sábado, 31 de agosto de 2019

Novelas de Stefan Zweig. 8. Miedo, Stefan Zweig


Acantilado, 2012

I.

            Una nouvelle o novela breve de Zweig, donde pone en juego todo su arte para exponer de manera palpable y elocuente ese sentimiento que por momento nos invade y nos paraliza, nos arroja a la mentira y nos quita tranquilidad y equilibrio. No importa la raíz del motivo; se encuentra presente a cada paso, puesto que la misma incertidumbre del diario acontecer hace que nos acompañe. Cuánto más, si acometemos acciones que son pasibles de reprensión.

II.

            Irene Wagner, joven esposa burguesa –y madre de dos hijos- de un abogado encumbrado en la Viena de principios de siglo XX, mantiene amoríos con un joven pianista. Una tarde, a la salida del domicilio de aquél es enfrentada por una supuesta novia del mismo y descubierta en su adulterio. El chantaje se hará cada vez más gravoso, mientras la protagonista intenta de varias maneras soslayar tanto su falta como delatarse ante su marido.

III.

            Con el estilo literario que ya es un sello personal, Zweig nos hace partícipes del sentir de su personaje principal, quien se debate entre la franca confesión y el ocultamiento. Pero éste sólo posterga el desenlace con costos cada vez más altos –no sólo referidos a los crecientes desembolsos necesarios para acallar a la testigo- sino que, en esa escalada en espiral, también se va comprometiendo un esfuerzo físico y psíquico que la aleja del diario vivir, de aquello que ha sido su vida hasta ese momento.

IV.

            Ameno y coloquial, el breve texto nos conduce hacia un desenlace poco esperable. Destaco la descripción de los pormenores psicológicos de la protagonista, sus sentires, sus dudas y el pánico a ser descubierta, preocupaciones todas que tienen objeto en la pérdida de su condición social, además del oprobio a que sería sometida por parte de su cónyuge. Un libro que refleja el sentir de quienes se arrepienten del perjurio cometido.

lunes, 26 de agosto de 2019

Inestabilidad emocional. Viviane Élisabeth Fauville, Julia Deck


Eterna Cadencia, 2019

I.

            Venía precedido de buenos comentarios en revistas literarias locales y, ante la brevedad de su extensión, decidí hacerme de un ejemplar. Como la autora es una de las invitadas para la próxima edición de la Feria de Literatura en Buenos Aires a fines de setiembre, me pareció oportuno darle curso a su trabajo.

II.

            La protagonista lleva el nombre de marras. Apenas sobrepasa la cuarta década de vida; hace unos pocos meses ha dado a luz, su marido la ha abandonado por otra mujer más joven –aunque la que se fue con la beba ha sido ella-, ha extendido el plazo para su regreso a la agencia donde trabaja como comunicadora y todo indica que ha asesinado a su psicoanalista. El lector deberá acompañarla todo el trayecto para dilucidar si ella ha sido la culpable.

III.

            Esta novela corta, con ribetes más de thriller que policial, mantiene un estilo trepidante desde el comienzo. La protagonista no recuerda bien lo ocurrido; sólo sabe que ha visitado a su psicoanalista fuera de horario y tiene una receta para sus pastillas habituales. El resto, se irá descubriendo con el pasar de las páginas.

IV.

            Entre los aciertos del relato se encuentra el cambio de la voz narradora. Pasa de segunda a tercera persona varias veces, con lo que sumerge al lector en la propia confusión que sufre su personaje principal, participando de su inestabilidad emocional. Además, la estructura escogida, que va hacia atrás en el tiempo a la vez que narra los hechos del pasado y de cómo llegó a la situación actual, resulta muy original. Como contracara, hacia la segunda mitad la historia se vuelve algo forzada y deviene en un giro final que resulta bastante previsible.

V.

            En suma, es un libro breve, que puede leerse de un sentón, con una narración prolija, estilo ameno y entretenido, cuya tensión va declinando hacia el final. Apropiado para unas horas de vuelo o un viaje relativamente corto.

miércoles, 21 de agosto de 2019

Trilogía Hermanas. e-book 47. 1. Las hermanas Grimes, Richard Yates


Alfaguara, 2009

               Al poseer varios títulos que aludían al vínculo de marras esperando su ocasión, se me ocurrió la idea de congregarlos bajo una única etiqueta, de manera de exponer diversas miradas sobre él. Factores que se conjugaron para ello han sido el entusiasmo de libreros sobre los libros incluidos, reseñas de otros buenos lectores y el acceso a los mismos en soporte electrónico.

