martes, 28 de noviembre de 2017

La obsesión de un pedófilo. Lolita, Vladimir Nabokov


RBA, 1993

          Transitando el final de viaje de mi Año Ruso no podía –ni quería- dejar fuera de esta épica a Nabokov, sobre todo en su obra más renombrada. Había otras obras suyas por las que hacer opción, pero preferí encarar aquello que ha sido considerado una revolución en las letras. Aparecida en 1955, supuso un cambio de paradigma acerca de las relaciones entre niños y adultos, pues exponía situaciones que hasta ese momento sólo se murmuraban en voz baja.

            La historia comienza con un prefacio de John Ray Jr., quien ha recibido un manuscrito de un tal Humbert Humbert, un profesor europeo de treinta y siete años a la sazón, quien recala en Ramsdale, E.E.U.U., en 1947, y renta una habitación a la viuda Charlotte Haze, sólo después de haber visto a su seductora hija de doce años, Dolores (Lolita), de quien queda prendado.

            Para mantenerse cerca de la niña, Humbert decide casarse con Charlotte, aún sin sentir amor. Ésta descubre el diario de aquél –donde apunta su obsesión por Lolita- y, en su despecho de mujer engañada, saldrá precipitadamente de su casa, muriendo atropellada por un auto. El ahora padre legal irá en busca de su hija a un campamento veraniego para comunicar la noticia y, luego de que Dolores confiese su inicio sexual con el hijo de la organizadora, consumarán su relación pedófila.

            Tras dos años de relaciones y de viaje por E.E.U.U. en automóvil, Lolita se fuga con Clare Quilty, un dramaturgo con quien se ha puesto de acuerdo previamente. Algún tiempo después, los avatares de la vida la fuerzan a escribirle a Humbert solicitándole dinero para trasladarse con su marido, Richard Schiller, a Alaska, donde éste ha conseguido un buen empleo. Está embarazada y son pobres. Humbert la visita y, a cambio del dinero, le pide el nombre del hombre con quien se fugó. Una vez obtenido, decide asesinarlo.

           Nabokov relata esta perversión entre un adulto y una púber desde la persona de Humbert; su estilo es descarnado aunque movido por la pasión que el protagonista siente por su nínfula. El lector asiste al carácter enfermizo del vínculo, puesto que el coqueteo propio de Lolita –que le otorga poder sobre Humbert- sucumbe ante la necesidad de éste de poseerla, con el consiguiente deterioro moral del que, al menos Humbert, es plenamente consciente. El autor bien se cuida de no caer en el intento de una apología; sólo refiere los hechos con cierta emoción.

            Rescato la composición psicológica de los personajes centrales, la fuerza narrativa del argumento central –novedoso para la época- y el estilo escogido. Lo único opaco es la violenta escena final, más propia de un grotesco o vodevil que de un adecuado cierre de novela. Un libro distinto, con mucho de sufrimiento y una pizca de escándalo.

             Párrafo aparte merecen las versiones de esta obra adaptadas a la pantalla grande. Existen dos: la primera es de Stanley Kubrick, de 1962, y la siguiente es de Adrian Lyne, de 1997. Las comparaciones son odiosas, pero puestos a opinar, las palmas se las lleva la de Kubrick.

jueves, 23 de noviembre de 2017

e-book 23. Viaje por el interior. La mujer es una isla, Auður Ava Ólafsdóttir


Alfaguara, 2012

‘No eres capaz de amar a alguien si no eres autosuficiente.’
I.

            El aparente éxito de una obra publicada posteriormente disparó el boom de esta autora de origen islandés. Tomando como punto de partida una frase adjudicada a John Donne: ‘Ningún hombre es una isla’, con la que abre el libro, Ólafsdóttir compone una historia donde el viaje alrededor de Islandia, una isla cuya ruta nacional es un camino de circunvalación a su alrededor, acompaña al viaje que realiza su protagonista hacia su propio interior.

II.

