viernes, 16 de marzo de 2018

Síndrome de Diógenes. Todas las cosas, Nora J. Rabinowicz


La Parte Maldita, 2017

I.
            Primero, fue ver la portada del libro, que picó mi curiosidad por un motivo personal. Después, fue leer algo sobre su contenido. Pero el elemento disparador de la lectura fue este comentario, aparecido en la página de una afamada librería local –donde retiré el ejemplar-, de un anónimo quien, al menos, parece que tenía algo que decirle a la autora,

‘Cuando no hay talento para pensar una historia, lo mejor es contar la vida de otra persona. Ojo, no vayamos a poner algo personal, o de tu familia, o de tus amigas. Y mirá que tenías material, ¿eh? Felicitaciones, Truman Capote de Paternal. “Una historia que conmueve” me dijo la narradora. Sí, claro, como si no me lo dijera nadie que conoce mi vida, Norita. Pobre mina. Cariños, Andrés.’

II.

            La protagonista narra su historia con Andrés Naranjo, un guitarrista treintón quien es incapaz de separarse de las cosas del pasado y tiende a acumularlas en toda habitación de la que disponga. Así, además de ser sucio y desordenado, vive rodeado de una multitud de objetos cuya más mínima pérdida lo sume en una angustia profunda. En este sentido, Andrés parecería padecer síndrome de Diógenes: aquel que, no pudiendo deshacerse de cosas -que estarían destinadas a la basura-, termina por guardarlas.

III.

            La narradora describe con minuciosidad su vida al lado de semejante personaje. No solo intenta mantener una relación de por sí complicada, sino que hace lo imposible porque Andrés se vuelva un ser convivible. Pero no hay caso. Los desencuentros se suceden y no dejan mucho margen para la esperanza.

Véase la portada y compréndase el motivo personal -colgado en el living-

IV.

            En estilo coloquial y ameno, Rabinowicz compone una historia de desenlace anunciado, con una pizca de humor y escenas graciosas. Si algo hay que destacar en esta novela es la voz de la narradora, por demás honesta y elocuente. Eso sí, adolece de algunos cabos sueltos: no se sabe muy bien de dónde obtiene ingresos Andrés, dada su falta de actividad y ausencia de rentas. Tampoco puede saberse cómo hace para afrontar impuestos y abastecimiento sin ayuda de su pareja, quien tampoco parece muy inclinada al trabajo, por citar algunos casos. Un libro breve y entretenido, apropiado para un viaje de algunas horas.

12 comentarios:

  1. Pues pintaba medio bien pero soy de las que quiere saberlo todo y creo que me quedaría fuera de esta historia. Aparte de que no entiendo esa manía de querer moldear a las personas, si no te encaja como es, a otra cosa.
    Besitos negativos

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    1. No se si es una manía de intentar que el otro encaje en nuestro molde; en este caso, más parece que el hombre no encaja en nada -y lo peor, no tiene intención de encajar-.
      El libro no está mal; revela ciertas obsesiones de estos tiempos.
      Por otra parte, creo que por los años vividos, ni tu ni yo podríamos soportar semejante androide más que unos minutos. No obstante, está bien narrado.
      Besitos risueños.

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    2. Hola. Si les interesa, hice una entrada aclarando algunas cosas de la novelita. Saludos, Andrés.

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  2. Hola Marcelo, la idea no es mala; se me ocurre que tendría su jugo el utilizar esa idea de acumular cosas en el pasado, pero tomando las cosas intangibles, las que no se pueden tocar. Aunque ahora que lo pienso eso sería un libro de poemas..:). Curiosa el mensaje de la web de la librería, que o era marketing o a Andrés no le hizo mucha gracia el libro. Pero en este mundo tan extraño todo puede ser...
    Se me ocurre una tontería que me debes perdonar, pero el apellido de la autora es la quintaesencia de un apellido judío :)
    un abrazo
    cuídate

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    1. Hola, Maestro
      Apoyo la moción! Acumular dolores, amores, emociones... Ya casi me convierto en tanguero!
      Coincido. No puedes negar lo jugoso del mensaje en la web de la librería. Puede que haya sido producto del marketing, aunque considero que son pocos los lectores que acudan a los comentarios en estos sitios. Preferimos consultar las opiniones de otros buenos lectores.
      Respecto del apellido, sí, claro! Debe estar en sus genes tanta minuciosidad.
      Recibe un fuerte abrazo.

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    2. Hola. Si les interesa, hice una entrada aclarando algunas cosas de la novelita. Saludos, Andrés.

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  3. El síndrome de Diógenes siempre me llama la atención. Parece algo claustrofóbica la historia, por el síndrome en sí y quizás también por una relación tan extraña.
    Coincido en la dificultad de entender en esa querencia a cambiar al otro. Supongo que al principio idealizamos y luego ya que estamos acostumbrados..., quizás con unos pequeños cambios. Aquí parece que no da resultado, los cambios no tendrían que ser tan pequeños. Un abrazo Marcelo.

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    1. Digamos que el personaje se niega a cambio alguno, por eso su compañera no tiene más opción que alejarse. Podríamos señalar que la de ellos es una relación tóxica, como suele decirse ahora.
      Un gran abrazo, Ana.

