Seix Barral, 2008
Habíamos leído junto a Claudia ‘La balada del Café Triste’ y cada cual expuso su sentir acerca de él, en este mismo espacio. Ella tenía una edición antigua, aparecida en single. Mi versión, en cambio, es parte de una colección que reúne una serie de trabajos, de la que prioricé nuestro texto solamente. Pero me quedé con ganas de más Carson; entonces decidí leer ésta, su obra más reconocida.
Ambientada en el sur de los Estados Unidos, narra las peripecias de la vida cotidiana de una galería de personajes locales, reunidos en torno a un (sordo)mudo, John Singer, quien no cuenta más que con su trabajo y la amistad con otro mudo, Spiros Antonapoulos, que sólo lo metía en problemas pero que le servía de lazarillo a la hora de ‘conversar’.
También se encuentran Biff Brannon, propietario de un bar ubicado en la planta baja de su vivienda, con un matrimonio totalmente desgastado por el paso del tiempo; Jake Blount, un jornalero que intenta concientizar a los demás trabajadores de la necesidad de organizarse, sin éxito; Mick, una avispada nena de doce años, encargada de custodiar a sus hermanos menores; el doctor Copeland, un médico negro quien asiste a gente de su raza, totalmente despreciada, mas incapaz de integrar junto a él a sus hijos dispersos y un puñado de personajes que acompañan a éstos en su devenir. Mas todo gira en torno a Singer, protagonista –silente- de la historia.
¿Qué tienen en común todos los personajes de McCullers? Pertenecen a esa nebulosa clase de lo que llamamos ‘marginados’; eso sí, cada cual en su rol. Así, Singer es marginado por sus dificultades de comunicación –aunque puede escribir y darse a entender-; Blount es marginado por intentar algo que resulta un fracaso; Mick es marginada a conducir a sus hermanos, porque a su madre le resulta un fastidio; Copeland es marginado por asumir como propio el estigma de la raza negra –discriminada duramente en el sur del país- y Brannon es un infeliz que pasa su vida sin decidirse a tomar las riendas de los cambios que presume necesarios. De alguna manera, todos comparten una suerte de deja vu, de desidia y aquiescencia, un conformismo sedentario y aburrido, porque eso es lo que les ha tocado vivir.
Yendo un poco más allá, el libro retrata la vida en los poblados sureños, donde conviven blancos y negros con la cálida brisa del verano y sus tardes sofocantes, sus días largos y abúlicos, alejados de la realidad de las metrópolis y su bullicio. Mas también es una historia que valora la amistad. Todo lo que Singer hace por su amigo Antonapoulos se debe a ese sentimiento profundo; por momentos, rayano en lo grotesco. Y la pérdida de ese amigo desencadena el final de la historia y de sus protagonistas.
Un libro entrañable, con un estilo lento aunque ameno, donde la fluidez y sustancia se encuentra en los diálogos y no tanto en las descripciones. Buena ocasión para una lectura que se disfruta mucho.
Marcelo Zuccotti