Anagrama, 2012
Después de mucho tiempo he vuelto a Julian Barnes. Fue uno de los primeros autores ingleses contemporáneos al que acudí, de la mano de amigos que ya habían transitado su obra. Cuando en 2008 participé de una serie de charlas organizada por una casa local especializada en libros en inglés, descubrí y disfruté mucho de autores de la talla de McEwan, Gordon Swift, Hanif Kureishi, Kazuo Ishiguro, Salman Rushdie y Barnes, todos miembros del ‘British Dream Team’ con que se conoció ese ciclo. De hecho, había presenciado en las escalinatas del Malba -Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires- a través de una pantalla gigante, los diálogos que el autor sostenía con personajes del mundillo literario vernáculo, al ser invitado por el British Council en febrero de ese año, del que queda el testimonio visual que prosigue. Ciertamente, habiéndosele otorgado el Booker Man Price por esta obra, era casi una obligación leerlo.
Tony Webster, un hombre de más de sesenta años, nos narra en primera persona un episodio de su vida. Él y tres amigos de la secundaria –preparatoria- formaban un grupo compacto hasta que apareció Adrian Finn. Cuando pasaron a ser cuatro, Webster intentó convertirse en su mejor amigo. Al poco, Tony conoció a Veronica y comenzaron a salir. Tiempo después de romper, Adrian solicitó a su amigo el permiso para noviar con su antigua ex. La vida los alejó lo suficiente como para enterarse del suicidio de Adrian, que originó especulaciones sobre sus motivos. Lo que resulta inesperado es que, después de 40 años, la madre de Verónica al morir legue en herencia 500 libras a Tony, junto al diario de Adrian, ahora en poder de Veronica, quien no quiere allegarle el manuscrito.
Planteado de esta manera, Barnes repasa a través de Tony un sinnúmero de preguntas que imagino todos nos haremos –o ya nos hacemos- acerca del pasado y su influencia en el presente. Es un libro lleno de evocaciones de los ‘60 –pues ése es su ambiente-, que trasciende atemporalmente las generaciones. No obstante, hay reflexiones que no son fáciles de dejar pasar sin consideración,
“Se me ocurre que aquí puede residir una de las diferencias entre la juventud y la vejez: cuando somos jóvenes, nos inventamos futuros distintos para nosotros mismos; cuando somos viejos, inventamos pasados distintos para los demás.”
En lo personal, el libro –fluido y dinámico- se lleva bien hasta la mitad. Cuando se intenta dar a conocer parte del diario de Adrian y deriva en un desenlace que busca un golpe de efecto, el texto desbarranca y se vuelve poco creíble. Considero que no está a la altura de otras obras, como ‘La mesa limón’, ‘El loro de Flaubert’ o ‘Hablando del asunto’, aunque su estilo campechano y coloquial permanece reconocible. Mas ha tenido tanta aceptación por parte del gran público, que mis líneas no dejan de ser –como siempre- una apreciación personal; honesta, eso sí, de buen lector. Habrá que ser capaz de pasar por la experiencia.
Marcelo Zuccotti
Buenos días, Marcelo. Curiosamente creo que esta es la primera reseña que leo que demuestra que yo no estaba del todo equivocada. A mí, personalmente, me gustó su planteamiento y reflexiones sobre la memoria, pero la novela, como un todo, no me ha convencido. De cualquier manera y gracias a las alabadoras opiniones que he leído, pensé que el problema estaba en mi dificultad en conectar con las letras británicas. Un abrazo,
ResponderEliminarEstoy de acuerdo contigo, Marisa. Lo cierto es que tengo la sensación de que Barnes ha escrito algo 'por cumplir' y el galardón le ha llegado más como premio a la trayectoria que por este libro. No obstante, si dejamos de lado la trama, hay bastante material para reflexionar, ¿no te parece? Por otro lado, esta generación de autores ingleses, cuando jóvenes, dedicaban sus esfuerzos en denunciar las bajezas de sus mayores. Pero ahora que ellos mismos han envejecido, ¿a quiénes destinan sus obras? Pareciera que los peces se han quedado sin agua. Besos para ti, guapa.
ResponderEliminarNo lo he leído Marcelo. nunca me llamó del todo la atención aunque sé que tarde o temprano lo haré. parece que me persigue y es un libro que sale en muchas conversaciones. un placer leer tu reseña. un abrazo.
ResponderEliminarSi aceptas una sugerencia, Yossi, me inclino por 'Hablando del asunto', más divertido. Respecto de éste, se ha dicho y se dirá mucho aun. Según sea el enfoque que priorice el lector, es lo que encontrarás escrito. A mi parecer, es mejor dejar de lado la novela y quedarse con las reflexiones. Gracias por tus palabras; es recíproco. Un fuerte abrazo.
EliminarHe leído otros libros del autor y mira, mi propio librero habitual me dijo que no estaba a la altura del firmante, así que no lo compré en su momento. Veo que tengo un librero de confianza puesto que has coincidido y razonado en su línea.
ResponderEliminarBesos, esta vez no me lo apunto
Los libreros, Silvia, suelen conocer nuestras inclinaciones literarias tanto como nuestros amigos nuestras selecciones de pareja, de actividades, etc. Son amigos específicos; aquellos que pueden sugerirnos lecturas con el conocimiento que da lo empírico. Aprovecho a confesarte que hace más de 20 años tenía una pareja con la que compartíamos la idea de poder ponernos una librería en la que pudiéramos sugerir títulos según el perfil de cliente. Algo demasiado pretencioso, pero sin duda placentero.
ResponderEliminarÉste no es lo mejor de Barnes; hay cosas mejores. Besos para ti.