Seix Barral, 2013
I.
A propósito de El oro de los tigres, le preguntaron a Jorge L. Borges el por qué
del título de su libro. El maestro explicó que hacía referencia a la ceguera y
que, contrariamente a lo que la gente común supone, el ciego que adquiere el
mal no queda a merced de la total oscuridad, sino que la vista hace que todo se
vuelva amarillo, un resplandor dorado con el que baña definitivamente la vida
del afectado.
II.
Andrés de Casa Sosas nos relata, en
la noche previa a su muerte, los detalles de su vida y, por extensión, la de
su pueblo Ainielle –una aldea hoy abandonada en el Pirineo oscense- que
desaparecerá junto con él, su último habitante. Su historia familiar como
heredero de la finca, su matrimonio con Sabina, la llegada de los hijos –y sus
respectivas partidas-; la vida en común con un puñado de otras familias que
poco a poco van abandonando el lugar, ocupan la primera decena de capítulos. La
segunda, está teñida por la melancolía, el hastío, la soledad y la muerte.
Desaparecida la compañera, Andrés sobrevive hasta el estertor final a sabiendas
que su muerte no será registrada por los pobladores cercanos sino hasta mucho
tiempo después.
III.
El libro está lleno de metáforas y
alegorías. El amarillo –que comienza con la caída de las hojas de los chopos-
encarna así el paso del tiempo que conduce a la muerte. La fluidez del río hacia
el mar evoca el poder disolvente del olvido, destino final de todo lo viviente.
La convivencia de Andrés con los espectros de los muertos marca la llegada de
la locura y la agonía.
IV.
Rescato la prosa exquisita de
Llamazares para describir tanto las escenas como los sentires de sus personajes
y el magnífico uso que hace de los efectos malignos de la naturaleza –el moho y
la humedad, que inficionan las vigas hasta derruir las casas; el viento que
sopla racheado, destrozando tejados; la nieve acumulada, que hace imposible la
salida por días y semanas enteras-. El relato de Andrés es, como diría el grupo
Alma y Vida, el gemido de un gorrión instantes antes de desaparecer.
V.
Un libro de trasfondo rural,
costumbrista y melancólico, con el mismo perfil de Los santos inocentes, de Miguel Delibes, pero donde el acento
dramático está puesto en la destrucción que conlleva el fluir del tiempo.
Agradezco a Paco Castillo el haberme descubierto al autor y esta emotiva obra.
Sus brillantes líneas pueden leerse aquí.