I.

            La rotundez de la apertura –‘Ninguna de las hermanas Grimes estaba destinada a ser feliz’- no sólo pone sobre aviso al lector sobre su contenido –y su final-, sino que establece el enfoque que el autor habrá de darle al texto en ciernes. Si bien no se reduce a un folleto explicativo de aquélla, lo cierto es que la novela evoluciona intentando justificar la afirmación inicial.

II.

            La historia se estructura a través de una mujer, Pookie, y sus dos hijas, a partir del divorcio. Sarah –cuatro años mayor- y Emily, serán las protagonistas. Poniendo el acento narrativo en ésta, Yates organiza este triángulo, donde una madre superficial y soñadora contrasta con una hija mayor, bonita y con donaire, y una menor sin tanto atractivo pero sagaz e inteligente. Así, la progenitora nunca alcanza el encanto que supone ser feliz; Sarah encarna a la mujer tradicional, esposa y madre –resignada a un matrimonio abúlico y rural-, y Emily al extendido modelo de mujer moderna urbana, con muchos hombres en su vida pero sola al final.
La versión digital, enorme gentileza de Epublibre para un libro inhallable

III.

             Ambientada en los alrededores de Nueva York, la novela atraviesa las décadas de los años ’30 a los ’70 del siglo pasado, con las secuelas del baby boom de la posguerra, la incipiente lucha por la emancipación femenina y elementos de la intelectualidad neoyorquina. Con unos personajes perfectamente logrados en su desarrollo psicológico, Yates da cuenta del abandono del sueño americano, los estragos que causa el exceso de alcohol, la violencia de género asumida en familia y las escasas oportunidades que la vida nos ofrece para ser realmente felices.

IV.

         Con una prosa fluida y coloquial, donde los diálogos y circunstancias disparan reflexiones profundas sobre la fugacidad de los buenos momentos y cómo los sueños e ilusiones juveniles se van deshilachando con el lento transcurrir de la vida, dejando un resabio amargo, Yates nos brinda una visión algo pesimista y melancólica de nuestra real capacidad de hallar la felicidad. Curioso es el título original –The Easter Parade o El desfile de Pascua- que resulta la única escena donde parece haberse alcanzado efímeramente. Leed a Yates; otro libro suyo, de visita obligada para buenos lectores.

viernes, 16 de agosto de 2019

Versión Original 23. Tokio Blues, Haruki Murakami


Tusquets, 2007

           Rescato del ayer este libro de Murakami, que fuera el primero –si no el único- que encaré hace ya tiempo. Quizás haya sido algo crítico en ese entonces con un texto fluido, llevadero y, si se quiere, amigable con el lector. Pero la sospecha –que mantengo- de forzar la empatía tensando la fibra emotiva, le han restado puntos a la hora de la evaluación final. Y el mote de best seller, más aún.


            Hace un par de años atrás, amigos lectores del más diverso origen, credo, edad y género –muchos de ellos no sólo adeptos seguidores, sino fanáticos apologetas- coincidieron en opinar que ésta era, hasta ese momento, la mejor novela escrita por el autor, lo que me indujo a su compra. Pasado el tiempo y con motivo de la reciente publicación de su última obra, otros tantos ávidos me recordaron que ésta dormía “el sueño de los justos” en medio del tótem, en espera de días más felices para encarar su lectura. Como a todo, le llegó el turno.

            Es la historia de Toru Watanabe, un japonés treintón que, al aterrizar en Hamburgo y escuchar en off la melodía de “Norwegian Wood”, de Los Beatles, desata recuerdos y revive hechos acaecidos casi veinte años antes, entre él y la pareja de amigos compuesta por Naoko y Kizuki, cuyo intempestivo suicidio de éste desencadena una serie de emociones y sentimientos que se convierten en la trama principal de la novela.

            Entonces, ¿es una romántica historia de amor? Sí, pero no solo. Es también un relato de la juventud de fines de los ’60 en Japón, el despertar de la sexualidad y el erotismo -con su característica efervescencia hormonal, en tiempos donde no se tenían ni noticias sobre el SIDA y sólo contaban las enfermedades venéreas-, la amistad y el amor prístino, puro, llevado hasta sus últimas consecuencias, junto al ingreso en la adultez de toda una generación que intenta modificar los códigos de una sociedad anquilosada, aunque sin faltar el respeto por lo tradicional. De paso, hay una velada crítica al marxismo y a la izquierda. Ya de por sí, y solamente por todo esto, justifica la inversión de tiempo en su lectura.

