Corregidor, 2012
Fueron
varias las razones por las que me lo llevé. En el inicio, contenía un par de
cuentos que han pasado a ser emblema del autor ruso, de quien aún hoy no tengo
otra obra esperando en el tótem. Luego, era una edición más que accesible a los
bolsillos lectores. Y finalmente, mantenía una deuda literaria -que espero
haber comenzado a saldar- con Paula Pampín, ilustre hija del ya mítico Manuel,
quien me facilitó el catálogo de esta casa editora que cuenta, entre otras
obras, con un enorme material sobre tango y de nuestro poeta, Macedonio
Fernández.
El presente volumen se compone de lo
más granado de los relatos de Gógol, que aúna geografías, etnias y estratos
varios de la Rusia que él conoció, en el siglo XIX. Observador minucioso de la
realidad social tanto como auditor interesado en leyendas y mitos que componen
el acervo cultural de tradición oral del pueblo ruso, el autor utiliza el
elemento fantástico como algo que sobreviene naturalmente. Así, en ‘La terrible
venganza’, la felicidad de una pareja ucraniana se ve amenazada por la
presencia del suegro, signado como el Anticristo, entre sueños premonitorios y
acciones descabelladas.
En ‘Viy’, se entrelaza lo irreal (el
rey de los gnomos, en la imaginación popular) con la burla cómica, puesto que
sus personajes están separados según su disciplina en teólogos, filósofos,
gramáticos y retóricos, más inclinados a comer y a pasarla lo mejor posible que
a hacer uso de una erudición con la que no cuentan. El ansia de poseer algo que
tiene el vecino es el desencadenante de una encarnizada y extendida lucha entre
ex - amigos íntimos en ‘Por qué riñeron Iván Ivánovich e Iván Nikíforovich’. En
‘Diario de un loco’, un oficinista que comienza por suponer un intercambio de
cartas entre perros, termina encerrado creyéndose el rey de España.
Finalmente, los reconocidos ‘La
nariz’, en donde un barbero encuentra la nariz de uno de sus clientes metida
dentro de un pan, mientras éste sale en su búsqueda, y ‘El capote’, una sátira
sobre un empleado que debe acudir a un sastre para que le confeccione un nuevo
abrigo, y lo que ello depara, cierran esta serie de relatos escogidos.
Kiev, Mirgorod, Moscú y San
Petersburgo prestan los escenarios adecuados para desarrollar la trama de cada
relato que, en general, tiene como protagonistas a funcionarios subalternos,
empleados de la burocracia administrativa cuyas vidas transcurren en medio de
una grisura anodina, sin relieve. No obstante, sirven a Gógol para criticar con
sorna a una clase parasitaria y envanecida, que se da aires por desempeñar una
función que resulta rutinaria e intrascendente.
De estilo coloquial, el libro se lee
rápido, alternando las sonrisas con ciertas reflexiones acerca de la naturaleza
humana, sus contradicciones, sus anhelos y sus bajezas. Una cita de referencia
para iniciarse en la literatura rusa.
Esta edición se acompaña de un prólogo
explicativo, elaborado por Susana Cella, que sugiero abordar al concluir la
lectura, para no quitar sorpresa a los relatos.