martes, 31 de mayo de 2016

Aventura en Panamá. Ilona llega con la lluvia, Álvaro Mutis


Grupo Editorial Norma, 1992

           Se conjugaron dos comentarios que dieron lugar a esta lectura. Por un lado, un allegado había nombrado a Maqroll, el Gaviero, personaje central de las novelas de aventuras de Mutis; por otro, algo había leído acerca de este libro. Pero como ocurre con ese grupo de libros descatalogados y/o saldados que llamo añejos, solo pude hacerme de un ejemplar en el mercado de usados. Lo anecdótico es que al retirarlo debía hacer lo propio con otro bastante distante y, como no llevaba conmigo ningún ejemplar de lectura, pues qué mejor que comenzar éste.

         La historia comienza con una introducción del narrador a las andanzas de su amigo Maqroll, quien solía relatar anécdotas de sus viajes durante una travesía en altamar a sus interlocutores. En esta ocasión, esa extensa experiencia recaló en el Caribe. Maqroll y Cornelius, miembros de la tripulación de un navío que cubre la ruta Cristóbal – Guayana, son notificados por el capitán que deberán amarrar en aquél y buscar colocación puesto que el barco ya no le pertenece, debido a las deudas contraídas. Panamá será el destino escogido por Maqroll para tentar suerte. La inopia característica de esa ciudad, unida a la sensación de lugar de paso propician la desidia y el abandono. Y en el momento de máxima necesidad, junto a la temporada de lluvias, vuelve a aparecer Ilona, una vieja amiga-pareja-compinche quien lo saca de la abulia y le propone regentear un prostíbulo propio, hasta el momento en que la tragedia vuelve a aflorar.

            Con un estilo coloquial y algo poético, Mutis nos lleva de paseo por la vida del Caribe y su gente: marineros, truhanes, prostitutas y una fauna de personajes que oscilan entre la trampa y el deja vu. El desparpajo y la falta de moral de los protagonistas contrastan con la lealtad y solidaridad entre ellos, que se embarcan en una suerte de aventura conjunta.

            Mutis compone una novela ágil, fluida, que alterna escenas de sexo, aires de leyendas e historias de aparecidos configurando un universo literario rico en matices. Hacia el final se hace presente la nota amarga, con mucho de nostalgia por las aventuras compartidas.

           En suma, una lectura entretenida y llevadera, muy apropiada para un viaje en barco. O mejor, un crucero por el Caribe.

jueves, 26 de mayo de 2016

Desencanto americano. Cold Spring Harbor, Richard Yates


RBA, 2009

          Llegué a él por casualidad. Pocos días antes de encontrarlo, habíamos sostenido con Offuscatio un intercambio acerca del mismo y de Yates. Tenía que retirar otro título en un barrio algo lejano y el vendedor se disculpó porque no sabía qué había pasado… pero no lo hallaba por ningún lugar. Convinimos en que me lo alcanzara a mi domicilio cuando apareciera -lo que ocurrió al día siguiente-. Me estaba yendo con las manos vacías rumbo a la parada de bus y, al pasar por una librería de usados que estaba en mi trayectoria, tuvo la bondad de mostrarse.

            Evan Shepard es un apuesto jovenzuelo gamberro, con delitos de poca monta en su haber y actitudes de matón con los débiles, hasta que esa vida ociosa y sin objetivos se transforma al descubrir su pasión por los automóviles. Con su padre Charles, un capitán del ejército retirado del servicio, y su madre Grace, una mujer enferma de los nervios, la familia decide volver al hogar familiar en Long Island y se establece en las cercanías de Cold Spring Harbor.

            Ambientada en ese paraje hacia 1935, el autor desarrolla con sutileza una trama que tiene a Evan por protagonista. Sus tempranos días con Mary Donovan, el embarazo y nacimiento de su hijo y su divorcio posterior, parecen haber quedado bastante atrás cuando un desperfecto mecánico en viaje a una cita de Charles en una clínica oftalmológica les presenta a Gloria Drake y sus hijos, siendo Rachel la mayor, de quien Evan queda prendado e intenta rehacer su vida junto a ella.

