jueves, 30 de junio de 2016

Lenguaje y comunicación. El vuelo magnífico de la noche, Patricio Pron


Colihue, 2001

           Apenas supe del lanzamiento de su último trabajo, recurrí a mi biblioteca para ver qué me quedaba del autor para leer. Y encontré este título, uno de los primeros, publicado por una casa editora local. Ante la buena sensación dejada por un libro suyo ya reseñado en este espacio, decidí que había pasado suficiente tiempo entre ambos para destinarle otra incursión.

            La presente es una colección de relatos relativamente breves en el que Pron resume su amor por la filología. En este sentido, los textos contienen una mirada minuciosa sobre cómo el lenguaje se hace vehículo de la comunicación entre seres humanos, a partir de la necesidad imperiosa de transmitir a los demás las sensaciones recogidas de una singular experiencia personal.

            ¿Qué tienen en común una madre prolífica que pare hijos que hablan otros idiomas menos el suyo; un viajero que intenta construir una máquina y que sólo puede ser comprendido a través de dibujos por una niña y alguien a quien la guerra le ha privado de su idioma materno y sólo balbucea vocablos en otro? Indudablemente, Pron compone una serie de cuentos que ponen de manifiesto la importancia de la palabra, ya sea oral o escrita, como canal de expresión e intercambio.

            Pero eso no es todo. Hay también una continuidad del lenguaje no hablado, como cuando confluyen los cuerpos ahogados en un río, y una cuota no menor de textos que se debaten entre el absurdo y el surrealismo puro –v.g., un caballo que adopta el nombre del escritor Gombrowicz o el viajero en globo que va mutilando a su mujer para poder ascender-.

            Lo destacable es que aún en el relato más fantasioso, lo grotesco convive de manera natural con lo cotidiano. No hay extrañeza en los personajes de que ocurran ciertos fenómenos de carácter ficticio; por el contrario, se esfuerzan en alcanzar justificaciones de los mismos.

              Con una prosa fluida, amena y alusiones a personajes y lecturas tomadas de Melville, Novalis y otros, Pron brinda toda una gama de recursos literarios que no sólo se apegan a lo estilístico sino que juegan con la semiótica, haciéndonos reflexionar acerca de la trascendencia del lenguaje en la comunicación de nuestro acontecer y en la identidad como género humano. Nuevamente, Pron no defrauda.

sábado, 25 de junio de 2016

Sin lugar en el presente. Fuga sin fin, Joseph Roth


Acantilado, 2009

            Recordaba los buenos momentos que me habían brindado las letras de este autor justo al tomar en cuenta cuán poco había visitado el catálogo de esta casa editora en los últimos tiempos. Bastó con la recomendación efectuada por Utopía para obtener un ejemplar y, después de concluir otras lecturas, hacerle un espacio.

            Franz Tunda es un oficial austriaco al momento de estallar la Primera Guerra Mundial y lo destinan a pelear en el frente ruso. Al poco de ser capturado en 1916, se fuga del campo de prisioneros con ayuda de un polaco siberiano, con quien convivirá –se ha cambiado el nombre- y compartirá todo el proceso de los primeros años de la Revolución Rusa. Luego de varias peripecias, alcanza volver a Austria. Pero tras largos años de ausencia, su tierra ya no es lo que era. Desmembrado lo que antiguamente había sido el Imperio, Tunda ha perdido tanto a su prometida como todo aquello que lo rodeaba. Por eso decide solicitarle hospedaje a su hermano Georg, ahora director de orquesta de una ciudad alemana.

             Lo que comienza como una extrañeza –alguien supuestamente muerto que regresa después de algunos años-, se profundiza al no hallar Tunda más que superficialidad y una vida de compromisos sociales en el nivel en que se mueve su hermano. Además, el fin de la guerra ha dado paso a los Años Locos y Europa vive ahora una euforia que el ex – oficial no sólo desconoce, sino que no puede sentirse incluido.

              El autor mismo señala que Tunda, una suerte de alter ego suyo, es un ser voluble e imprevisible, de poca moral pero generoso, que no se cuestiona lo que vive; sólo sigue adelante. Mas aprovecha el derrotero de su protagonista para mostrar los cambios sociales que se han suscitado tanto en la Rusia del comunismo como en el entorno geográfico de su patria. En su anhelo de reencontrarse con su amada, la búsqueda lo conduce a Berlín y finalmente a París.

