viernes, 31 de julio de 2015

e-book 2. Soledad bajo la cama. La camarera, Markus Orths


Seix Barral, 2010


          Cuando salió el segundo libro de su autor –que aún no poseo- leí acerca de éste y me pareció atractivo, sobre todo el planteo y el por qué. Pero no había nada que hacer, la casa editora retaceaba el material y nunca lo hizo llegar a estas costas. La gentileza de Yossi que me lo proveyó en formato digital y su escasez de páginas permitieron su lectura casi inmediata.

           Lynn –Linda- Zapatek está haciendo sus primeras armas como camarera del Hotel Edén, en algún lugar de Alemania, después de haber pasado seis meses internada en un centro de tratamiento. Su terapeuta ha propuesto que se integre nuevamente a la vida cotidiana y mediante Heinz, el encargado del hotel,  le ha encontrado lugar allí. Lynn decide entonces llevar a cabo una actividad profesional que es acorde a su carácter.

          Pero es ahí que Lynn se empieza a preguntar cómo hace la gente para conseguir lo que todos llaman felicidad. ¿Cómo se pude traspasar la propia limitación de ir más allá y salir de una soledad angustiosa para poder llegar a los demás? Ésta es la circunstancia que a Lynn le toca vivir.

            Construida en base a una protagonista joven que evidencia el síndrome de trastorno obsesivo – compulsivo (más conocido como TOC) –a través de su imperiosa necesidad de dejar todo limpio, y sin contentarse en realizar esa tarea solo durante el horario asignado-, Lynn comienza a desarrollar un nuevo placer: el quedarse bajo la cama de una habitación todos los martes a la noche –preludio de su día franco- para saber qué hace la gente en las horas nocturnas y, si se quiere, cómo se las arregla para vivir su soledad.


Portada del libro en su versión E-pub

            Coloquial, fluido, el texto desgrana las alternativas de Lynn con su entorno, el vínculo con su madre enferma y con su terapeuta –a quien critica su tendencia a asentir cada cosa que ella dice-; el descubrimiento de su sensibilidad sexual con otra mujer –una escort- y la carencia absoluta de comunicación con el medio en el que vive.

             Interesante novela, con matices psicológicos y una mirada aciaga sobre la soledad de la que su personaje principal no puede desprenderse, creando un círculo vicioso que  profundiza el aislamiento.

domingo, 26 de julio de 2015

Verano del '63. Alguien dice tu nombre, Luis García Montero


Alfaguara, 2014

             No tenía idea de quién era el autor y mucho menos de su obra anterior, hasta que en la blogosfera empezó a sonar este libro, con opiniones inclinadas a su favor en mayoría. Lo vi breve en la librería y lo llevé. Acomodando los libros durante un feriado, lo separé para leer debido al banner de su portada que hablaba de una historia de amor e iniciación, acompañada de una reflexión de Joaquín Sabina.

               León Egea cuenta con casi veinte años, es estudiante de Filosofía y Letras y, debido a una propuesta de Ignacio Rubio, su profesor de Literatura, decide pasar ese verano trabajando como aprendiz de vendedor para la editorial Universo, que publica enciclopedias y manuales. Estamos en julio de 1963 en Granada, España. Como su interés es dedicarse a escribir, los posibles viajes de ventas fortalecerán sus observaciones y le permitirán hacer ejercicio de escritura acerca de lo que ve. Con la compañía de Vicente, un parco vendedor, gerente de la filial granadina, y su secretaria, Consuelo, una rubia sinuosa en sus cuarenta, León se verá atraído por ésta, en medio de episodios de ventas que depararán dispares experiencias.

            Pero no todo es lo que parece. A los ritos de iniciación sexual, algo atípicos por estar dirigidos con complacencia por una mujer adulta, se suman el sigilo por mantener la relación en secreto entre compañeros de trabajo, a sabiendas de lo efímero de la misma, y los tropezones de un novato que poco interés tiene en las ventas del material editorial.

          García Montero narra todo en primera persona del singular, solapándose por momentos con su protagonista, aunque la voz del narrador suena mucho más madura que la de un joven veinteañero. Y no escatima en exponer la situación social de la España franquista: un calor de locos con sequía, a la que el racionamiento de agua impuesto por las autoridades solo abrevia hacia el final del día; el rol de la mujer, contenida al mundo de la familia y de los hijos, sin voz ni voto; la necesidad de mantener el silencio ante lo ocurrido en la Guerra Civil –perfectamente delineada en Vicente, con su muletilla ‘no necesito saberlo’- y la sostenida opresión ejercida desde el poder para acallar cualquier voz disidente.

