jueves, 27 de febrero de 2020

Trilogía Hermanos. e-book 55. 1. Los hermanos Tanner, Robert Walser


Siruela, 2016

          Como en el caso homónimo femenino, varias obras que hacen alusión al vínculo fraterno esperaban su ocasión. Por ello decidí reunirlas bajo una misma etiqueta y así exhibir distintos enfoques sobre él. Nuevamente, coadyuvaron en esta selección el aliento librero sobre los títulos que han de formar parte, recomendaciones de origen disímil –amigos lectores, reseñas de otros blogs afines, colegas del área literaria- y el acceso a los mismos en ambos soportes: el electrónico y la edición en papel.


I.

            La historia se centra en Simon Tanner, un jovenzuelo de veinte años, de palabra tan fácil y aplomada como inconstante y voluble en cuanto a sus compromisos laborales. De hecho, no pasa mucho tiempo en cada actividad donde se gana el sustento sin abandonarla al poco, merced a las expectativas que pone en el inicio y la desilusión posterior, al tratarse de colocaciones que mucho tienen de rutinario. Su espíritu versátil, su esencia poética y romántica junto a la necesidad de sobrevivir lo conducen a desempeñar distintos roles, de los que nunca se siente satisfecho.

II.

            Acompañan su derrotero el hermano mayor, el doctor Klaus, quien resulta casi una figura paterna para Simon, con su devoción hacia el deber y la estabilidad económica y afectiva. También se halla la dulce hermana Hedwig –maestra- y Kaspar, artista, que oficia de camarero en París, ambos menores que él. Por último, se hace una fugaz mención al hermano encerrado en un manicomio, Emil, después de dilapidar todo su talento natural.

La versión digital, gentileza de Epublibre

III.

             El conjunto de los personajes combinan un vacío existencial con el deambular bohemio en busca de trascendencia, todo ambientado en una atmósfera de ensueño, que permite al protagonista formular un cierto elogio de la desdicha -en la que se ve sumido varias veces-, como elemento disparador para ser mejor persona. Así, Simon encarna al hombre que se propone disfrutar la vida sin intención de obtener rédito alguno, intentando pasar desapercibido, sin dejar de estar atento a las necesidades ajenas que le permitan poner de manifiesto su capacidad de amar y de estar al servicio de los demás. En ese aspecto, Simon es un espíritu libre.

 IV.
             Escrito en estilo coloquial aunque algo meloso, Walser interpela al lector acerca de cuán necesario es transitar un único camino, cuando las puertas que se nos pueden abrir son múltiples a cada paso y todas ellas derivarán en sendos destinos válidos. Una novela distinta, de iniciación y de buceo personal; de aprendizaje y de reflexión.

sábado, 22 de febrero de 2020

Mi lucha. 1. La muerte del padre, Karl Ove Knausgård


Anagrama, 2012

I.

            Fueron muchas las voces que ensalzaron el presente trabajo del autor. Algunos llegaron a equipararlo a Proust, Musil y otros escritores, en una biografía sin par. Esperé a tener acceso a la totalidad de su obra para decidirme encararla en forma completa. Las apreciaciones personales que irán surgiendo de la lectura de los seis volúmenes que la integran, irán apareciendo periódicamente en forma bimestral.

II.
            Este primer libro se divide en dos partes. En la primera, que abre con un frío y descarnado análisis de la llegada de la muerte y del por qué lo muerto se tiende a negar o hacer desaparecer, Knausgård repasa su relación con su padre, con su hermano mayor y su madre. La infancia y la figura paterna omnipresente –por quien cobra un miedo cerval, en contraposición con la dulzura de su madre-, sus años en la escuela, su inseguridad, la efervescencia adolescente –con su llamado sexual- y el primer amor se hacen presente en ella.

III.

            En la segunda parte, retoma su historia desde 2003, ya instalado en Estocolmo, con su segunda esposa a punto de parir. Al principio, reflexiona sobre el arte y el rol de la muerte. Luego, rememora la noticia del deceso de su padre en 1998 -a quien no veía hacía tiempo- y describe los pormenores de sentires contrapuestos y emociones compartidas con su hermano, mientras detalla minuciosamente el fin de aquél, el alcoholismo y su brutal encierro –al que también había confinado a la octogenaria abuela del autor- y el saneamiento y limpieza que ambos acometieron con el fin de celebrar el funeral en esa misma casa.

