Anagrama, 2008
Después de disfrutar de la lectura de ‘Seda’ me animé a buscar otros títulos del mismo autor, entusiasmado por la buena experiencia. Una frase aparecida mucho tiempo atrás en un periódico, respecto del libro en cuestión, me decidió por él y no por otros de más renombre.
En la Europa del siglo XIX, en un lugar llamado Quinnipak, se da cita una galería de personajes que se debaten entre el surrealismo y el absurdo. Así, Dann Rail –un fabricante de cristales- compra una locomotora y manda a construir las vías férreas que no existen, sólo para darse el gusto de sentir en carne propia el efecto de la velocidad. Jun, su esposa -bella entre las más bellas- ha postergado la entrega de un libro por casarse con el señor Rail, tarea que retomará muchísimos años después. Pekisch, un afinador de órganos, ha desarrollado el ‘humanófono’; un artilugio musical compuesto por hombres que tocan sólo una nota. La ‘viuda’ Abegg, quien, al no poder casarse, construyó un pasado de fantasías. Pehnt, quien fuera encontrado dentro de una chaqueta con unos días de vida, intenta crecer rápidamente porque se le ha prometido que podrá dejar el pueblo sólo cuando alcance la talla de la chaqueta. Hector Horeau, un arquitecto embarcado en un proyecto de un palacio de cristal, descubrirá la inflamabilidad de éste.
¿Qué tienen en común todos estos protagonistas? Cada uno de ellos se encuentra atado a un destino preconcebido sin razón y sin lógica. Como si ninguno pudiera escapar a la locura o a al exceso y todo se volviera borroso, velado. Es justamente una mirada hacia lo imposible la que permite alternar ficción y realidad, de manera tal que la nitidez se convierte en nebulosa a medida que nos adentramos en sus páginas.
Sin duda, Baricco ha tejido una trama singular con maestría literaria e imaginación sin par. No es nada fácil mantener coherencia en un relato donde confluyen situaciones propias del grotesco, de lo ridículo y de lo extravagante. Con un estilo fluido aunque poco entretenido, Baricco nos hace reflexionar acerca de la modernidad, la mediocridad de esta vida y la fantasía que todos en mayor o menor grado acunamos en nuestro interior, como refugio último de la esperanza.
Es un relato en el que el único límite posible es el infinito; donde se pueden construir castillos en el aire continuamente, a sabiendas que el destino que les aguarda es el fracaso y la tristeza. En este aspecto, el final recoge estos sentires y recupera la noción de fábula que impregna todo el texto. Los elementos con que está construido recuerdan a Esopo, Cervantes e Ítalo Calvino que, de por sí, son promesa de buena literatura.
Marcelo Zuccotti