martes, 27 de diciembre de 2016

e-book 14. El gemido de un gorrión. La lluvia amarilla, Julio Llamazares


Seix Barral, 2013

I.
            A propósito de El oro de los tigres, le preguntaron a Jorge L. Borges el por qué del título de su libro. El maestro explicó que hacía referencia a la ceguera y que, contrariamente a lo que la gente común supone, el ciego que adquiere el mal no queda a merced de la total oscuridad, sino que la vista hace que todo se vuelva amarillo, un resplandor dorado con el que baña definitivamente la vida del afectado.

II.
          Andrés de Casa Sosas nos relata, en la noche previa a su muerte, los detalles de su vida y, por extensión, la de su pueblo Ainielle –una aldea hoy abandonada en el Pirineo oscense- que desaparecerá junto con él, su último habitante. Su historia familiar como heredero de la finca, su matrimonio con Sabina, la llegada de los hijos –y sus respectivas partidas-; la vida en común con un puñado de otras familias que poco a poco van abandonando el lugar, ocupan la primera decena de capítulos. La segunda, está teñida por la melancolía, el hastío, la soledad y la muerte. Desaparecida la compañera, Andrés sobrevive hasta el estertor final a sabiendas que su muerte no será registrada por los pobladores cercanos sino hasta mucho tiempo después.

III.
            El libro está lleno de metáforas y alegorías. El amarillo –que comienza con la caída de las hojas de los chopos- encarna así el paso del tiempo que conduce a la muerte. La fluidez del río hacia el mar evoca el poder disolvente del olvido, destino final de todo lo viviente. La convivencia de Andrés con los espectros de los muertos marca la llegada de la locura y la agonía.

Llamazares, en un fondo más que apropiado


IV.
          Rescato la prosa exquisita de Llamazares para describir tanto las escenas como los sentires de sus personajes y el magnífico uso que hace de los efectos malignos de la naturaleza –el moho y la humedad, que inficionan las vigas hasta derruir las casas; el viento que sopla racheado, destrozando tejados; la nieve acumulada, que hace imposible la salida por días y semanas enteras-. El relato de Andrés es, como diría el grupo Alma y Vida, el gemido de un gorrión instantes antes de desaparecer.

V.

            Un libro de trasfondo rural, costumbrista y melancólico, con el mismo perfil de Los santos inocentes, de Miguel Delibes, pero donde el acento dramático está puesto en la destrucción que conlleva el fluir del tiempo. Agradezco a Paco Castillo el haberme descubierto al autor y esta emotiva obra. Sus brillantes líneas pueden leerse aquí.

jueves, 22 de diciembre de 2016

Retrato de familia. Rompenubes, Russell Banks


Losada, 2005

I.
            Fin de año y medio nebuloso, que comenzó con Las maravillosas nubes, de F. Sagan; continuó con La teoría de las nubes, de S. Audeguy; se extendió con El atlas de las nubes, de D. Mitchell para concluir con éste –su título refiere al monte Marcy, en las Adirondack, antiguamente conocido por Tahawus (Rompenubes)-. La sorna de allegados no se hizo esperar: no podía ser de otra manera para quien disfruta de lecturas relacionadas con una vida hogareña.

II.
            Ésta es la historia del abolicionista John Brown, narrada por el tercero de sus hijos, Owen, treinta años después de los acontecimientos que llevaron a su padre a desafiar a los esclavistas sureños armas en mano, provocando matanzas en Kansas y Virginia, hasta ser capturado por el ejército federal y colgado junto al puñado de hombres que lo acompañó en semejante quimera.