       Yates nos muestra una familia de clase media muy lejos del tan promocionado american way of life, con una serie de fracasos a cuestas. Un padre que nunca pudo hacer carrera en la milicia porque no destacaba; una esposa cansada de cambiar de destino y de vivir encerrada en barrios de oficiales y un hijo tarambana, voluble y superficial componen un triángulo al que se asocian una mujer separada, de la que no se sabe cómo obtiene ingresos –y que intenta sustituir a Grace en su rol de pareja de Charles-, un pequeño que estudia en un instituto secundario privado –ausente la mayoría del año- y una teen ager a la que el matrimonio le otorga una vía de escape del medio que la rodea -a la vez que una licencia para tener sexo legalmente-.

         Lo verdaderamente destacable de la novela es la sensación de frustración que sobrevuela sus páginas. Cada personaje no vive como quiere sino como puede –en plena contradicción con el exitismo norteamericano de posguerra-. Todos los intentos por cambiar y tomar el timón de sus propias vidas acaban en la nada. Es ese desencanto, la imposibilidad de modificar el camino elegido tras una serie de malas decisiones, lo que captura Yates en esta obra. Es que el éxito no es para todos.

            En lenguaje coloquial y ameno, el texto resulta fluido y se lee rápidamente, dejando cierto sabor amargo hacia el final, donde pequeñas revelaciones provocan un golpe de efecto. Un libro para acercarse al universo del autor. 

sábado, 21 de mayo de 2016

Comprender dónde vivimos. La medición del mundo, Daniel Kehlmann


Emecé, 2007

         Se dice que la ciencia moderna, tal como la conocemos, se inicia con los hermanos Montgolfier, cuyos vuelos en globo tripulados tuvieron su comienzo en 1783. A partir de allí, el siglo XIX no sólo ha sido el de la gran novela en el campo literario, sino también el de los grandes descubrimientos científicos. Fue mi afición por la Historia de la Ciencia la que me ha conducido, entonces, hacia el presente título.

            Estamos en el Berlín de 1828. Con motivo de celebrarse un Congreso de Naturalistas han invitado a participar al más grande matemático de Alemania, Johann Carl Friedrich Gauss, quien no había abandonado su ciudad natal, Brunswick, desde muchos años atrás. Sólo hay una razón valedera por la que no declina su asistencia: podrá entablar conversación con el barón Alexander von Humboldt, el gran explorador naturalista, descubridor de la flora y fauna de la América del Sur.

        De esta manera, la novela va desgranando la historia de los dos protagonistas, desde su origen hasta su madurez. Kehlmann intercala sabiamente un capítulo destinado a uno de ellos y el siguiente al otro, de manera de volver ágil la lectura como si fueran dos historias tomadas en paralelo. Gauss jamás se alejó de Alemania, mientras que Humboldt estuvo en ella poco tiempo debido a sus expediciones.

           Cada cual, según su disciplina, intentó comprender dónde vivimos. El matemático, a través de leyes y fórmulas; el naturalista, clasificando a los organismos vivos e inspeccionando in situ la geografía y los fenómenos telúricos. Kehlmann matiza la historia humanizando a los personajes a través de su relación familiar. Así, nos muestra a un Gauss incapaz de sobrellevar acertadamente el rol de padre después de la muerte de su esposa y a un Humboldt en ardua competencia con su hermano mayor, que ha logrado hacerse de una posición en la política y en el Estado.