          Debe ser difícil para quien transita la treintena, tiene una profesión redituable y un pasar sin sobresaltos junto a un amante marido, recibir de éste la noticia de que ha de ser padre de una criatura con otra mujer –por lo que solicita el divorcio- y, a la vez, asumir el encargo de su mejor amiga que cuide por tiempo indeterminado de su sordo hijo de cuatro años, con evidentes limitaciones para la comunicación con los demás. Menudo desafío…

III.

           Lo sorprendente de la novela es la decisión de la protagonista: tomarse unas adeudadas vacaciones en esa tierra en pleno Noviembre –de frío glaciar, cuando no de lluvia persistente-, junto al pequeño discapacitado. Si bien ha tenido la fortuna de ganar –literalmente- la lotería y, con ello, la propiedad de un bungaló en el otro extremo de la isla, encara la aventura de ser novel propietaria como una oportunidad para el redescubrimiento de sí misma, acompañada de una serie de situaciones y relaciones ocasionales que consolidarán esa necesidad de libertad que clama su protagonista.

Testimonio del e-book

IV.

            Con una prosa amena y coloquial, Ólafsdóttir construye una novela que combina un renacimiento con una suerte de road movie. Personalmente, la protagonista me ha resultado algo fría, demasiado racional e inanimada, pero sus reflexiones no dejan de ser interesantes y su apropiación del rol adulto ante un niño con problemas –algo impensado para ella, tan elusiva a la hora del compromiso- compensan esa falta de calor personal.

V.

            Por último, agradezco a Ana Blasfuemia que me hizo llegar el ejemplar digital hace algún tiempo, y a Norah Bennett que lo recomendó. Sus apreciaciones podéis encontrarlas aquí.

sábado, 18 de noviembre de 2017

Tríptico Oriente u Occidente. Infancia mágica. 3. Yo, Kótik Letáiev, Andréi Bieli


Nevsky Prospects, 2010

           Una de las obsesiones de la intelectualidad rusa del siglo XIX era el debate acerca de si Rusia era una nación europea o asiática. Dostoievski supo resumir el dilema en esta frase:

‘En Europa somos segundones y esclavos, pero en Asia somos los amos. En Europa somos tártaros, pero en Asia también somos europeos.’

            Esta disyuntiva fue la que inspiró el trabajo del autor.

          Este último volumen del tríptico que Bieli nos propone tiene un carácter más personal e intimista que los anteriores, más ecuménicos. El protagonista –una suerte de alter ego de Bieli- intenta bucear en la prístina memoria personal para rescatar elementos de su propia infancia y del entorno familiar y social que lo rodeaba.

            En su derrotero, que abarca los primeros años de vida, comienza como si la mente pudiera evocar estados de conciencia desde el nacimiento, llegando a la apropiación del Yo y a la diferenciación de los otros. Para ello, se vale de lo que la imaginación infantil puede crear en base a sombras, sospechas, miedos niños y otras fantasías de origen irracional, propias del inconsciente. Luego, da paso a la asunción de significado de elementos cotidianos: las habitaciones, las personas. Por último, refleja las impresiones que un niño de cinco años posee a la hora de representar el mundo circundante.

            En sí, el libro alude a una infancia mágica, plena de escenas familiares donde un padre matemático –que encarna la filosofía occidental- y una madre, de origen asiático, de singular belleza se erigen como los acompañantes centrales del protagonista, junto a un puñado de allegados –la criada, las institutrices, los amigos, etc.- con los que ese Kótik –gatito, en ruso; apodo que su madre destinó al propio Bieli- va haciendo sus primeras experiencias de vida.

         Ambientada en la Rusia zarista, repartida entre San Petersburgo y Kasianovo, Bieli ofrece una singular mirada de cómo un individuo asume su toma de conciencia a partir de los opuestos que aportan sus progenitores. Con una prosa precisa aunque algo fragmentada, el autor construye, en una espiral expansiva, una obra personal que abreva en la psicología y en la historia social.

            Finalmente, las tres novelas que componen este tríptico enfocan distintos aspectos de esa conjunción euroasiática que ha hecho de Rusia y su gente un conglomerado plurinacional con identidad propia. Una obra literaria necesaria para comprender mejor la historia rusa.

