viernes, 27 de abril de 2018

El anacoreta. Peste & Cólera, Patrick Deville


Anagrama, 2014

I.

            Ya desde la portada presentaba demasiados pergaminos como para ser desestimado. Para colmo, abordaba la historia de un investigador mientras repasaba la historia del nacimiento de la microbiología y la segunda mitad del siglo XIX, el de los grandes descubrimientos científicos y de los viajes a África y Oriente. Si a esto le sumamos una mirada distante y despectiva de los avatares europeos –y mundiales- que aparejó la primera mitad del siglo XX, habían suficientes motivos para leerlo.

II.

            En esta novela biográfica, Deville encara la semblanza de Alexandre Yersin, cuyo aporte más destacado ha sido hallar el bacilo de la peste y, por consiguiente, la vacuna contra este flagelo que asolaba periódicamente tanto las costas de Oriente como de Occidente. Para ello, se vale de la multitud de cartas intercambiadas con su madre y su hermana, hasta el deceso de ambas; de los anales del Instituto Pasteur y la documentación habida en Vietnam sobre este singular personaje.

III.

             Según el autor, Yersin (1863 – 1943) desarrolló su faceta científica desde su Vaud natal, en Suiza, hasta después de su llegada a Francia, donde se hizo discípulo de Pasteur y Roux, de quienes aprendió la metodología empleada en esa incipiente disciplina que comenzó a llamarse microbiología. Pero el grupo francés de Pasteur no estaba solo: en franca competencia se encontraba el grupo alemán comandado por Robert Koch. De ahí el sugerente título de la obra.

IV.

            La sed de conocimientos de Yersin ha sido fuente inagotable de sus múltiples actividades, tanto como sus ansias de aventuras. Investigador díscolo, no dudó en apartarse del ámbito académico en busca de su propio lugar. Así, se embarcó con destino a Saigón, una de las ciudades coloniales del Imperio, y se enroló como médico de a bordo en un buque que cubría el trayecto Saigón – Manila y luego a Haiphong durante un par de años. Más tarde, se estableció en Nha Trang donde realizó el estudio de cultivos, se hizo productor de caucho y de quinina –lo que le valió una gran fortuna-, sin descuidar sus trabajos en el campo de la medicina. Dueño de una sublime apatía por el renombre tanto como por la participación política, mantuvo contacto con sus colegas hasta casi el final de su vida y vivió distante de las dos guerras mundiales, enfocado en sus actividades exploradoras, productivas y médicas en Vietnam, casi como un anacoreta.

V.

            En estilo directo, como quien narra una crónica, Deville nos ofrece una minuciosa mirada sobre la vida de Yersin, ambientada en la atmósfera entusiasta de la revolución científica; los altibajos del colonialismo francés de ultramar; la sempiterna rivalidad franco – alemana y un paralelismo entre Yersin, Rimbaud y Céline nada despreciable. Un libro fluido y entretenido.

viernes, 20 de abril de 2018

El mar de la fertilidad. 1. Tragedia de amor. Nieve de primavera, Yukio Mishima


Alianza, 2014

I.

          Esta tetralogía era una deuda pendiente con la literatura japonesa que durante muchos años sostuve debido a que sólo podía hallar en el mercado local títulos desperdigados con traducciones variadas, y no el conjunto de los volúmenes que componen la obra en una única edición completa. Recién un par de años atrás pude reunirlos todos bajo el sello de esta casa editora. Dejé pasar el tiempo para encarar su lectura, en busca de un estado emocional propicio.

II.

            Esta trágica historia de amor tiene como protagonistas a Kiyoaki Matsugae, hijo de un marqués adinerado, y Satoko Ayakura, hija de un conde con alcurnia pero sin recursos. Ambientada en el Tokio de principios de siglo XX, tras la guerra ruso – japonesa, el padre de Kiyoaki destinó a su pequeño hijo a la casa del conde Ayakura para aprender modales de la corte. Satoko -dos años mayor- y Kiyoaki crecieron juntos y entablaron una cierta amistad. A medida que crecían, la belleza de ambos destacaba en el entorno y las visitas entre ambos se hacían más frecuentes.

III.