            El acierto de Murakami radica en contarnos la típica historia del triángulo de amor –al mejor estilo occidental- entre chicos que no llegan a la veintena, pero en tempo oriental, donde los silencios cobran relevancia y se vuelven tanto o más elocuentes que lo que sus protagonistas expresan. Descarto la plena identidad de los lectores con el decir y sentir de sus personajes, en una sutil clave adolescente.

            Ambientada en el Tokio de 1970, con una prosa fluida y relatada en primera persona, la novela se torna, por momentos, melancólica, nostálgica y algo sensiblera, donde el suicidio y la muerte campean en más de una ocasión, lo que me condujo a evocar aquello “de sabihondos y suicidas”, en el cantar del inolvidable Edmundo Rivero en “Cafetín de Buenos Aires”, o el más contundente y cercano “Suicide Blonde”, de Inxs, por más que ninguna protagonista femenina fuese rubia.

            Bien propio de la cocina oriental, el resultado de esta experiencia inicial me dejó un sabor agridulce. Por una parte, la narración es realista y precisa, sin digresiones ni intenciones de “estirar” el relato; por otro, sospecho que la trama no sólo intenta contarnos una historia sino también busca agradar al “gran público”, pues el cóctel que reúne sexo, erotismo, amor y muerte siempre reporta beneficios; mucho más si los elementos constitutivos están ensamblados con maestría y buen gusto. No por nada el sello editorial coloca en la portada de esta edición ‘Best seller internacional’.

        En resumen, vale la pena leerlo, aunque sólo sea para acercarnos al universo de Murakami.

domingo, 11 de agosto de 2019

Abandonar la infancia. El origen de la tristeza, Pablo Ramos


Alfaguara, 2014

I.

            Son pocas las ocasiones en que me inclino por autores argentinos. La razón estriba en que resulta difícil abstraerse lo suficiente como para brindar una opinión lo más objetiva posible sobre su trabajo y apartar las opiniones del autor en otras áreas que no se relacionan con su obra. En un país donde todo se cuestiona –con y sin fundamento-, es arduo concentrarse meramente en las letras sin que resuenen o chirríen cosas ajenas. Pero Ramos ofrece un texto fresco, emotivo, con el que cualquier lector podría identificarse y en aras de ello lo encaré. Y por algo más.

II.

            Gabriel –o Gavilán, su apodo- es un niño que ha crecido en los suburbios de la zona sur del Gran Buenos Aires. Tiene un hermano algo mayor, Alejandro, y una hermana bebé; su padre posee un taller de fabricación de bobinas de inducción y su madre trabaja en casa. El nervio central de su vida es el barrio y la barra de amigos, conocidos como Los Pibes. Del conjunto se desgranan aventuras varias, miedos, ilusiones, aprendizajes y algún que otro sinsabor.

III.

            El libro está estructurado en tres partes. En la primera, se narra la relación de Gabriel con Rolando, un hombre de mediana edad que cuida tumbas en el cementerio local, quien lo alecciona en los trucos para obtener dinero de los clientes y le revela un enigma. En la segunda, se evocan los días en que el arroyo vecino se incendió –debido al derrame de inflamables-, mientras el grupo intentaba conseguir su iniciación sexual con alguna profesional. Finalmente, la pérdida de un compinche unida a las dificultades crecientes del negocio familiar y el fin de la educación primaria propician el desmantelamiento de esa cofradía que supo ser sólida, sin fisuras.

IV.

            Ambientada hacia inicios de los años ’80 del siglo pasado, Ramos entreteje historias que construyen un libro de iniciación, del pasaje de la niñez a la adolescencia, con la frescura propia de un Tom Sawyer o de un Huckleberry Finn. El descubrimiento del deseo sexual, la lealtad y solidaridad entre amigos, la fuerza de la vida social y familiar y la aparición de la muerte, en un período que oscila entre los diez y trece años de edad, son temas recurrentes de esa tristeza del título, que no es más que el abandono de la infancia. Algo que al crecer, dejamos atrás.

V.