Testimonio del Tríptico

lunes, 13 de noviembre de 2017

Víctimas de la intolerancia. Los peces de la amargura, Fernando Aramburu


Tusquets, 2008

‘Era, cómo les explicaría yo…, una mezcla de desánimo y compasión al ver que existen personas convencidas de que, para formar el país de sus sueños, por fuerza hay que causar dolor al prójimo.’

I.

            Comienzo con toda una definición. Creo que, a esta altura, todos conocen la postura de Fernando Aramburu respecto del accionar de ETA en el País Vasco, y la estela de sangre que, durante años, tiñó la vida cotidiana de sus vecinos. Me pareció más que oportuno rescatar esta serie de relatos cuando, a la distancia geográfica que me separa de la Madre Patria, sigo sin poder comprender el sinsentido del enfrentamiento entre catalanes y españoles. ¿Es que no han tenido suficiente con la Guerra Civil o con la lucha etarra de emancipación?

II.

            Este libro de Aramburu recoge el sentir de aquellos que vivieron en carne propia el accionar de ETA, desde las víctimas directas de la intolerancia etarra, pasando por las madres de los gudari –combatientes de la causa vasca- y las familias amenazadas, sin apartar a los signados como soplones de aquella –aún sin serlo-, ni a los vecinos de los atentados.

III.

          Esa atmósfera cargada de presagios nefastos, de convivencia con el padecimiento y el sufrir de todos los que han tenido que sobrellevar su propia vida tras verse involucrados en los golpes, son la parte destacada y constitutiva de la prosa de Aramburu, que tampoco elude los trastornos psicológicos a los que han tenido que hacer frente las víctimas, sus familiares y allegados.

IV.

            Con estilo directo, diálogos bien provocados y una mirada punzante y crítica sobre las distintas instancias y repercusiones de los hechos, el autor describe magníficamente el sentir de propios y ajenos. El lector percibe desde el principio la finalidad de tamaña denuncia: que dejemos atrás nuestras diferencias y las discutamos y consensuemos civilizadamente. La violencia no despierta empatía, ni es el vehículo adecuado para el reconocimiento de derechos conculcados a los habitantes de una región, por más que se esté de acuerdo con el reclamo.

V.

          Si la literatura pudiera servir como medio de expresión para quien se ha puesto decididamente a favor de la vida –propia y de sus semejantes-, seguramente los textos de Aramburu que tienen relación con la violencia política lo ponen en la vidriera de los escritores más comprometidos. Un libro necesario, sin golpes bajos.

miércoles, 8 de noviembre de 2017

Tríptico Oriente u Occidente. Vientos de cambio. 2. Petersburgo, Andréi Biely

Akal, 2009

         Al parecer, nadie había recalado en esta novela hasta que V. Nabokov la incluyó entre las cuatro más representativas del siglo XX -a su criterio-, acompañada nada menos que del Ulises (Joyce), Metamorfosis (Kafka) y la primera mitad de En busca del tiempo perdido (Proust).

         Y es verdaderamente descomunal. Primero, deseo prevenir al lector interesado. Existen dos traducciones en el mercado, que responden a sendas versiones. La primera fue publicada durante 1913 – 1914, mucho más extensa. Luego, el autor recortó su propio trabajo para hacerlo más dinámico, con lo cual la obra se volvió más inteligible, a costa de perder vuelo literario. La presente, de más de setecientas páginas, obedece a la inicial. Para comparar, utilicé una versión digital de la segunda (bajo el sello de Alfaguara)… y no hay atisbo de comparación.

         La novela se ambienta en San Petersburgo alrededor de 1905 y abarca algunos meses del mismo. Biely coloca a sus personajes en un período de efervescencia política. El argumento es bastante simple: Apolón Apolónovich Ableújov es un funcionario de la autocracia zarista, responsable de hacer llegar a los confines del Imperio sus decretos y, por esa razón, un hombre impopular. Con algo más de sesenta años de edad, cuenta con un único hijo en la veintena, Nikolái, con quien mantiene escaso diálogo y sospecha que es un opositor político. Su esposa, Sofía Petrovna, lo abandonó tres años atrás para vivir un romance con un artista italiano. Nikolái, un introvertido estudiante kantiano, debido a una promesa formulada en un arrebato pasional recibe un encargo difícil: debe hacer estallar una bomba en los aposentos de su padre.

