Punto de Lectura, 2009
Éste
ha sido un regalo que, después de un año, ha venido de regreso. Su éxito fue
tan rotundo que quien fuera su destinatario no cejó en proponérmelo. El interés
por él coincidió con problemas que el condominio que habito comenzaba a tener
con la construcción vecina por las mismas razones y me pareció prudente encarar
su lectura para ver qué aportes podría hacer la literatura en ese sentido.
Pablo Simó es un arquitecto que media
la cuarentena, trabaja hace veinte años en un estudio que antiguamente
construía viviendas comunitarias, pero su titular decidió ganar más dinero y
hacer sus propias obras. Tiene en mente construir su propio edificio de once
plantas pero no encuentra la ocasión para hacerlo. Sumido en un matrimonio
erosionado por la costumbre, con una hija púber que se inicia en prácticas
amorosas para definir quién es, Simó divide su tiempo entre las actividades
profesionales y su familia. Hasta que una tarde, una joven se acerca al Estudio
y pregunta por Nelson Jara, un vecino de una obra en construcción quien les
reclamara un pago de dinero por una grieta que supuestamente surgió en la pared
medianera de su departamento debido al esfuerzo de excavación. Cunde la alarma
entre Simó, su jefe y su asociada pues Jara fue enterrado por ellos en la loza
del subsuelo, hace tres años.
Piñeiro y Jara de vacaciones
A partir de allí se suceden los
hechos, que no se reducen a qué ocurrió con Jara sino que también abarca la
situación personal de su protagonista, ahora vinculado a aquella joven. Piñeiro
despliega magistralmente un abanico de circunstancias para su personaje
principal, que le permiten trasladar al lector un puñado de preguntas a modo de
reflexión. ¿Qué queda de un matrimonio tras el paso de los años de hábitos y
aquiescencia? ¿Cómo ser padre de una hija adolescente que se encuentra haciendo
sus primeras armas en la sexualidad y definiendo su personalidad? ¿Qué resta,
después de tantos años de hacer lo mismo, de los sueños que albergábamos en la
juventud? ¿Se puede ‘patear el tablero’ y comenzar todo de nuevo, camino a los
cincuenta? ¿Es posible descubrir el verdadero amor a esa edad, con alguien
mucho más joven? Estos son algunas de las cuestiones que la autora desgrana a
lo largo del texto, valiéndose de Simó.
Ambientado en dos barrios de Buenos
Aires, escrito en lenguaje coloquial y ameno, el libro se lee rápido y resulta
entretenido, sin ser atrapante. Hay un buen manejo del uso del diálogo y, sobre
todo, del discurso interior de Simó, que me han recordado mucho a Juan J. Saer.
Existen ciertas licencias sobre elementos poco convincentes que se permiten en
aras de mantener la tensión y la coherencia de la trama. Un libro perfecto para
un viaje no tan largo o para llevar de vacaciones.