viernes, 23 de febrero de 2018

Violencia, locura y muerte. La vegetariana, Han Kang


Bajo La Luna, 2016

           Eran muchas las voces que ensalzaban este título, de aparición reciente en España pero que aquí ya tenía larga data, puesto que la presente es la primera reimpresión de una edición en español del 2012. La autora lo registró en 2007. Tantas opiniones coincidentes me forzaron a buscarlo, primero, y leerlo, algo después.

            Yeonghye es una mujer joven, casada y sin hijos, quien una madrugada decide dejar de comer carne y derivados debido a horribles sueños recurrentes que tienen a la carne y a la sangre como protagonistas. Lo que continúa es el deterioro cada vez mayor de Yeonghye, a medida que depura su ingesta, hasta convertirla sólo en agua.

            El mayor acierto de esta novela se encuentra en la forma que Kang nos hace llegar los detalles de la historia. Para ello utiliza tres voces distintas, en sendos capítulos. La primera es la del marido, quien confiesa haber elegido a Yeonghye como esposa porque no tenía ninguna cualidad sobresaliente. Luego, está el relato del cuñado, esposo de la hermana de Yeonghye quien, siendo un creativo –aunque sin aporte a la economía familiar- sufre una obsesión con el cuerpo de su cuñada y se dispone a dar riendas a su fantasía artística y sexual. Finalmente, está el testimonio de la hermana, quien acompaña a Yeonghye hasta el desenlace.

            La novela orilla varios temas espinosos y nos cuestiona hasta dónde somos libres y soberanos de nuestras propias decisiones. Así, incluye distintos hechos de violencia: personal y activa, perpetrada por personajes masculinos sobre sus mujeres -puesto que el sexo sin consentimiento de ambas partes es lisamente violación-; la violencia familiar -de la que Yeonghye es objeto al negarse a comer carne en una reunión-; la violencia social –cuando el personal de los hospitales fuerza a Yeonghye mediante tubos a ingerir alimento, ante su firme negativa-. También está el tema de la locura: quizás lo que nació como un arresto de rebeldía femenina a la imposición patriarcal de su sociedad tomó un sesgo con ribetes esquizoides y la condujo a una situación de aislamiento tan profunda, donde la muerte es la única salida o la única solución. Y, por supuesto, el cuestionamiento hacia la sociedad que nos impide de diversas maneras dejarnos morir, decisión que es de nuestra entera propiedad y libertad.

            De estilo directo, escueto en palabras, con personajes psicológicamente bien desarrollados y escenas fuertes -que pueden afectar la sensibilidad del lector desprevenido-, Kang construye un relato largo que pone de manifiesto los mandatos familiares, la hipocresía, la incomprensión social y el egoísmo personal que atentan contra nuestras libertades. Un libro interesante, pero no recomendable para lectores impresionables.

Apostillas personales

            Tengo varias razones para sentirme molesto con este libro, y con lo que se ha dicho sobre él. Para comenzar, está el tema del título que, si no engañoso para el lector, al menos es rotundamente equívoco. El único momento en el que se alude la conversión de Yeonghye a la condición vegetariana es en el primer tercio, en el que ella misma explica el por qué; en los dos tercios restantes esa condición pasa casi desapercibida y resulta irrelevante. Tanto es así, que la autora, dándose cuenta, refiere a ella en algunas forzadas escenas, como para justificarlo. Pero lo que confirma mi malestar es que la edición española, bajo el sello de Rata –usando la misma traducción-, puso en la portada un párrafo -tomado de la propia Kang- que intenta aclarar este equívoco a sabiendas, no fuera cosa que diera lugar a reclamos. Por las dudas, lo acompaña de un prólogo, a cargo de alguien llamado Gabi Martínez. Dice textualmente la autora,

‘Hacer preguntas, eso es para mí escribir.(…) Hay una mujer, un ser humano que ya no quiere formar parte de la humanidad. Un ser que pone en juego su vida para no dañar a nadie ni a nada, un ser a quien un día deja de importarle en absoluto vivir o morir.’

        Estas líneas revelan, en parte, de qué se trata el libro. En la edición en mis manos, anterior a la española, la portada carece de prólogo y explicación alguna, como puede verse arriba.