III.
            Banks compone a través de su hijo un retrato de familia que tiene como núcleo central a esa mezcla de aventurero, asesino, amante padre y esposo, soñador y líder carismático que fue John Brown. Así, Owen le describe a una investigadora los avatares del protagonista –con más de once hijos en su haber, fruto de dos matrimonios-, presentándonos a un padre de acendrada fe religiosa, conocedor como pocos de la Biblia, quien cree sentir el llamado de Dios para combatir la esclavitud. Corren las décadas de 1840 – 50 y cada uno de los emprendimientos que John Brown realiza con la intención de proveer bienestar a su prole concluyen en estruendosos fracasos. Viviendo de prestado en el estado de Nueva York, cerca de donde se reúnen los negros libertos, participa activamente junto a sus hijos mayores transportando a los esclavos fugitivos hacia el Canadá, donde hallarán la libertad. Luego, se traslada al recién creado estado de Kansas en el que se disputa sobre la esclavitud o la libertad.

IV.
            Rescato la fenomenal construcción psicológica del personaje principal y de su entorno familiar; alguien que siempre tiene la palabra certera, la oración apropiada para convencer a su oyente, sostiene un ritmo espartano de vida -heredado del puritanismo anglosajón- y asume para sí unos principios que mantendrá con hidalguía y coherencia hasta el final. En su lado opuesto, Brown aparece como un hombre al que el entusiasmo por un futuro más ecuánime y justo lo sume en la fantasía; resulta incapaz de hacer una evaluación austera de pros y contras, quedando indefenso ante el engaño y la traición.

V.

          Ameno y coloquial, el libro se transita bien a pesar de sus más de setecientas páginas. La única debilidad se encuentra en la corrección: en el apuro, hay varias fallas que podrían haberse evitado. Por lo demás, una novela antiesclavista y con sesgo moral.


sábado, 17 de diciembre de 2016

Pelibro 8. Las vírgenes suicidas

           Recordaba nebulosamente el film, cuyos protagónicos rondaban por mi cabeza como un tiovivo, sin acertar bien el reparto; sí sabía quién lo había dirigido. Ése fue el motivo y no otro cuando vi la portada del libro y me lo llevé hace más de cuatro años. Ya había una clara intención de armar este Pelibro. La película vino mucho tiempo después y ambos esperaron hasta ahora, para casi despedir el año en curso.


Libro


Jeffrey Eugenides (Anagrama, 2010)

            Los Lisbon tienen una casa en el barrio y las cinco hermanas, que sólo se llevan un año de una a otra y están entre los 13 y los 17, tienen alborotados a los jovenzuelos locales. De pronto, la más pequeña decide cortarse las venas mientras toma un baño y, tras un rescate oportuno, probar suerte en un nuevo intento posterior, esta vez exitoso.

            A partir de allí, se desencadena una suerte de psicosis colectiva, pues a la vez que el resto de la sociedad asiste silente a los hechos subsiguientes, la familia Lisbon comienza a aislarse y a encerrarse en sí misma, sin participar de vínculos sociales, abandonando todo contacto con el medio exterior y dejando sin escapatoria a las jóvenes, que comienzan su deterioro físico y mental hasta su desenlace macabro en poco más de un año. Con una madre dominante sobre marido e hijas, de acendrada naturaleza religiosa, estricta en sus normas y cumplimiento, la casa Lisbon no parece ser el lugar más propicio para el desarrollo y la formación de cinco teen agers. Mucho menos, en la atmósfera sórdida y opresiva que sobreviene después del primer suicidio.

          Eugenides compone en poco más de doscientas páginas una novela psicológica, donde se descubre el final en el inicio del libro. Todo el resto es una reconstrucción de los hechos a través de un narrador en primera persona del plural, veinte años después de lo ocurrido. Son esos ya no tan jóvenes amigos o compañeros de las chicas los encargados de relatar al lector los pormenores, así como ir entregando pistas e historiando los sucesos. Ese narrador supernumerario es un acierto, pues pareciera que el grupo que lo compone se ha turnado en observarlas casi sin solución de continuidad a partir del primer suicidio, demostrando que han vivido todo ese tiempo por y para ellas.