             Fluida, con saltos temporales hacia atrás y adelante, el libro se lee bien y rápido. No es una novela histórica en strictu senso, aunque no deja de tener elementos que provienen de este género. No obstante, repasa parte de los más importantes hallazgos en el campo de la ciencia que han tenido lugar gracias al empeño y la valentía de estos maravillosos investigadores. Un libro para esparcimiento.

lunes, 16 de mayo de 2016

Versión Original 12. El cielo es azul, la tierra blanca, Hiromi Kawakami


Acantilado, 2009

             Fue ver la nueva publicación de esta autora en la blogosfera y dispararse un fogonazo de luz en mi memoria. Sabía que algo había leído de su autoría, pero ya no recordaba qué. Para mi fortuna, hallé esta vieja reseña elaborada al calor de mis prístinas apreciaciones literarias y me pareció oportuno compartirla con el pueblo lector.

            Vi el segundo título de la autora sobre un escaparate y me pregunté si no sería mejor comenzar por el primero, pues su portada aludía a éste como un premiado éxito editorial. No fue de acceso fácil, pero al hallarlo en una librería palermitana, ni siquiera los pícaros ojitos y toda la seducción de la joven vendedora podían amenguar mi estupor de tener que desembolsar el equivalente a € 25.- (euros, leíste bien), simplemente para saciar mi curiosidad de saber si la oposición entre el misticismo de Kawabata y la posmodernidad de Murakami sería superada por esta escritora, encarnando entonces la filosófica –y necesaria- síntesis de los anteriores, tal como lo sugeriría su apellido.
            ¿Puede nacer el amor entre dos seres que se llevan treinta años de existencia? Y si fuera posible, ¿cuál es la naturaleza de ese amor? Esta es, en sí, la esencia de la propuesta en la que Kawakami intenta indagar. No por nada, agrega de subtítulo “una historia de amor”. Porque de eso se trata. Una mujer de treinta y ocho años se reencuentra con su maestro –supongo que uno de sus profesores de la adolescencia- después de muchos años. Un “maestro” que, por otro lado, no era santo de su devoción. Entre ellos se va entablando una relación donde el azar y el cálculo tienen mucho protagonismo, junto a un “querer no querido”; un encuentro ansiado aunque librado tácitamente a las normas que establece el acaso. Y el amor fluctuando al son de medias expresiones.
         Así, los casuales encuentros iniciales entre ambos personajes principales van lentamente deviniendo en una búsqueda –que también es aceptación- de ese otro, capaz de colmar las expectativas más inmediatas, con la ansiedad -mas también templanza- que otorga el saber que es efímero. Todo el texto está transido de una melancolía propia del sentir japonés, donde cada momento compartido toma el cariz de lo absoluto; esa profundidad que brinda el estar juntos, siendo ése el último y principal motivo.
            Narrada por la propia protagonista en primera persona, la historia intercala paisajes, situaciones, sentires y placeres que construyen un texto más nostálgico que romántico. En esa prosa demorada, lenta, radica el especial encanto que pone de manifiesto el arte del relato en cada uno de los escritores de origen oriental. Hay sutilezas no exentas de cierta magia, capaces de aportar condimentos al transcurrir la trama. Frases que se vuelven imágenes,
“Era como si encargara varias piezas de ropa hechas a medida y al probármelas descubriera que unas eran demasiado cortas y otras eran tan largas que las arrastraba por el suelo al caminar. Entonces me quitaba la ropa, estupefacta, comprobaba de nuevo las medidas y me daba cuenta de que eran exactas. Así me sentía con mi familia.”
              Cada capítulo parece inconexo con el anterior, como si la historia se compusiera de un collage de imágenes más que de una película continua. Desfilan en el texto un cierto cuestionamiento a los mandatos familiares, la mirada analítica sobre una sociedad tradicional y conservadora como pocas y la necesidad de darle cauce a la realización personal, todo ello en un entorno de placeres gastronómicos y visitas varias que deleitan al lector a la vez que van estructurando la psicología propia de cada personaje.
          En suma, una narración emotiva y lánguida, muy del gusto de personalidades sensibles y reflexivas.

miércoles, 11 de mayo de 2016

Pelibro 5. La señorita Smila y su especial percepción de la nieve

               Hace mucho, mucho tiempo atrás tuve un ejemplar en mis manos pero no me decidí a llevarlo. Parecía una trama policial con algo de aventuras en el hielo; como no soy un seguidor del género, lo dejé pasar. Algún tiempo después vi un comentario en la blogosfera que lo citaba. Cuando fui en busca de otro libro a la red de usados, me encontró y nos fuimos juntos. Tuve que esperar a conseguir una copia del film para encarar su lectura y armar este nuevo Pelibro.



