Seix Barral, 2010
Cuando
salió el segundo libro de su autor –que aún no poseo- leí acerca de éste y me
pareció atractivo, sobre todo el planteo y el por qué. Pero no había nada que
hacer, la casa editora retaceaba el material y nunca lo hizo llegar a estas
costas. La gentileza de Yossi que me lo proveyó en formato digital y su escasez
de páginas permitieron su lectura casi inmediata.
Lynn –Linda- Zapatek está haciendo
sus primeras armas como camarera del Hotel Edén, en algún lugar de Alemania,
después de haber pasado seis meses internada en un centro de tratamiento. Su
terapeuta ha propuesto que se integre nuevamente a la vida cotidiana y mediante
Heinz, el encargado del hotel, le ha
encontrado lugar allí. Lynn decide entonces llevar a cabo una actividad
profesional que es acorde a su carácter.
Pero es ahí que Lynn se empieza a
preguntar cómo hace la gente para conseguir lo que todos llaman felicidad.
¿Cómo se pude traspasar la propia limitación de ir más allá y salir de una
soledad angustiosa para poder llegar a los demás? Ésta es la circunstancia que
a Lynn le toca vivir.
Construida en base a una
protagonista joven que evidencia el síndrome de trastorno obsesivo – compulsivo
(más conocido como TOC) –a través de su imperiosa necesidad de dejar todo
limpio, y sin contentarse en realizar esa tarea solo durante el horario
asignado-, Lynn comienza a desarrollar un nuevo placer: el quedarse bajo la
cama de una habitación todos los martes a la noche –preludio de su día franco-
para saber qué hace la gente en las horas nocturnas y, si se quiere, cómo se
las arregla para vivir su soledad.
Coloquial, fluido, el texto desgrana
las alternativas de Lynn con su entorno, el vínculo con su madre enferma y con
su terapeuta –a quien critica su tendencia a asentir cada cosa que ella dice-;
el descubrimiento de su sensibilidad sexual con otra mujer –una escort- y la carencia absoluta de
comunicación con el medio en el que vive.
Interesante novela, con matices
psicológicos y una mirada aciaga sobre la soledad de la que su personaje
principal no puede desprenderse, creando un círculo vicioso que profundiza el aislamiento.