            Otro acierto es el contrapunto entre una familia que se desmorona paso a paso mientras la sociedad que la rodea permanece indolentemente despreocupada, sin reacción ni participación alguna que pudiera conferir un cambio. Por último, la escena final y el remate de la historia están a la altura de la tensión alcanzada, que ha venido in crescendo desde marras.

             Con sólidos personajes bien definidos, escenas de alto voltaje y diálogos apropiados, el autor nos ofrece un libro en el que critica la aquiescencia de la sociedad americana, individualista y superficial, incapaz de tomar partido siquiera por humanidad. Fluido y ameno, se lee bien aunque es conveniente tomarse el tiempo para ir asimilando de a poco la tragedia.


Film


Sofia Coppola (Paramount, 1999)

            Confieso que esperaba más de esta realización. Salvo Hanna Hall -que encarna a Cecilia, la menor de las hermanas- las otras chicas no parecen ni de lejos contar con las edades del libro de Eugenides. Aún Kirsten Dunst, quien destaca por alcanzar un perfecto equilibrio entre inocencia y sensualidad -en la piel de Lux Lisbon- se ve bastante mayor a una niña de catorce años.

            El film de Sofia Coppola respeta en gran medida el texto del escritor, con pequeñas omisiones que no hacen al trasfondo de lo que se relata, salvo la ausencia de la escena final. Pero decididamente en contra juega la voz en off del narrador que, siendo un gran acierto en el libro, digamos que nadie asiste al cine para que alguien le cuente lo que ha de ocurrir. Es este recurso el mayor responsable –no el único- de la pérdida de la tensión necesaria para que el espectador mantenga la atención, con lo cual el film languidece.



Testimonio del octavo Pelibro

            Las actuaciones de James Woods en el rol del padre y de Kirsten Dunst están por encima de las demás, aunque no son sobresalientes. La ambientación tanto como la fotografía y la atmósfera de inquietud creada por Coppola para esta versión cinematográfica son adecuadas, lo mismo que la música escogida y compuesta por los músicos franceses de Air.

                A lo largo de poco más de hora y media de duración, no logré conectar del todo con la propuesta, a la que encuentro sosa, con faltas de continuidad, acción y transgresión, que sí están presentes en el texto. Y aunque a la postre se pone en evidencia esa indolencia americana ya señalada en mis comentarios al libro, la ausencia del remate de la historia deja una versión deslucida, desflecada y algo anodina.

                 Mejor suerte para la próxima vez, Sofia.

lunes, 12 de diciembre de 2016

Historias bosnias. Un puente sobre el Drina, Ivo Andrić


Debolsillo, 2010


I.

            Adentrarse en el pasado de la península balcánica puede resultar todo un desafío; máxime cuando el mismo terreno fuera hollado por otomanos, austro-húngaros, yugoslavos en un raid de cuatrocientos años. La geografía ha cambiado; sus habitantes han cambiado. Nada parece haber quedado en pie, salvo ese puente sobre las aguas del Drina en Višegrad, Bosnia.

II.

            Ivo Andrić nos relata a través de historias y leyendas de pueblo cómo fue cambiando la geografía y sus gentes, desde principios del siglo XVI hasta la Primera Guerra Mundial, incluida. Fue la necesidad de mantener comunicación con el occidente de su imperio que los turcos hicieron construir semejante obra sobre el río, al que antiguamente sólo podía cruzarse en balsa. El puente, entonces, se convertía en un paso obligado para comerciar tanto como para satisfacer las necesidades de la fe musulmana.

III.

            Este canal se vio afectado por la llegada de los boches –el ejército austro-alemán- a fines del siglo XIX, cuando el emperador Francisco José I anexó los terrenos. Algunos años más tarde construyó una red ferroviaria que volvió innecesario el puente. Sin embargo, los arrestos independentistas que comenzaron a surgir a principios del siglo XIX –fortalecidos por el triunfo del ejército serbio sobre los turcos y luego sobre los búlgaros entre 1912 y 1913 en la llamada Guerra de los Balcanes-, culminó con el inicio de la IGM y el desmembramiento del territorio, donde el puente volvió a cobrar vida.

