sábado, 9 de septiembre de 2017

Humano, como la contradicción. Eugenio Oneguin, Alexander S. Pushkin


Cátedra, 2005

           No tenía nada de Pushkin. Ningún libro de poemas, novela o cualquier otro trabajo suyo. Ni siquiera la versión de Piotr I. Tchaikovski de su reconocida ópera homónima. Un ninguneo total. Sólo una versión más que modesta inspirada en otra de sus obras –Boris Godunov, de Mussorgsky-, adquirida antes de una puesta en el Teatro Colón de esta ciudad, hace casi veinte años. Siendo EL poeta nacional ruso por antonomasia, era hora que abordara algo de sus letras.

           Esta ya clásica obra es un alarde de talento del maestro ruso. ¡Hay que escribir toda una novela en regla, a lo largo de cientos de páginas, nada menos que en verso! Le llevó varios años concluirla, después de muchas idas y venidas por razones políticas –su destierro en Odesa, el regreso a Moscú, la censura zarista y el seguimiento policial-. El resultado es descomunal.

            La obra está estructurada en ocho partes. Eugenio Oneguin es un petimetre –señorito que se da aires- veinteañero, muy a la moda de principios de siglo XIX. Después de dilapidar fortuna en placeres y mujeres, harto de la frivolidad que le brindaba la sociedad se recluye en los dominios heredados de un tío. Allí, conoce a un nuevo propietario más joven que él, Vladímir Lensky, a quien cobija no solo como a un amigo sino como a un hijo putativo. El inocente y romántico Lensky se enamora de Olga Larina y, por su intermedio, Oneguin conoce a su hermana Tatiana. Ésta se enamora del protagonista a quien confiesa su amor en una carta, pero él, descreído y desilusionado de los amores mundanos, declina cualquier relación. Un baile ofrece la ocasión a Oneguin de acicatear el orgullo de su discípulo, seduciendo a Olga. El hecho conduce a un duelo con final previsible; esto determina su alejamiento. Muchos años después, se vuelven a encontrar Tatiana –ahora casada- y Oneguin ahora enamorado. Ella salda así el viejo desprecio con su desprecio.

            Hay una suerte de contradicción en toda la obra. Oneguin encarna al gentilhombre que reconoce la superficialidad de los salones de su tiempo… pero no puede dejar de ser parte de ella. Intenta ser sincero respecto de sí mismo alejando a los amores ingenuos, pero es proclive a ese tipo de amor. Alimenta una sana amistad, mas atenta contra ella llegado el caso. En este aspecto, el protagonista se debate entre una ociosidad abúlica y una acción intrascendente.

           Por otra parte, Pushkin hace alusiones continuas a críticos, amigos, detractores y figuras contemporáneas a las que guardaba respeto o denigraba. Y, por supuesto que en forma velada, señala el control que la Cheká ejercía sobre él… Por momentos, yuxtapone lo que ocurre a su personaje con su propia historia, con lo que desdibuja el límite entre ficción y realidad. Esta edición bilingüe se acompaña con un análisis de la obra, la biografía del autor y ciertos detalles a tomar en cuenta para el lector desprevenido. Fluida, amena, con plena intención de involucrar al lector en la historia resulta una novela original, enormemente humana, recomendable para corazones sensibles que se deleitan con un romance genuino.

6 comentarios:

  1. No sabés la alegría que me he llevado. .¡Lo he leído! Porque vi la peli, lo confieso. Pero con toda la terquedad que da la juventud ahí estuve peleando con la novela en verso. Y me sentí la muchacha más lista y más guay del mundo aunque seguro que no entendí ni capté todos los matices.
    Besos nostálgicos.

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    1. ¡Qué bueno es saber que lo has leído! No importa en qué época de la vida; seguro que le has sacado jugo, por muy modesta que seas. Es que hubo un tiempo en la vida en que se nos daba bien el romance, ¿no?
      Buena obra, en general. Leyendo tanta literatura rusa, entiendo un poco mejor por qué lo quieren tanto a Pushkin.
      Ah, aprovecho! Me ha extrañado sobremanera que nada nos has hecho llegar acerca de la última obra de tu amado Paul...
      Besitos compartidos.

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    2. Está ahí, envuelto en su papel de regalo a punto de ser rasgado. Antes me prometí acabar con otra novela que amenazaba con acabar conmigo.
      El mes que viene vendrá Paul a la cantina. Quiero leerlo con calma. Espero que los siete años hayan merecido la espera.
      Besitos nocturnos

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    3. Si quieres, podemos hacer un Transatlántico... Sin compromiso; puedes decir no. De hecho, no lo tengo aún, pero anda por el entorno.
      Besotes.

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    4. Con cualquier otro repetiría la experiencia transatlántica pero con Paul tengo que estar a solas, seguro que lo entiendes.
      Besos celosos

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    5. Eso imaginé. Pero si quieres repetir la vieja experiencia, puedes sugerirme algunos títulos de tu interés y nos ponemos de acuerdo.
      Besitos comprensivos.

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