miércoles, 23 de diciembre de 2015

Dilema moral. El mar y veneno, Shusaku Endo


Ático de los Libros, 2011

             Este libro lo había sugerido Carol hace ya un par de años atrás, antes de ser mamá y silenciar –estimo que momentáneamente- su espacio. Al poco, en medio de la Feria del Libro local de ese mismo año, lo encontré y llevé. Haciendo espacio en mi ya abarrotada biblioteca lo vi esperando y lo encaré, pues había pasado algún tiempo sin visitar a ningún autor de origen nipón.

           Jiro Suguro es el parco médico que atiende al narrador del prólogo, enfermo de un neumotórax, a quien hay que infiltrar una aguja con cierto talento; de otra manera, sufrirá mucho. Picado en su curiosidad, intenta averiguar quién es ese facultativo tan diestro, descubriendo su singular pasado.

            La historia se traslada a fines de la II Guerra Mundial, donde Suguro y su compañero Toda son residentes en la sala de Cirugía Uno del Hospital de Fukuoka, a cargo del Dr. Hashimoto. A los reiterados bombardeos de los B 29 se le añade la sensación de derrota inminente del pueblo japonés. En ese clima de escepticismo, el ejército local decide realizar vivisecciones con algunos prisioneros estadounidenses capturados, de manera de que la muerte de los mismos permita avanzar en ciertas áreas de la medicina, particularmente en la lucha contra la tuberculosis, patología muy extendida en las islas. Invitados a participar ambos compañeros, Suguro se arrepiente enormemente y decide al final no tomar partido en ello. Pero ha sido mudo testigo de lo ocurrido y, por tanto, cómplice de los hechos.

            Basado en una historia real, Endo plantea a los lectores el dilema moral en que se debate el asistente: si toma parte de la experiencia, quedará manchado para toda la vida por segar vidas humanas a las que se juró proteger; si no lo hace, otro ocupará su lugar y no sólo será testigo del avance científico, sino que se le adelantará. Entonces, ¿qué hacer? ¿Cómo negarse a ser parte de una investigación que puede servir al futuro de la medicina, a la que sólo un puñado de médicos ha sido invitado a participar? Por otro, ¿cómo no arrastrar el estigma de culpabilidad de sendas muertes a lo largo de su vida?, ¿puede alguien mantenerse pasivo ante tamaño atropello?, ¿existe justificación posible para semejante horror?

           La obra se divide en tres partes. La primera narra las alternativas de los avatares del hospital hasta la llegada de los prisioneros. La segunda se ocupa de los testimonios de una de las enfermeras asistentes y del interno Toda, además de la preparación de los prisioneros para su vivisección. Finalmente, se detalla la experiencia en que participan Toda y Suguro –de las otras dos que se nombran no se tienen datos-, hasta el desenlace.

            Endo no hace juicio de valor; deja que lo haga el mismo lector. Sólo narra los hechos de manera neutra. No intenta ser morboso ni truculento; las escenas de vivisección se relatan sin detalles innecesarios. Pero sí deja entrever el clima revanchista del ejército sobre sus rivales; la atmósfera derrotista y hastiada de la población nipona respecto del sinsentido de la guerra y las luchas intestinas propias de cualquier rama de actividad en las que se compite por un puesto de renombre.

            Fluido, con prosa directa y cierto grado de reflexión, la historia de Suguro nos sumerge en un mar de preguntas de difícil respuesta. Nos participa de cierto grado de conformidad social y búsqueda de excusas fáciles para hechos atroces. Un libro que llama a la introspección sobre nuestras decisiones respecto al debido respeto que merece la vida humana.

8 comentarios:

  1. Shusako Endo, recuerdo que me dejó una buenísima impresión cuando leí hace ya tiempo “El Samurai”, en donde también noveló unos hechos reales ( siglo XVII el samurai Hasekura Rokuemon, acompañado del monje franciscano Luis Sotelo, llegó hasta España en misión diplomática). A veces se confunde “El samurai” de S. Endo con “Samurai” de Itsako Matsubara, otra obra memorable.
    Señalas un aspecto destacable en la literatura nipona , Marcelo, el ejercicio de introspección que supone la lectura de estos autores, que suele producirse de una manera más sutil, por lo general, que en las letras occidentales. Me seduce asomarme al mundo con esa mirada sobre las cosas que tienen los orientales, por eso me encanta leerlos y no faltan por mis estantes. Cuídate amigo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tengo 'El Samurai' aún para leer, Paco. Sí, los tiempos orientales no son los nuestros ni tampoco la mirada de ellos se asemeja a la nuestra; por eso suelo frecuentarlos cada tanto. Y la sutileza de sus proposiciones son muy interesantes.
      Un gran abrazo para ti, y besos a Izas y Ara.

      Eliminar
  2. Me lo pones muy difícil, la palabra vivisección ya me pone los pelos del punta, es como lo de los nazis, solo cambia el escenario.
    De este autor intenté leer Cuando silbo, también con médicos y reencuentros de por medio. Pero lo dejé porque me aburrió.
    Pero no me aburro de mandarte besos y abrazos navideños.ñ

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, Norah, nada tienen que envidiarle a Mengele y compañía los japoneses en este libro. No leí nada de Endo antes de éste; me gustó su narración neutra y que deje librado al lector a su propia apreciación. No son muchos los autores que lo permiten. No está nada mal.
      Yo también te mando un montón de besos y abrazos para esta Navidad; que la disfrutes con tus seres queridos.

      Eliminar
  3. No acostumbro a leer mucha novela asiática aunque he leído este año algunas novelas muy buenas.
    Los experimentos médicos con personas fueron muy comunes en los sistemas totalitarios y/o fascistas y es uno de los aspectos más atroces de hasta dónde puede llegar el ser humano si las condiciones lo propician.

    Y esto nos lleva a la responsabilidad de estos experimentos que, desde mi punto de vista, no reside solo en el que hacía la vivisección, sino en cualquier otra persona que conoce el hecho y colabora aunque sea pasivamente. Responsabilidad múltiple de la que la mayoría se excusa luego.

    Un fuerte abrazo!!

    ResponderEliminar
  4. Bueno, U-to, por este país no hubo -creo- experimentos de esa clase, pero si es por excusarse luego, con el tema de los desaparecidos, hay un montón de 'excusados' con la Ley de Punto Final y la de Obediencia Debida -que el poder político tuvo que avalar, para no ser nuevamente despojado al poco de la vuelta a la democracia en 1983-.
    El texto es neutro, mera exposición sin juicios de valor ni apologías.
    Un gran abrazo!

    ResponderEliminar
  5. Tengo el libro desde hace tiempo esperando. Prefiero que el autor no me de las cosas masticadas y que me deje a mí los juicios de valor, y que me haga plantear(me) preguntas de difícil respuesta. Y es cierto, los orientales son más dados a la introspección, una introspección sin aspavientos y sutil.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Entonces, Ana, éste es un libro para ti. Es interesante la mirada acerca de un dilema moral semejante.
      Ojalá lo disfrutes mucho cuando lo encares.
      Un beso grande!

      Eliminar