IV.

           Cristianos católicos, ortodoxos, judíos y musulmanes han convivido –con mayor o menor tolerancia- a lo largo de todo este tiempo en ese terruño. Andrić ni siquiera se ocupa de lo ocurrido a posteriori; sólo nos entrega una mirada retrospectiva sobre un pueblo arraigado a la tradición, resistente a los cambios –geopolíticos y sociales-, apegado a sus costumbres y con cierto respeto por el vecino, aún con valores y creencias divergentes.

El puente que da título al libro

V.

            Con una prosa fluida y personajes bien delineados, Andrić utiliza como eje unitivo el puente Mehmed Paša Sokolević para tejer una novela con muchos elementos de historia oral, mitos y cierto grado de nostalgia por algo que ya no existe. En este aspecto, el libro se transforma en un testimonio de época. Muy llevadero e interesante para quien desee acercarse a la historia de esos pueblos.

miércoles, 7 de diciembre de 2016

Versión Original 16. Mañana en la batalla piensa en mi, Javier Marías


De Bolsillo, 2007


         Rescato del olvido esta reseña porque el libro me ha parecido singularmente bueno. Se que Marías posee apasionados seguidores tanto como críticos y detractores, pero fue mi experiencia inicial con su universo literario y guarda mis primeras impresiones una vez concluida su lectura, hace más de seis años atrás. Además, ha sido el responsable de haberme hecho de unos cuantos títulos de su autoría.


            El título figuraba en una enorme lista que un colega docente ofrecía a sus alumnos con motivo de una lectura obligatoria que los mismos debían realizar para así concluir sus estudios y, entre otras tareas, promover la asignatura. Cuando le pregunté al docente cuál de esos libros me sugeriría leer, inmediatamente me citó el de Javier Marías. Después de adquirirlo, durmió el sueño de los justos y compuso parte del tótem de lecturas pendientes. Fue en una reunión de fines de año -2009- que el título volvió a salir a la luz y ahí decidí llevármelo de vacaciones.

            Esta novela cuenta en primera persona la historia de un hombre que es invitado a cenar en casa de una mujer a la que apenas conoce, en ausencia de su marido, con la única compañía de un niño de dos años. El desvelo del infante retarda el encuentro sexual de la pareja que, en el instante de iniciar la consumación, la mujer repentinamente se indispone y muere.

            A partir de este trágico suceso, el protagonista se ve envuelto en una situación compleja, pues el niño queda solo, desvalido y con su padre en el exterior. Esto aumenta su sentimiento de culpa y remordimiento por abandonar el lugar en medio de la noche en esa circunstancia, con el paso de los días.

            La trama, ambientada en Madrid y bien narrada, que refleja el sentir del personaje principal a través de elucubraciones, pensamientos y acciones en pos de saber qué ocurrió después de su salida, es lo sobresaliente de la novela.

              Basada en la frase “mañana en la batalla piensa en mi, cuando fui mortal; y caiga tu espada sin filo: desespera y muere”, tomada de “Ricardo III”, de Shakespeare, Marías construye un universo narrativo lleno de reflexiones mientras se desarrolla la historia, pero ésta no constituye el elemento principal sino que acompaña a aquellas en un ir y venir recíproco. La necesidad de saber cómo se resuelve esa muerte a nivel familiar lleva al protagonista a entrar en contacto directo con los deudos más cercanos, lo que deviene en una serie de sucesos con un fin insospechado.

            El autor se ayuda de frases cortas con contenido pleno de significado, haciendo que su relato se vuelva un tanto denso. Además, utiliza el término haunted (encantado) para describir cómo se siente su personaje; esa sensación de “ensoñación”, de ser visitado por fantasmas durante las noches, o en sueños, de la más pura tradición inglesa.