Libro

LA SEÑORITA SMILA Y SU ESPECIAL PERCEPCIÓN DE LA NIEVE

 Peter Høeg (Tusquets, 1994)

            Smila Jaspersen es una groenlandesa que hace mucho tiempo debió migrar a Copenhague, Dinamarca. Cuenta con treinta y siete años, un carácter irascible y una naturaleza solitaria que la convierten en outsider. Hija de un afamado médico danés y una inuit (esquimal), no intenta integrarse a la sociedad local ni mantiene más que esporádicas relaciones con sus vecinos de condominio. Es una experta en hielo y nieve, su única pasión conocida, y ha participado en numerosas expediciones al Ártico. La muerte del pequeño Isaías –un groenlandés huérfano de padre y con una madre alcohólica- debido a la caída desde un tejado, dispara su investigación personal en virtud de una sospecha: el niño fue asesinado, según las marcas en el hielo. A partir de allí se desteje una historia que guarda relación con un meteorito descubierto en el glaciar de Barren casi treinta años atrás y un curioso fenómeno biológico que sólo se circunscribe a ese entorno.

            Hay varios puntos notables que resaltar. La novela es un policial muy bien llevado, que abunda en pistas adecuadas, golpes de efecto acertados y un buen número de otros elementos propios del género. Además, el autor utiliza la trama como vehículo para dejarnos saber cómo es la vida de un groenlandés en su patria colonizadora, con un cierto resabio de amargura por la pérdida de identidad groenlandesa y el impacto cultural que supone toda colonización. Por otra parte, está la construcción de la protagonista: una mujer resuelta a saber la verdad, que no se arredra ante nada ni nadie, capaz de poner en riesgo su propia vida para ese fin y de mover todos los resortes institucionales y sociales que hagan falta para esclarecer los hechos. Y finalmente, contiene un conocimiento sobre la estructura y fases del hielo y de la nieve que no sólo destaca, sino que se convierte en material valioso por sí mismo.

            Con buena composición de los personajes, escenas impactantes y un estilo directo -que no omite alusiones a la corrupción, a los efectos del alcohol y las drogas ni a la búsqueda incesante de dinero y renombre-, Høeg consigue mantener la tensión hasta el final. Un libro que fluye rápidamente, puesto que a la historia principal se le añaden otras secundarias que matizan y sazonan aquella. Una novela desde todo punto de vista recomendable para todo amante de la buena literatura.




Film

SMILA, MISTERIO EN LA NIEVE

Bille August (Tri Star, 1997)

          Me costó bastante hallar un ejemplar del film en DVD, puesto que no había ninguno disponible en los proveedores habituales. Sólo a través del mercado del usado pude allegarme una copia –la única en oferta-, aunque supuso recorrer algunos kilómetros. Luego de concluir con la lectura del libro en el que se basa la adaptación dejé pasar un tiempo prudencial, para aquilatar la experiencia y poder tomar la debida distancia.

            El film comienza con un maravilloso paneo aéreo de la cámara sobre una zona ártica y, a la vez que resulta impactante la escena inicial, también –por desgracia- devela en gran medida el contenido de la historia. August cuenta con un elenco de primeras figuras. En el rol protagónico tiene nada menos que a una madura Julia Ormond, que da perfectamente el physique du rol, pero que el apego al guión la convierte en algo plano, sin relieve. Acompaña un respetable trabajo tanto de Gabriel Byrne como de Richard Harris para el contrapunto.