IV.

            Knausgård realiza un trabajo de introspección, describiendo sin ambages hasta el más mínimo detalle de lo ocurrido como si, cansado del mundillo de la ficción, hubiera decidido saber quién es él, buceando en su propia historia familiar. En ese aspecto, surgen reflexiones acerca de la muerte, los vínculos, el arte y la vida cotidiana, que más de una vez resulta el último cable a tierra, sobre todo cuando uno ha resuelto despojarse de sí quedando en la más supina desnudez ante los demás.

V.

            En estilo frontal, Knausgård elabora un ejercicio de autoconocimiento loable, narrando su historia con pluma ágil. Rescato las sórdidas escenas de la casa de un enfermo de la bebida, así como el rol de la abuela que ha debido asistir al derrumbe de uno de sus hijos. Es cierto que al libro le sobran un centenar de páginas con detalles que nada aportan, y que la hipersensibilidad del protagonista está lejos de responder a la idea que tengo de un nórdico. También discrepo con la comparación con Proust; lo copia, sin alcanzar su vuelo. Por lo demás, un inicio interesante.

lunes, 17 de febrero de 2020

Los desaparecidos. Aquella noche la vi, Drago Jančar


Bärenhaus, 2019

I.

            No recuerdo cómo llegué al autor, pero me hice de dos títulos suyos en una sola visita a la librería. Son pocas las letras de origen esloveno traducidas al español; a eso, debemos agregar cuán poco se fomenta la lectura de autores de Mitteleuropa y la carencia de referentes capaces de allegarnos una mirada propia sobre sus sociedades. Solo recuerdo la sonrisa plena del librero, que me corrigió sobre su apellido: se pronuncia ‘Ianchar’.

II.

            Veronika y Leo Zarnik son una adinerada pareja joven encantadora, la que una noche de enero de 1944 desaparece. Nadie tiene noticias de su paradero. Sólo se sabe que se fueron junto a un grupo de gente ruidosa, pero nadie tiene mayores datos. Es a través de un instructor de equitación de Veronika –que terminó fugándose con él, para volver a su marido algo más tarde-, por quien empezamos a saber algunos detalles de la vida de la protagonista y de su consorte.

III.

            Tras ello, un sentimiento de remordimiento aflora en la narración de su madre, quien espera su regreso, aunque ya haya pasado algo de tiempo. Al fin y al cabo, fue ella quien convenció a su hija que volviera con su marido, sacándola de una aburrida vida de cuartel. El médico alemán, quien recibe una carta pidiendo detalles de su fin, sólo recuerda la dulzura de su figura y su pedido de liberación para uno de sus servidores, acusado de ser partisano. La devota ama de llaves narra los hechos de aquella noche y la salida nocturna al bosque junto a un grupo de partisanos. El jardinero, finalmente, nos pone sobre la pista de lo sucedido a la pareja, siendo él uno de los testigos.

IV.

            Utilizando cinco voces distintas, Jančar recrea lo ocurrido esa noche fatídica a una pareja que mantenía tratos tanto con los partisanos –la resistencia eslovena a la invasión nazi- como con los alemanes que solían allegarse a la mansión de los Zarnik en busca de cierto sosiego en las artes. La desaparición de ambos sólo estira las sombras sobre los demás protagonistas que, habiendo ya pasado algunos años, realizan aportes en la reconstrucción de los hechos.

V.

            Con una prosa directa y de estilo ameno y coloquial, el autor nos va desvelando una historia sórdida, donde la generosidad y amplitud se reviste de celos, recelos y acusaciones de toda índole; miradas que no pueden apartarse de la dicotomía que establece la guerra: amigo o enemigo. Una novela casi policial, que remite a tantas otras historias donde los protagonistas se ven inmersos en una situación que los desborda. Gran libro del autor esloveno.

miércoles, 12 de febrero de 2020

e-book 54. Panorama de la posmodernidad. El fin del fin de la Tierra, Jonathan Franzen


Salamandra, 2019

I.

