecen siempre me deja un regusto amargo.

    Abrazos!!!

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    1. Lo mejor que he leído de fábulas se debe a Monterroso. Éste rescata algo poco transitado de Stevenson, por eso lo releí.
      Creo que cada vez que cierra una casa editora siento que pierdo algunos amigos que quizás no vuelva a ver.
      Un abrazo, U-to!

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