            La sensación que me queda después de transitar la película es que August ha intentado condensar en casi dos horas de duración una versión que percibo algo estrecha y anodina, en marcado contraste con la riqueza de todos los personajes que Høeg ha construido a la hora de desarrollar su trama.

           Reconozco que esperaba mucho más; también en base al reparto que se había logrado reunir -además de los citados, participan Vanessa Redgrave y Jim Broadbent-. No obstante, el film se apega bastante bien a la novela –lo que no es poco-, con una fotografía impecable –sobre todo, en los landscapes- y contiene escenas propias de un thriller sin uso de efectos especiales. Una adaptación pasable, pero nunca a la altura del texto de Høeg, mucho más rico y complejo.
Testimonio del quinto Pelibro

viernes, 6 de mayo de 2016

Amor en medio de la guerra. Adiós a las armas, Ernest Hemingway


Clarín, 2006

         Es la única novela de Hemingway que tengo en mi haber. Como puede apreciarse a simple vista, esta edición era la única disponible cuando ingresó a mi biblioteca, a mediados de 2011. Tiempo después, con motivo de la liberación de derechos, aparecieron otras ediciones. Empujado por los buenos comentarios de mi madre sobre ella, le brindé la oportunidad que merecía.

            Frederick Henry es un joven norteamericano que se enroló en la milicia para participar en la Primera Guerra Mundial, más conocida como la Gran Guerra. Con el grado de teniente se desempeña como conductor de ambulancias en la región de Gorizia, en el Friuli italiano, a la vez que asume la responsabilidad de dirigir un puñado de ellas que transportan a los heridos aliados a los centros de atención de campaña. De vida despreocupada y sin mayores compromisos, comparte cuarto e intercambia experiencias con el teniente Rinaldi, un médico cirujano de quien se ha vuelto muy amigo. Gracias a éste, conoce a la enfermera inglesa Catherine Barkley, algo menor, de quien poco a poco se va enamorando. Malherido por la casual detonación de un proyectil mientras cenaba con sus compañeros, lo trasladan al nuevo hospital de Milán donde es atendido por la misma joven. El resto, es una historia de amor sui generis, nacida en el fragor de la lucha, con un desenlace amargo.

             El libro se divide en cinco partes y cuenta con algo más de cuarenta breves capítulos en los que se narra la historia entre Frederick y Catherine, a la vez que el autor va describiendo las acciones de guerra; el horror queda plasmado en cada una de las escenas.

             Dos líneas argumentales se reparten el protagonismo. Por un lado, las idas y venidas de cualquier pareja en gestación, que además debe lidiar con los avatares propios de una guerra (traslados, urgencias, francos, etc.). Por el otro, las cruentas imágenes que brinda un conflicto que mantuvo tensos a Europa y América durante cuatro años. La derrota y la consiguiente pérdida de los territorios; las mutilaciones de los heridos y la sensación de fracaso y sinsentido son algunos tópicos que el autor desarrolla a través de las líneas, como también la sana camaradería y los lazos de amistad entre combatientes.

            No obstante, el enfrentamiento bélico y su cruda realidad ocupa las tres primeras partes; el desarrollo posterior de la historia de amor entre sus protagonistas no alcanza el relieve ni el ritmo de aquéllas y sólo ofrece una salida con final trágico y previsible. Por lo demás, el texto –o su traducción, no lo sé- no resulta cálido; los diálogos entre sus personajes principales parecen fríos y distantes, acartonados; como si se hablara de lo que le ocurre a otros y no a ellos mismos.