            En rigor, es una novela poliédrica. Desde el punto de vista literario, hay una realidad dialéctica que opone al hijo contra el padre (recuerda al Turguéniev de Padres e hijos y al binomio Bloom/Dedalus del Ulises); al orden zarista contra el caos revolucionario; a la ciudad contra las islas aledañas; a la geometría contra la niebla y esa linealidad de la avenida Nevsky –propia de una construcción occidental- con el acontecer zigzagueante de sus habitantes, que asumen una protección fetiche a través de la estatua de Pedro I el Grande –El jinete de bronce, según Pushkin-.

            Además, el entorno pantanoso de la geografía, con sus vapores mefíticos, es el caldo de cultivo de percepciones oníricas donde los objetos se corporizan y despiertan fantasías en las mentes de sus protagonistas. El trasfondo social –de lucha colectiva y reivindicación- subyace en toda la obra, con una atmósfera de muerte que refleja el final de un ciclo y el despertar de otro. Son esos vientos de cambio los que soplan a lo largo de las páginas. La necesidad de dar una respuesta a los oprimidos, alcanzar una cuota mayor de bienestar y adentrarse en el capitalismo en el que las otras potencias europeas ya habían ingresado.

            Con cierta dosis de ironía, misticismo –ya presente en el trabajo anterior-, crítica social y esperanza de renovación, Biely construye una obra que lo excede; a nivel de lo mejor escrito en el siglo XX. Fluido aunque algo enrevesado, con repeticiones que podrían haberse evitado, el libro se disfruta mucho. Para leer con tiempo y sin prisas.

viernes, 3 de noviembre de 2017

Poemas en perspectiva. Dos puntos, Wisława Szymborska


Igitur, 2011

                                               En algún lado debe haber una salida,
                                               eso es más que seguro.
                                               Mas no eres tú quien la busca,
                                               ella te busca a ti.
                                               Es ella la que va
                                               tras de ti desde el principio,
                                               y este laberinto
                                               no es otra cosa que tú,
                                               solo tú, mientras se pueda,
                                               solo tú, mientras sea tuya,
                                               huida, huida –

         Hacía mucho tiempo que no visitaba la poesía como medio de expresión; creo haber hecho una buena opción al inclinarme por esta breve obra de Szymborska. Su estilo mantiene una dosis no menor de oralidad, como si al leer sus poemas éstos alcanzaran nuestra sensibilidad en forma de un susurro amable pero sostenido.

          El puñado de poemas que compone el magro volumen está escrito con una intención: que el lector pueda apreciar pequeños hechos cotidianos a los que solo se les ha cambiado el enfoque, la perspectiva desde donde son observados por la poetisa. Así, son esos dos puntos del título los que nos propone Szymborska como punto de partida: realizar el ejercicio de ver la vida desde otro punto de vista y animarnos a completar ese espacio vacío con nuestra propia experiencia.

        Un libro que surge desde el interior de Szymborska y se regala profusamente a todos aquellos que aún conserven un lugar para la emoción. Entrañable.

                                               Darwin.
                                               Dicen que para descansar leía novelas.
                                               Pero tenía sus exigencias:
                                               no podían terminar de forma triste.
                                               Si daba con una así,
                                               furioso la arrojaba al fuego.

                                               Verdad o no,
                                               yo con gusto lo creo.

                                               Recorriendo con el pensamiento tantas regiones y tiempos
                                               se encontró con tantas especies muertas,
                                               con tantos triunfos de los fuertes sobre los más débiles,
                                               con tantos intentos de supervivencia,
                                               tarde o temprano inútiles,
                                               que al menos de la ficción
                                               y de su microescala
                                               tenía derecho a esperar un final feliz.