jueves, 16 de julio de 2020

La divina comedia. 2. Purgatorio, Dante Alighieri


Edhasa, 2015

I.

            Segunda parte de esta obra, donde Dante–personaje transita el lugar en el que purgan sus penas aquellos que han cometido pecados capitales, de los que se han arrepentido antes de morir. La estructura es semejante a la del Infierno, sólo que, en vez de tratarse de un descenso, es un ascenso, tan espiralado como el trayecto anterior. Así, si suponemos que Satán se halla en lo profundo de un hueco bajo Jerusalén, ahora nos encontramos en una isla situada en las antípodas.

II.

            Estructurado en treinta y tres cantos, el primer tercio se ocupa de la llegada del personaje  junto a su guía, el alma del poeta Virgilio, quien también lo acompañará en este periplo hasta las mismas puertas del Paraíso –pues a éste, le está vedado-. Allí lo esperará Beatriz, para guiar sus pasos. Estos primeros cantos dan cuenta de lo que suele llamarse el Ante-Purgatorio: un lugar habitado por las almas de quienes fueran excomulgados o de aquellos que, habiéndose arrepentido en el último momento de sus vidas, no tuvieron ocasión de recibir la unción de los enfermos. Por esa persistencia en el pecado, deberán arrepentirse durante un período treinta veces mayor que su tiempo de vida en el mismo.

III.

            Apenas iniciado el camino, es Catón de Útica quien los recibe. Tras él, aparecen nuevas almas que se sorprenden de ver entre ellas a alguien vivo –Dante es el único que forma sombra delante del Sol-. Luego, se encontrarán con diversos personajes de la historia. Entre ellos, destaca Sordello, poeta seguidor de Virgilio, que explica que el ascenso sólo tendrá lugar durante el día. Así, el Sol representa a Dios quien, mediante su Gracia, iluminará el progreso del penitente. Algo similar a un sueño llevará a Dante hasta la puerta del Purgatorio. Un ángel marcará en su frente siete letras P antes de su ingreso.

IV.

            La arquitectura del Purgatorio es similar a la del Infierno, aunque contraria. Es un monte que consta de siete terrazas, cada vez más estrechas. En cada una de ellas se purga un pecado distinto. Al arribar, se escuchan cantos de las almas; ellos se relacionan con las Bienaventuranzas evangélicas –una promesa de liberación-. Sólo pueden dejar la terraza y ascender cuando se ha hecho penitencia suficiente como para liberarse del pecado de origen. La descripción de los penitentes continúa con aquella alegórica imaginación que desplegara en el Infierno: los soberbios llevan pesados bloques sobre sus espaldas -de manera que ello les mantenga inclinada la cabeza-; los envidiosos tienen cosidos los párpados –para no anhelar lo ajeno-, etc. A medida que Dante va dejando atrás cada terraza, un ángel le borra una de las P, lo cual aligera su andar.

V.

            Finalmente, en los últimos cantos Dante alcanza el Paraíso, no sin antes escuchar de boca de su amada Beatriz los reproches que ésta le efectuara por no haber porfiado en su virtud luego que ella muriera y, despojado de esperanzas, se diera a placeres. Reconciliados, se disponen a adentrarse al Paraíso. Hacia el final, vuelven alegorías y visiones, muy propias del Apocalipsis, que aún hoy son sujeto de análisis y exégesis varias.

VI.

            Toda la obra, escrita en tercetos rimados como anteriormente, mantiene la erudición y el estilo. No obstante, esta parte se inclina más por disquisiciones teológicas y filosóficas que por figuras de la Historia. En este aspecto, se acusa mucho más la condena de la ciudad de Florencia y sus gentes -que han conducido al propio Dante–escritor a vivir en el exilio- y la corrupción del Papado, que llevan al propio autor a inclinarse por un gobierno fuerte, monárquico, que lo aleje de cualquier connivencia con la Iglesia.

VII.

            En suma, toda la obra es un tratado sobre el Amor y sus desvíos. Los tres primeros círculos, correspondientes a los pecados de soberbia, envidia e ira, son aquellos que se cometen hacia o en los demás; la pereza, el cuarto, es un pecado por omisión, y los tres restantes, avaricia, gula y lujuria, se consideran excesos amorosos cometidos en el propio pecador. Un libro complejo, que no deja de llamar a reflexión e interpretación.

4 comentarios:

  1. Como ya te comenté en tu reseña de El infierno, no me atrae esta obra. Admiro a quienes sois capaces de leerla y disfrutar con ella, pero yo no me siento capaz.
    Un beso.

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    1. Y yo agradezco la gentileza de que, aún sin interés, te des una vuelta por aquí.
      Un beso para ti.

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  2. Definitivamente, has confirmado a mis ojos tu arrojo y valentía en las lecturas. Encarar "La Divina Comedia" es una proeza en estos tiempos, aunque en algo parecido al purgatorio vivimos ahora.

    Abrazos!!!

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    1. Se que es una lectura que importa a pocos lectores, hoy en día. No obstante, quería saldar una de las deudas contraídas con la literatura universal -me van quedando pocas; tampoco pretendo ser Borges...-.
      La diferencia entre Purgatorio e Infierno es que las almas del primero se han arrepentido de sus pecados y buscan elevarse. ¿Nos habremos arrepentido lo suficiente, ya?
      Un abrazo para ti.

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