Anagrama, 1997
Me
pareció curioso que aquel que adquiriera fama literaria debido a la saga de Narnya y otros relatos, más destinados a
un público juvenil, pudiera realizar un ensayo sobre el dolor de la pérdida
personal y exhibírnoslo. Fue casi imposible hallar un ejemplar durante años,
hasta que un día revolviendo la batea de libros usados de un librero del parque
cercano descubrí que estaba esperándome.
C. S. Lewis encara un análisis del
dolor que supone la muerte de su pareja, Helen, quien llegó a su vida
tardíamente y conquistó su corazón y su amor en los pocos años que
compartieron, antes del deceso de ésta por cáncer. Respecto de esta historia,
existe una realización llamada Tierras de
penumbra, dirigida por Richard Attenborough, que puede acompañar el relato.
¿Cómo seguir viviendo cuando todo
aquello que era la vida misma dejó de tener sentido?; ¿cómo no dejarse ganar
por la melancolía y la nostalgia sin bastardear la plenitud de la felicidad
alcanzada, cuando el tiempo comienza a obrar en esa dirección, dejándonos tan
solo la tibieza de un recuerdo de la persona amada, incapaz de remedar siquiera
la presencia física de la ahora ausente? Este es el nervio conductor de este
breve ensayo.
Dividido en cuatro partes, Lewis
indaga qué ocurre con la imagen del ausente y su significado; cómo continuar el
propio camino sin caer en expresiones comunes de autocompasión y melancolía;
cómo enfrentar el conflicto que supone creer en la existencia de Dios y no
responsabilizarlo del deceso del que amamos. Finalmente, en un tono más íntimo
y personal, que revela un costado místico, Lewis sostiene una charla con su
Dios, a manera de intento de explicar lo inexplicable: la pérdida del ser
amado.
La angustia que supone el lugar
vacío, la asunción de una soledad sin futuro, la necesidad de hacer el duelo y
permitirse el cuestionamiento de la fe –con menoscabo de las convicciones
religiosas- son los temas centrales que el autor expone en este ciento de
páginas, que tienen mucho de radiografía del dolor.
Fluido, sincero y dolido, sus párrafos
destilan una pena mayúscula, unida a la tristeza que genera la ausencia y una
introspección personal que no omite socavar los cimientos de su fe. Un ensayo
duro, tanto como esclarecedor.
Jjajaj, tú sigue.... te separas de mí pero es para decubrir joyas, la reseña es certerísima y encima nos ofreces experiencia pelibro. Con una reseña así y sabiendo cómo me interesan estos temas no creo que tarde mucho en "pelibrar" esta entrada. Un abrazo, Marcelo :)
ResponderEliminarJa, ja. Me alegra despertar tu curiosidad, Yossi. Aquí ha sido bastante complicado encontrar un ejemplar; ojalá tú tengas suerte en tu búsqueda. No he visto el film, pero seguro que lo veré en breve.
EliminarUn fuerte abrazo!
Qué ganas de leer este libro. Aunque sea duro. Lo tengo apuntadísimo desde que se lo vi a Carmen.
ResponderEliminarBesos
Le he dicho a Carmen que, no se por qué coincidencia astrológica, hemos compartido la lectura acerca del mismo libro, sin comunicárnoslo. Es un muy buen libro, pero no deja escapatoria, Sara.
EliminarUn beso grande!
Es la segunda reseña de este libro que veo en una semana, además en idiomas diferentes. Muy duro, subjetivo pero universal - me la apunto. Para el futuro. Ahora no sería capaz de enfrentarme a un dolor así.
ResponderEliminarUn abrazo!
Vamos, Maja, a ver... Tú has leído 'Medallones' y 'Nuestro hogar es Auschwitz', ¿no? Pues éste, ni cosquillas a esos. Dale una oportunidad! Vale la pena, Agnieszka.
EliminarRecibe un beso desde este sur.
Otro libro que me llevo apuntadito. Gracias Marcelo, un abrazo
ResponderEliminarImagino que ha de ser de tu agrado, Esther. Gracias por pasar.
EliminarUn beso para ti.
No hace mucho que he leído esta novela-autobiográfica. Me pareció un escrito hermosísimo dedicado a su pareja, un envidiable amor pese a que lo deje su muerte al borde de la desesperación. Me interesó menos sus reflexiones en torno a dios.
ResponderEliminarNo he visto la película y me han dicho que merece la pena.
Abrazos!!
Es el último cuarto en el que intenta conciliar su fe con la pérdida de su mujer, pero tiene un lado místico que no aporta mucho. El resto, resulta una dolorosa declaración de amor a la ausente.
EliminarUn beso, U-to!
Me lo regalaron hace unos meses en un momento algo complicado. Lo leí e injustamente no lo reseñe, creo que lo voy a volver a pasar por lectura para hacerle los honores. Me pareció de un amor inmenso.
ResponderEliminarBesos
Una pena no tener tus comentarios, Marilú. Dale una nueva oportunidad, lo vale. Gracias por pasar.
EliminarUn beso.
Pues coincidencia temporal en su lectura y coincidencia en la interpretación y valoración de la obra, Marcelo. Es mi primera lectura de este autor- las de Narnua no son lecturas que me interesen- pero no será la última. Voy a intentar leer un ensayo autobiográfico que me recomendó en el blog un amable lector: Cautivado por la alegría. Por ahora no lo he conseguido, al parecer está descatalogado, pero de segunda o tercera mano seguro que aparece....
ResponderEliminarBesos,
Hay varios títulos de C. S. Lewis referidos al dolor. Apunto el que indicas y trato de encontrarlo. De ser así, te avisaré en tu espacio, Carmen. Quizás esta vez podamos ponernos de acuerdo!
EliminarUn beso grande y gracias por darte una vuelta.
Quise leer este libro, después de leer uno sobre la vida de ella, y ahí había quedado en el deseo, ahora leyendo tu reseña me doy cuenta por qué me interesaba tanto. ¡Gracias Marcelo!
ResponderEliminarUn beso,
Ale.
Parece increíble que quien se hiciera célebre por la saga de Narnya pudiera haber escrito semejante reflexión acerca del dolor de la pérdida de un ser querido -y mucho más, cuando lo hace en primera persona-. Sin embargo, más allá de eso, también resulta una muestra de amor.
EliminarUn beso grande, Ale!