Lengua de Trapo, 2007
I.
El motivo disparador de esta lectura han sido las
imágenes provenientes de Afganistán, que llevaron a cuestionarme cómo se verán los
conflictos políticos, sociales y militares desde los ojos de un niño. Por eso
recordé que algo de ello se planteaba en otro título del autor, y me sorprendí
al hallar éste, al que tenía totalmente olvidado.
II.
Ondra es un jovencito en los inicios de la
pubertad, quien recibe de su padre –opositor al régimen comunista- una orden
mientras ambos escapan del bombardeo de los tanques de las fuerzas del Pacto de
Varsovia, durante la llamada Primavera de Praga del ’68: debe cuidar a Chiqui,
su hermano menor. La única salida que ese padre encuentra es que ambos hijos
vuelvan solos a su viejo pueblo de origen. Con la ausencia de una madre -entregada
a la bebida- y un abuelo paterno que acaba de morir, Ondra y su hermano son
poco menos que huérfanos a la deriva.
III.
La
novela es atravesada por diferentes planos. Topol construye una novela de iniciación
en medio de una invasión militar, con elementos que combinan el despertar
sexual del protagonista, su difícil y áspera interacción con la pandilla de
niños del pueblo, mientras la policía secreta anda tras sus pasos -y los de su
padre-, y el resto del mundo de los adultos se pregunta qué sobrevendrá en el
futuro, ahora que los comunistas dominan sus calles.
IV.
Las
peripecias del personaje principal, que se debate entre la protección a su
hermano y los primeros contactos con el sexo opuesto, no son óbice para que Topol
deje entrever cómo se derrumban las renacidas esperanzas generadas gracias a
las libertades aparecidas con el gobierno de Dubček, bajo el despliegue de las fuerzas
de ocupación.
V.
Con
un estilo directo, cierta dosis de mirada infantil y haciendo uso de leyendas populares,
las clásicas disputas entre vecinos -que todo pueblo posee- y un puñado de
personajes secundarios que lindan lo funambulesco, la novela se lee
rápidamente, aunque por momentos la existencia de algunos saltos en la historia
no permitan mantener del todo la ilación y el lector se sienta como Ondra,
quien nota que ocurren cosas a su alrededor sin poder interpretarlas del todo. Sin
duda, una interesante propuesta.