            Coloquial y ameno, el texto fluye con rapidez puesto que León hace un ejercicio literario de evocación. Escrito con matices poéticos, el autor aprovecha la ocasión para otorgarle autoridad a las palabras –resultan significativas a la hora de vender enciclopedias- y poner de relieve la asunción del compromiso político juvenil, que en ese momento era todo un desafío a un poder omnímodo y omnipresente.

              Quizás hacia el final, el giro de los acontecimientos no resultan todo lo necesariamente creíbles, pero las reflexiones sobre la mediocridad de una vida sin participación, la complicidad de los indiferentes en el sostén del statu quo y el rol de las letras como medio de expresión política hacen de éste un libro más que interesante.

lunes, 20 de julio de 2015

La consagración del vacío. El mapa y el territorio, Michel Houellebecq


Anagrama, 2013

        Recién publicado su último trabajo, me incliné a leer alguno de los anteriores, disponiendo de varios al alcance de la mano. No obstante, me prestaron éste pues venía con recomendación. Su propietario no se cansó de ponderarlo en toda oportunidad en que salió el tema del escritor provocador, transgresor y algunos epítetos más de igual calibre con que se vitupera a Houellebecq. Habiendo leído Las partículas elementales –y visto su adaptación al cine-, lo cierto es que quería recordar el motivo de tanta polémica.

        Jed Martin es un artista que fotografía herramientas, como forma de entregar una mirada distinta del quehacer del hombre. El día que visita a su padre compra un mapa Michelin y, sorprendido de las vistas que contiene, se hace de algunos más que comprenden distintas regiones de Francia para fotografiarlos. La exhibición de esas tomas le confieren una dosis de fama, con la cual abandona la fotografía y comienza una carrera como pintor. Sus trabajos se componen de retratos de personajes del quehacer cultural y social: Steve Jobs y Bill Gates, marchands renombrados, su propio padre y, cómo no, el escritor Michel Houellebecq, entre otros, de quienes intenta capturar gestos, miradas o momentos de sus vidas.
            
          La novela se estructura en una breve introducción y tres grandes partes. La primera aborda la relación de Jed y su familia: el suicidio de su madre, la ausencia y parquedad de su padre –reconocido arquitecto- y el escueto vínculo que los reúne todas las noches de Navidad.  También, el nacimiento de un amor con Olga, una rusa a la que conoce en el inicio de su carrera.

          La segunda empieza con una reunión en lo del escritor Beigbeder y cómo entra en contacto con Houellebecq –elegido por Jed para hacer el escrito de las tarjetas de presentación de su exposición-, el intercambio entre ambos y las charlas con su padre, ya muy enfermo. La tercera es un policial que cuenta un macabro asesinato -¿a qué no saben de quién?- y en el que Jed se convierte en una pieza clave a la hora de develar al culpable y el motivo del mismo. Hacia el final, se narran los últimos tiempos de Jed, ya consagrado y solitario.

           Hay varios planos que observar. Uno de ellos es la cercanía de la muerte con un familiar en plena lucidez y la elección de éste de su propia eutanasia. ¿Es aceptable socialmente que un ser humano elija la forma en que desea partir de este mundo, sin mediar comunicación con su familia? Otro es el hecho del valor que posee una obra de arte. ¿Quién o quiénes deciden que un mamarracho o una burda copia se convierta en una obra afamada, con un costo inexplicable? De ese vacío existencial que se consagra a sí mismo es del que se burla notoriamente Houellebecq a la hora de establecer quiénes son los formadores de precios en el arte.

          Uno más a tener en cuenta es el uso de Wikipedia –que el propio autor reconoce- junto a recortes periodísticos y toda una gama de manuales de uso que sólo parecen destinados a llenar páginas, sin otros objetivos. Y en un plano más profundo, asistimos a la abulia y narcosis que la posesión de dinero y recursos suele acompañar a quienes detentan cierta dosis de poder. En este sentido, la obra de Houellebecq se vuelve cercana a una denuncia.

            Con alusiones a obras literarias reconocidas y una megalomanía notoria –su personaje compite con el rol protagónico de Jed Martin en varias escenas a lo largo del texto y sus títulos aparecen con mucha frecuencia-, Houellebecq se las arregla para construir un pseudo - ensayo que cuestiona el neoliberalismo, la clase social dirigente y la toma de decisiones sobre las obras artísticas que, a su modo de ver, sólo configuran una manera espuria de ganar dinero. 

          Por lo demás, un gran libro que se lee de corrido, de estilo coloquial y fluido, sin golpes bajos, destinado a ser disfrutado y a reflexionar.

miércoles, 15 de julio de 2015

Suelta de palomas. La plaza del Diamante, Mercè Rodoreda


Sudamericana, 2001

            La primera vez que tuve noticias de esta novela fue hace varios años atrás; estaba signada como una de las más grandes novelas de origen español y su autora, como una escritora señera. Hace algo más de un mes, Ana la releyó y disparó mi curiosidad, máxime cuando ya en mi posesión, llevaba tiempo esperando.