            Era una posibilidad única. Había conseguido la versión digital de un libro que aún no ha alcanzado estas costas. Tenía la contra de no ser el lanzamiento de una nueva novela del autor, sino una compilación de artículos periodísticos y ensayos aparecidos en diversos medios, pero contaba con un beneficio: la distribución local del sello editorial había cambiado de manos y las galeradas de cortesía –que suelen entregarse a quienes han de reseñar una novedad- se estaban desechando. A eso se debe la premura en leerlo.

II.

            Franzen abre el fuego con su perplejidad ante el resultado de los comicios en su país, donde un ganador Donald Trump ha dado por tierra con todas las previsiones, con la singular toma de posición respecto de él y de su política y una crítica mordaz a la pérdida de presencia del ensayo como género literario. Luego, repasa su vivencia del Manhattan de 1981, en contacto con el mundo de los ricos. También incluye una semblanza de su amigo William Vollmann, una opinión personal sobre una fotógrafa de Filadelfia y un redescubrimiento del arte de Edith Wharton al hallar la afinidad entre personajes y lectores.

III.

            No podía faltar su percepción del atentado a las Torres Gemelas y el nacimiento de la era del miedo, como tampoco un decálogo de normas para quien se decida a escribir y una fina observación sobre el impacto de la pérdida de la conversación en el núcleo familiar debido a la tecnología. Pero quien ocupa más de la mitad del libro es su pasión por el avistamiento de aves, su defensa de la ecología y el medio ambiente, su preocupación por el calentamiento global y las pérdidas de aves en general por la caza furtiva, la pesca despreocupada, la desprotección legal en algunos países y la contaminación de origen antropogénico.
La única versión disponible en estas tierras, gentileza de Epublibre

IV.

            Cierra el libro con un artículo que lleva el nombre de marras, donde narra las peripecias de su viaje a la Antártida. Partiendo desde el sur de mi tierra, visita Malvinas y Georgia del Sur (isla de San Pedro) para arribar al continente blanco. Se sorprende de cuán pocos son los viajeros interesados en la flora y fauna; la mayoría lo vive como un trofeo: algo exclusivo para quienes pueden darse el gusto por contar con los recursos económicos. Toda una mirada sobre él.

V.

            De estilo directo y sin ambages, resulta crítico con la herencia posmoderna de las huellas de carbono, el auge de las telecomunicaciones y la necesidad de una legislación que no solo descanse en buenas intenciones sino que persiga –y ejecute- cursos de acción adecuados para mitigar los efectos de ello sobre el medio ambiente. Una selección interesante.

viernes, 7 de febrero de 2020

Mascarada heurística. El Mago, John Fowles


Anagrama, 2002

I.

            Un título muy agotado, del que me hice de un ejemplar de segunda mano a través de un sitio de compraventa local en la Red. Fue sugerencia de un amigo, a quien comuniqué no sólo el comienzo de la lectura en enero de 2019, sino también de su abandono al poco. Con temas personales a enfrentar, el libro requería más concentración de la que yo disponía. También debía haber estado más atento a los detalles: su propietaria anterior me lo cedió por poco dinero y con páginas intonso, signo de que tampoco ella lo había concluido; cosa que sí logré un año más tarde.

II.

            Nicholas Urfe, de veinticinco años, narra una experiencia personal. Huérfano, de clase media acomodada, decide concluir sus estudios en Oxford y averiguar quién es él mismo. Para ello, abandona Inglaterra, a su amante australiana y se instala como profesor de inglés en un colegio ubicado en una isla griega. Allí conoce a Maurice Conchis, un excéntrico magnate que, mediante ardides, fábulas varias y un par de atractivas hermanas gemelas, logra hacerle participar en una suerte de estudio, donde oficiará de conejillo de indias, aún contra su voluntad.

III.

            Ambientada en 1953, Nicholas es seducido por una de las gemelas, mientras que Conchis va contándole gran parte de su vida: de sus estudios, de cómo atravesó la ocupación alemana de la isla y su rol. A la vez, lo convertirá en sujeto de hipnosis, tejerá una invisible telaraña usando mascaradas, puestas en escena y mentiras, con el fin de lograr una profunda confusión en aquél, a partir de la cual pueda acceder heurísticamente a un conocimiento de sí.

IV.

