miércoles, 15 de julio de 2015

Suelta de palomas. La plaza del Diamante, Mercè Rodoreda


Sudamericana, 2001

            La primera vez que tuve noticias de esta novela fue hace varios años atrás; estaba signada como una de las más grandes novelas de origen español y su autora, como una escritora señera. Hace algo más de un mes, Ana la releyó y disparó mi curiosidad, máxime cuando ya en mi posesión, llevaba tiempo esperando.

       ¡Qué decir de esta obra! La historia de Natalia, devenida Colometa y nuevamente Natalia, ha recorrido el ancho mundo. Una joven mujer catalana de clase baja, huérfana de madre, quien a edad de merecer es elegida por Quimet para que sea su esposa a principio de los ’30 de siglo pasado. Natalia se convierte así en una mujer sumisa, despojada de su sentir y de sus intereses en pos de su rol de ama de casa y madre a la que era destinada no solo por su marido sino por la sociedad del tiempo.

              Con el inicio de la República, Colometa –palomita- sólo se atiene a las tareas domésticas, hace crecer a sus pequeños hijos mientras cría una multitud de palomas que el apasionado de su marido hace proliferar, como hongos después de la lluvia. Tras el inicio de la Guerra Civil, Quimet y sus amigos participan en la resistencia catalana y los recursos más elementales comienzan a escasear, por lo que Colometa debe emplearse como sirvienta por horas hasta que el hambre y la miseria empiezan a golpear a su puerta con la derrota republicana y la muerte de su esposo. Decidida a inmolarse junto a sus hijos, la salvación le llega de parte del tendero Antoni quien le ofrece su casa y su corazón a cambio de casarse con él. El resurgimiento lento pero constante tras la devastación y el horror, permiten a Colometa y a sus hijos ir mejorando su situación económica manteniendo su forma de ser, simple y sencilla. La liberación de ese pasado ominoso llega hacia casi el final, cuando Natalia recupera su vieja identidad la madrugada en que visita, después de tantos años, la vieja plaza donde comenzó su vínculo con Quimet.

            Existen varios puntos altos en la novela. Primero, está el estilo literario. Natalia cuenta en primera persona lo que le va sucediendo. Rodoreda lo describe todo de forma natural, con una pluma ágil y versátil, sin por ello dejar de lado la escenografía ni la composición psicológica de sus personajes, ni eludir la mirada del entorno social que la acompaña. Tal es así, que uno puede ver lo que está viendo la protagonista.

            Segundo, el uso de objetos materiales que realzan el relato, confiriendo solidez y credibilidad: la cama, los cuadros, los terrados, las luces y los ponederos. Nada está dispuesto al azar. Todo ha sido elegido minuciosamente para componer el cuadro de situación y fluir con el sentir de Colometa en una suerte de fuga hacia adelante en medio de la angustia, la soledad, el hambre y el dolor del que es desposeído de todo lo que era su vida: su familia, su trabajo, sus escasos bienes, su cotidianeidad.

            Finalmente, la alegoría de las palomas es brillante. Las palomas simbolizan los sueños de Natalia; sueños que se van volando a medida que transcurre la guerra –y la vida-. Todas esas ilusiones de juventud que quedan atrás animan a cada una de esas aves, que van desapareciendo una tras otra a medida que la pérdida de Colometa se vuelve irreparable. Ni siquiera el apodo es azar. Colometa es esa paloma que intenta volar, y a base de tesón y convicción finalmente logra trascender la amargura y la frustración, convirtiéndose nuevamente en Natalia.

           Un libro colosal, entrañable, querible más porque su derrotero es lineal desde principio hasta el fin, sin golpes bajos ni juicios de valor. Rodoreda rescata en esta excelente narración no solo una mirada de la España envuelta en la Guerra Civil sino la figura de la mujer que, aun en medio de la adversidad más cruel, mantiene ante todo su dignidad. Durante su lectura, muchos de los pasajes de esta obra fueron acompañados con el memorable trabajo de Joaquín Rodrigo, el Concierto de Aranjuez, en la eximia guitarra de Pepe Romero. Una combinación magistral para un libro que no se debe dejar pasar.

8 comentarios:

  1. Lo leí en la universidad. Sin duda, debería volver a esta novela. Saludos

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    1. No tenía idea qué guardaba el interior de ese libro. Fue para mi toda una -grata- sorpresa. Una bocanada de aire fresco en medio de una habitación viciada.
      Te doy un abrazo grande, Agnieszka.

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  2. La narrativa ambientada en la Guerra Civil me provoca una sensación ambivalente, hay magníficos libros que han desarrollado su historia con este escenario, y alguno que otro he leído, pero en determinadas épocas, aún hoy, ha sido algo tan recurrente, que encontrarme con ese mismo escenario una y otra vez llegó a saturarme, no tanto en el ensayo, pero sí en la narrativa y en el cine. Así que he llegado a tomar cierta distancia al respecto. Lo que no implica un distanciamiento definitivo, ni mucho menos, sobre todo después de leerte.
    Marcelo, nuestras coincidencias no dejan de sorprenderme… soy un entusiasta de la guitarra clásica española! De hecho me suele acompañar en muchos de mis escritos, nunca me cansaría de escuchar la deliciosa “Adelita” del gran Francisco Tárrega. Un abrazo.

    https://www.youtube.com/watch?v=9j581-zaZ4Q

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    1. Me pasa lo mismo que a ti, con el tema de la represión en los años '70 y los desaparecidos. Llegó un momento en que no quise leer nada más, porque todo me parecía trillado y repetitivo. Afortunadamente, Patricio Pron ha escrito algo que sin ser sensiblero ni reivindicativo, rescata el sentir de esos años, sin hacer apología tampoco. Se llama 'El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia'. Puedes leer mis líneas haciendo click aquí a la derecha, por si es de tu interés.
      Guitarra! Qué bueno es saber que te entusiasma ese noble instrumento. Agradezco tu link para disfrutar de Tárrega. Por cierto, me encanta su 'Estudio'; y la versión que Mike Oldfield ha hecho para el film 'The Killing Fields' me ha gustado sobremanera -bah, soy un fan natural de Oldfield-.
      Recibe un fuerte abrazo, amigo Paco!

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  3. ¿Qué te voy a decir? Adoro a Rodoreda, y este libro es PER-FEC-TO, enorme. Toda su simbología, que lees una y otra vez y siempre extraes algo nuevo. Es un libro tremendamente generoso, hilado con una maestría apabullante, tantos detalles...

    La música ambiental de la lectura... de diez ;)

    Un abrazo

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    1. Gracias por tu recomendación, Ana. Realmente, es un libro muy bueno; tiene mucho de esperanzador y goza de una mirada positiva acerca de la vida.
      Imagino que volveré a alguna de sus otras obras cuando las consiga.
      Un abrazo grande.

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  4. Me parece que éste de momento lo dejaré pasar, pues no acaba de convencerme.
    Genial reseña.
    ¡Nos leemos! :)

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    1. Quizás no sea el momento o de tu agrado. Habiendo tantas cosas para leer, cuéntanos de algún otro entonces!
      Un abrazo.

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