viernes, 19 de enero de 2018

e-book 25. El peso del pasado. A la sombra del árbol violeta, Sahar Delijani


Salamandra, 2014

I.

            Tenía fama de ser un libro distinto. Al menos, contaría historias acerca de esa tierra tan lejana como maltratada llamada Irán. Los comentarios decían que las narraciones de origen asiático o africano se habían puesto de moda en el Viejo Continente, allá por el 2012. Por eso lo apunté. La gentileza de Ana Blasfuemia de enviármelo en formato digital hizo posible su lectura.

II.

          Es una novela con desarrollo coral, donde distintos personajes van narrando sus penurias desde el ascenso del ayatollah Jomeini en 1979, por espacio de tres décadas, de manera que los nacidos de la lucha contra el régimen teocrático fundamentalista de ese entonces, son los que en 2011 luchan nuevamente contra otro régimen con similares características. En principio, está la historia de los hermanos Omid y Sara, la prima Forugh y Neda, nacida ésta en cautiverio al igual que la autora. Luego, hay otros personajes encargados de contar la vida en presidio, las ejecuciones sin sumario, la opresión de la sociedad, el exilio…

III.

            Sus aciertos más destacados radican en la fluidez del texto, la excelente construcción de los personajes y el uso de recursos estilísticos que alcanzan cierta dosis de lirismo en algunos tramos. El lado flaco es la pérdida de intensidad narrativa debido al (ab)uso del flashback temporal y la dispersión que generan una multitud de personajes a los que resulta difícil seguirles el paso en ese ir y venir.

Testimonio de la versión digital

IV.

            No obstante, los reencuentros familiares después de años de ausencia y la consiguiente alegría que depara volver a la tierra que nos vio nacer dejan, hacia el final de la novela, una nota esperanzada hacia el futuro. Un libro destinado a documentar los horrores del régimen religioso y el peso de un pasado que es necesario recordar.

V.

            Nota final: el título alude al árbol jacarandá –como figura en el original-, pero dicho árbol no es originario de Irán ni tampoco abunda allí. Es un símbolo que Delijani nos regala a los lectores, queriendo significar el amparo que brindaron las familias –sobre todo, los abuelos- de esos chicos que se quedaron sin padres debido a su encarcelamiento y, en algunos casos, su desaparición.

8 comentarios:

  1. Pues lo pintaban exótico y desde luego no le niego cierto encanto y mucho interés. Pero me lo veo venir y no, no está la cosa para meterse en esos jardines.
    Besitos en rehabilitación.

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    1. Cuenta algunas de las tantas historias sobre el régimen religioso iraní, y tiene tinte exótico, pero puedes dejarlo por otras lecturas.
      ¿Rehab?, me pregunto qué tipo de rehabilitación estarás realizando. Vele el lado positivo, Maja: Amy Winehouse no la quiso hacer...
      Tenme al tanto, ¿si?
      Besitos sanadores.

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  2. Los y las abuelas son siempre un paraguas protector, menos mal que existen con su generosidad.

    La historia parece interesante, Irán es uno de esos países maltratados por los cambios políticos, religiosos y la "desgracia" de poseer petroleo.

    Gracias por dármelo a conocer.

    Abrazos.

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    1. El paraguas que señalas parece universal, U-to. Aquí hemos tenido una experiencia parecida.
      En muchos aspectos, esta lectura me hizo recordar el ascenso bolchevique. La autora sostiene que la caída del cha de Irán fue un esfuerzo de toda la población, que al final fue tergiversada y usufructuada por los líderes religiosos y sus fanáticos seguidores.
      Me permito extender tu concepto. El petróleo no es una desgracia en sí misma, U-to. La desgracia es la ambición desmedida de poder del género humano, sea quien sea.
      Valga esta revelación por todas los aportes que tú nos haces con tus lecturas.
      Un gran abrazo.

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  3. Hola
    Parece que es una buena manera para probar con la literatura iraní, además ha coincidido con mi renovada curiosidad por ese continente, dicho sea de paso es una tonteria englobar toda una literatura de muchos paises en la encerrona de una denominación geográfica continental; pero, bueno, me sirve como método de recopilación que hace poco he enriquecido con dos hermosa novelas -tenía que decirlo :)- " Genji monogatari" de Murasaki Shikibu, y "el libro de la almohada" de Sei Shōnagon. Y una de poesía -"poesías completas· de Tagore,
    De la liteatura iraní, tenía apuntado "la lechuza ciega" de Sadeq Hedayat.
    cuídate

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    1. Hola, Wine
      Coincido con lo que señalas. Con mi Año Ruso aprendí que no poseen la misma realidad los kazajos que los georgianos, por más que narren los mismos hechos.
      El libro de Genji me espera, y si tú dices que es hermoso, pues sube puestos en el tótem. El de Shonagon también, pero no recuerdo quién me avisó que podía ser algo 'lento'.
      De Irán, sólo el de esta reseña. Si encuentro el de Hedayat... sería un milagro!
      Un fuerte abrazo.

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  4. Siempre me han gustado los jacarandás, conozco algún ejemplar en mi localidad, incluso los utilicé una vez en un relato (que guardé para mí), aunque tú, como argentino, tienes mayor fortuna para admirarlos en tu país, amigo Marcelo.

    Te agradezco el descubrirme nuevos autores y confines literarios, el nomadismo lector es muy estimulante, y mi espíritu es nómada. ;)

    Al margen de esa dispersión coral que puede incomodar, como apuntas, estaré atento por si se cruza en el camino.

    Y ya que Wineruda los menciona, aún recuerdo cuando compré (en la Casa del libro, Madrid), en un lejano 2006, La novela de Genji, un voluminoso ejemplar de Destino, primera edición. Eran dos tomos de casi 900 pp cada uno, yo solo me compré el primero (casi 30 euros de entonces), y el segundo... aún espera. Años más tarde me hice con el de Shonagon, El libro de la almohada. La novela de Genji la recuerdo como una lectura sublime, de hecho fue la puerta de acceso a toda la literatura nipona que leí después.

    Bueno, Marcelo, ya no te suelto más rollo, jeje.

    Gracias por tus descubrimientos!!
    Abrazo.

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    1. Guardas razón, amigo Paco. Los jacarandás suelen estar mucho más presentes aquí que en Irán.
      Sabes bien que compartimos el nomadismo. En cualquier momento nos encontraremos en alguna duna del Sahara... leyendo el mismo libro.
      Con tu comentario, el libro de Genji sigue ascendiendo en el tótem.
      Me alegra saber que pude aportarte un título en compensación a los tantos que tú sacas de tu magnífica chistera.
      Un abrazo grande, pibe!

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