       ¡Qué decir de esta obra! La historia de Natalia, devenida Colometa y nuevamente Natalia, ha recorrido el ancho mundo. Una joven mujer catalana de clase baja, huérfana de madre, quien a edad de merecer es elegida por Quimet para que sea su esposa a principio de los ’30 de siglo pasado. Natalia se convierte así en una mujer sumisa, despojada de su sentir y de sus intereses en pos de su rol de ama de casa y madre a la que era destinada no solo por su marido sino por la sociedad del tiempo.

              Con el inicio de la República, Colometa –palomita- sólo se atiene a las tareas domésticas, hace crecer a sus pequeños hijos mientras cría una multitud de palomas que el apasionado de su marido hace proliferar, como hongos después de la lluvia. Tras el inicio de la Guerra Civil, Quimet y sus amigos participan en la resistencia catalana y los recursos más elementales comienzan a escasear, por lo que Colometa debe emplearse como sirvienta por horas hasta que el hambre y la miseria empiezan a golpear a su puerta con la derrota republicana y la muerte de su esposo. Decidida a inmolarse junto a sus hijos, la salvación le llega de parte del tendero Antoni quien le ofrece su casa y su corazón a cambio de casarse con él. El resurgimiento lento pero constante tras la devastación y el horror, permiten a Colometa y a sus hijos ir mejorando su situación económica manteniendo su forma de ser, simple y sencilla. La liberación de ese pasado ominoso llega hacia casi el final, cuando Natalia recupera su vieja identidad la madrugada en que visita, después de tantos años, la vieja plaza donde comenzó su vínculo con Quimet.

            Existen varios puntos altos en la novela. Primero, está el estilo literario. Natalia cuenta en primera persona lo que le va sucediendo. Rodoreda lo describe todo de forma natural, con una pluma ágil y versátil, sin por ello dejar de lado la escenografía ni la composición psicológica de sus personajes, ni eludir la mirada del entorno social que la acompaña. Tal es así, que uno puede ver lo que está viendo la protagonista.

            Segundo, el uso de objetos materiales que realzan el relato, confiriendo solidez y credibilidad: la cama, los cuadros, los terrados, las luces y los ponederos. Nada está dispuesto al azar. Todo ha sido elegido minuciosamente para componer el cuadro de situación y fluir con el sentir de Colometa en una suerte de fuga hacia adelante en medio de la angustia, la soledad, el hambre y el dolor del que es desposeído de todo lo que era su vida: su familia, su trabajo, sus escasos bienes, su cotidianeidad.

            Finalmente, la alegoría de las palomas es brillante. Las palomas simbolizan los sueños de Natalia; sueños que se van volando a medida que transcurre la guerra –y la vida-. Todas esas ilusiones de juventud que quedan atrás animan a cada una de esas aves, que van desapareciendo una tras otra a medida que la pérdida de Colometa se vuelve irreparable. Ni siquiera el apodo es azar. Colometa es esa paloma que intenta volar, y a base de tesón y convicción finalmente logra trascender la amargura y la frustración, convirtiéndose nuevamente en Natalia.

           Un libro colosal, entrañable, querible más porque su derrotero es lineal desde principio hasta el fin, sin golpes bajos ni juicios de valor. Rodoreda rescata en esta excelente narración no solo una mirada de la España envuelta en la Guerra Civil sino la figura de la mujer que, aun en medio de la adversidad más cruel, mantiene ante todo su dignidad. Durante su lectura, muchos de los pasajes de esta obra fueron acompañados con el memorable trabajo de Joaquín Rodrigo, el Concierto de Aranjuez, en la eximia guitarra de Pepe Romero. Una combinación magistral para un libro que no se debe dejar pasar.

viernes, 10 de julio de 2015

Aquel amor de música ligera. También esto pasará, Milena Busquets


Anagrama, 2015

           No suelo leer novedades; prefiero destinar mi tiempo de lectura a obras que ya han sido reconocidas por otros lectores o consagradas por el paso del tiempo. Sin embargo, ésta venía precedida por un fenómeno contradictorio: por una parte, la crítica literaria ponderaba su estilo y contenido; en cambio, un grupo de lectores la tildaban de irrelevante. La brecha era demasiado notoria como para dejar pasar la controversia. Si a ello le agregamos que la revista dominical que acompaña a uno de los periódicos locales publicó una suerte de entrevista a la autora –vía Skype-, donde explicaba qué la llevó a escribirla –Busquets es hija de Esther Tusquets, la editora de Lumen, desaparecida hace algún tiempo-, junto a la brevedad de la novela, creí oportuno encararla.