            Roth construye un personaje que plantea el desarraigo y la situación de exclusión que vive un desaparecido, alguien a quien se ha dado por muerto –y olvidado- hace mucho y que no puede asimilarse a los nuevos tiempos. En este sentido, ese afán por encontrarse con su amada es también una forma de poder encontrarse consigo mismo, de intentar hallarle un nuevo sentido a su vida. Es que resulta difícil volver a una casa que ya no está, ni la gente ni la sociedad que solíamos frecuentar.

             Con diálogos sustanciosos y estilo coloquial, Roth compone una novela que sirve de testimonio para aquellos que lo perdieron todo, que se han transformado en una parte del pasado –que muchos pretenden olvidar-, sin lugar en el presente y –peor- sin futuro. Un ejemplo de buena literatura, sin duda.

lunes, 20 de junio de 2016

Versión Original 13. Trenes rigurosamente vigilados, Bohumil Hrabal


El Aleph, 1997

           Escribí la siguiente reseña hace casi seis años y al releerla me sorprende la vigencia que ese puñado de palabras mantiene respecto de mi propio recuerdo de este ya clásico libro de Hrabal. Además, pareciera que el mundillo editorial local se esforzara por sostener la sensación, dado que desde esa fecha hasta el momento, la única edición disponible sigue siendo la de marras; por cierto, acudiendo –invariablemente- al mercado del libro usado.


            Una frase del autor –ignoto para mi hasta ese entonces- que expresaba su necesidad de escribir como última ratio ante el suicidio, me llevó a indagar sobre él. De todas sus obras, este título resonaba por causas mayores: el texto se ha llevado a la pantalla grande, y el film ganó el Oscar en 1967 como “Mejor Película Extranjera”. Pregunté por él a todo mi catálogo de proveedores, sin éxito. Sólo quedaba un ejemplar en una sucursal de las grandes cadenas –en las antípodas de mi domicilio-. Hasta allí fui y lo compré. Cuando regresaba, se me dio por entrar en una librería lindera al Botánico a preguntar si había algún ejemplar distinto. Otro cliente que me escuchó, dijo que éste era el libro que había que leer (¡no sabía que ya estaba dentro de la bolsa!). Ahora, sólo me queda conseguir –y ver- la película.

            Apenas lo empecé, me pareció divertido… tragicómicamente divertido. Es la historia de Milos Hrma, un joven de veintidós años, aprendiz de “factor” –algo así como “oficial”- de una estación de trenes en un pueblo perdido de Checoslovaquia, durante el final de la ocupación nazi, en el año 1945. Descendiente de una familia donde abundan las rarezas, el joven se ve conducido –casi sin querer- a ser parte de un acto de la resistencia checa contra el invasor alemán, aun a riesgo de su vida.

            Lo genial de esta triste pero entretenida historia es que los personajes poseen una mezcla de inocencia y rusticidad que los vuelve humanos y profundamente creíbles. El autor no escatima la ironía a la hora de delinearlos, pero los muestra en una realidad primitiva, como si el desparpajo fuera una condición inherente al ser checo, un “retrato de familia”.

          En un lenguaje hasta por momentos simplote, donde escasean los conectores lógicos de toda trama, Hrabal se las ingenia para burlarse de su sociedad, de su estrechez de miras e inacción, de la parafernalia bélica alemana –donde la muletilla “rigurosamente vigilados” encarna justamente el sarcasmo de quienes no cumplen con ello- y donde la vida y la muerte acontecen como un detalle, sin dramatismos ni heroicidades.

            Uno no puede dejar de transitar las páginas con el pseudo equilibrio que otorgan las carcajadas junto a la tristeza de un final anunciado que, por otra parte, ya está implícito en el inicio del relato.

            La novela romántica, que une la resistencia local y el despertar sexual de un joven en medio de una guerra que no concluye aun, pero que da signos de agotamiento, constituyen el nervio central de este texto, que se lee amenamente y deja un sabor agridulce al concluirse.

              Difícil de encontrar, es un libro que vale la pena ser leído por su sentido del humor y lo absurdo de las circunstancias cotidianas. Una perlita.

miércoles, 15 de junio de 2016

Sentido de pertenencia. La ley del menor, Ian McEwan


Anagrama, 2015

            Fueron varios los lectores que aportaron su grano de arena para que dejara de lado mi mala experiencia con el autor y me hiciera de un ejemplar de éste, su último trabajo a la fecha.

