Galaxia Gutenberg, 2013
I.
Había apuntado su trabajo posterior
–una novela- cuando otros lectores hacían referencia al título de marras, como
si aquélla pudiera explicarse mejor o completar la mirada de la autora acerca
de la sociedad vasca tras la renuncia a las armas por parte de ETA, hace ya
algunos años, con la lectura previa de ésta. Fiel a mi estilo, decidí comenzar
por el principio, no fuera que, si encaraba la novela, me perdiera algo
importante. Además, tenía conexiones con lo vivido en estas tierras durante
algo más de una década –y sus huellas pueden palparse aún hoy-.
II.
El presente es un ensayo que tiene
poco de académico y mucho de sentimiento personal, sin por ello eludir las
categorías sociológicas de autores como Steiner y otros. La importancia del
texto radica, básicamente, en que Portela se toma la molestia no sólo de narrar
el aislamiento de los militantes etarras, la clandestinidad encubierta por sus
seguidores, el dolor de las víctimas que sobrevivieron a los atentados y de los
familiares de aquellos que no tuvieron tanta suerte, el silencio de la sociedad
indiferente y cómplice, sino también hurga en las manifestaciones culturales
que fueron apareciendo en los años posteriores que, de alguna manera, hacían
plena alusión al conflicto independentista y a sus protagonistas, bien desde el
lado de las víctimas, bien desde la militancia.
El libro de Portela, gentileza de Epublibre
III.
Para Portela, toda sociedad se
derrumba cuando pierde la imaginación del
semejante, por medio de la cual nos reconocemos iguales con los que nos
rodean y se teje nuestra vida social en un lugar determinado, una suerte de
sentido de pertenencia con carácter identitario. Por ello, el subtítulo que lo
acompaña –Cultura y memoria de la violencia-
resume de manera precisa su trabajo de investigación, haciendo análisis de
libros de relatos, documentales testimoniales, films y toda manifestación
artística que tenga al conflicto como núcleo central.
IV.
En estilo coloquial y directo, la
autora nos exhibe la crudeza de la violencia que no sólo se ejerce mediante
atentados o ajusticiamientos personales, sino también a través del silencio
cómplice y de la indiferencia, medios de defensa de una sociedad interiormente
desgarrada. Los muertos de las partes en pugna, sus espectros, aún cuando las
pasiones parecen dominarse y aquietarse, impiden la tan buscada reconciliación por parte del gobierno
español. Un perdón rechazado por la autora, pues sólo descargaría la conciencia
de los victimarios, sin contrapartida en el entorno de las víctimas. Un
excelente trabajo que obliga a elaborar alternativas para la convivencia
pacífica.