         El párrafo seleccionado también es engañoso: hace aparecer a la protagonista como un ser libre de culpas, que sólo ha tomado una decisión –dejarse morir, cualquiera sea el motivo-, sin ejercer sobre los demás ninguna acción violenta. No es verdad. Cuando Yeonghye intenta ahuyentar sus fantasmas dejando de comer carne, todos los productos de ese origen que se encontraban en el freezer del refrigerador van a parar a la basura, incluido los huevos y la leche –cosa que el marido señala, al volver de su trabajo con hambre-. Si esos alimentos, que hasta el día anterior iban a ser consumidos por ambos, ahora están en el canasto de salida, sin aviso previo al cónyuge –quien los iba a ingerir, puesto que él no se había vuelto vegetariano-, Yeonghye se hace pasible de ser acusada de ejercer violencia pasiva sobre él; una violencia pasiva que, como tal, es impune. A lo sumo, podríamos alegar que no es intencional, pero existe. Claro... me olvido que esa forma de violencia debe ser tolerada, según cánones sociales en vigencia. No dejo de preguntarme cuántos hechos criminales de naturaleza conyugal han tenido como origen actos semejantes de violencia pasiva.

            Respecto de lo que se dijo sobre el libro, algunos lectores han hallado semejanza entre éste y La metamorfosis, de F. Kafka. Disiento con ellos. Gregor Samsa, el protagonista del célebre libro de Kafka, se acuesta siendo hombre y amanece insecto. Yeonghye sufre un cambio durante una noche a través de un sueño –que no cambia su condición de mujer-. Podemos acordar que ambos, en primera instancia, hagan el esfuerzo por comprender qué les ha pasado y, sin ninguna duda, en ambos repercute el rechazo de los demás, que ven modificada su situación respecto de ese cambio. Pero el grado de aislamiento del primero –que no tiene elección- es incomparablemente mayor que el de la segunda, que cuenta aún con la posibilidad de volverse atrás, aunque desista.

          Tómense estas apostillas, entonces, como una suerte de reparos personales que, por otra parte, en nada opacan el contundente texto de la autora.

viernes, 16 de febrero de 2018

e-book 26. Locos lindos. El lector del tren de las 6.27, Jean-Paul Didierlaurent


Seix Barral, 2014

I.

            Me decidió la lectura que había hecho Agnieszka de este libro, hace ya un tiempo. Creo que todos los lectores somos proclives a enternecernos con aquellas historias que tratan de otros lectores, obras literarias o librerías, por simple afinidad con lo que nos es querido: el mundillo del libro en general. Por eso mi disposición era un tanto escéptica al encarar el título de marras, aunque no le quitaba mérito.

II.

            No hay nada raro en este libro. A lo sumo, un protagonista –llamado Guibrando Viñol- que opera una máquina de origen alemán –qué raro- que tritura papel para reciclarlo, y quien suele infligir un castigo impune a los demás pasajeros del tren que aborda todos los días para ir a trabajar: lee en voz alta alguna de las páginas rescatadas de la Cosa. Que la alimentación de esa Cosa –así como él la llama- son libros, sólo libros. Que sus mejores amigos son un lisiado cuyas piernas se comió la Cosa, y un guardia de acceso, que suele expresarse a cualquiera en alejandrinos dodecasílabos. Que, al escucharlo, un par de ancianas le soliciten realizar lecturas en el instituto para mayores donde habitan, los fines de semana. Como dije, nada extraño.

III.

             Pero un día se topa con la historia de Julie, una aseadora de baños en un centro comercial, que no tiene mejor idea que poner por escrito lo que vive, y pierde en el tren ese pendrive que concentra toda su mirada acerca de sí misma y de la sociedad que la rodea. En el afán de conocer a la autora, Guibrando va declamando el acontecer de Julie día tras día sobre ese tren hasta que, con ayuda de la tecnología y sus amigos, llega hasta ella.

IV.