            ¿Cómo compatibilizar la idea de libertad con la existencia de Dios, siendo ambos conceptos antitéticos?, se pregunta Fowles en el posfacio –que es el prólogo a la segunda edición inglesa-. ¿Qué nos hace necesaria la figura de un Dios omniscio y justo, tan imaginario como el conocimiento o el poder absolutos? ¿Y si la vida humana es solo una ficción en la que el azar lleva el timón de los acontecimientos?, ¿cuán reales son aquellas cosas que damos por reales? Estas son algunas cuestiones con que el autor interpela a sus lectores.

V.

            De estilo coloquial, la novela alterna escenas teatrales, eróticas y algunas de naturaleza onírica, con la maravillosa y soleada tierra griega de fondo. Un buen libro, algo denso y ambicioso, que fuera escrito cuando aún se buceaba en la vanguardia artística: ésa que llevaba a sostener un solo de guitarra durante media hora, o a debatir hasta el amanecer en un café de mala muerte la simbología incluida en el último film de Bergman o de Fellini. En algún pasaje, me recordó la película de David Fincher, The Game, con Michael Douglas y Sean Penn en los protagónicos; el policial de Agatha Christie ‘Los cuatro grandes’ –con Hercules Poirot y Hastings, infaltables- y aquella frase de Pink Floyd, ‘Hanging on in quiet desperate is the English way’. Todo un icono.

domingo, 2 de febrero de 2020

Meditaciones de un enfermo que concede audiencia a sus recuerdos. Memorias de Adriano, Marguerite Yourcenar


Sudamericana, 1995

I.

            Cuando el título nos fue propuesto en un club de lectura, se me encogió el corazón. Debía volver a transitar uno de mis libros más queridos; de esos que marcan hitos. Lo había leído por recomendación amiga, cuando aún debutaba con las letras y no sabía qué habría de depararme. Hoy, con media biblioteca a cuestas, he vuelto a disfrutar de este memorable trabajo de Yourcenar. En mi lista personal, el número dos. No vislumbro nada que lo vaya a desplazar de allí.

II.

            El libro narra la vida del emperador del siglo II d.C. y lo hace con su propia voz, en forma de epístola destinada a Marco (Aurelio), adoptado como nieto y finalmente sucesor. En él, realiza un balance de su vida –en su doble rol, privado y público- a sabiendas que la enfermedad que le acosa acabará con ella en breve. Estructurado en seis capítulos, brinda una mirada desprovista de animosidad, explica cada uno de los actos y decisiones, expone sus flaquezas sin más y nos hace partícipes de sus reflexiones acerca de los seres humanos así como del gobierno del Imperio.

III.

            En el primer capítulo, Adriano informa el origen de su mal –cardíaco-, dejando en claro su inclinación por los placeres aunque sin excesos; la necesidad de conocerse a sí mismo y observar a los hombres; el rol del amor, del deseo carnal y la función del sueño. En el segundo, habla de su familia y su infancia; el placer por las letras, Grecia y su lengua; la preparación militar y su participación en la Justicia; su matrimonio concertado; una mirada crítica sobre la conducción de Trajano, las intrigas sucesorias a la muerte de éste y su ascenso al poder. En el tercero, detalla cómo alcanzó la pacificación y la estabilidad del Imperio -en base a políticas acertadas con el pueblo y la milicia-, su propensión a los placeres mundanos y a la práctica de ciencias ocultas.
¿Quién dijo que no se puede leer este libro en la playa?
IV.

            Su amor por un joven bitinio, Antínoo, y el malestar y depresión al que lo sumerge su suicidio, es el tema central del cuarto capítulo. En el quinto, confiesa su equivocado manejo del problema judío, al intentar imponer la cultura y religión de los griegos en Palestina, con el consiguiente enfrentamiento. Por último, reconoce su falta de coraje ante su propio suicidio -debido a la cercanía de su muerte-, asumiendo que debe desprenderse de aquel cuerpo que tan bien lo ha acompañado, soportando sus reclamos y dolores.

V.

            Sorprende la potencia de la voz que Yourcenar ha elegido para un emperador, despojado de autoindulgencia y megalomanía. Pausado en las descripciones de sus emociones más íntimas; siempre sereno en las reflexiones, equilibrado en la mirada de su gestión política, este Adriano no solo se vuelve creíble al lector, sino que conmueve con el estilo frontal y directo de esta suerte de testamento legado a su sucesor. Un libro maravilloso, pleno de enseñanzas, para leer y releer.