I.
Cuando un autor inteligente nos
allega una denuncia en la que incurre el capitalismo más voraz, revestida de
eufemismos e hipocresías varias, hay que darle lugar. No sorprenden estas acciones
bastante extendidas; es más, leerlas convocan a la sonrisa o a la plena
carcajada por el desparpajo que gobierna sus acciones. Apenas supe de su
contenido, sólo hube de esperar la llegada al formato digital para hacerme de
él –en ausencia local de un ejemplar en papel- y disfrutar de un texto tan rico
como ingenioso.
II.
La breve novela se inicia con el despido del
director de ventas de la empresa. El narrador dice que, si bien el resto del
personal saluda con respeto, tanto aquél como su abogado despiden hedor a muerte, del que nadie en las
inmediaciones desea contagiarse. Al poco, por sus cualidades literarias, el
propio narrador es elegido como responsable de redacción y ahora ha de ser él
quien sea el portador de tan malas noticias al resto.
III.
La habilidad de este sujeto
radica en la manera de allegarle a sus compañeros la funesta nueva. Así, no habla
de despido sino de una interrupción en la
provechosa relación laboral entablada hasta hoy entre la compañía y el
trabajador. O le anuncia a un empleado mayor que, en aras de que disfrute
más de esta vida, se lo libera de tener que volver a fichar en los días subsiguientes. O
le propone a la secretaria recién casada –que ya no atiende los llamados del
jefe a cualquier hora- que viva plena e intensamente su nuevo estado a partir de las tres de la
tarde, no sin recordarle dejar las llaves de su despacho al pasar por
recepción.
La versión digital, gentileza de un amigo lector
IV.
Destaco los profusos ejemplos con que Bajani exhibe
una dolorosa situación cotidiana –para quien la recibe- a través de un
personaje dotado de un cinismo sin par, que intenta edulcorar una circunstancia incómoda.
Tan eficaz le resulta a su jefe que ha terminado llamándolo el Matarife. Pero, con el paso del
tiempo y la debida toma de conciencia él también se verá afectado por su rol.
Como siempre, los beneficios sólo los capitalizan las empresas; las pérdidas quedan
del lado del mundo trabajador.
V.
En estilo coloquial y ameno, con
una batería de expresiones que rondan el sarcasmo y la sorna, Bajani ofrece un
texto donde desnuda el disfraz de lo que se considera políticamente correcto,
cuando se debe socializar la miseria entre los más necesitados. Eso sí; lo hace
con gran dosis de humor, por más que deje mucho material para la reflexión. Un
libro recomendable.
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