            No es una historia de amor in stricto sensu, ni tampoco una novela profunda y señera; más bien parece destinada a tocar nuestra fibra sensible y empatizar con el pobre Guibrando, de vida gris y rutinaria –como tantos de nosotros-, por su amor por la lectura y los libros. Por creer que, más allá de una tarea aburrida y mediocre, que solo nos permite ganarnos el sustento, existe un mundo de posibilidades que la literatura nos brinda a la vuelta de la esquina y, quizás, hasta guarde para nosotros una promesa de amor.

V.

            Con escasos elementos narrativos aunque bien dosificados, el autor nos conduce, gracias a un puñado de locos lindos, hacia un final emotivo, a través de diálogos jugosos y reflexiones sobre la lectura y el oficio de leer. Ameno, coloquial, el libro será siempre del agrado del mundo lector.

La versión digital, gentileza de Epublibre

viernes, 9 de febrero de 2018

Pelibro 12. Solaris

             Un intercambio con Paco y Wineruda surgió como respuesta a la lectura de un libro de Clarke. El último de aquellos se explayó sobre el género de ciencia – ficción, regalándonos una extensa lista de autores y obras. Como colofón, fanático de Lem, sugirió el de marras como un libro señero en el área. Inmediatamente decidí buscar el film homónimo y armar este Pelibro.

Libro


Stanislav Lem (Minotauro, 1993)

            En realidad, ésta ha sido una relectura, puesto que el texto lo abordé hace muchos años en un viejo ejemplar. Al poco de deshacerme de él, me arrepentí; años más tarde hallé esta edición en cartoné y me lo llevé, dispuesto a indagar qué había llamado tanto mi atención. Y lo encontré,

‘Nos internamos en el cosmos preparados para todo, es decir para la soledad, la lucha, la fatiga y la muerte. Evitamos decirlo, por pudor, pero en algunos momentos pensamos muy bien de nosotros mismos. Y sin embargo, bien mirado, nuestro fervor es puro camelo. No queremos conquistar el cosmos, solo queremos extender la Tierra hasta los lindes del cosmos. Para nosotros, tal planeta es árido como el Sahara, tal otro glacial como el Polo Norte, un tercero lujurioso como la Amazonia. Somos humanitarios y caballerescos, no queremos someter a otras razas, queremos simplemente transmitirles nuestros valores y apoderarnos en cambio de un patrimonio ajeno. Nos consideramos los caballeros del Santo-Contacto. Es otra mentira. No tenemos necesidad de otros mundos. Lo que necesitamos son espejos. No sabemos qué hacer con otros mundos. Un solo mundo, nuestro mundo, nos basta, pero no nos gusta como es.’

          Solaris es un planeta lejano al que es enviado Kris Kelvin, un astronauta psicólogo, debido a que en la estación espacial que gira en órbita estable alrededor de él han sucedido cosas extrañas. Una vez allí se entera de la misteriosa muerte de Gibarian –quien fuese maestro suyo cuando joven- aparentemente por suicidio, y el comportamiento de sus compañeros Snaut y Sartorius es, cuanto menos, sospechoso.

          Al parecer, el océano que rodea la corteza del planeta es un ser orgánico y, posiblemente, inteligente a su manera, capaz de modificar la órbita en la que deriva y generar figuras de varios kilómetros de extensión y cientos de metros de altura, entre otros fenómenos. Pero lo más importante es que puede adentrarse en el cerebro de los humanos que ocupan la estación y generar visitantes que remedan a seres queridos que los mismos han dejado en la Tierra.

            El libro no es sólo una novela; va mucho más allá de la ficción. Lem utiliza la trama para insertarnos una duda: ¿somos capaces de comprender que pueden existir otros seres orgánicos que nada tengan en común con el género humano tal como lo conocemos? Que no necesitan repetir nuestra evolución; que pueden ‘vivir’ una vida distinta -hasta sin malicia y sin ambición-, tal como ese océano que proporciona formas caprichosas a los ojos de los astronautas sin el más mínimo sentido. Al tiempo, critica con dureza nuestros mezquinos intereses de conquista; nuestra estrechez de objetivos y expone con crueldad cómo intentamos encontrarle una explicación racional a todo, con tal de que satisfagan nuestras ideas o búsquedas.