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    2. Hola. Si les interesa, hice una entrada aclarando algunas cosas de la novelita. Saludos, Andrés.

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  4. Hola, soy Andrés. El Andrés que escribió el comentario que te llamó la atención, y que no, no es una movida de marketing. Soy el "Andrés" de la novela, que tiene otro nombre en la vida real. Ella, la narradora es la Nora de la vida real. Edulcorada, claro está. Al fin y al cabo es una heroína. Nora me conoció en el peor momento de mi vida, después de la muerte de todos mis familiares, padres y tíos, en un período muy corto. Un período triste, oscuro y lleno de desesperanza. Ella vino a mi vida con su desesperación, con sus ganas de "salvarme", "ordenando mi vida".
    Cuando ustedes hablan del síndrome de Diógenes, o lo que sea que quieran hablar del "personaje Andrés" (tal vez sea más adecuado hablar de una depresión aguda), en realidad están especulando sobre lo que me pasó a mí, el "Andrés de carne y hueso", el que efectivamente llevó las cenizas a España, el que tuvo que hacerse cargo de vaciar 2 casas en las que su familia vivió 50 años, etc.
    Nora Julieta Rabinowicz, la asesora de seguros convertida en "escritora", no creó nada. Usó ciertos momentos de mi vida para su beneficio, como hizo durante nuestra relación (tratando de venderle seguros a mis amigos, pidiéndome dinero prestado que jamás devolvió, etc.). Los momentos que usó fueron los más dolorosos que atravesé, no se los deseo a nadie. Ni siquiera a ella.
    Ella, que conoció ese dolor en primera persona, que me vio llorar, dudar, tener bronca con el mundo por cuatro muertes que no conseguía entender, decidió usarlas en beneficio propio: contar la historia de cumplirle el deseo a mi madre de llevar esas cenizas a España. Nada de lo que está en el libro es ficción. O sí, el gato se murió mucho después y obviamente no la llamé para que me ayude, porque la había echado de mi casa y de mi vida mucho tiempo antes, porque era una especie de dictador fascista, con aires de superioridad moral que creía saber qué era lo que necesitaba hacer con mi vida. Y el final no fue así, como dije antes, la dejé. Y entonces, Norita, despechada, escribió esas 130 páginas, recurriendo a los muchos emails que nos mandamos. Por eso, cuando ustedes juzgan al personaje, en realidad me juzgan a mí, que no me llamo Andrés, pero que viví esas situaciones. Sin ninguna autoridad por no conocer la historia, me lapidan en mayor o menor medida (habiendo leído o no el librito). Como hizo la autora, una especie de "porno venganza" por haberla dejado cuando me cansé de su caracter tiránico.
    No sé si se entiende la situación, la resentida ahora tiene todo el poder, ella se dedica a escribir, fela a los personajes indicados para lograr ascender en ese mundo, y el castigo por dejarla continúa. Pasaron 7 años, y con cada comentario público, con cada risa burlona, con cada crítica, con cada cruce con uno de sus amigos, o cuando uno de los míos ve algo de ella en algún lugar, esas heridas que cicatrizaron hace un tiempo, alguna que otra vez vuelven a sangrar. Ella tiene ventaja: puede seguir clavando y revolviendo en la herida, como un picador en una corrida de toros. Y encima si genera curiosidad como te pasó a vos, vende una copia más. A mí solo me queda "defenderme" como puedo desde el anonimato (lo hice con ese mismo comentario que copiaste en un par de lugares a los meses de salir el libro), y lo hago ahora en esta reseña. Pero creeme, también me duele hacerlo y por eso no lo hice más veces.
    Te agradezco que incluyeras mi "reseña anónima" en la entrada de tu blog. Tal vez podés encontrar algo interesante en mi blog (que pensé en hacerlo público y tal vez algún día lo haga). Un saludo.

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    1. http://todaslasnoras.blogspot.com/
      Si quieren divertirse ;)

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    2. Hola, Andresito -te nombro como me has escrito-. Antes que nada, deseo dejar en claro que todo lo que he escrito está en base a la lectura del libro; nunca imaginé que tuviera que ver con una persona física, por más que tu comentario en la librería parecía indicarlo.
      Eso y el cuadro de la foto -que cuelga en mi living- fueron los elementos disparadores, como señalé, pero no hay intención de burla ni nada parecido. Todo está en función de lo que la autora expone, nada más. Sospecho que su escrito pertenece al género de autoficción, muy de moda en estos días. En base a una serie de anécdotas personales, el autor cambia detalles y genera una respuesta totalmente distinta de lo que ha sido en la realidad. Yo, en tu lugar, no me haría cargo de la historia. Pertenece a la ficción.
      Pero, si consideras que el libro revela detalles de tu vida que resultan lesivos para tu integridad, plantea una demanda judicial. Si los argumentos no alcanzaran para litigar, te sugeriría como a cualquier buen amigo que dejes la historia atrás y des una vuelta de página. La vida siempre depara cosas mejores tras un revés de esta magnitud. Entiendo y empatizo con tu bronca, pero Andrés es un personaje de ficción, no vos.
      Te agradezco tu explicación; te mando un fuerte abrazo, y mi más sincero deseo de una vida plena y feliz.

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