I.
Surgió como propuesta de un taller
de lectura a la que decidí plegarme y encararla porque contaba con un ejemplar.
Este título no había alcanzado las repercusiones de su novela anterior y la
curiosidad, unida a una buena cuota de placer en su prosa, hizo el resto.
II.
¿Dónde comienza a desdibujarse la
línea que separa realidad y fantasía en las letras? En el campo de la autoficción –tan extendido hoy-, ¿hasta
dónde se puede tensar la cuerda y
ofrecer un texto con elementos autobiográficos, que no se lea como una
biografía? ¿Cómo condiciona al lector saber que lo que se le ofrece está basado en hechos reales –un cliché que,
por cierto, ha hecho las delicias del negocio editorial-, aún a sabiendas de
que TODO puede ser obra de una imaginación férrea? ¿Qué legitimidad le
ofrecemos a un narrador no confiable?
¿En qué medida nos permitimos ser permeables
a los finales abiertos a la interpretación personal? De eso trata esta novela.
III.
La protagonista –Delphine, alter ego de la autora- padece un
bloqueo literario y en medio de una reunión social conoce a L., una mujer seductora
que se desempeña como ghost writer, un
eufemismo sobre aquellos que escriben para terceros pero nunca aparece su
firma. A medida que Delphine cae un pozo depresivo cada vez más profundo, L.
tiene la ocasión de hacerse cargo de ella, de responder como si lo fuera y, en
definitiva, de suplantarla. Con alusión directa en sus epígrafes a sendas obras
de Stephen King –o inspirada en ellas-, De Vigan cuestiona el viejo doble juego de ser y no ser a la vez; la
existencia o no de un doble.
IV.
La novela interpela al lector sobre
cuán importante resulta la Verdad en aquello que se le narra. ¿Somos ávidos de los
detalles, o nos alcanza con su verosimilitud? La autora se burla en gran medida
–y con mucha sorna- del pacto entre autor y lector; de aquello que dejamos
correr por más que no nos convenza demasiado. Así, L., ¿encarna un personaje
independiente, cuya existencia es real? ¿O es el otro yo de la propia autora
–un espejo en el cual mirarse-? ¿O quizás represente al lector, quien parece
demandar el uso de parte de su vida como material literario?
V.
Estructurada en tres partes, De Vigan construye un thriller psicológico en el que habla de sí misma -en cuanto escritora-, del desdoblamiento necesario para componer una obra que contenga algo de su historia personal -pero más de creación intelectual- y de las expectativas que se generan en los lectores cuando se les aclara que parte de lo que leen es real –aunque no saben en qué medida-. Con la prosa ágil y directa que ya es su estilo, esta inquietante novela recorre el camino inverso a la afamada anterior, creando una ficción revestida de relato verídico. Una propuesta más que interesante.