            Blanca ha perdido a su amada madre, después de un período de Alzheimer y tristezas varias. A sus cuarenta años, encara una vida nueva debido a la ausencia de quien había sido su Sol. Descentrada y desenfocada, decide volver a Cadaqués, a la casa materna que le dio cobijo durante veranos memorables en pleno fervor de adolescencia. Así, junto a sus dos ex-maridos, sus hijos –que pertenecen uno a cada ex-, la canguro y un par de amigas más, una con un hijo y la otra con pareja cubana, se instalan en la vieja casona el verano siguiente. A esto debemos agregarle la presencia cercana de su amante –que va con su mujer al mismo destino turístico- y la cercanía de un desconocido, que le atrae particularmente.

           No se cuál ha de ser el enfoque en esta novela. De a ratos, se centra en la relación madre – hija; en otros, en lo que acontece en derredor de Blanca –que tiene un buen pasar, sin necesidad de ganarse el sustento-. Si bien refiere continuamente a su madre –una ausencia que transita todo el texto-, con todo aquello que le agradece haberle permitido, el resto intenta hacer apología de un tiempo que pasó, del que sólo le queda, en medio del dolor, un resabio de inmadurez e infantilismo. Porque lo que deja evidente Busquets respecto de la protagonista es su carencia absoluta de poder hacerse cargo de sí misma, de vivir más en una bohemia decadente y en el día a día que en ordenar su vida y sus sentimientos.

             Si a esto le agregamos que lo único que resulta sensato es colocarse –drogas mediante- y follar, follar, follar, pues… Blanca parece encarnar así al eterno tilingo, al que la vida suele gobernar, que siente nostalgia por el pasado y decide vivir sólo en tiempo presente, pues su proyección a futuro se la ha birlado la muerte de un ser querido.

        Lo bueno es que se lee rápido, sin necesidad de alternar. Construido en lenguaje cotidiano y coloquial, sin suspicacias ni sujeto a dobles interpretaciones, el libro fluye. Pero no hay mucho más una vez que se abandona la lectura. Como reconocimiento a la figura materna, Bousquets logra un relato sentido, aunque dudo mucho que su madre lo hubiera editado, a no ser por los aspectos autobiográficos compartidos con la autora.

domingo, 5 de julio de 2015

La suerte del picaflor. Las muchachas de Sanfrediano, Vasco Pratolini


Impedimenta, 2013

        Al no poder encontrar del mismo autor su novela más reconocida –que luego de andar y andar conseguí en una vieja edición, en buen estado-, me dispuse a hojear ésta en medio de una Feria del Libro local. Un comentario en la blogosfera acerca del contenido, la brevedad de la obra, la buena presentación que siempre exhibe esta casa editora con cuidadas ediciones y mi necesidad de alternar con otras lecturas que requerían mayor concentración, le dieron su oportunidad.

          Aldo Sernesi, a quien todo el mundo llama Bob -por su parecido con el actor Robert Taylor, muy de moda en los años ’50-, es un donjuán cuyo mayor entretenimiento es conquistar chicas de los alrededores de Sanfrediano, un barrio popular de Florencia, sin decidirse por ninguna. Y si bien mantiene relaciones sexuales clandestinas con una de ellas, lo cierto es que el muchacho es poco proclive a elegir una y mucho menos lograr una relación estable con miras al matrimonio.

           Bob es lo que se suele decir un picaflor. Todo el tiempo intenta seducir a sus enamoradas valiéndose de los más versátiles recursos. Así, la que es su novia hoy podrá ser su querida la semana próxima, sin abandonar por ello a ninguna de las que han pasado por sus besos y caricias. Y no le va nada mal, hasta que un día, todas aquellas que albergan esperanzas, cansadas de su juego y su indefinición, deciden propinarle un flor de escarmiento uniéndose en su contra y desarrollando –y ejecutando- un plan.

            Fresca, divertida y bulliciosa, la novela no sólo transita juegos y escarceos amorosos de sus jóvenes protagonistas, sino que también brinda una mirada de soslayo a la sociedad italiana de esos años de posguerra, retratando los suburbios de las grandes ciudades y su acontecer.

             Fluido, de estilo directo y coloquial, el libro se lee bien, con escenas de humor y típicos giros de esta comedia de enredos, que posee el donaire y la alegría de la Italia de aquellos tiempos, que tanto hemos visto en las pantallas, encarnado en Gina Lollobrigida y Sofía Loren. Un producto netamente italiano.