I.
Fue tan promocionado por la casa
editora –incluso, mucho antes de lanzarse- que se creó un clima de ansiedad
alrededor de este nuevo trabajo. Tal fue la magnitud de la misma, que una
mayoría de clubes de lectura locales lo propusieron inmediatamente para compartir.
No pude abstraerme al aluvión de demandas y me vi casi obligado a participar, por
más que no suelo leer novedades editoriales.
II.
Este libro está constituido por
una serie de seis relatos de diversa extensión. El título de la obra era, en
principio, el del primer relato –donde se alude al respecto- pero, por
sugerencia editorial, la autora lo modificó y con él englobó la totalidad del
material, puesto que algunos otros cuentos posteriores también participan de su
naturaleza: a veces, es necesario ejercer el mal para que éste genere en
nosotros una culpa tal que nos obligue a salir de nuestra zona de confort.
III.
Bajo atmósferas que siempre
transmiten inquietud y tensión en el lector, se dan cita una madre que decide
suicidarse cuando su marido y las niñas se ausentan de la casa; un niño que
sufre un accidente al tragarse una pila de litio; una anciana que se escapa del
instituto de mayores; unas niñas hermanas que visitan a una vieja poetisa
borracha; un par de compañeras de universidad que hablan por teléfono sobre un
suceso luctuoso acaecido veinte años antes, y un par de becarias que comparten
algo más que el dolor por la muerte de una mascota.
La versión digital, gentileza de una amiga lectora.
IV.
En todos los relatos, Schweblin desarrolla
distintas situaciones en las que se halla envuelto un sentimiento de culpa con
el cual se debe convivir y sobrellevar. Así, la esporádica visita a un padre
enfermo, o cuando la pareja –que está lejos- requiere acompañamiento, o el haber
descuidado –y olvidado- a un pequeño hijo son ocasiones donde se pone de
manifiesto este sentimiento, que disparan hechos que oscilan entre la parálisis
y la rebelión, pero nunca resultan intrascendentes. En uno u otro sentido,
obligan un movimiento personal.
V.
En estilo fluido y coloquial –aunque nunca ameno-, con escenas bien labradas y diálogos jugosos, Schweblin vuelve a conquistar a sus lectores con una narrativa breve –género en el que se mueve como pez en el agua-, con historias que siempre bordean lo maravilloso o lo sobrenatural, pero que nunca cruzan el límite. En lo personal, el relato El ojo en la garganta, por sí solo, paga el libro. Una colección para disfrutar del placer de leer. Recomendable ciento por ciento.
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