I.
Llegué a este
libro por recomendación de un dramaturgo local quien, frente a cámara, no tuvo
prurito en encomiarlo. La entrevista era parte de un episodio semanal, en las
que un par de buenos lectores debatían diversos temas encarados por la
literatura. No sólo lo apunté sino que fui en su busca a los pocos días.
Agobiado por lecturas de autores contemporáneos vernáculos, y desencantado de
la mayoría de ellos, le brindé una (merecida) oportunidad.
II.
Ésta es la historia de los Correa Funes, que
abarca tres generaciones –y quizá una cuarta putativa- durante un período de
dos siglos, entre 1906 y 2106. Con inicio en una estancia, el lector transitará
las vidas de Carlos, su hijo Gustavo y, principalmente, la de Sergio, su nieto,
verdadero protagonista de una novela que se narra a partir de 2004, cuando éste
comienza a preguntarse cómo llegó hasta aquí y por qué no abandona su
matrimonio. Mediando la cuarentena, dos años después del deceso de su hija
Milagros –condenada a una muerte temprana desde su origen-, intenta dejar su
mala fortuna atrás y probar suerte con Flor, una compañera de trabajo bastante
más joven, en busca de su realización como padre.
III.
La
trama no se remite sólo a eso, sino que repasa los momentos más destacados de
la vida de sus antepasados: un abuelo afincado en el entorno rural, cuya esposa
se lleva a sus dos hijos menores, y uno de los mayores –el padre de Sergio- que
decide abandonar el colegio de curas y enrolarse para luchar contra los
alemanes en el frente africano de la Segunda Guerra Mundial. Si a esto le
sumamos las historias familiares de quienes fueran sus esposas -con su carga de
frustraciones a cuestas- y un uso sostenido del recurso de analepsis y
prolepsis, bien intercalado, la obra mantiene la tensión narrativa y adquiere
profundidad hasta el final.
IV.
Con
un atormentado protagonista egresado de Filosofía quien se gana la vida como empleado
bancario, Ferreyra construye una novela donde las excentricidades y taras se
transmiten genéticamente, en una suerte de travasamiento
generacional. En su devaneo, Sergio llega a oponer la conciencia del Yo que
nos hace únicos –el Sujeto-, frente a la inmanencia de los ciclos vitales que
se repiten –la Vida-. La sociedad sólo habrá de transformarse cuando el Sujeto venza
a la Vida. Sus pensamientos serán tomados como modelo por la generación
siguiente, con consecuencias imprevisibles.
V.
De estilo coloquial, con una elaborada psicología de cada personaje, múltiples referencias a la vida cotidiana de cada período histórico y elucubraciones filosóficas nacidas del dolor de la pérdida y de cierto grado de locura, Ferreyra interpela hasta dónde somos artífices de nuestras propias decisiones y cómo la vida, entendida como ente independiente, nos moldea y conduce. Un libro algo denso, que requiere la atenta lectura pero que me ha devuelto en gran medida las esperanzas en las letras argentinas.