            Fiona Maye, jueza del Tribunal Superior de Justicia especializada en derecho de familia y cercana a los sesenta, debe dictar sentencia en una demanda en la que un joven, próximo a la mayoría de edad y enfermo de leucemia, requiere para su supervivencia de una transfusión sanguínea, a la que se niega por razones religiosas. Paralelamente, y en el ámbito personal, su marido solicita su aprobación para mantener relaciones sexuales extramatrimoniales con una jovenzuela, dada la poca –o ninguna- relevancia que ella le da a sus necesidades, lo que Fiona rechaza de plano decretando tácitamente con su negativa el abandono del hogar de aquél.

              Hay dos planos bien definidos en la novela. Por un lado está la magistrada, que interactúa con abogados, padres y hasta con el propio enfermo en pos de sopesar qué es lo mejor para éste y así fallar en su beneficio, acorde a la ley. Pero quizás lo que ella supone mejor para el joven lo lleve a éste a dar por tierra con su sistema de creencias y, peor, poner en conflicto con todo aquello que había construido hasta entonces, incluido los vínculos familiares, de manera que ahora el menor no tenga nada disponible para sustituir lo que ha sido su entorno.

            Por otra parte, la decisión de negar a su esposo su anuencia para una relación espuria la confina a ella misma a una soledad inesperada después de más de treinta años de matrimonio, con lo que también Fiona se despoja de aquello que era su mundo hasta allí, tratando de eludir el chismorreo y la compasión ajena.

           Bajo esta propuesta, McEwan analiza el sentido de pertenencia de un individuo respecto de sus relaciones familiares y sociales. ¿Se puede dejar todo aquello que configura nuestra vida social por una resolución irreversible?; si es así, ¿cuál es el costo que estamos dispuestos a afrontar? Porque en ambos casos cada personaje – en los dos, Fiona- esgrime un fundamento poderoso para tomar semejante rumbo: en el primero, por una cuestión de vida o muerte; en el segundo, por respeto y dignidad a sí misma.

             Además, el autor utiliza historias secundarias como vehículo de una crítica al sistema judicial y a la sociedad londinense al sancionar rápidamente a supuestos culpables, por el solo hecho de no brindar una imagen de debilidad.

         Con un narrador omnisciente, personajes psicológicamente bien construidos y escenas muy apropiadas al contexto judicial, acompañados de diálogos certeros y una tensión que no ceja durante las páginas, McEwan compone una obra breve pero profunda que indaga sobre nuestros vínculos más íntimos y aquello en lo que creemos. Fluida y coloquial, se lee fácil y se medita mucho. Pueden leer las opiniones de Mientras Leo y Norah haciendo click en sus nombres.

viernes, 10 de junio de 2016

La Venus de cristal. Blonde, Joyce Carol Oates


Plaza & Janés, 2000

           Esperó mucho tiempo para ser leído. La figura de Marylin Monroe ha sido elevada a la de mito sexual de los ’50 del siglo pasado y me pareció oportuno encarar una lectura destinada a rescatar una visión más literaria de la diva.

            La autora se ha propuesto construir una versión personal acerca de la vida de Norma Jeane Baker, desde sus primeros años con una madre psicótica y la crianza en manos de su abuela, hasta sus últimos momentos de vida. En este sentido, habría que aclarar que no es una novela biográfica –aunque Oates se valga de elementos propios del género- como tampoco es una biografía no autorizada, tan en boga en estos días; a lo sumo, se asemeja a un guión para una adaptación en pantalla.

            Oates repasa la infancia con una madre ausente y díscola, capaz de someter a su hija a tormentos varios, la permanencia en orfanatos y familias adoptivas hasta su emancipación y el casual descubrimiento de la proto Marilyn por un fotógrafo. De allí a transformarse en modelo y en figurante de películas con papeles pequeños y explotar su voluptuosa silueta convirtiéndose definitivamente en Marilyn.

       Por supuesto que Oates no omite su adicción a barbitúricos, abortos provocados o espontáneos, su naturaleza sexual, sus miedos y fobias, sus caprichos y sus amores. Pero deja en claro que Monroe estaba lejos de ser sólo la rubia bellísima y tonta que todo el mundo veía, a quien signaban como una artista carente de talento. Para ello, expone facetas que exhiben el desdoblamiento entre su vida de Norma Baker y lo que se esperaba de Marilyn Monroe. Por otra parte, la muestra como una mujer que aún sabiendo que era parte del show business no podía dejar de ser una niña asustada y necesitada de amor, de ese cariño del que jamás fue objeto de parte de una madre esquizofrénica y un padre desconocido. Una Venus frágil como el cristal.