            De estilo fluido, directo, cuestionador y con escasos elementos, Lem construye una obra colosal, con mucho trasfondo filosófico que promueve la reflexión acerca de nosotros mismos y la manera en que solemos enfocar la vida y nuestro rol en el universo. Imprescindible para todo buen lector.

Film


Andrei Tarkovski (Mosfilm, 1972)

            La realización de Tarkovski se apega muy bien al texto de Lem, salvo en escasos pasajes donde el cineasta se toma alguna licencia e incorpora escenas que no son parte de él, aunque no desvirtúan la esencia de lo que Lem quiere expresar; por el contrario, intenta reforzar y ahondar la mirada psico – filosófica, metafísica, que sobrevuela todo el libro.

            A diferencia de otras películas del género, donde el acento narrativo está puesto en la llegada a otros mundos; donde dominan imágenes filmadas en exteriores y proliferan escenas sobre el cosmos lejano, Tarkovski recluye su argumento en interiores –que se ve realzado por la cotidianidad de los elementos que ambientan esa nave espacial, aludiendo formalmente a la vida del género humano-, como si en vez de realizar un viaje sideral al confín del universo, nos propusiera un descenso hacia nuestro propio interior.

            En este sentido, el film se vuelve de una belleza inusitada, alternando largos monólogos con silencios cargados de sentido, diálogos tan bien provocados que no les sobra ni falta nada, la música de Bach sabiamente escogida y sobresalientes actuaciones de un más que escueto elenco que transmite al espectador el drama moral que ese océano impone a los habitantes de la nave espacial, jugando con sus recuerdos y sentimientos.

            Con una narración en tempo muy lento, abundantes primeros planos, detalles que se perciben solo en gestos y con un presupuesto del que Hollywood al completo se reiría, dudo que este film pudiera ser del agrado del gran público actual -acostumbrado a la rapidez del desarrollo y la inmediata conclusión-, para quien el cine se vive más a manera de entretenimiento, show de efectos especiales y vía de escape de los problemas que conlleva la vida en la posmodernidad.

            Para los que gozamos de ese cine trascendente, profundo, que estruja el corazón del espectador, que siembra preguntas de difícil respuesta y nos deja pensando, esta película es una obra maestra. Tan imprescindible como la lectura del libro de Lem.

Testimonio del duodécimo Pelibro.

viernes, 2 de febrero de 2018

Intimidad femenina japonesa. Colegiala, Osamu Dazai


Impedimenta, 2013

I.

            Resulta difícil encontrar a un autor japonés que se haga cargo del universo femenino en la sociedad tradicional nipona de mediados de siglo pasado y exprese, en catorce relatos narrados en primera persona, el sentir de muchas de las mujeres de su tiempo, que se debatían entre aceptar los mandatos familiares de sumisión al hombre y su destino a los hijos y la casa, y las reales aspiraciones de emancipación y realización individuales. Dazai lo logró en este libro.

II.

          Las protagonistas de estos relatos son mujeres. Algunas nos participan de sus pensamientos, ilusiones, fantasías. Otras, nos confiesan sus fallas y temores. Todas se permiten expresar sus sentimientos –algo no bien visto en la sociedad de aquellos tiempos-, dando muestras de la necesidad de disfrutar de la vida, más allá de desencantos y fracasos personales. En este aspecto, Dazai construye una colección de escenas en las que la intimidad femenina japonesa se manifiesta en toda su dimensión social.

III.

            Con una prosa exquisita, sensible y por momentos lírica, Dazai cuestiona la dominación masculina contraponiendo mujeres jóvenes, dotadas de una mirada crítica acerca del mundo en torno a ellas, que se avienen a jugar los roles que la vida les ofrece, a veces con alegría mas siempre con abnegación, sin renunciar a estar mejor o alcanzar otros objetivos, muchos de ellos vedados a su género. Los pocos hombres que aparecen en sus páginas nunca quedan muy bien parados; más bien todo lo contrario –y varios de ellos son escritores o artistas-.

IV.

            Un libro distinto, que no solo está destinado al público femenino en general sino también a los hombres que puedan permitirse evaluar en qué medida con nuestras decisiones, comodidades y egoísmos condicionamos las respuestas del género opuesto. Una propuesta más que interesante.