Ediciones G.P., 1971
La
segunda novela que compila el volumen que compone este tríptico narra las
peripecias de un matrimonio mal avenido. La historia comienza en Florida, E.E.U.U.,
donde Josée, de origen francés, disfruta de una temporada de vacaciones junto a
su esposo norteamericano, Alan, y una pareja de amigos. La obsesión de Alan por
su esposa es posesiva y la falta de seguridad en sí mismo la empuja hacia un
adulterio, no consumado en los hechos. Cercanos a los treinta años y dueños de
suficiente riqueza para dilapidar, los protagonistas abandonan la calidez de la
Florida para retornar a Nueva York.
La parte siguiente se inicia con un
reencuentro entre Josée y un viejo amigo suyo, Bernard, quien, al tanto de los
problemas conyugales, le sugiere que abandone a su marido. Cansada de soportar
escenas de celos, Josée decide volar a Francia y refugiarse durante un tiempo
en soledad, en la campiña normanda, de donde la rescata Bernard y la traslada a
París. Allí, en medio de cócteles y relaciones superficiales, se reconcilia con
su marido.
En la escena final, Alan propone
tener una casa propia y ambientarla, para que Josée mantenga contacto con su
gente, mientras él se dedica a la pintura. Una mujer algo mayor que ambos,
conocida por medio de otros vínculos –que flirtea con Alan- sugiere a éste
realizar una exposición de sus telas. Con la reaparición en escena de Marcos,
un antiguo amante de Josée, se desbaratan todas las intrigas, lo que conduce a
un desenlace predecible.
Alan encarna al joven guapo e
inteligente, maníaco – depresivo, manipulador y neurótico, capaz de tomar la
apariencia de un niño tierno y desvalido, para transformarse en el más brutal
celoso en un breve intervalo de tiempo.
Josée es la típica consentida, que
alterna fiestas, gentes y lugares de moda a los que asiste la burguesía
acomodada, sin involucrarse afectivamente con nadie. Así, cada uno con sus
características y desde sus perspectivas contribuyen a la enfermiza relación
que mantienen, incapaces de abandonar el uno al otro, pues Alan teme no saber
retener a su bella esposa, y Josée no puede pensar su vida sin las facilidades
que otorga una vida holgada, sin esfuerzos. Es el hastío de una vida ociosa la que socava el vínculo; las que le hacen desear a Josée convertirse en algo
tan deletéreo y fugaz como una nube parisina de otoño.
Con una prosa precisa y buena
construcción psicológica de sus personajes, el libro resulta fluido. Esa gente
frívola, que no posee mayores contratiempos ni grandes objetivos es nuevamente
el objeto de observación de Sagan, a quienes expone con crudeza y desparpajo a
través de una mirada crítica y cínica.
Sin llegar al nivel de Buenos días, tristeza pero con elementos
bien presentados, una galería de personajes secundarios perfectamente
delineados y diálogos sutiles, la novela retrata con bastante fidelidad los
avatares de un estrato social muy de moda en los pasados años ’60. Otro fresco
de época.
Ahora mismo no me hace, igual más adelante. De todos modos tengo cuentas pendientes con vos, que ya he leído Ethan Frome. Ya hablaremos.
ResponderEliminarYo estoy saldando una grande contigo, con tu 'imprescindible'. Éste lo verás en su momento, que hay tiempo para todo, ¿verdad?
EliminarUn beso, Norah.
El tema es un tanto repelente, esa sociedad de la abundancia tan ajena a nosotros, sin embargo los sentimientos y emociones son universales y, por tanto, desde ese punto de vista me atrae, sobre todo porque he tenido la desgracia de conocer mucho a un "depresivo, manipulador y neurótico, capaz de tomar la apariencia de un niño tierno y desvalido, para transformarse en el más brutal celoso en un breve intervalo de tiempo".
ResponderEliminarUn gran abrazo!!
Sí que lo es, U-to. El tipo que Sagan describe se ha hecho hoy un lugar en la historia de muchas mujeres que describirían junto a ti un sinnúmero de tics propios de estos manejos. Y seguramente añadirían algunos más.
EliminarLamento el que hayas pasado por semejante experiencia. Parafraseando a Steinbeck, somos hombres o ratones. Eso sí: tú eliges -como siempre...-.
Un fuerte abrazo!
No le debe faltar verosimilitud a Sagan cuando describe a esa gente acomodada y su mundo frívolo, pues la misma escritora proviene de ese entorno. Me pregunto si el empeño que ponía en mostrar ese ambiente tan superficial, responde al hecho de haberse sentido aprisionada en esa mundanal atmósfera una buena parte de su vida. La escritura es una excelente terapia para "purgarse" de ciertos recuerdos, experiencias, etc. También es cierto que hay escritores cuya vida casi es más literaria que su obra... ¿Será el caso de Sagan?
ResponderEliminarUn abrazo Marcelo.
Seguramente -una vez más- debes tener razón, Paco. No hay peor astilla que la del propio palo, dicen. Debe haber algo de lo que señalas en su vida; ese corset que implica 'pertenecer'.
EliminarSí, escribir te exorciza de tus demonios interiores.
Por otra parte, me hubiera gustado tener la obra completa... ¿Por qué me provocas, Paco, a buscar el resto? Hmmmm.... tendrás noticias sobre ello.
Si puedes, lee alguna de sus obras; tendrás una buena imagen de ella como escritora.
Otro abrazo. Fuerte.
Por cierto, otra encantadora composición fotográfica, Marcelo. Debe de ser un lugar magnífico para pasear. :)
ResponderEliminarSaludos!!
Decididamente, debes pegarte una vuelta por aquí e instalarte en Merlo, San Luis. Los iones negativos de sus sierras mejoran la calidad de vida. Doy fe.
EliminarOtro abrazo.