           Aun así, la novela fluye ágil y llevaderamente. Es una obra que exhibe una mirada descarnada de lo que acontece en el frente que lucha y en su retaguardia. Por momentos, abunda en detalles que sólo pueden haber sido narrados por aquellos que los presenciaron. Hemingway debe haber hecho acopio de su memoria biográfica, pues participó en la guerra. La historia de amor solo sirve de vehículo para su trasfondo; a saber, una pertinaz denuncia antimilitarista. Un clásico, con altibajos.

domingo, 1 de mayo de 2016

e-book 6. En torno al piano. El malogrado, Thomas Bernhard


Alfaguara, 2014

              Hurgando en mi memoria, creo que fue Mientras Leo quien se refirió hace años atrás a esta obra. Pero decididamente fueron las notas más actuales de Yossi en Goodreads y, en especial, la de Offuscatio las que inclinaron la balanza para su adquisición. Como no había más que una versión digital disponible en el mercado, hacia ella me dirigí y fue el debut de una experiencia singular. Resulta impactante recibir de golpe la portada del libro en la tablet. Por desgracia, el formato adolecía de lentitud a la hora de pasar páginas, pero he tenido el tino de ser paciente y, después de varios intentos, concluí su lectura al poco.

            ¿Alguien ha escuchado alguna vez a Glenn Gould al piano? Dicen los críticos que es el referente de la obra de Bach; en particular, de las Variaciones Goldberg. Mis amigos melómanos sostienen que escucharlo sería exquisito si pudieran apartar su voz cantando las notas al fondo de la grabación. Era tan excéntrico que tendía a usar mitones, a calentar las yemas de sus dedos para obtener mayor sensibilidad y siempre llevaba una sillita muy baja y raída con la cual su torso quedaba algo por debajo del nivel del teclado. Pero, ¿quién no le perdona las extravagancias a un genio?

            Aquí el narrador anónimo repasa la historia que lo ha unido a Gould y a su amigo Wertheimer, quienes compartieron hace veintiocho años atrás vivienda y clases con el afamado maestro del piano Vladimir Horowitz durante algunos meses en Salzburgo, mientras asiste al entierro de Wertheimer, que se ha suicidado.

La edición digital en la tablet

          En un soberbio alarde de maestría, Bernhard compone una novela psicológica donde entremezcla admiración y frustración, amistad y crítica despiadada, celos profesionales y cierta dosis de empatía. Wertheimer se malogra al escuchar los acordes de Bach en el piano de Gould, puesto que asume que él mismo jamás alcanzará como pianista el brillo de éste. ¿Cómo soportar, entonces, la angustia que genera esta revelación? A lo largo de su vida, Wertheimer se obsesionará con esta circunstancia. El narrador, quien había abrazado la ejecución del piano como una manera de enfrentar las aspiraciones de su opulenta familia, renuncia a convertirse en concertista al poco, aunque sostiene una relación de amistad y odio con Wertheimer, que perdura con intervalos hasta su deceso.

            El fulgor de un dotado –con su consecuente cuota de desprecio por el resto-, la envidia que despierta en los mediocres el talento ajeno y la frialdad y crudeza de dos amigos que aún compiten entre sí se dan cita en un texto en los que abundan trastornos obsesivos – compulsivos, mecanismos de defensa, proyecciones varias y toda una gama de neurosis propias de un libro de Freud. En ese sentido, un hecho fortuito en torno al piano le sirve de vehículo a Bernhard para desplegar un acabado conocimiento de la psicología humana, a la que exhibe en su cruda realidad, despojada de todo atavismo.

              Para terminar, algunas acotaciones. Que lo que se narra es mera ficción, lo confirma la historia. Gould jamás tomo clases con Horowitz –al que denostaba, según lo que corría en su íntimo círculo de amigos-. Que el autor detesta a los austríacos, a los que tilda de sórdidos y estrechos de miras, puede apreciarse en varias de sus páginas. Por otra parte, el estilo iterativo de Bernhard, con frases que se repiten machaconamente –presente en toda su obra- hace que la lectura se vuelva un poco densa, máxime con el extendido uso del narrador interdiegético –puesto que éste hace alusión continuamente a lo dicho por Wertheimer respecto de sí mismo y de Gould-. En suma, un bocado que puede resultar exquisito para aquellos que degustan la psicología como parte de una creación literaria.