             Cuando Kiyoaki alcanza los diecinueve años, se da cuenta que toda esa confusión que le provoca Satoko cada vez que se ven no es otra cosa que amor. Pero, lamentablemente, después de muchas propuestas de matrimonio que Satoko rechaza, al fin da su anuencia para prometerse nada menos que con un heredero de la Familia Imperial. Kiyoaki, quien al enterarse de la noticia no parece importarle, al asumir su amor por Satoko se desespera y, valiéndose de su amigo y de una vieja doncella, comenzará sus pasionales encuentros furtivos hasta que la vida se los permita.

IV.

           Mishima elabora una ficción costumbrista en base a dos personajes centrales y algunos secundarios. A Satoko, dueña de una gracia y donaire sin igual, la dota aún de desenfado y aplomo. En cambio, al tímido y emocional Kiyoaki le secunda un preceptor algo mayor, Iinuma, encargado de orientar al joven, y lo acompaña de un amigo fiel, Shigekuni Honda, a lo largo de toda la historia. El elenco se completa con la vieja y experimentada doncella compañera de Satoko –Tadeshina-, el padre de Kiyoaki –hombre del mundo de los negocios, enamorado de Occidente-, el conde Ayakura –quien encarna al cortesano tradicional japonés- y sus cónyuges.

V.

            Con una prosa poética, uso adecuado de silencios y pausas, descripciones que consolidan la atmósfera narrativa, detalles de la vida japonesa de ese tiempo y personajes bien delineados, Mishima nos regala un drama pasional sin golpes bajos ni lagrimeos. En suma, una novela clásica más que recomendable.

viernes, 13 de abril de 2018

Versión Original 20. La literatura como medio de expresión social. Padres e hijos, Iván S. Turgueniev


        Reseña aparecida en otro blog hace ya casi diez años, la vuelvo a presentar ahora aquí, tal como fuera escrita entonces, para cumplir con un compromiso con los lectores de Utopía quien, pocos días atrás, nos allegara su propia opinión de la misma obra, bajo la edición de otra casa editora y citara a ésta como su inspiradora.


Introducción

           Estaba aburrido de leer la clásica novela inglesa finisecular decimonónica, romántica, decadente y tibiamente moralista, cuando quiso el Destino -ante la científicamente improbable existencia de Dios- o a lo sumo, la Energía, el Éter o el Prana -sustitutos de Dios, al decir de los más acérrimos fundamentalistas esotéricos- que me llegara la oportunidad de pegar el timonazo y cayera en mis manos uno de esos libros que componen la inmensa galería de "olvidados", pero que han sido señeros para otros autores posteriores. Me refiero a "Padres e Hijos", de Iván Turgueniev (Ed. Espasa, Colección Austral, 2007).
             Después de mi "época rusa", transitada a mediados de los '90, donde me aboqué a la lectura de los más eminentes textos de ese origen, no había vuelto a ellos, un poco por falta de curiosidad y otro poco por saturación. Sin embargo, sabía que dejaba en el tintero a algunos autores que, si bien no son considerados por la crítica actual como de la talla de Tólstoi o Dostoyevski, no obstante han servido de guía para el desarrollo de la literatura y del pensamiento político ruso del siglo XX. Con este libro, comienzo a saldar aquella vieja deuda.

La obra

             Es la historia de un par de compañeros adolescentes que regresan a sus aldeas luego de alcanzar una licenciatura. Uno de ellos, el ingenuo Arkadi Kirsanov, desciende de la nobleza rusa, mientras que el otro, Evgeny Bazarov, verdadero personaje principal, es de condición más humilde, dedicado a las "ciencias", con intención de convertirse en médico reconocido, y un "nihilista", definido como "aquél que no se doblega ante ninguna autoridad ni acepta ningún principio como artículo de fe". Ante ellos, se encuentran el padre y el tío de Arkadi, Nikolai y Pavel, representantes de una aristocracia que se extingue; Vasili, el padre de Bazarov, un más que modesto militar retirado, y una suerte de otros personajes pertenecientes a la nobleza, entre los que destaca la princesa Odintsova, una joven, bonita e inteligente viuda, junto a su hermana menor, Katia.
             El autor utiliza la recia personalidad del protagonista para pintarnos un fiel retrato de la Rusia de su tiempo. Bazarov no es el militante revolucionario y violento que tendrá lugar a fines del siglo XIX (la novela está ambientada a partir de 1859), sino alguien dotado de sensibilidad y buenas intenciones, ocultas por su carácter ríspido y sus insolentes respuestas, quien necesita someter todo a la experiencia: una conjunción tomada de las ciencias médicas, la lectura del materialismo alemán y el análisis de la sociedad en que vive.
              En el acontecer, ambos jóvenes nihilistas encuentran una contradicción inesperada: el amor; correspondido por la dulce Katia y denegado por la altiva Anna Odintsova, lo que ineluctablemente decide la suerte de ambos compañeros.