              La novela está signada por “la negra espalda del tiempo” –otra frase del bardo inglés y título de otra novela del autor- con la que Marías da a entender todo aquello que se frustra o se malogra, lo irreversible y lo incumplido, lo que retorna y lo que se pierde, como si todo diera lo mismo. Todas esas cosas que dejan de tener sentido cuando la muerte se hace presente. Ese presente que se vuelve difuso al entrar en el olvido.

            También se entrelaza la propia historia del protagonista con su última pareja que, en una digresión en medio del texto, es incluida para definir más psicológicamente el rol principal y tiende a fortalecer el carácter de ensueño de lo que se narra. Una forma original de exponer el mito del “eterno retorno”.

                 Por último, no escapa a la historia la meticulosa observación del autor del entorno social y cultural del Madrid posfranquista, que añade condimento con su análisis de clase y su exposición ácida y socarrona de figuras que ya pertenecen al pasado, así como también exhibe fidedignamente la realidad del quehacer literario de aquellos que son “negros” –personas que escriben para otros, sin firma-. Quizás el desenlace de la historia se vuelva poco creíble, pero las meditaciones acerca de lo ínfimo que cualquier individuo deja en la memoria colectiva de los demás en su paso por esta vida es muy interesante.

viernes, 2 de diciembre de 2016

Pulsiones. Butes, Pascal Quignard


Sexto piso, 2012

I.

            Según Apolonio de Rodas, fue el plectro de la cítara de Orfeo ejecutada sobre la nave Argos el que impidió que los remeros escucharan con nitidez el canto de unas aves raras, con cara y pechos de mujer, llamadas sirenas, y se volvieran locos. ¡Semejante ruido debe haber metido Orfeo para cubrir ese llamado! Algo similar nos cuenta Homero sobre Odiseo, que obstruyó con cera los oídos de sus compañeros y pidió que lo ataran firmemente al mástil principal de la nave para poder deleitarse con la melodía. El único que sucumbió al hechizo del canto fue Butes, uno de los remeros de los Argonautas, que abandonó su posición y se arrojó al agua, pereciendo.

II.

            ¿Qué hay en esa música emitida por las sirenas, que nos subyuga, atrapa y enloquece? Según Quignard, existe una melodía ancestral, previa a la aparición del lenguaje y de los distintos idiomas del mundo, asociada a cada alma humana, al núcleo de la vida nonata –la que puede escuchar el feto dentro del vientre de la madre-, capaz de enajenarnos porque su poder estriba en ser parte del instinto animal, algo forjado antes que nuestro ser social.

III.

            Butes encarna así a aquel que renuncia a la sociedad del lenguaje para ir detrás de una quimera, aún a costa de perder la vida. Dejarse cautivar por la esencia animal del hombre es elegir vivir como un salvaje aunque sólo sea un instante, renegando a una vida mesurada cuyo destino es la lenta muerte, aceptada por las formas sociales. En ese aspecto, la alegoría del canto de sirena se vincula estrechamente con nuestras pulsiones instintivas.

IV.

            El estilo narrativo elegido por Quignard es de pocas palabras, con frases y párrafos relativamente cortos, elaborados para permitir la reflexión acerca de cuán presentes se hallan estas pulsiones en nuestra vida cotidiana. Por otra parte, no deja de cuestionar que la disidencia a los cánones establecidos por la sociedad de consumo en la que nos movemos forma parte del mismo sistema, que se renueva y nutre con ella.

V.

            Coloquial y profundo, leer a Quignard siempre es un deleite. Deja mucha sustancia sobre la que meditar; en este caso, enfocado en la convivencia diaria de nuestra naturaleza animal y la racionalidad que nos permite vivir en sociedad. Un libro breve, interesante y sustancioso.