          Sus matrimonios con Joe DiMaggio y Arthur Miller, sus contactos con Richard Widmark, Marlon Brando y Lee Strasberg, sus amoríos con los hermanos Kennedy y su lamentable deceso –no deja claro si suicidio u homicidio- son profusamente tratados, tanto como cada uno de sus personajes en sendos films en los que participó, interpretaciones inspiradas muchas veces en personas que había conocido bien.

            Destaco la pluma de Oates, ágil y experta en delinear tanto la psicología de la protagonista como de quienes la rodearon a lo largo de su acelerada y breve vida. Con un estilo frontal y coloquial, el libro contiene escenas para todos los gustos. Eso sí, en algunos pasajes se vuelve un poco tedioso. Es que hay que sobrellevar su casi millar de páginas para arribar a un desenlace abierto. Si le hubiera quitado un par de cientos estaría mejor aún. No obstante, mantiene la atención del lector y le permite hacer sus propias conjeturas. 

domingo, 5 de junio de 2016

e-book 7. Fraternidad. El niño que robó el caballo de Atila, Iván Repila


Libros del Silencio, 2013

            Lo apunté apenas leí un comentario sobre él; parecía una bocanada de aire fresco en medio de tanto negocio editorial y novelas de medio pelo. Para más, provenía del puño de un promisorio joven escritor que ya había hecho sus primeras armas con otra obra de cierta repercusión, y ésta no venía a la zaga. Mas el deceso del fundador y director de la casa editora en enero de 2013 –justo cuando aparecía este título en el mercado-, condenó al sello a su desaparición a los meses y se volvió poco menos que imposible hallar en estas tierras un volumen de cualquier cosa que hubiera sido parte del catálogo. Afortunadamente, un alma caritativa lo dispuso en formato digital y nos permite seguir gozando de buena literatura.

            Dos niños, de los que sólo sabremos que uno es el Grande y el otro el Pequeño, yacen en un pozo en medio de un bosque. Las dimensiones son tales que les permite moverse con algo de libertad dentro de él pero les impide trepar o escalar hacia su superficie. No se sabe cómo llegaron a allí, ni por qué ni con quién. Están solos, a la intemperie, sin agua ni comida; sólo cuentan con una bolsa que contiene un par de bocados, que han decidido guardar para darle a la madre el día que se liberen.

            El Grande ha intentado un par de veces eyectar hacia lo alto al Pequeño, pero sólo ha conseguido lastimarlo. La falta de alimento la suplen con raíces, insectos y cualquier otra fauna que caiga eventualmente en sus manos. Pero los días se suceden y nadie aparece para ayudarlos. Las inclemencias climáticas los van condenando día tras día a la inanición y el consiguiente deterioro de las funciones orgánicas. Para colmo, deben mantener a raya a una jauría de lobos hambrientos, azuzados por el olor que despiden sus cuerpos.

            Así planteada, la novela transcurre con el declive físico y mental de sus protagonistas, sin posibilidades de escape ni socorro alguno, hacia un anunciado y trágico desenlace. Pero un golpe de efecto final revela gran parte de la razón de la trama y, fundamentalmente, el amor que une a ambos hermanos, capaz de perdurar más allá de la muerte física.

Introducción del libro en la versión digital

            El autor logra crear en este breve relato una atmósfera trágica en la que, a la vez que pasan los días y la situación se va volviendo más insostenible, los hermanos se van aferrando más uno a otro. No es sólo el Grande quien protege al Pequeño; esa protección que ejerce es suficiente motivo para seguir con vida, hasta el último y postrer esfuerzo por sacar al Pequeño de allí.

          Con diálogos bien provocados y escenas que no eluden la fiebre, la disentería y formas varias de alucinaciones y locura, Repila nos coloca en una situación límite. ¿De dónde sacamos fuerzas cuando ya no nos queda ninguna?, ¿cómo logramos hacerle creer a los demás algo en lo que nosotros dejamos de creer? ¿Somos capaces de ofrendar nuestra vida para la salvación del prójimo? Estas son algunas de las preguntas que sobrevuelan este texto fluido y coloquial, con buena composición psicológica de sus protagonistas, que rescata la fraternidad y el amor por encima de las vicisitudes.