Conclusión

               Ya Gogol había cuestionado en su obra "Almas muertas" el estado de total sumisión y primitivismo en que se encontraba el pueblo ruso, donde la nobleza zarista pagaba tributo en función del número de "almas" que existían en sus territorios, razón por la que cada noble disponía de la vida y de la muerte de esos seres, considerados siervos, criados, arrendatarios, campesinos, pero nunca personas.
              La crítica a la clase aristocrática rusa, ociosa, ignorante, atrasada, junto a la falta de adelantos como caminos y comercios, la corrupción de la justicia y el estado de suciedad y dejadez -proclives a la enfermedad- en que se vive, por parte de un hombre que cree en la ciencia como base del progreso, es el motivo central que subyace en esta novela aparentemente romántica y costumbrista.
                Pero el mayor acierto de Turgueniev es haber utilizado a la literatura como forma de clamar por la necesidad de mejoras y reformas sociales, en un tiempo en que el zarismo reprimía furiosamente cualquier intento renovador. Es la palabra y no los hechos de violencia la representante vanguardista de la necesidad de modernización social. Con ello, nos demuestra palmariamente que, cuando todos los canales naturales de expresión política se encuentran cerrados, es la manifestación artística el último recurso del que se vale la propia sociedad en pos de mejoras. Algo de lo que los argentinos, salvando las distancias y las épocas, aun tenemos doloroso recuerdo.

viernes, 6 de abril de 2018

Telarañas. Nostalgia, Mircea Cărtărescu


Impedimenta, 2012

I.

            Mantenía una deuda con el escritor rumano desde aquella única visita a uno de sus títulos. Eran ya muchos los lectores que inclinaban la balanza hacia sus letras y la aparición de su último resonante trabajo no hizo más que fortalecer la decisión de saldar de alguna manera la misma, para lo cual disponía de ésta, que lo catapultó al gran mundo literario, convirtiéndolo en uno de los grandes escritores contemporáneos.

II.

            Cinco de sus trabajos se reúnen bajo el significativo título que los unifica. Al fin y al cabo, en cada uno de los relatos hay una evocación continua al Bucarest de la infancia, ése de los años ’60 del siglo pasado, con sus casas en bloques y sus aledaños con aroma a campiña. En los que componen el núcleo central campean los juegos infantiles, los temores que apareja el crecimiento, las fantasías, aunque dispuestos de tal manera que los sueños se entremezclan con la realidad desvaneciendo la sutil línea que los separa.

III.

             El Prólogo abre con su afamada obra ‘El Ruletista’ –que, dada la trascendencia adquirida, la casa editora aún la publica por separado-, donde un hombre decide jugarse la vida apostando a una ruleta rusa con un arma cuyo tambor contiene hasta seis balas. No contento con la apuesta, decide redoblarla con más balas en el tambor… Cierra el libro un relato breve, ‘El arquitecto’, en el que un profesional de la construcción descubre su placer y su creatividad musical tocando el claxon de su automóvil.

IV.

            Pero son los tres extensos relatos que componen ‘Nostalgia’ el nervio motor del libro. En ‘El Mendébil’ un niño que se muda al bloque donde vive el narrador subyuga a éste y sus amigos narrando historias, hasta que la aparición de la sexualidad los aparta. ‘Los gemelos’ aborda los primeros atisbos de sexualidad entre púberes, con un final sorprendente. Las palmas se la lleva ‘REM’, con ribetes kafkianos, que abreva en un relato de Borges sobre personas que son personajes pensados por otros.

V.

            Con un estilo algo barroco pero poético, Cărtărescu enhebra la realidad infantil con la naturaleza onírica de sus juegos, a través de una telaraña de evocaciones que semejan a la literatura, único lugar donde lo sobrenatural y la fábula pueden convivir naturalmente con la vida cotidiana. Un libro imperdible.