            Con un estilo ameno, coloquial, narrado en primera persona por el protagonista, Ramos consigue hacernos recordar ese viejo pasado, donde todo era ideal, magnífico y despreocupado. Un libro para disfrutar como chicos, cuya elección no ha sido inocente. Yo transité en mi infancia las mismas cuadras que Gabriel, el mismo cementerio –mis tíos vivían frente a él- y hallé a mi primer y mejor amigo, a fines de los ‘60. Y al igual que él, los perdí poco después a todos, lo que decretó el fin de mi infancia. Agradezco al autor, entonces, por regalarme un recuerdo agridulce.

martes, 6 de agosto de 2019

La cara sombría de la moneda. Billie Ruth, Edmundo Paz Soldán


Páginas de Espuma, 2012

I.

         Habituado a abordar literatura de origen extranjero –europeo, norteamericano, oriental, etc.-, había echado en falta la presencia de letras iberoamericanas entre mis lecturas. Por ello, comencé a saldar esa carencia con autores vernáculos, mas no tenía registro de las letras bolivianas hasta que recordé el empujón que recibió el autor de marras, de parte de uno de los más grandes escritores del continente: Mario Vargas Llosa. Era hora de visitar su obra.

II.

            El libro está constituido por quince relatos de variada extensión. Alguno ocupa más de veinte páginas; el menor, solo cuenta con dos –y no es un microrrelato-. El abanico de situaciones que refleja va desde la violencia familiar, pasando por la complicidad en el robo, las obligadas salidas ajustadas por un juez, la venta de droga, hasta el desprejuicio de vivir una vida solo en tiempo presente. Además, el autor combina el elemento fantástico de manera tal con lo cotidiano que es imposible no creerle.

III.

            La mayoría de relatos se ambienta en el presente y cabalga entre los de naturaleza urbana como los de soledad y aislamiento. Padres a cargo de sus hijos, mineros en la precordillera, antropólogos identificando huesos humanos y hombres violentos de índole diversa transcurren como protagonistas en las páginas que Paz Soldán les ha destinado, intentando mostrarnos la cara sombría de una misma moneda.

IV.

            Con una pluma ágil, de estilo ameno y coloquial, sin intención de elaborar ni pontificar sino de capturar distintas escenas reales, Paz Soldán nos propone una serie de relatos que sólo dan cuenta de las inquietudes que animan nuestro interior, las que por momentos encuentran un cauce y, a veces, se diluyen en un sinsabor. Una obra breve, aunque promisoria.

jueves, 1 de agosto de 2019

e-book 46. Alquimia pictórica. El nervio óptico, María Gainza


Anagrama, 2014

I.

            Cuando una novela –digo bien- conjuga historia personal y de amigos con pinturas varias y cotilleo sobre la biografía del artista, no puede dejar indiferente a ningún buen lector. Al menos, se puede entender por qué la autora, versada en apreciación estética e historia del arte, nos brinda un trabajo que, a la vez, es autoficción y ensayo, una asociación entre el acontecer del mortal y la realización de obras trascendentes.

II.

            Gainza, descendiente de una familia de renombre local que ha perdido fulgor, plantea a través de un tour de force una serie de pequeñas anécdotas tomando como vehículos compañeros obras pictóricas, tanto de maestros consagrados como de artistas vernáculos, muchas de las cuales habitan las salas de museos de Buenos Aires, su lugar de procedencia.

III.

            Si bien cada uno de los once capítulos en que se divide el libro podría leerse de manera independiente, Gainza les brinda un hilván: su propia óptica de los cuadros como así también de lo que ocurre a su alrededor; la comidilla del entorno del pintor sólo agrega condimento a lo que se narra de los mismos.
La versión digital, gentileza de Epublibre

IV.

            Con una protagonista dueña de una voz única que atraviesa todo el texto, Gainza lo estira y comprime a su gusto; el lector participa de una mirada acerca de la obra, del entorno social y familiar del pintor en el momento de realizarla y de cómo un detalle mínimo en la vida de aquélla –la visita a un hermano en el exterior; la fobia de viajar en avión, etc.- ha sido capaz de disparar su convergencia.

V.

             Con una pluma versátil, sin florituras y haciendo buen uso de un vasto bagaje cultural -que incluye citas de obras literarias, además de los conocimientos adquiridos durante años de profesión-, la narradora intercala sabiamente evocaciones personales –reales o no- con las vidas cotidianas de aquellos que han ido modificando técnicas y miradas a través de sus telas, en una suerte de alquimia pictórica entre el creador, su obra y los espectadores. Un libro ameno, algo agridulce, que se lee de un sentón merced a la fluidez del texto y al equilibrio de los temas que aborda. Para no dejar pasar.