Paradiso, 2006
Si existió alguien en el mundo de las letras locales, además de Roberto Arlt, que hizo de su prosa un culto a la ciudad de Buenos Aires, no pudo ser otro que Néstor Sánchez. Es tan grande su poder de observación de los tics propios de la metrópoli, su particular forma de expresión, sus modismos y su historia, que en cada uno de sus trabajos el lector encuentra una identidad social.
Esta novela narra la historia de una barra de muchachos –la de Tomasol- ubicada en una quinta de Saavedra, en la periferia de la Capital Federal –hoy, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina-. Ambientada en los años ’40, este grupo vive ocioso en las inmediaciones del predio, sin quehacer más conocido que alguna ‘changa’ o el malvivir, hasta que el peronismo surgente –apostrofado con una contundente afirmación: “la caravana de sudor”- decide despojar a sus ocupantes mediante el loteo del espacio, con el fin de establecer un barrio obrero, un museo y un parque. La mudanza del último morador y sus despojos a otra barriada, a lomo de caballo y carro adjunto -que cobra ribetes de destierro-, desencadena una multitud de imágenes del pasado de todo lo que ellos –los poseedores del “fuego sagrado del ocio”- habían vivido allí; es una catarata de recuerdos que toma la forma de collage fotográfico.
Escrito en 1967, es también la historia de una amistad aparecida entre dos jóvenes en ese locus llamado Villa Urquiza, que concluye con la desaparición de uno de ellos sin dejar rastros, quince años después, al cumplir 30 años –anunciando, sin saberlo, lo que una década más tarde se convertiría en diaria moneda corriente-.
La añoranza de lo que fue pero ya no es, acentuada por el uso adecuado del lunfardo –dialecto de los bajos fondos- y las descripciones de sus protagonistas, tomados de los mundillos de la droga –la ‘falopa’-, el turf –los ‘burros’-, el juego –la ‘timba’-, la prostitución o el robo, la novela resulta un retrato, un fresco elocuente de la sociedad de clase media baja de los ’60 y de su pasado inmediato.
Lo sorprendente es la oralidad del texto, que ensambla perfectamente con la cadencia musical que encarna el jazz; el origen marginal de sus personajes y la fidelidad de una amistad que se hace presente hasta el final, otorga fuerza argumental a la narración e hilvana el conjunto de evocaciones y hechos que los van conduciendo a la cárcel, a la muerte y, en definitiva, al olvido.
A título personal, me encontré con frases, expresiones idiomáticas, alusiones a una jerga que mis propios padres utilizaban cotidianamente cuando yo era aun un “purrete” y escuchaba los comentarios y epítetos entre sus amigos, sin poder entender qué decían. Una suerte de recuerdo de infancia.
Es un libro magnífico, que delinea como ningún otro en ese período el latir de esta ciudad a la que pertenezco, y uno de los mejores para acercarse al universo literario de Sánchez.
Marcelo Zuccotti
Belleza de indagación en el pasado y de disfrute narrativo. Lo acabo de terminar y vuelvo a leerlo de nuevo. deseando estoy de encontrar sus demás libros.
ResponderEliminarAfortunadamente, la editorial argentina Paradiso tuvo la brillante idea de reeditar los títulos de Sánchez más conocidos. Y también por fortuna, Mansalva se contactó con el hijo de Sánchez para publicar material inédito de su padre.
EliminarHabría que dejar en claro que la lectura de los mismos llevan su tiempo; no fueron escritos para la sociedad de consumo ni para el albur maratónico de la vida que hoy llevamos, sino para disfrutar del placer de leer y reflexionar.
Ojalá que puedas encontrar el resto. Saludos y gracias por darte una vuelta por aquí.